Mi vida como universitaria

Por fin llegué a la barra, me colé en un hueco que había entre dos chicos y esperé a que un camarero se acercara.

Miraba al resto de la gente de la barra, a muchos los conocía, a otros los había visto alguna vez y otros ni me sonaban.

Me disgusté… no veía a nadie que me gustase especialmente, revisaba las caras pero nada, me consolaba pensar que a lo mejor había alguien interesante en la pista.

Observaba los movimientos del camarero cuando de repente una especie de ola de empujones de la gente, avanzaba por la barra e iba a llegar hasta mí.

Así fue, el chico que estaba al lado mío, que debía ser modelo porque era guapísimo, se abalanzó sobre mí sin poder evitarlo ambos, y de esta manera yo me abalanzaba igualmente de espaldas contra el chico que tenia detrás de mí.

El chico me miró y me pidió disculpas, diciendo que no había podido evitarlo. Yo le sonreí y le dije que no importaba.

Yo debía obrar de igual manera con el chico que había detrás de mí. Me volví y cuando iba a decirle que lo sentía me quede alucinada al ver quien era.

Era Jorge, un chico de mi universidad, un año mas mayor, que me daba un morbazo increíble. Un par de veces… que digo un par de veces, cientos de veces me había pillado mirándole, siempre me había sentido muy atraída hacia él.

Creo que estudiaba veterinaria o al menos frecuentaba mucho la cafetería de esa zona. Un subidón me recorrió el cuerpo y sonreí, sonreí de satisfacción… por que la noche comenzaba arreglarse.

Lo siento, no pude evitarlo. – Dije suavemente, sonriendo. Él debió pensar lo mismo que yo, porque también sonrió, sonrió de la misma manera que yo, como si estuviera pensando exactamente eso al verme.

No importa… soy Jorge.- Se presentó, sin dejar de sonreír. Tenia una voz preciosa.- ¿Tu eres Sara, verdad?.-

Si.- Me sorprendió que supiese mi nombre, eso quería decir que se había fijado en mi. Con todo el morro del mundo le di dos besos en las mejillas, casi en las comisuras de los labios y volví a sonreír.

En ese momento llegó el camarero que ponía sobre la barra la bebida que él había pedido. Jorge sacó la cartera y le dijo algo al camarero que no pude oír, este asintió y cogió el billete que él le daba.

Se agachó hacia mí y me preguntó que qué quería. Se lo dije y se marchó, pocos segundos volvió y le dio el cambio a Jorge.

Este lo cogió junto con su vaso, y al marcharse se acercó a mi oído y me susurró. «Luego nos vemos» y me sonrió de la misma manera que al principio.

Me enfadé, me enfadé mucho porque mis planes no salían como yo quería. No debía haber esperado tanto de esa noche, al final siempre me sale mal. Observaba como el camarero llenaba mi vaso. Terminó y me miró satisfecho.

Le pregunté cuanto dinero tenia que darle y el camarero, sonriendo me dijo que mi copa la había pagado el chaval que estaba a mi lado. «Gracias» dije, le sonreí y me marché decidida a buscar a Jorge para darle las gracias. Le encontré en la pista, hablando con dos chicas.

No iba a dejar que se me escapara. Le toqué en el hombro y él se volvió. Me vio y sonreímos ambos de la misma manera que lo habíamos hecho antes.

Venia a darte las gracias por la bebida.- Dije cándidamente. Le miré de arriba abajo. Llevaba unos vaqueros y una camiseta y el pelo lo tenia cuidadamente despeinado. Él hizo lo mismo conmigo y debí gustarle por la expresión de su cara.

No hay de que.- Me sonrió e iniciamos un juego de seducción que los dos entendimos desde el primer momento.

Y… ¿Cómo puedo agradecértelo?.- Pregunté del mismo modo, retorciendo el pelo entre mis dedos. Hubo un largo silencio, nos mirábamos a los ojos con todo descaro.

Baila conmigo.- Dijo de repente.

¿Ahora?… ¿con esta música?.- Le dije sorprendida.

Claro… la cuestión no está en la música sino en bailar.- Dijo mientras dejaba mi vaso y el suyo en una mesa y me llevaba al centro de la pista.

No pensaba que era un chico de los que bailan, pero me di cuenta que cuando se lo propone hace la cosa más insospechada.

Sin darme tiempo a enterarme de lo que pasaba, me encontré totalmente pegada a él, su cuerpo al mío.

Nos balanceábamos al compás que él marcaba, porque él dirigía mi cuerpo, tenia una de sus piernas entre las mías y movía mi cuerpo con uno de sus brazos mientras con el otro me retiraba el pelo y me decía cosas al oído.

Pusieron una canción que se podía bailar en cierta forma así, pero ya era tarde.

El sutilmente había comenzado a besarme y estábamos enrollándonos en medio de la pista.

Nos besábamos a la vez que nos movíamos. Pero llegó un momento en el que dejamos de bailar y solo nos concentrábamos en besarnos y acariciarnos.

Las canciones pasaron. Llevábamos casi diez minutos así, en medio de la pista. – ¿Te apetece venir a mi apartamento?. – Me susurró al oído mientras ponía mi mano en su entrepierna.

Noté que su pene se había puesto duro y al quitarla me arrimé más a él si era posible, hasta que noté entre mis piernas su bulto y eso me excitaba muchísimo. Le sonreí y llevé su mano hasta uno de mis pechos.

Mi camiseta, además de que me tapaba lo justo no me permitía llevar sujetador. Dirigí sus dedos para que acariciaran mi pezoncito y pudo notar lo excitadísima que estaba.- A mí me pasa lo mismo… – Me reí. Seguimos besándonos.

Pero de repente, el dejo de besarme y se volvió para ver a quien le había dado en el hombro. Me tenia cogida por la mano. En ese momento apareció Isabel, sonriente y de un tirón me soltó de la mano de Jorge y me arrastró hasta un grupo de chicos, entre los que se encontraba Oscar.

¿Qué haces?… me estaba enrollando con Jorge.- Dije seria.

¡Ah!. Lo siento. No lo sabia… ¿Jorge, que Jorge?. Es que… ya para nada. Te traía aquí por si te interesaba alguno de los chicos que están con Oscar.- Dijo sonriente.

No pasa nada, ahora lo busco.- No podía enfadarme con ella.- Pásatelo bien. – Le susurré.

Nos sonreímos y mire a Oscar que también sonreía.

Volví al lugar donde había dejado a Jorge y no estaba, lo busqué durante un rato por el local, pero ni rastro de él. Así que decepcionada volví al sillón donde había dejado al resto de mi pandilla.

¿Aun no ha vuelto Bruno?.- Pregunté tras observar a la gente que allí, quedaba.

Fijo que este cabrón se lo esta metiendo todo el solo… – interrumpió Sergio.

No creo… se muere.- Dijo Teresa.

A él que más le da… – Volvió a interrumpir Sergio.

No te pases… – Le regañé dándole un codazo.

Por cierto… ¿Dónde has estado todo el rato?.- Me preguntó.

He estado por ahí… con un chico… – Le contesté molesta.

Y… ¿Dónde esta?. –

No lo sé… es que Isabel se me ha llevado y cuando he vuelto ya no estaba.- Se rió a carcajadas.

En ese momento llegaba Bruno, mientras los demás le gritaban que ya era hora. Les explicó que era muy difícil encontrar porque todo el mundo quería y se acababa.

Pero había encontrado a alguien que le iba a vender y que había quedado en un sitio para cambiar el dinero por lo otro. «¿Alguien me acompaña?», preguntó. Me ofrecí voluntaria, salté sobre los sillones y me fui con él.

Me llevaba de la mano porque estaba todo lleno de gente y me podía perder entre esta. Él se paró y yo me encontré con una compañera del colegio y la saludé.

Cuando deje de hablar con ella me puse a la altura de Bruno que hablaba con alguien. De nuevo el flechazo… era Jorge.

Bueno os voy a presentar… Sara este es Jorge… Jorge esta… – No pudo terminar por que Jorge ya me había cogido la cara entre sus manos y me besaba.- Veo que ya os conocéis… y mucho.-

¿Dónde estabas?.- Susurró, volviendo a besarme.

¿Dónde estabas tú?.-Le sonreí.- Desapareciste.

Bueno ¿qué?.-Interrumpió Bruno.- ¡Es para hoy!.

Los tres juntos caminamos a lo largo del pasillo que llevaba a los baños y entramos en el de chicos.

Disimuladamente Jorge le pasó una bolsita a Bruno y este hizo lo mismo con el dinero. «¿Queréis?», dijo Bruno a la vez que se metía en un baño para hacer unas rayas sobre la tapa del inodoro.

Los dos contestamos que si y de nuevo comenzamos a besarnos.

Me gustaba su forma de besar era apasionada pero suave. Mi espalda estaba en la pared y el pegado a mí me cogía por la cintura y frotaba contra mí su pene que aun permanecía duro. La gente no dejaba de entrar y varias veces nos empujaron.

Me llevó hacia los lavabos y cogiéndome por la cintura me sentó sobre el mármol, entreabrió ligeramente mis piernas y se acomodo entre ellas, seguimos besándonos.

La gente se marchó poco a poco, solo quedábamos nosotros tres. Moviéndome un poco abrí un hueco entre los dos por el que hice que su mano entrara.

No llevaba bragas y mi falda permitía la maniobra perfectamente. Comenzó a mover su dedo lentamente a lo largo de mi rajita, que estaba totalmente mojada, tarde muy poco en correrme y me tapo la boca besándome para ahogar mis gemidos.

La invitación de antes sigue en pie. ¿Te apetece?.- Me dijo al oído. Le miré a los ojos largo rato, fingiendo estar pensándolo, le ponía nervioso.

Vale.- Asentí finalmente bajándome de lavabo. Me beso otra vez. Ya lo tenia donde yo quería, a mis pies.

Eeeehhh!!!.¿Y esto?… que lo he hecho para vosotros.- gritó Bruno, al ver que salíamos.

Para ti… – Le grité.

Cogimos un taxi, mientras nos llevaba a la dirección indicada, nos besábamos y nos metíamos mano, mientras el conductor nos miraba por el retrovisor. Llegamos, pagamos el taxi y subimos por las escaleras.

Estamos tan excitados que Jorge comenzaba a desabrocharme el abrigo en el pasillo. Abrió la puerta y nos falto tiempo para quitarnos los abrigos y precipitarnos a su habitación.

Comencé a quitarle la camiseta sin dejar de besarnos y él me quitaba la mía, todavía de pie, el se quitó los pantalones y yo me desabrochaba el cinturón y la falda.

Hubo silencio, de repente comenzamos a besarnos apasionadamente y caímos sobre la cama, él encima de mí y comenzó a besar todo mi cuerpo, lamiéndome los pechos hasta llegar al ombligo y de allí volvió a subir hasta mi cara y volvió a besarme… me acariciaba entre las piernas y lo hacia con una suavidad que me hacia volverme loca.

Introdujo mas el dedo y consiguió hacer que me corriera de nuevo enseguida, jadeaba mientras él me besaba. Me incorporé y el se tumbó.

Le coloqué el preservativo que había sacado de un cajón y empecé a acariciarle el cuerpo, besándole, lamiéndole…

Estaba excitadísimo.

Subí sobre él y comencé a moverme lentamente, con suavidad, disfrutando de cada movimiento, yo permanecía con los ojos cerrados y sus manos apretaban las mías y se contraían con mis movimientos.

A veces abría los ojos y le miraba, él me observaba y sonreía. Soltó mis manos y acarició mis pechos con suavidad, yo comenzaba a moverme mas deprisa, y más deprisa hasta que volví a correrme entre gemidos, el también gemía, lo hacíamos a la vez y apretaba mi culo contra él con sus grandes manos a la vez que mis movimientos se volvían frenéticos a causa del orgasmo. Terminamos y lentamente me desplomé sobre él, permanecimos así abrazados unos segundos, cuando yo me eché a un lado y nos quedamos en silencio… cogidos de la mano.

Lo hicimos dos veces más, pero en distinta postura, primero el sobre mi y después por detrás.

Fue increíble, había mucha química entre nosotros, parecía que lo habíamos estado haciendo durante mucho tiempo, parecíamos conocer todos los movimientos del otro, lo que le gustaba y lo que no. Era sexo, puro sexo. No había ni ternura, ni cariño, únicamente sexo.

Llegué al orgasmo todas las veces, sabia como hacérmelo. Estábamos exhaustos, creo que yo me quedé dormida primero.

Habíamos acordado que dormiría en su casa. Dormí profundamente mientras él me abrazaba.

Desperté, y seguíamos en la misma posición. Con cuidado de no despertarle me escabullí de sus brazos y busqué a tientas una camiseta.

Necesita ir al baño pero no podía salir desnuda, vivía con dos chicos más. Encontré una enorme, me la puse y salí al pasillo.

La puerta del baño estaba entreabierta y rápidamente cruce hasta él. Oía voces en la casa y no pude resistir la curiosidad y después de comprobar que la camiseta me tapaba muy bien y que no tenia muy mal aspecto, me decidí a salir.

Primero asomé un poca la cabeza para ver la situación, no había peligro. Dos chicos desayunando en la cocina.

Hola.- Dije suavemente. Los dos se volvieron bruscamente al oír mi voz, se miraron entre ellos y se echaron reír.

¡¡Que cabron!!…- Me sonrió uno de los dos chicos.- ¿te apetece algo de desayunar?.-

Si, gracias… – Le sonreí, mientras me sentaba con cuidado en una banqueta. Sus caras me resultaban familiares, les había visto con Jorge.

Yo soy Miguel y él es Alberto… vivimos con Jorge. ¿Te gusta el zumo?-

Si me gusta, gracias. Yo soy Sara… –

Lo sabemos… – Me interrumpieron. – Toma aquí tienes las tostadas, ¿te gustan, no?.

Si… – Ellos me miraban con interés y yo les miraba con mas interés aun.- ¿Por qué habéis dicho «Que cabrón»?- Les pregunte.

Si te lo decimos Jorge se enfadara… –Se miraron.- A la mierda!!!.- Volvieron a reírse.- Es que le gustas mucho… te vio en la cafetería y le gustaste mucho… hemos dicho que cabrón porque lo ha conseguido… dijo que le gustaría conocerte y además que le gustaría… ya sabes…

Ah!!- Exclamé sorprendida.- ¿Así que le gusto?. Bueno es saberlo.-

Estuvimos hablando mucho rato mientras lentamente desayunábamos, yo tenia mucho hambre. Me estuvieron contando cosas de Jorge, anécdotas, como se conocieron y todo eso.

Eran muy simpáticos me hicieron reír mucho, además Miguel era muy guapo, «a Teresa le gustaría» pensé.

Estábamos sumergidos en una conversación sobre la vida sexual de Jorge cuando mi móvil comenzó a oírse con mas fuerza en el pasillo y apareció Jorge con mi móvil en la mano, en calzoncillos, despeinado y aun dormido.

Esta sonando… – Murmuró dándome el móvil. Era Teresa.

¿Si?, dime. – Me preguntó dónde estaba y me explicó que al final esa tarde no habíamos quedado. – Vale entonces tengo toda la tarde libre… – Decía en voz alta… a ver si Jorge me proponía algo. – Vale pero a las 10 hay que estar en casa de Sergio… su cumple… vale, muy bien. Un beso.- Colgué. Ellos habían estado susurrando mientras yo hablaba, ahora Jorge estaba totalmente despierto ya.

¿Te quedas?.- Me preguntó Jorge, me dio la impresión de que quería que me quedara así que le expliqué lo que me había dicho Teresa. – ¿Entonces pasas el día conmigo?.- Fingí pensarlo y asentí con la cabeza junto a una sonrisa.- ¿A que es preciosa?… es más guapa de cerca.

Si tío, es guapa.- Agregó Miguel.

Yo mordía una tostada, mirándoles sonriente, me encantaba que me tratasen de ese modo. Jorge giró la banqueta y me puso frente a él, abrió mis piernas y se acomodó entre ellas, besándome suavemente.

¿No te apetece ir de nuevo la cama?. – Me susurró al oído.

Vale.

Chicos me la llevo.- Y con una facilidad sorprendente me levantó de la silla y me cogió en brazos.- Decidle adiós.

Adiós Sara…

Me ha gustado mucho conoceros… – Les grité ya desde el pasillo.

Me apetece tenerte cerca… dormir contigo… – Me explicaba mientras me levaba hasta su habitación.

Al llegar me sentó sobre su cama y se arrodillo al pie de esta, estábamos frente a frente. Lo que sucedió después lo recuerdo como una de las situaciones más eróticas que he vivido.

Cogió mi camiseta y me vendó los ojos con ella, después se tapó los ojos él.

«Quiero que me sientas», susurró. Comenzó quitándome la camiseta, acariciándome con la punta de los dedos el cuello, los hombros y la espalda, ese contacto me provocaba escalofríos y mi piel se erizaba, pero me gustaba.

Yo permanecía quieta, dejándome llevar, sintiéndole.

Entonces me besó, me besó despacio, lentamente, en la boca y después, me besó en el resto de la cara.

Comenzó a acariciarme con los dedos pulgares los pezones que estaban totalmente duros mientras me besaba en le cuello.

Me susurró que me tumbara. Me deslicé sobre la cama y me tendí. Se colocó sobre mí y me cogió por las manos, recorrió mi cuerpo, oliéndolo y besando allí donde le parecía. Soltó mis manos con delicadeza y se movió lentamente.

Abrió mis piernas y comenzó a besarme los muslos, ya mi respiración estaba acelerada, me gustaba mucho, muchísimo.

Con cuidado me acaricio con su lengua alrededor del clítoris hasta que finalmente no pude más, le rogué que lo hiciera ya y llevé allí mi mano para acariciarme y finalmente correrme. Pero con un movimiento rápido impidió que llegará hasta allí.

Entonces comenzó a lamerme el clítoris lentamente, saboreándolo… haciendo mi orgasmo interminablemente placentero, yo gemía, gemía de placer, disfrutando, no me importaba que pudieran oírme, me daba igual porque estaba consiguiendo unos de los mejores orgasmos de mi vida.

Después de su actuación, subió hasta la altura de mi cara y me quitó despacio el pañuelo de los ojos, los abrí y me encontré con los suyos, color miel, tenia las pupilas dilatadas y me miraba con los ojos brillantes.

Me besó tiernamente en la boca y me abracé a él, dándole las gracias. Llegó mi turno, le tapé los ojos y yo simplemente los cerré.

Me senté con las piernas abiertas sobre sus piernas, le dije que se incorporara. Comencé besándole en la cara. Introducía mis dedos entre su oscuro pelo y los movía con suavidad, esto parecía gustarle.

Cambie de sitio y me coloqué tras él, acariciándole imperceptiblemente con las uñas en su espalda, noté como los pelos de su nuca se erizaban. Volví a colocarme frente a él. Le empujé con suavidad para que se tumbara.

Recorrí sus brazos con mi mano que los tenia a la altura de la cabeza, entrelacé sus dedos con los míos y volví a deslizar mis manos sobre sus brazos hasta llegar al pecho.

Allí toqué, acaricie sutilmente alrededor de sus pezones, note su escalofrió que hizo que el vello de su cuerpo entero se erizara.

Cogí sus pezones entre mis labios y con la lengua los chupaba como si fuera un caramelo, mientras con los míos rozaba su vientre. Su respiración comenzó a acelerarse, sonreía y entre mis piernas note que su pene alcanzaba ya su punto álgido.

Le quité sus slips, sin permitir que él me tocara, y comencé a lamerle su pene, metí su punta en mi boca y, como a sus pezones, los saboreé como si fuera el helado más sabroso del mundo.

Así conseguí que se corriera, él también gemía de placer mientras le lamía.

Se quedó quieto, relajado y susurró: «Dios ha sido fantástico…», le besé y le dije que todavía no había terminado, que yo no me conformaba con eso.

Desde su cuello y hasta sus pies, lo recorrí oliéndolo, rozándole apenas con mis labios y arañándole suavemente con mis uñas.

Su pene volvió a ponerse duro, ese contacto le excitaba mucho, además de nuevo le dejaba notar mis pezones duros sobre su cuerpo pero no le permitía tocarme y eso le volvía loco.

Le puse un preservativo y me coloqué a su izquierda de lado, le indiqué que hiciese lo mismo, pero ahora ya le dejaba tocarme.

Así uno frente al otro, pero sin vernos, solo sintiendo nuestros cuerpos, comenzamos a movernos a un ritmo acompasado tras haber introducido su pene dentro de mí que estaba de nuevo excitadísima.

Nos besábamos entre movimiento y movimiento, que cada vez se hacían más profundos y más rápidos, hasta corrernos casi a la vez.

Permanecimos quietos, sin movernos, todavía con el cosquilleo del orgasmo entre las piernas. Jorge se quitó el pañuelo y nos miramos largo rato, besándonos.

Nos deslizamos entre las sábanas y permanecimos de ese modo, abrazados, hasta que nos quedamos dormidos.

Estaba a casi dormida, cuando le oí llamarme muy despacio, no contesté, me acarició con una de sus manos mi pelo y me susurró de modo casi inaudible «Me gustas, me gustas mucho» y satisfecha me quedé dormida…

Continuará…