Mi primera novia

Soy Daniel, un chico de 1.73m, ojos cafés, pelo castaño oscuro, etc. Uno más en el lugar donde vivo.

Esta historia le pudo haber ocurrido a cualquiera, pero lo particular es que me ocurrió a mí.

Hace un mes estaba yo en casa, solo, pues mis padres se había marchado al campo por el fin de semana largo (3 días).

Cuando me decido a salir a hace las compras para el almuerzo, me topo en el almacén con Gabriela (24).

No fue más de unos besos y alguna que otra mano entre sus piernas.

Esa morena que en otros tiempos me tenía loco.

Fue mi primer novia, estuvimos juntos unos meses y después nos dejamos de ver cuando mi segunda novia me ofreció algo más que besos y juguetes de manos.

Lo cierto es que ahora estaba sola, más hermosa que cuando tenía 17, era una mujer muy bien formada.

Vestía un vestido beige ajustado que llegaba apenas a tapar esa hermosa cola. Unos pechos bien parados, una cola durita y una piernas muy bien torneadas, siempre le gustó el gimnasio.

Puesto que por mi trabajo se me ve poco en la villa, cuando me encuentro por casualidad con algunos de la barra de amigos nos ponemos a platicar largo rato.

Con Gabriela no fue la diferencia.

Después de las preguntas de rigor, como estas, que haces y todos eso.

Me dijo: G – Oye, vas a cocinar.

D – Que más remedio, mis padres se fueron al campo y me quedé solo.

G – Igual yo, mis padres se fueron a la casa de unos tíos por el día y me quedé sola. Se me ocurre una idea, porque no te cocino y nos ponemos a día con nuestras vidas.

D – Me quede duro, no esperaba que ella dijera eso.

G – ¿Qué dices, eh?.

D – Pues claro mujer, claro que sí.

Nos dirigimos a mi casa, con todas las cosas para la comida.

Entramos a mi casa, ella se dirigió a la cocina (pues conocía desde chica mi casa) se puso el delantal y se aprestó a cocinar.

Yo preparé unos tragos y la ayude a preparar unas pastas. Cada tanto se me disparaba una mirada, hacia esas hermosas piernas.

Cuando me sentaba trataba de ver si en una de esa se inclinaba y me dejaba ver sus nalgas morenas, pero el vestido tenía la medida justa para no permitir eso.

Cuando estuvo pronta la comida nos sentamos a comer y continuamos la plática.

Al terminar el almuerzo, no fuimos a la sala y preparé un café.

Allí continuamos la plática, pero ya en tono de averiguar que tanto nos interesábamos. Yo trataba de averiguar si ella quería algo conmigo, y supongo que ella hacia lo mismo.

Ella propuso que miráramos un rato la tele, lo que me desmotivo un poco, pues se cortaría la platica.

Pero bueno, puse la tele y me acomodé a su lado pues donde estaba sentado no veía bien.

Mirando la tele, uno va adquiriendo diferentes posturas, entre que vas a servir otro café, después un licor, etc.

Lo cierto es que en una de esa estaba sentado junto a ella.

Se fue haciendo la noche y ella me dijo.

G – Uy, que tarde se ha hecho, me debo ir.

D – Pero, ¿a qué te vas a ir ahora, además sin cenar?.

G – Esta bien, no te voy a dejar sin cenar.

Ella tenía una hermosa sonrisa y unos ojos cafés que atraían cualquier mirada.

Cenamos, con un buen vino y luego nos pusimos a mirar tele.

Ella se recostó un poco sobre mi, lo que me dio una hermosa oportunidad de ver por el escote de su ajustado vestido sus preciosos pechos.

Cada vez que ella me miraba yo parecía concentrado en la película.

En una de esas ella se separa de mí y me dice: G – ¿Te gustan?.

D – ¿Qué?, respondí desconcertado.

G – Mis pechos.

D – ¿A qué se debe la pregunta?.

Ella sonrió.

G – Se debe a que, has mirado más tiempo mis pechos que la película.

D – Yo! G – Sí, vos.

D – Esta bien, es que estas muy bien y creo que sería hasta normal que lo hiciera.

G – Te gusto entonces.

D – Por supuesto.

No la deje pensar, la abrace, la bese en la boca y le pedí que se quedara a dormir.

Ella dijo que no, que debía regresar a su casa.

Yo le dije que era una pena que durmiera sola, pudiendo pasar una noche acompañada.

Poco a poco fue cediendo y accedió a quedarse.

La comencé a besar, y la fui llevando a mi cama.

Una vez allí, la comencé a desvestir. Primero le saque ese ajustado vestido, luego su brasier y su diminuta tanga.

Un hermoso cuerpo quedó al desnudo, sus pechos morenos estaba coronado por dos pezones negros seguidos de una aureola de unos 7cm tan oscura como sus pezones.

Sus labios inferiores estaban expuestos, pues su bello formaba un perfecto triángulo por sobre el nacimiento de raja. Se notaba su estado de excitación.

Ella comenzó a desvestirme, primero mi remera, luego mis pantalones y mi bóxer.

Mi pene totalmente erecto saltó ante su cara, ella con total normalidad lo tomó con su mano y lo empezó a masajear. Tiró la piel hacia atrás una y otra vez hasta que colocó la punta en su boca.

Lamió un poco la cabeza y lo fue introduciendo poco a poco hasta meterlo todo. Comenzó una mamada como nunca me la habían hecho.

Nos fuimos acomodando para hacer un perfecto 69. Me puse debajo, abrí sus piernas e introduje mi lengua en si raja, ella soltó un largo suspiro y comencé mi trabajo.

Cuando empezó a venir su orgasmo, ella gemía como si la estuviera penetrando con mi lengua.

Sus labios vaginales estaban hinchados, comenzó a salir un liquido agrio por su raja, ella daba pequeños mordiscos en mi pene y tiraba la piel hacia atrás lo que me volvía loco.

Era hora de que la penetrara.

Así que la di vuelta, le apoye mi miembro en la puerta de su vagina, espere uno segundos y se la metí de un golpe, sus uñas se clavaron en mi espalda y mi oído izquierdo quedo sordo ante su gemido.

Su cuerpo se tensaba hasta quedar dura como una piedra.

Levanté sus piernas para penetrarla más y comenzó a gemir más fuerte.

G – Si, así, mássss.

D – Te gusta así.

G – Siiiiii, másss, así, dame más.

G – Uyyyy, ahhhjjj, no pares.

Yo embestía como animal, sentía como mi pene se agrandaba en su vagina y como sus piernas me apretaban hacia ella.

Sus pechos eran míos, chupaba sus pezones, les daba pequeños mordiscos y eso la enloquecía más.

Después de dos orgasmos consecutivos, se puso en cuatro y me pidió continuara.

Nuevamente apoyé la punta de mi pene entre sus labios vaginales y se la introduje de una.

Ella comenzó a gemir y a moverse al compás de mis embestidas; yo sacaba casi totalmente mi miembro y lo introducía lentamente hasta el tope. Esto causaba que ella soltara largos suspiros.

Luego se fue incorporando, quedando sentada sobre mi pene y de espaldas a mí.

G – Ahora me toca a mí.

G – Mmmm, si, mmmm.

Llevó mis manos a sus pechos y dijo: G – Sostenme, toma mis pechos y no los sueltes.

Y comenzó a sentarse sobre mi pene, se levantaba hasta que casi salía y luego volvía a introducírselo completamente.

Estuvo así un rato hasta que acabamos nuevamente.

Luego le pedí que me dejara penetrarla por su ano.

G – No, eso duele mucho.

D – Alguna vez trataste.

G – Si, y no pude, me duele mucho.

Disimuladamente le fui lubricando la puerta de su ano, con el semen que aun bañaba mi pene.

D – Podemos probar mi formula y si aun te duele lo dejamos.

G – Tu formula?. No sé?. Cómo es?.

D – Dejame y vas a ver.

G – Está bien, pero si siento dolor lo dejamos.

Metí mi dedo en su ano y sentí la presión de su esfínter. La verdad estaba difícil, parecía el ano de una adolescente.

Fui lubricándolo con el semen que salía de su vagina, cuando cedió a mi dedo le introduje otro y así hasta el tercero.

Cuando su esfínter se había dilatado lo suficiente para que entrara la punta de mi pene, le pedí que se inclinara hacia delante, sus nalgas se separaron y su ano dilatado quedó ante mis ojos.

Apoyé mi pene en su ano.

Introduje la punta, note la presión de su esfínter, metí un poco más y ella comenzó a sentir dolor.

G – Ah, me duele, ayyyy.

D – Quédate así, ya va a pasar. Es como la primera vez, duele un poco.

Antes de que pudiera decir nada, se la metí hasta el fondo.

Sus dientes se clavaron en la almohada y sus uñas en las sabanas.

G – Ahhhhh, me dele, ayyyyy.

G – Uhhhh, ayyyy, aaaaaaaah.

Comencé el mete y saca y su esfínter estrangulaba mi pene, lo que me hacia doler mucho.

Estuve a punto de sacarla más de una vez, ella contenía los gritos con la almohada y yo aguantaba.

De pronto su ano dejó de hacer presión y comenzó a dilatarse.

Ella cambió sus gritos, por gemidos de placer al igual que yo y pude acabar en su ano.

Cuando saque mi pene, su ano era una enorme aureola roja, mi pene estaba hinchado y la punta de éste lucia un tamaño fuera de lo común.

Ella lo tomó con su mano y se lo llevó a la boca, cuando estuvo duro de nuevo, me puso boca arriba y se sentó sobre él.

Sus tetas quedaron suspendidas en mi cara un momento y luego comenzaron a moverse hacia delante y hacia atrás.

Comenzó a hacer círculos con su cadera, a tirarse hacia atrás y a cabalgarme.

G – Ah, ah, si, tómame las tetas.

G – Apriétalas, apriétame los pezones, así, así bebe, son tuyas, así, mmmm.

Apretaba sus pezones, masajeaba sus tetas, masajeaba sus nalgas.

Tironeaba de sus pezones cuando quería chuparlos y ella se inclinaba hacia delante.

Metía mis dedos en su ano aun dilatado y ella empujaba más su raja contra mi pene.

Cuando llegó nuestro orgasmo, la tome de la cintura, ella me envolvió con sus piernas, me abrazó, me puse de rodillas en la cama, bajé mis manos a sus nalgas, la tome fuertemente y ella comenzó a subir y bajar soltando gemidos intensos.

G – Ahh, si, si, apriétame más.

G – Te quiero más adentro, siiiiiiiii.

G – Ah, ah, ah, siiiiiiii.

Y mi pene estallo dentro de su vagina y ella soltó su semen.

Después, nos tiramos a dormir, exhaustos, mi pene salió naturalmente de su vagina y nos besamos hasta dormirnos.

Desde entonces tenemos 2 o 3 días de sexo intenso al mes y estamos evaluando tener sexo en pareja.