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Mi complaciente amante, mi compañera de trabajo III

Mi complaciente amante, mi compañera de trabajo III

Llevábamos tres semanas conviviendo juntos, Elena dejo su piso de alquiler y vino a vivir a mi casa.

Habían sido tres semanas locas, de lujuria constante, no parábamos de follar en cualquier momento y situación, yo daba gracias por haber encontrado a esta pedazo de hembra, una mujer con letras mayúsculas, era insaciable, y a mí, de momento no me importaba, es más, estaba en la gloria (como la mayoría de hombres comprenderá).

Estando cenando el jueves, desnudos como siempre, pues en cuanto entrábamos por la puerta lo primero que hacíamos era quitarnos la ropa, y estando muy calientes ambos, Elena se decidió a contarme su “saber hacer con las mujeres”.

Yo la escuchaba y no podía creer lo que oía, era lo más caliente y real, pues lo que me decía ya lo había leído en relatos varios, pero nunca de boca de una mujer y que me estuviera pasando a mi, que había escuchado nunca, mi polla estaba que reventaba, y mi mente ya estaba haciendo lo que después aconteció, para disfrute mío…

– Alex, voy a contarte lo que me llevas preguntando durante esta semana constantemente, como me inicié en el sexo con mujeres, pues bien, creo que es el momento.

– Estoy deseando que me lo cuentes, mi polla se ha puesto a mil nada más escucharte, me excita mucho ver y oír folladas entre mujeres, continua… – le dije.

– Es un poco obsceno, pero tengo confianza en ti y se que lo comprenderás.

– No te quepa duda.

– Pues me inicié…, con mi hija mayor.

– ¡¡Que me dices!!, cuenta, cuenta, ¡no me lo puedo creer!

– Una noche, mientras Ana – así se llama su hija mayor, de 17 años -, estaba en la ducha, oí unos gritos disimulados, pensé que le pasaba algo y entre.

Cual fue mi sorpresa al entrar, la veo apoyada contra la pared soltando jugos por su coño y con la mirada extraviada.

Me excité inmediatamente, mis pezones se pusieron tan duros que me dolían. Me acerqué a ella y cogiendo uno de sus senos, la dije.

Veo que empiezas a conocer tu cuerpo y a disfrutar de él, espera que te ayudo, me has puesto caliente a mi también.

La metí los dedos en el coño y mantuve su orgasmo un buen rato, cuando vi que estaba a punto de perder el sentido, paré y la llevé a su habitación.

Estuvimos toda la noche disfrutando la una de la otra, incluso la desvirgué con uno de mis consoladores, ella no paraba de darme las gracias por la noche que la había hecho pasar.

La dije donde estaban mis juguetes del placer y la anime a que los usara cuando quisiera, así como la incité a que me llamara cada vez que le apeteciera follar conmigo.

– Esto es más de lo que podía imaginar – le dije -. Veo que eres muy guarra, y me encanta. Me gustaría veros juntas.

– Mis pensamientos van más allá, espero que participes de nuestro placer. Hablaré con Antonio – es su ex-marido, con el que vivían las niñas actualmente -, y le diré que Ana pasará el fin de semana conmigo. Vamos a disfrutar de lo lindo.

Yo no podía creer lo que estaba oyendo, otra vez, en menos de tres semana, iba a estar con dos mujeres, y para colmo, una de ellas una cría de 17 años. Era tremendamente obsceno y no podía parar de pensar en ello, me encantaba.

El viernes por la noche ya estaba yo esperando impacientemente en casa la llegada de Elena y su hija con gran excitación, me había desnudado como hacíamos siempre y estaba sentado en el sofá del salón viendo un poco la tele para calmar mi ansiedad.

Escuché abrirse la puerta y a Elena decirle a su hija.

– Ana, vamos a quitarnos la ropa, dentro de casa vamos siempre desnudos, así podemos hacer lo que queramos en cualquier momento, no tenemos que perder tiempo desnudándonos, estamos siempre dispuestos.

– Mama, me da un poco de corte, aún no le conozco, me gustaría verlo y charlar un poco antes. Contigo no tengo problema, es más, estoy tremendamente caliente aguardando lo que me espera, pero con Alex…

– Tranquila, si quieres vamos al salón a presentarte y luego te desnudas, Alex ya estará desnudo esperándonos, espera que me quito las bragas y vamos a que le conozcas.

– Gracias, mamá, tengo un poco de corte, aunque estoy deseando ver la gran polla que me has dicho que tiene, ya he visto unas cuantas, pero de críos, quiero sentir una de verdad dentro de mí.

– No tengas prisa, cada cosa a su tiempo, además, Alex me ha dicho que le excita mucho ver a dos mujeres follando, y eso haremos antes de que pruebes su polla, yo te ayudare para que no tengas problemas cuando te la meta, es muy gruesa y no quisiera que te hiciera daño.

– No te preocupes, mama, ya he probado tus consoladores muchas veces y no tengo problemas con ninguno de ellos.

– Ya, pero con Alex no es lo mismo, se excita tremendamente y da unas embestidas bestiales.

– Vamos ya mama, no puedo esperar más para conocerlo…

– Vamos.

Yo seguía escuchándolas y estaba tremendamente excitado, mi polla ya había alcanzado su máximo tamaño y grosor, no podía esperar más para conocer a esa niña con una voz tan sensual y abiertamente obscena. Elena entró en el salón saludándome.

– Alex, buenas noches, que tal el día, te presento a Ana, mi hija mayor – entro detrás de Elena con la mirada baja.

Como deciros lo guapa que la vi en aquel momento, seguramente sería pensando en lo que me esperaba con ella, pero me pareció una belleza, era alta – un poco más que la madre  -, bonita figura, con unas piernas largas y bien torneadas, caderas anchas y unos pechos grandes y redondos – como Elena -, que se intuían tras su camiseta.

– Hola Ana, que tal estás – dije levantándome del sofá y yendo a su encuentro.

Ana se quedo mirando mi polla sin poder apartar la mirada de ella. En cuanto noto su mirada, mi polla dio un brinco y golpeó sobre mi estómago.

– Ho…, hola, Alex, encantado de… de… de conocerte.

Estaba ruborizada e intentando mirarme a la cara sin conseguirlo. La di dos besos mientras le pasaba mi brazo izquierdo por su cintura y bajaba la mano al comienzo de su tremendo culo.

– No me digáis que eso es un saludo como Dios manda – dijo Elena acercándose a nosotros -. Esto es un saludo – dijo mientras cogía a su hija y juntaban sus labios a la vez que su lengua entraba en esa preciosa boca -. Besaros como se debe en estas situaciones, no seáis tan tímidos.

Ana vino hacia mí rápidamente, me cogió la cabeza y metió su lengua hasta el fondo de mi garganta. Yo hice lo propio, a la vez que mis manos volaban hacia sus pechos sobándolos.

Me sorprendí agradablemente al notar como cogía mi polla con su mano y empezaba a manoseármela. Al ver esto Elena vino hacia nosotros.

– Despacio, Ana, no queremos que se corra tan pronto, la noche es muy larga y hay que disfrutarla al máximo. Se que Alex estaba deseando conocerte, y por el tamaño de su polla, se que su sorpresa ha sido grande al verte, quizás no esperaba a una mujer tan bonita como tu, pero si sigues sobándole la polla de esa manera se correrá en tu mano… – dijo Elena soltando la mano de Ana de mi polla -. Vamos, ya le has conocido, ahora tienes que desnudarte para estar en igualdad de condiciones con nosotros. Vamos al cuarto y dejas allí tu ropa, cariño.

– Tenias razón mama, su polla es inmensa, nunca había visto nada tan grande, tus consoladores no son ni parecidos… – dijo Ana entre susurros a Elena.

– Ya te lo dije, vamos, quiero ver la cara que pone Alex cuando te vea desnuda, va a ser divertido… – dijo mirándome con lujuria.

Se fueron y me dejaron con mi tremenda erección, los huevos me dolían de la excitación, no veía el momento de meter mi polla en ese coño, estrecho y acogedor pensaba yo, que tendría Ana.

Volvieron rápidamente, mis ojos seguramente, a juzgar por la expresión en el rostro de Elena, debían estar saliéndose de mis orbitas.

Ana apareció ante mí como su madre la trajo al mundo, sin ruborizarse, mirándome, ahora sí,  fijamente a los ojos, cosa que ahora yo era incapaz de hacer, pues mi mirada fue rápidamente a esos dos globos que eran sus tetas y que pensé por un momento que llegaban diez minutos antes que el resto de su cuerpo.

De caderas estrechas y piernas bien torneadas, su triángulo amoroso atraía poderosamente mi atención, con un bello ensortijado, y desde mi posición, imaginaba fino y sedoso.

Vino hacia mi y sin pensárselo dos veces me cogió la polla a la vez que sus labios se unían a los míos en un apasionado beso, metiendo su lengua hasta donde alcanzaba.

– Alex, quiero que nos mires mientras follamos, no te toques, no quiero que desperdicies ni una gota de tu semen, quiero que cuando te folles a mi hija estés tremendamente excitado, yo llevaré a Ana al límite del placer para que este sea el orgasmo más intenso y placentero que sienta, quiero que se corra varias veces mientras se la metes antes de que tu semen inunde su coño – me dijo Elena -. Ana, vamos – dijo dirigiéndose ahora a su hija -, mira como tiene la polla y los esfuerzos que hace por respirar normalmente de la excitación que tiene por ti, está deseando follarte, pero tendrá que esperar hasta que estés lista, quiero que la primera polla que entre en tu coño te haga gozar como nunca.

– Mamá, quiero esa polla en mi coño, estoy deseando que me la meta, quiero sentir una verdadera polla dentro. Los consoladores son algo frío e impersonal, hacen su trabajo pero nada más, me imagino su polla suave y caliente latiendo dentro de mi y no puedo aguantar más sin experimentar ese placer que debe ser inmenso.

– Tranquila, todo a su tiempo… – dijo Elena.

– Por favor – dije yo -, empezar rápido o no se si voy a poder aguantar, casi me estoy corriendo al oíros hablar así, sois unas putas y me tenéis al límite…

Se tumbaron en el suelo delante de mi y comenzaron a besarse apasionadamente, sus respectivas manos comenzaron a amasar las tetas de la otra. Yo no podía quitar los ojos de Ana, la pequeña que me iba a follar no tardando mucho, mi polla no paraba de moverse por la excitación, parecía con vida propia, nunca pude imaginarme semejante espectáculo, una madre follando con su hija delante mío, y para colmo, ese coño primerizo iba a ser para mi.

Elena se subió sobre la cara de su hija haciendo un sesenta y nueve, Ana enseguida comenzó a lamer su clítoris y a meter dos dedos dentro de su coño, mientras Elena hacía lo propio con ella.

Los pezones de Ana, al igual que los de su madre,  se pusieron erectos al primer contacto de la mano de esta con sus tetas.

Como me hubiera gustado estar en ese momento en medio de ellas chupándoselos. Pronto empezaron a gemir  intensamente.

– Ohhhhhh, mamáaaaa, me pones a cien, nadie me chu… chupa el coño como lo haaaaa… haces tú, aaaaaahhhhhh – decía Ana.

– Como continúes chupándome el clítoris de esa manera creo que no voy a aguantar ni un segundo más. Mete tus dedos más profundamente en mi coño, quiero correrme sobre tu cara y que después le des a Alex a probar mi corrida en su boca.

Yo no podía seguir así, tenía que masturbarme ante lo que estaba viendo.

No se como logré reprimirme y aguantar sin tocarme, mis huevos empezaban a dar síntomas de ebullición, mi semen estaba a punto de salir, ¡¡¡y sin haberme tocado!!!, no me había ocurrido esto nunca, de solo pensarlo y viendo como se corrían ambas entre gritos lujuriosos, empecé a correrme llenando mi estómago de semen caliente. Al verlo Elena, me dijo.

– Ahora que te acabas de correr, y viendo que mi hija esta en su punto culminante de excitación, es cuando tienes que meterle esa gorda y lujuriosa polla que tienes. ¡¡Hazlo ahora!!

Yo no me hice de rogar, me levanté de un salto y fui hacia ellas. Como mi polla empezaba a decaer después de mi corrida, Elena me la cogió y comenzó a mamármela encima del rostro de su hija, que puso cara de tremenda excitación.

– Mamá, no tardes mucho en ponerla de nuevo en forma, no puedo esperar mucho más para tenerla dentro – dijo Ana.

– Tranquila, con las ganas que tiene de ti, no tardará ni un segundo en estar de nuevo empalmado y a punto – dijo Elena.

– Vamos, pónmela en orbita – dije yo -, quiero que sienta mi polla dentro de su coño enseguida, voy a hacer que se corra tantas veces que perderá la cuenta…

Mi polla se puso tiesa al segundo de estar Elena trabajándomela. Es increíble el poder de la mente, solo de imaginar mi polla dentro de ese coño, que suponía estrecho y caliente, volvía a estar como nunca.

– Es el momento – dijo Elena -. Ana, abre bien las piernas, te ayudare a meterte este monstruo por tu coño, vas a sentir un placer que nunca más volverás a sentir. Es tu primera polla, y eso es algo que no se olvida nunca si se hace en el momento justo y bien.

Me coloque sobre las piernas de Ana y coloqué la cabeza de mi polla en su entrada. Elena la cogió y fue guiando mis embestidas, pues yo estaba fuera de mí y empujaba sin miramientos.

La fue metiendo poco a poco mientras los gritos de Ana se hacían más y más intensos.

– Oooooooohhhhhh, aaaaaahhhhhhhhhh, mmmmmmmmm…, es increíblemente gran… gran… grande, la noto gigantesca, no creo que pueda entrar eso dentro de mí, oooooooohhhhhh, creo que me va a reventar…

– Nota como va entrando centímetro a centímetro, nota como tu coño se abre para albergarla. Es lo más increíble que haya visto nunca, tu coño está rebosante de jugos. Tu clítoris ha salido a saludar a su polla, está esperando ansioso a que su vientre lo roce, es lo que está esperando y notarás un increíble orgasmo cuando eso suceda – dijo Elena.

En un descuido de Elena, di una tremenda embestida y enterré toda mi polla en ese increíble coño que estaba follándome.

Este la atrapó como si de una mano se tratara impidiéndome volver a sacarla.

Efectivamente, como dijo Elena, en cuanto mi vientre rozó su clítoris se corrió intensamente, llenando mi polla con el elixir de su corrida.

Al igual que hizo su madre la primera vez que me la follé, sus paredes vaginales ordeñaban mi polla sin que yo me moviera.

Tuvo otro tremendo orgasmo al volver a enterrar toda mi polla de nuevo dentro de ella, me costaba volver sacarla, me la succionaba como nunca me había pasado.

Cuando se empezó a relajar de su tercera corrida en menos de una hora, comencé a moverme rítmicamente, sus gritos empezaron a retumbar por todo el salón.

– Goza, abandónate a tu excitación, mueve las caderas a su ritmo para notar su polla en lo más profundo de tu coño – le decía Elena al oído.

– Ooooohhhhh, máaaaaa… máma, nunca me había sentido tan caliente, me vuelvo a cooooooooorrrrreeeeeeeerrrrrrr – dijo pegando un grito que retumbaron hasta los cristales.

– Ana, jamás había follado un coño tan prieto y jugoso, creo que no voy a aguantar más, me corrrrrroooooo, me corrrrrrooooooooo… – dije soltando todo mi semen dentro de ella.

Mi corrida coincidió con su cuarto orgasmo, notando como mi polla quedaba inundada de sus jugos mezclados con la cantidad inmensa de semen que estaba soltando.

No paraba de moverme dentro de ella. A pesar de acabar de correrme, mi polla seguía erecta, por lo que continué con los embates.

Su cara de pronto cambió y puso una mueca de felicidad increíble, por lo que note, al sentir mi semen en el fondo de su vagina se estaba volviendo a correr.

De pronto, su ojos se cerraron y su cabeza cayó hacia un lado. Se había desmayado de la excitación.

Yo pare y me derrumbé sobre ella antes de levantarme temeroso por la situación, la tumbamos en el sofá y le refrescamos la cara con un paño empapado en agua.

– La excitación a sido mucha. Se ha corrido cinco veces seguidas, creo que no se olvidará nunca de esta primera vez – me dijo Elena -, vuelve a mojar el paño y tráemelo, rápido.

– Espero que se recupere, todavía no ha experimentado todo lo que tenía pensado para ella… – le dije.

– Eres un cabrón, tienes a mi hija desmayada delante de ti y siguen pensando en follártela… – me dijo, para después añadir -, por eso es por lo que no te dejaré escapar nunca, eres guarro y obsceno como ningún otro que haya conocido. Venga, date prisa con el paño – me dijo.

Salí del salón para mojar el paño en el cuarto de baño. Cuando volví, Ana comenzaba a abrir los ojos y mover ligeramente la cabeza.

– Oh, mamá, ¿qué ha pasado? – dijo Ana.

– De tanta excitación, has perdido el sentido un momento – dijo Elena.

– Es lo más increíble que he sentido nunca, estaba en la gloria, no quería que terminase jamás. Notaba su polla en lo más profundo de mi ser, creía que me iba a traspasar, ha sido alucinante, no puedo expresarlo con palabras… – dijo Ana.

– Todavía te queda lo mejor – dije yo -, en cuanto te recuperes comenzaremos de nuevo, quiero que follemos los tres juntos, quiero que saborees mi semen, quiero…

– Tranquilo Alex, como sigas diciéndole obscenidades no nos va a dar tiempo ni de cenar. Mira como se le han puesto los pezones de oírte, es más guarra aún que yo. Tenemos todo el fin de semana por delante, no hay necesidad de agotarnos totalmente en una noche. Vamos a cenar y a acostarnos y mañana seguiremos con nuestra juerga.

Paramos para cenar, vimos la tele un rato y nos acostamos los tres juntos. En cuanto se metieron en la cama me acerqué a Elena diciendo.

– Todavía no te la he metido hoy, no podré dormirme si no follamos, sabes que tengo dependencia de tu coño… – dije entre risas.

– Creía que no me lo ibas a pedir nunca… – dijo también riéndose -, pensaba que te habías olvidado de mi teniendo a una más joven para tus pensamientos obscenos.

– De ti no me podré olvidar nunca, no hay nadie más guarra que tu, así que…, ¡¡¡a follar!!! – dije tirándome encima de ella.

Cogí mi polla, que ya estaba de nuevo en funcionamiento, y la apunte en la entrada de su coño.

Como sabía que a Elena le gustaba que se la metiera profundamente y sin avisar, empujé mis caderas lo más rápido y fuerte que pude.

Mi polla golpeó en fondo de su vagina.

Me encanta este coño, siempre está lubricado y dispuesto, ni siquiera necesita preparación.

Ana nos miraba con cara alucinada, cuando vio que mi polla hacía tope en el coño de su madre, se bajó a nuestras entrepiernas para verlo en directo. Yo comencé a moverme dentro de Elena mientras Ana me masajeaba los huevos a un ritmo frenético.

– Para, Ana, un poco más despacio, si sigues así me correré antes de que tu madre consiga el orgasmo, y eso es frustrante en una mujer tan caliente como ella. Ven aquí, dame tu lengua – le dije con voz entrecortada.

– Quiero que me avises cuando te corras, quiero bajar a verlo en directo – me dijo, y sus palabras hacían maravillas en mi polla -. Cuando terminéis quiero lamer el coño de mi madre, sacar tu semen junto con su corrida y tragármelo, nunca he probado el semen, creo que me gustará.

Nosotros seguíamos a nuestro ritmo mientras Ana metía su lengua en mi boca.

Era muy obscena, esperaba a que mi lengua saliera de entre mis labios para chuparla como si de una polla se tratase.

Era demencial, pues mientras me besaba no paraba de amasar mis huevos.

Elena no paraba de gritar, y no hay cosa que más caliente me ponga en el mundo que los gritos lujuriosos y sensuales de una mujer a la que me estoy follando.

Como siempre, Elena me avisó cuando llegaba su corrida, y yo aceleré mis embestidas para vaciarme dentro de ella en el mismo momento.

– Me corro, Alex, me cooooooorrrrrroooooo, dame tu leche ahora, ¡dámela! – dijo entre gritos.

Ana inmediatamente retiró sus labios de los míos y bajo a nuestras entrepiernas para mirar de cerca.

– Oooooohhhhhhh, Elena, estrújame la polla, ordéñame con esa tremenda fuerza que guardas dentro de tu coño… – dije soltando mi semen.

Mientras esto ocurría, Ana no paraba de mamarme los huevos, dando unos lametones increíbles, es una sensación única cuando te estás corriendo. Me derrumbé encima de Elena sin sacar aún mi polla.

– Alex – me dijo Ana -, saca tu polla despacio, quiero limpiártela de jugos y semen con mi lengua según va saliendo. Después me encargare de sacar el resto de tu semen del coño de mi madre…

No podía creer lo que estaba escuchado, no se si lo habría visto en alguna película porno o era cosa de su imaginación, pero todo lo que decía era tremendamente obsceno.

Mi polla comenzó a crecer de nuevo al oírla, pero no podía seguir a ese ritmo o el fin de semana se acabaría antes de tiempo.

Fui sacando mi polla lentamente y, efectivamente, como dijo, fue lamiendo mi polla según salía dejándomela reluciente. Cuando termino con ella, le dijo a su madre.

– Mama, ponte encima de mi cara y suelta todo el semen que tienes acumulado en tu coño, quiero saborearlo.

Su madre se levantó pesadamente de la cama, sin duda por el cansancio acumulado por tanto trajín, y se puso sobre la cara de Ana.

Mi semen empezó a correr por el borde de su coño mezclado por sus jugos y fue a parar en la boca, totalmente abierta, de su hija.

Esta comenzó a tragarlo relamiéndose. Cuando vio que no caía ni una gota más, empezó a meter los dedos en el coño de su madre y a sacarlos llenos de semen. Elena volvía a estar a punto de correrse con las maniobras de su hija.

– Uuuuuuuaaaaaaaaaahhhhhhh, Ana, vas a hacer que me corra de nuevo como sigas metiendo tus dedos dentro de mi coño… – dijo Elena.

– Espera, mama, todavía no, déjame sacar todo el semen que pueda y después te chuparé el clítoris hasta que te corras en mi cara – le respondía Ana (y yo seguía flipando de lo guarra que era).

Siguió metiendo sus dedos, uno más cada vez, hasta que toda la mano estaba dentro del coño de su madre, rebañando de las paredes vaginales el poco semen que le quedaba dentro.

En cuanto se quedó satisfecha con el resultado, siguió con una mamada de clítoris que arrancó tremendos alaridos a su madre hasta hacerla correrse sobre su cara, quedando esta toda salpicada.

Al ver esto, corrí hacia la cara de Ana con mi lengua en ristre para secarla lo más que pudiera de esos jugos, que para mí, eran pura ambrosia, llevando mi lengua después hacia su boca y fundiéndonos en un largo y caliente beso al que se unió Elena.

Después de esto caímos rendidos en la cama y nos dormimos enseguida. Lo que aconteció al día siguiente lo contaré el próximo capítulo.

Espero que estéis tan impacientes por leerlo como estoy yo por contarlo.

Mi polla se vuelve a poner en orbita según voy escribiéndolo, y más cuando tengo a mis dos (de momento) mujeres desnudas a mi lado.

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