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Los viajes de Elizabeth II

Después de la increíble demanda que surgió tras la primera narración deberemos escribir lo que pasó después de que Elizabeth dejara la casa de Juan.

Liza dejó la casa de Juan a las seis y cuarto.

Ella había quedado con su compañera española a las seis, por lo que llegaba tarde.

Tres cuartos de hora después llegó a su cita.

Eva, como se llamaba su amiga, se había entretenido esperándola con un chico que había conocido en el banco donde habían quedado.

Bueno Luis, me tengo que ir.

¿Pero no íbamos a ir al cine? (En el idioma de los hombres se podría traducir: ¿Pero no íbamos a ir a la cama?)

Tranquilo hay muchos días hasta que te mueras.

[Lo que sucedió después no lo incluiremos en este relato porque aburriría a los lectores que no conozcan el contexto. Baste decir que Luis murió en un fatal accidente.]

Lástima, con lo que abultaba su paquete – dijo Eva-.

Con tantos contratiempos llegaron a casa cerca de las nueve y media. Eva farfullaba sobre lo que iba a hacer su madre por no ir a cenar a casa. Cuando finalmente llegaron su madre estaba arreglada y lista para salir.

Creía que vendríais a cenar. Os he dejado preparada la cena en el horno. Llegaré muy tarde pero no se os ocurra invitar a chicos como la última vez- dijo la madre en tono de reproche-.

No mama, descuida.

Su madre se fue y dejó a las dos chicas solas en el piso. Sus padres se había divorciado años antes, tras conocer a un cubano tres años atrás. El cubano que captó la atención de la madre se lió con el padre de Eva que fue más rápido.

Voy a tomarme un baño –dijo la inglesa-.

No cierres que voy a depilarme.

Liza cansada y sudorosa preparó un baño con agua muy caliente y sales. Liz se desnudó en la habitación, se embutió en su albornoz y se dirigió a la bañera. El agua estaba muy caliente, casi hirviendo. Esto le causó una sensación plácida y gustosa en la entrepierna. Al cabo de un rato esta sensación cambió por otra mucho más desagradable. Notaba una molestia dolorosa en el trasero.

No vuelvo a hacer el amor en España, estas pollas latinas son demasiado anchas para mí.

Estuvo cerca de un cuarto de hora reposando en el baño cuando entró Eva. Saludó y se fue directa a la taza del W.C. Lizabeth retiró la mirada incómoda.

Tranquila si mis novios me pueden ver meando, tú también.

Pues ven un conejo muy bonito- contestó Eli involuntariamente-.

Y muy sabroso, ¿te gustaría probarlo?

No. A mí no me van esos rollos lésbicos.

Pues tú sabrás. Ya me has dejado sin el chico de hoy.

Tortillera.

Elizabeth sumergió su cabeza dentro del agua.

Nunca se había planteado realmente hacer el amor con una chica.

Esta idea le había desagradado desde muy pequeñita.

Pero si no lo había hecho antes hoy no sería su primera vez. Así que volvió a emerger por encima de la espuma.

Cuando se limpió los ojos vio como Eva ya había preparado todos los útiles depilatorios y había empezado con las piernas.

Al acabar con éstas se quitó las bragas y se dispuso a depilarse el vello púbico.

Elizabeth ya había visto más veces este proceso e incluso ella misma lo practicaba, pero una sensación extraña recorrió esta vez su cuerpo. La mezcla de espuma de afeitar con los líquidos que hubiera segregado Eva le causaba una sensación excitante, tan excitante que había conseguido humedecer su miembro.

Sus tetas empezaron a levitar y se sintió avergonzada, pero a la vez atraída por Eva que se había quitado el top y se depilaba las axilas.

El sujetador en forma de triángulo era muy bonito pero sujetar, la verdad es que sujetaba poco los enormes pechos de Eva.

Al final, la naturaleza ganó en esta batalla a la razón y Betsy se lanzó.

Abrazó a la española por la espalda y le besó el cuello.

Eva se sobresaltó, no se esperaba que el empapado cuerpo de la rubia se pegara a ella.

Joder, pero que huevos haces.

Eva no se había percatado de las perversas intenciones de la inglesita hasta que vislumbró el desnudo cuerpo de ésta.

Así que era eso. Bueno, a falta del chorizo entero me conformaré con una rajita. Pero, ¿no pretenderás que nos metamos las dos en la bañera?

Elizabeth se levantó y sus pesada y bien formadas tetas se bambolearon hasta asentarse.

¡Rayos y retruécanos! Pero que buena que estás – dijo la española-.

Se fueron a la habitación de Eva. Allí Elizabeth se tumbó y Eva le abrió las piernas, exploró con su húmedo miembro los diversos pliegues del conejo de Liz. El negro cabello de Eva se deslizó entre las piernas de la inglesa y alguno se quedó pegado donde no debía.

Dios! Me tengo que cortar el pelo. Ahora entiendo porque las lesbianas lo llevan corto.

Apartó el pelo, le abrió los labios con los dedos e introdujo su lengua.

Este placer lo había experimentado más veces, pero muy pocas, de los chicos que había conocido, ninguno o casi ninguno le habían proporcionado este placer.

Además no puede haber comparación si el que lo hace conoce a la perfección el manejo del instrumento.

Notaba la lengua y su movimiento ondulante agitándose dentro de su vulva. Eva introdujo un dedo en el excitado miembro mientras con la otra mano se acariciaba el clítoris.

Su lengua avanzaba experta hacia la esquina superior de la vagina de Liz. El placer que estaba experimentando era inexplicable, por lo que como cojones quieres que te cuente.

Al final cambiaron de posición, adaptaron un 69 a la versión de dos chicas.

Eva tenía pegada la espalda a la cama.

Las plantas de los pies también estaban pegadas y los muslos abiertos. Era la primera experiencia lésbica de Liz pero se acopló perfectamente a esta posición.

Lamía incansablemente los pliegues rojizos de nuestra morenaza, que se proyectaban por encima de un vello negrísimo con forma angular. La misma forma que tenía su clítoris, éste era pellizcado o mordido incansablemente por Liz.

Eran dos hembras en celo que no podían dejar a un lado su sexualidad y mucho menos el placer que estaban experimentando.

Liz se levantó y le quitó el sujetador a su compañera de reparto, ella ardía de impaciencia.

Elizabeth había dejado al descubierto una mama bien formada y con un pezón oscuro y respingón.

Agarró la teta, la chupó, la sobó, la manoseó, la pellizcó, la mordió y por último la frotó contra su cuevita de niña bien.

Parecía imposible como esa teta se podía adaptar tan bien a la anatomía de la inglesa.

Pero al fin y al cabo se sentían vacías, se había frotado, succionado y chupado pero necesitaban algo más.

Tengo algo,- dijo Eva- para que la fiesta no decaiga.

Entonces sacó el consolador más grande que jamás se halla visto, era grande, que digo grande, era enorme.

La polla del negro más negro se quedaba pequeña ante semejante aparato, a propósito, ¿había dicho que era enorme? Me equivoqué, era inmenso sólo hay dos cosas con un tamaño y forma comparables: el oleoducto París-San Petersburgo y Hermegilda.

Era más grande y más negra que el miembro del mismísimo Wesley Snippes. ¡Pero que bicho! Ahora, eso sí que daba juego.

Bueno, vosotras las chicas (no digo que yo no sea chica), entendéis mucho más sobre este tema, pero os contaremos lo que hicieron ellas con esa COSA.

Eva lo chupó y lo rechupó, tanto como si le fuera la vida en ello pero luego en el momento de la verdad resultó insuficiente. Pero con semejante invento todo lubricante es poco para meter ese invento en el dichoso lugar.

Al principio resultaba costoso pero al rato de su uso continuado la cosa pilló juego y ya iba como la seda. Después Eva se sacó el artilugio de la boca (en realidad no había llegado a metérselo).

Elizabeth estaba cagadita ante la visión de ese tremendo bicho. Cerró los ojos y notó como penetraba poco a poco entre sus piernas, ya podía olvidar la polla de Juan y cualquier otra cosa que le hubieran metido entre los labios.

Notó como después de una suave entrada Eva batía con fuerza el consolador dentro de su coño. Por una parte sentía dolor pero por otra un gusto imparable. Esta sensación fue en aumento hasta que finalmente se corrió.

Ha estado bien- dijo Eva.

Nunca había estado con otra chica.

Bueno a falta de paz, buenas son hostias.

El resto de la noche fue silenciosa una especie de sentimiento de culpa invadía a ambas.

Pensaban que tal vez les atrajeran las chicas.

Que era la sociedad la que imponía las tendencias sexuales.

Una chica se lo puede pasar muy bien en compañía femenina como sola.

Si probarán todas… ¿sería este mundo igual?

¿Qué te ha parecido el relato?


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