relatos eróticos viajes

9 relatos

Viaje al placer

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Al llegar a Cartagena, rápidamente nos instalamos en el hotel, nos fuimos al cuarto y nos pusimos los shorts y por la emoción ninguno reparó en el otro mientras nos cambiábamos y aprovechando que aún teníamos toda la tarde para disfrutar de la playa, corrimos hacia ella y quedó fascinado al ver la inmensidad de aquel mar Caribe a sus ojos.

El viaje de mi esposo

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A mi esposo lo mandaron de vacaciones a Guadalajara por una larga semana, y aunque tengo una carrera de licenciada, por el momento sólo me dedico a las labores de la casa, así que con ese viaje de mi marido, llegó la oportunidad de hacer realidad mi fantasía.

Sabor de un viaje

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Al verlo bajar las escaleras la sangre me bullía con fuerza y muy caliente, y antes de que nadie de los que viajaban en el piso inferior abrí la puerta del baño y nos metimos los dos juntos y cerré la puerta detrás de mí con el pasador.

Viaje a México

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En la oficina me encontré a Enrique, me invitó a comer y le dije que estábamos los dos en México en un viaje de dos días, charlamos un buen rato y después de la comida me dio un aventón al hotel, pero antes de llegar nos paramos en un bar a media de nuestro hotel.

Vuelo

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Los dos esperaban con ansiedad este día en que volvían a estar juntos, después de estar un tiempo separados, gozarían haciendo el amor y disfrutarían del momento de este delicioso encuentro.

Un verano sin igual I

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El primero que perdió fue un chavo y nosotras lo castigaríamos, entonces le dijimos que se bajara los pantalones y nos enseñara el trasero, que por cierto no lo tenia nada mal, entonces el lo hizo entre aplausos y risotadas ejecuto su castigo, y empezamos a jugar de nuevo, entonces la otra chava perdió y pidieron que le besara los senos a mi amiga, mi amiga se saco esos magníficos senos y se los puso en la cara a ella, y la chica empezó a besárselos, les confesare que en ese momento hubiese querido ser yo la que se comía a mi amiga...

Los viajes de Elizabeth II

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Lamía incansablemente los pliegues rojizos de nuestra morenaza, que se proyectaban por encima de un vello negrísimo con forma angular. La misma forma que tenía su clítoris, éste era pellizcado o mordido incansablemente por Liz.