Las andanzas de Wanda V: El Plan

Desperté con un agradable dolor por todo el cuerpo sólo para descubrir que mi vecinito estaba pegado a mi espalda como dios lo había traído al mundo y agarrado con una mano a mis pechos mientras roncaba suavemente, y sonriendo me volví hacia él, que no despertó con el movimiento.

Me dediqué a mirarlo un instante y después, lentamente, empecé a esparcir pequeños besitos en su pecho delgado, en su estómago y en su ombligo, y al llegar a su sexo, vi que había respondido a mis estímulos y empezaba a tomar vida a pesar de todas las veces que lo habíamos usado la noche anterior.

Cuando empecé a chuparlo y él a endurecerse cada vez más dentro de mi boca, lo escuché gemir bajito mientras despertaba, y tomándome mis propias tetas con las manos, apreté esa pija joven entre ellas para hacerle una cuna caliente mientras levantaba la vista y lo veía despertar para encontrarse con ese espectáculo.

Me miró y sonrió, despeinado y enrojecido de excitación, mientras se acomodaba mejor sobre la cama y su pene saltaba gozoso entre mis pechos.

Sus manos fueron de inmediato hasta mis duros pezones y los retorcieron suavemente para darles los buenos días.

-Qué hembra tan caliente. ¿No te cansas nunca de coger, Wanda?- me dijo, metiendo uno de sus dedos en mi caliente boca. Yo lo lamí y sonreí.

-¿Te estás quejando, mi amor?- le dije, y bajé la cara para lamer la punta de su miembro cada vez que emergía de entre las montañas de carne de mis pechos. Él soltó mis manos de mis tetas y me alzó por las axilas hasta poner mis enrojecidos y sensibles pezones a la altura de su boca mientras sus manos bajaban para rodear mi desnudo culo.

-Jamás podría quejarme de algo como esto- dijo, y rodeó las areolas con la lengua antes de empezar a chupar mis tetas como un recién nacido, haciéndome gemir quedamente. Mi punto débil, he de confesarlo, son mis pechos, y fácilmente podría acabar simplemente si me lamieran y chuparan de esa forma exquisita.

Julito abrió con la punta de sus dedos mis nalgas y exploró el sensible agujerito que aún no había visitado. Yo moví mi pubis contra el suyo, empezando a humedecerme.

-¿Te gusta que te la metan por el culo, Wanda?

-¿Te gustaría adivinarlo?

-Me encantaría partirte ese hermoso culo, mi divina hembra… Date la vuelta.

Obedecí gimiendo quedamente y levanté mi trasero ansiosamente hacia él mientras me pellizcaba a mí misma mis pezones que estaban tan duros ya que dolían.

Su lengua juguetona visitó mi vagina y esparció mis líquidos y su saliva ardiente por todo mi sexo hasta humedecer por completo mi ano.

Él abrió más mis piernas y por fin empecé a sentir la exquisita presión de su dura pija comenzar a entrar en mi fruncido agujerito.

-Ahhhh…

-Dios, qué apretada estás…

-Más fuerte, Julio…

-¡Qué buen culo, mujer! Tan caliente y tan apretado…

-¡Más! ¡Más fuerte!

La mezcla de dolor y placer de sus salvajes movimientos me hizo sentir tres orgasmos antes de que él acabara con su leche caliente dentro de mis entrañas.

Exhausta, me derrumbé sobre la cama mientras sentía que él me besaba toda la espalda hasta llegar a mis hombros.

Apretó suavemente mis pechos y me besó la nuca, acostado detrás de mí.

-Creo que esto de que seas tan cariñosa con tus amigos me va a gustar un montón- me dijo, y yo le sonreí.

Nos duchamos juntos en mi baño, mientras él esparcía espuma en todo mi cuerpo y yo le devolvía el favor.

Logramos coger una vez más contra la pared del baño sin matarnos con el resbaloso jabón y después nos quedamos a desayunar café y pizza fría.

Él se había puesto los calzoncillos de nuevo, pero yo, desnuda como estaba, me senté sobre sus piernas y le empecé a contar mi plan para que mi amigo Tony me devolviera el favor que le había hecho yo al mostrarme muy *agradable* con su jefe una semana atrás, favor que estaba dispuesta a cobrarme.

Le conté lo que había pasado esa noche en el auto de su jefe y más tarde en el hotel, y sentí, mientras iba relatando lo ocurrido, que su sexo crecía debajo de mí, tratando de buscar un lugar cómodo debajo de mi trasero.

La mano que estaba en mi cintura pronto empezó a recorrer de nuevo la forma de mis tetas, haciendo endurecer mis pezones.

-¿Es en serio todo lo que me cuentas?- dijo, y su mano bajó hasta mi conchita, mientras yo abría más las piernas para poder darle cabida. Lo abracé por el cuello y pegué mis pechos a su pecho plano.

-Ajá. Pero estuve pensando en la forma en que Tony me devuelva el favor. Tu amiga, la que estudia contigo, ¿no te gustaría cogértela?

-Ahora mismo no estoy pensando en ella- me respondió, empezando a besar mi cuello y moviendo la mano entre mis piernas.

-Pero para pagarte esta noche tan especial, Julito, te podría ayudar a acostarte con ella si quieres.

Él levantó la mirada y arqueó sus espesas cejas.

-¿Acostarme con las dos?

-Bueno, no sé si ella esté preparada para eso si me dijiste que es virgen, pero podríamos empezar contigo si estás dispuesto. Y después, para poder hacer que Tony me pague el favor, podríamos pedirle que nos ayudara.

-¿Cómo?- me preguntó, desconfiado.

Y yo le expliqué mi plan.


Julito se quedó hasta el mediodía del domingo porque tenía que ir a estudiar para unos exámenes y yo necesitaba dormir un poco.

Por la noche, Tony me dejó un mensaje en el contestador pero yo no lo llamé, para que se desesperara un poco por mi silencio.

Así es que el martes, apenas yo había llegado del trabajo, me lo encontré en la puerta esperándome.

Lo saludé como siempre y lo hice pasar.

Un poco indeciso por mi actitud, él tomó conmigo un par de cervezas y comentó tonterías sobre gente que conocíamos antes de ir al grano. Quería saber si yo estaba molesta por lo que me había pedido que hiciera con su jefe.

-Saqué una buena recompensa a cambio- le dije, y me desabotoné mi correcta camisa de trabajo para mostrarle el pendiente con un diminuto diamante que su jefe me había regalado descansando entre mis pechos. Aunque nadie la viera, yo sabía que estaba ahí y eso me producía un inmenso placer. Tony acarició con un dedo el pendiente y al mismo tiempo el canalillo que separaba mis tetas; como siempre, mis pezones respondieron a su contacto poniéndose como piedrecillas, y como no me retiré ni hice ningún reproche, él me sonrió más confiado.

-La idea era que Alicia se quedara con el señor Barcas, ya que suele ser un hombre generoso con sus mujeres. Pero el señor Barcas tenía más buen gusto de lo que pensé, porque apenas te vio se le cayó la baba por ti- comentó, haciendo deslizar otro botón de su ojal. El sujetador de encaje que sostenía mis pechos empezó a quedar ante sus ojos.

-Estaba enojada por eso, ¿no?- le pregunté sin interés, mientras sentía mis pezones hormiguear de anticipación.

-Sí, tuve que… hablar con ella después- dijo él, pero yo sabía que había tenido que compensarla de otras maneras también. Con razón no había estado localizable un par de días. Pero bueno, ¿qué mujer en su sano juicio rechazaría un amante como Tony?

-Te extrañé- me dijo, cuando se levantó y colocándose detrás de mí deslizó la camisa sobre mis hombros. Se inclinó a besar mi nuca mientras sus manos diestras desabrochaban el corchete del sujetador. Pronto, mis tetas quedaron en poder de sus manos enormes, que pellizcaron mis pezones con suavidad.

-¿Ah, sí? Demuéstralo- lo reté con una sonrisa, mientras él lamía la curva de mis labios. En un instante, su mano ya estaba bajando el cierre de mi falda.

Me tuve que levantar para que me bajara por las caderas, pero como estaba muy ajustada, arrastró con ella mis braguitas.

Se arrodilló frente a mí para aspirar el olor de mi excitación y besar la pelusa clara de mi sexo antes de deslizar la lengua entre mis labios húmedos buscando mi pequeño tesoro.

Acariciando primero mis nalgas redondas, hizo que apoyara un pie en la silla para quedar completamente abierta a sus caricias.

Sosteniendo su cabeza entre mis piernas, la increíble sensación de su lengua chupando, lamiendo y mordiendo mi ardiente sexo me hizo acabar pronto, sin siquiera haberme penetrado con los dedos.

Aunque mi orgasmo había sido intenso, él no dejó de besarme y lamerme con su lengua rugosa y dura.

-Me gusta tenerte de rodillas- le dije sonriendo, y sentí sus labios contra los míos rasgarse en otra sonrisa.

-A mí también me gusta verte arrodillada- respondió, levantándose y empezando a abrir la bragueta de su pantalón, donde su enorme miembro parecía a punto de hacer saltar las costuras-. Chúpamela, Wanda.

Me acerqué a él y tomé en mis manos su pija latiente, venosa y bella que me había dado tantas veces un placer indescriptible.

-No.

Hubiera deseado tener una cámara para fotografiar su cara de sorpresa.

-¿Qué?

-Dije que no, mi amor, si antes no me prometes que me recompensarás por el favor que te hice con el señor Barcas. Yo no esperaba tener que cogerme a tu jefe para que te dieran el ascenso.

-No parecías muy sacrificada en el coche mientras te estábamos jodiendo entre los dos- respondió él frunciendo el ceño. A veces era como un niño malcriado, que respondía agresivamente si no se hacía lo que él deseaba. Pero yo lo adoraba.

-No te digo que no disfruté, sino que tuve que incluir a tu jefe en mis planes por ti. Y quiero que me compenses por eso. Esperaba pasar la noche con mi mejor amante y tuve que hacerlo con un hombre al que apenas conocía- mientras hablaba no dejaba de recorrer con mis dedos su enorme erección, así que sabía que podía mantenerlo cautivo-. Quiero que me jodas hasta que estés exhausto, hasta que yo no pueda caminar de dolor. Quiero que me la metas de todas las maneras posibles y tantas veces como puedas.

Más tranquilo, él deslizó sus manos sobre mi redondo trasero para apretarme entera contra sí.

-Esa es mi intención- dijo, inclinándose a besarme, pero lo detuve con un gesto de mis dedos.

-No entiendes. Quiero que hagamos el amor, Tony, pero que mientras tanto, alguien nos esté mirando.

Y le expliqué mi plan.

-Bueno…- dijo pensativamente, mientras yo esperaba expectante a que me diera el sí. Sus manos, mientras pensaba, abrieron la hendidura de mis nalgas para acariciar el fruncido agujerito de mi ano. Yo seguía acariciando su pija para ayudarlo a pensar, pero quería que lo hiciera rápido. Tenía unas ganas enormes de sentirlo dentro.

-¿No vas a ayudarme?- le dije, haciendo un pucherito. Él se comió mis labios, sentándose sobre la silla y arrastrándome sobre él. Estaba completamente vestido excepto los pantalones, pero el roce de la tela sobre mi piel desnuda me excitó todavía más. Entró en mí de golpe, haciéndome gemir sonoramente.

-Que nadie diga que no me gustan las nuevas experiencias- dijo, empezando a moverse fuertemente dentro de mi resbaladiza vagina. Y yo lo besé en los labios sellando el pacto.

El siguiente paso era organizarlo todo para que resultara a las mil maravillas.

Continuará…