La noche que mi mujer lo dió todo
Mi historia no va a ser apología de los grandes penes ni de decenas de polvos en una misma noche como suelen abundar en esta página.
Va a ser, simple y llanamente, el recuento casi preciso de algunas vivencias que fueron aflorando entre mi mujer y yo y otros asistentes muchas veces casuales.
He de decir que cuando conocí a quien es hoy mi esposa, era una chica bastante púdica pese a que había tenido varias experiencias sexuales con varios de sus novios.
Desde el comienzo de nuestra relación me adentré indecorosamente en averiguarle todo cuanto pude de ese pasado.
Lentamente, la invité a contarme todo con detalles y sus escamantes pasaron a ser parte de nuestros encuentros. Allí, cada noche, como fantasmas, aparecían en medio de nuestro rictus y, juntos, recreábamos –cada cual a su manera supongo- los lugares, formas y detalles de cada uno de los encuentros vividos. Imaginábamos compartiendo con otro hombre su cuerpo, nos excitábamos pensando en que ella se exhibiera y sedujera a otros logrando un éxtasis permanente de lujuria. Entre striptease, fotos y filmaciones enriquecíamos al máximo cada instante.
Fue en Europa que nuestros deseos de ir más allá se acentuaron al ir conociendo, poco a poco, las libertades y costumbres que allí abundaban.
Empecemos por encontrar una deliciosa excitación en que mi mujer se quitará el top del bikini en la playa. notar las miradas, casi siempre indirectas, disimuladas, de los hombres en sus senos nos producía una enorme calentura.
En las noches, después de una tarde de playa, comentábamos una u otra mirada e imaginábamos cientos de hombres mirándola y masturbándose y, por supuesto, copulábamos como conejos.
Frecuentábamos muchas fiestas latinas pero, generalmente, bailábamos juntos toda la noche y, en contadas ocasiones, bailábamos con amigos comunes con los cuales no pasaba nada.
En una ocasión, conocimos –por azar- dos tipos italianos (si mal no recuerdo) quienes abordaron a mi mujer en la mesa mientras yo estaba en el baño.
Al retornar estaban hablando muy animados y devorando a mi mujer con los ojos. Ella estaba nerviosa y sonrojada. Se le notaba la turbación ante el atractivo físico destacable de sus contertulios.
Bailando se lo dije y le pregunté si le gustaban, lo cual no dudó en afirmar no sin sonrojarse nuevamente y reírse sin poder ocultar sus nervios. Eran nervios de excitación, su mirada brillaba de forma extraña, casi nueva y no podía sustraerse a mirar hacia la mesa donde estaban ellos.
Fue en esos instantes que mi en mente empezó una indescriptible ebullición y en cada fibra de mi cuerpo experimenté una excitación descomunal.
Al retornar a la mesa uno de ellos la invitó a bailar. Como de costumbre, ella me miró buscando mi aprobación, la cual no dudé en dar. Quise, entonces, imaginar que la apretaría y que intentaría proponerle o insinuarle algo.
No miré a la pista ni un instante; me enfrasqué en alguna discusión con el que permanecía en la mesa conmigo. Así transcurrieron varias horas bailando alternativamente con mi mujer.
Desinhibida, como nunca, consumía y consumía whisky lo que hacía que su rostro se sonrojase cada vez más y sus ojos adquirieran un dejo de coqueteo especial, así como sus movimientos al bailar fueron más cadenciosos y sensuales.
Ya cerca del fin de la fiesta la saqué a bailar y le pregunté que estaba deseando. Sin esperar respuesta le espeté si le gustaría tener algo con los tipos.
Me miró entre sorprendida y ansiosa y me preguntó ¿Me dejarías? Pese a mi excitación quedé un poco perplejo.
Le respondí ¿Y cómo sería? ¿Te irías con ellos? ¿Iríamos todos? . «Déjame ir sola», murmuró. No sé qué pasó por mi mente pero le dije que «sí». Volvimos a la mesa y yo aduje que estaba muy cansado y que la esperaría en nuestro apartamento. La besé, me despedí de los italianos y me marché.
No pegué el ojo. Estaba excitado pero también celoso. Las horas fueron eternas. Hacia las 9:00 a.m. la sentí llegar. Le abrí la puerta, nos miramos y nos abrazamos.
No sabía si interrogarla o esperar a que ella me contara. Sólo dijo ¿Y? Me miró, sonrió con ese brillo nuevo que había descubierto en sus ojos. Cuéntame le dije…
Nuevamente me miró, se dejó caer en la cama y con sus ojos en mis ojos me dijo «delicioso». Insistí, adoptando su mismo tono de delicia, en conocer los detalles.
«Cuando te fuiste, me invitaron otro trago y me invitaron a acompañarlos a su hotel a tomar otro trago. Les dije que sí, salimos y subimos a su auto. Nos fuimos los tres adelante, yo en medio un poco apretada. Luigi, el primero, me puso su mano en el muslo y me miró intensamente. Lo miré y me besó. Carlo, al tiempo, me acariciaba los senos. Llegamos pronto. Tomamos el ascensor y allí me besaron consecutivamente acariciando mi trasero y mis pechos. Llegamos a la habitación y casi sin cerrar la puerta empezaron a acariciarme con total fogosidad. Estuve desnuda en segundos.
Luigi me empujó al sofá y me penetró de una estrujando mis senos y diciendo todo tipo de lisonjas de mi cuerpo. Me daba con fuerza, casi me rompía contra el mueble.
Carlo observaba. Creo que me vine varias veces. Luego, me volteó y me sentó sobre él sin sacármelo.
Me arqueó el cuerpo y miró a Carlo. Este se me cogió desde atrás acariciando mis senos y besándome el cuello.
Bajó hasta mi culo y me lo chupó de manera increíble, me metió toda la lengua.
Yo estaba enloquecida. De pronto, subió por toda mi espalda y me situó la verga entre las nalgas.
Pensé que me iba a morir pero no podía ni pensar de lo excitada que me sentía.
En un momento me lo empezó a meter por el ano.
El dolor era horrible pero algo en mí deseaba locamente que me clavara. Lo hizo y los dos empezaron a cogerme al mismo ritmo.
Sentía manos por todas partes y una delicia imposible de detallar.
No cesaron un momento de follarme.
Me pusieron en cuatro, me los pusieron a mamar, me chuparon por todas partes, se masturbaron con mis senos, me lo metieron uno a uno y los dos al tiempo turnándose sin dejarme tomar respiro.
Me hicieron bailar, meterme el dedo, pedirles que me follaran más y más, me lo hicieron bajo la ducha, me enjabonaron por todos mis confines dándome dedo y verga sin parar…