Irina y el chico de la piscina

Mi nombre es Irina, tengo 28 años, soy del sur de España, trabajó como ingeniera en una importante multinacional, soy morena, no muy alta, pelo largo a media espalda y lacio, unos pechos redonditos con unos pezones morenitos siempre mirando al cielo y un culito muy respingón.

Tengo un apartamento muy acogedor en la playa, al que suelo ir todos los fines de semana y temporadas de vacaciones como ahora a descansar y a ponerme morenita, me encanta tomar el sol y a veces voy a las maravillosas playas nudistas que tenemos por aquí.

Un viernes de agosto al mediodía me dijo mi jefe que podría irme una semana libre y decidí coger mi coche y alargarme a tomar el sol.

Al llegar me desnudé, me puse un diminuto bikini que era el que más me gustaba porque dejaba muy pocas señales, cogí un buen libro y una toalla y me bajé a la piscina, que a esas horas no suele haber nadie.

El agua estaba deliciosa, este relajante baño me estaba sentando de maravilla, me salí de la piscina a duras penas y me sequé al sol tumbada en el césped, estaba tan cansada que me estaba quedando dormida, ya que toda la semana había tenido mucho trabajo.

No sé que tiempo pasé así, había perdido la noción del tiempo, que no noté su presencia, él estaba al otro lado de la piscina, un hombre moreno, alto, muy guapo, de unos 30 años, con un cuerpo estilizado con sus músculos marcados, notándose bastante que le gusta cuidarse y hacer ejercicio.

Vi que no dejaba de mirarme y decidí atacar, me levanté, cogí mis cosas y me acerqué a él, creo que no se lo esperaba porque se puso un poco nervioso.

– Hola!!! Qué tal?? Soy Irina, y tú??
– Hola!!! Yo me llamo Carlos.
– Vives por aquí?? No te había visto antes.
– No. No vivo aquí, tengo una pequeña casita encima de la montaña, en la cala, he venido con un amigo que está por llegar, que él si que vive dentro del núcleo residencial.

Hablamos un poco cortados un rato de banalidades hasta que llegó su amigo, pero antes de que llegara él me invitó a cenar en su casa. Acepté encantada, no tenía ningún plan y aunque lo hubiese tenido lo hubiera dejado todo, su mirada me atraía demasiado para dejarlo escapar.

Toda la tarde me la pasé muy inquieta, deseando que llegara la hora de mi tan esperada cita.

Preparé un buen baño y estuve horas pensando en él, sentía una sensación muy extraña que no había sentido antes, era un cosquilleo que me animaba a acariciarme mi rajita depilada, me sentía los labios de mi chocho muy hinchados, mi excitación se había disparado hasta el máximo, he llevado un dedo hasta mi boca donde lo he mojado para bajarlo hasta mi coño, me abrí mi empapada rajita, buscando el clítoris, frotándolo suavemente, haciendo que se pusiera duro como una piedra, estrujándolo con ansiedad entre mis dedos durante unos segundos.

Estaba tan excitada que empecé a gemir, abriendo mis piernas un poco más, para poder tocarme mejor mi rajita ansiosa, con los dientes apretados, y al borde del orgasmo, empecé a jadear imaginando cómo te recibía mientras entraba dos de mis dedos tan adentro como podía, me gusta y me voy a correr, sentía cómo entraban y salían mis dedos en círculo, a continuación me dediqué a mi botón del placer, lo apreté y acaricié, no aguantaba más, «uhmmm» provocándome un orgasmo estupendo que parece no terminar nunca.

Me puse un tanga negro muy sexy, con un sujetador bra a juego que realzaba mis pechos, unas medias de liga con encaje y encima un traje sastre también negro, de pantalón y chaqueta abotonada sin blusa debajo, me gusta que se vea un poco el canalillo.

Termine de arreglarme, me puse un toque de mi perfume favorito, estaba muy hermosa, y elegante, esperaba que saliera todo como estaba pensando.

Fui al Parking, cogí mi coche y me dirigí a la dirección que me había dado.

No me costó trabajo encontrarlo, estaba situado en una zona de chalets muy lujosos y bonitos.

Al llegar a la verja había un portero electrónico, llamé y sin preguntar se abrieron las rejas, pasé con mi coche por un camino de árboles hasta la entrada de la casa.

Me abrió la puerta y me dio un vuelco el corazón, estaba guapísimo, y casi sin aliento me pasó al salón y me preguntó que iba a tomar. Lo que tú quieras, le contesté.

Trajo un vino de reserva buenísimo y al terminar la copa me trajo una suculenta cena que estaba deliciosa.

Charlábamos mucho, no parábamos de hablar de muchos temas, parece que hemos congeniado muy bien.

Nuestros gustos musicales eran los mismos. Al terminar de cenar me invitó a ver su colección de CDs, todos eran buenísimos.

Esa noche hacía mucho calor y me ofreció un helado, aunque deseaba otra cosa, como estar con él, me conformé con el helado.

Nos sentamos en el porche, aproveché para decirle que me gustaba muchísimo, que cada minuto que pasaba con él era mejor que el anterior, se inclinó sobre mí y empezó a besarme en el cuello, en la cara y por detrás de las orejas.

Me llevó en sus brazos al dormitorio, me tumbó en una gran cama y me dijo que esperara un segundo, que no me moviera.

Al regresar me vendó los ojos con un pañuelo negro, me desabrochó uno a uno los botones de mi chaqueta y sentí caer encima de mi pecho, algo frío como un cubito de hielo, eso era realmente lo que necesitaba, para mi calentura.

Mis pezones se levantaron, pasándome el cubito por mi lengua, acariciando mis labios, se empezaba a derretir y gota a gota caían en mi ombligo, con su lengua iba recogiendo las gotas que se escurrían, uhmm… ¡qué placer!.. Me desabrochó el botón de mi pantalón, abrió la cremallera y me lo bajó de un tirón.

De repente sentí algo en mi boca, algo que me daba a probar, pronto supe lo que era, me había traído a mis labios una fresa dándome suaves golpecitos en mi lengua, me la colocó en mis labios y la embadurnó con nata, que empezamos a chupar y a mordisquitos nos comimos la fresa, empezamos a besarnos con dulzura al ritmo de la pasión que sentían nuestros cuerpos.

Me quitó la venda de los ojos, besándome mientras me acariciaba un pecho, comencé a desnudarlo, un botón luego otro botón, con mi mano busco tu erección por debajo de tu pantalón, estaba atónita ante la visión de la masculinidad de Carlos.

Me sorprendí a mi misma al escuchar mis propios jadeos, parece que me estaba ahogando. Su lengua no paraba… jadeaba y mis manos ansiosas recorrían su bello cuerpo, sin dejar de observar sus reacciones y el magnifico tamaño que iba tomando su pene ante los estímulos.

Me acariciaba todo el cuerpo, comenzó por mis pies y fui subiendo poco a poco, al llegar a mi sexo me abrió de piernas, me quitó la tanguita y el sujetador agarrando mis pechos y masajeándolos unos minutos, me mordisqueó los pezones y fue bajando poco a poco, con su boca trazó un camino de besos hacia mi vientre hasta llegar a mi sexo que comenzó a acariciar, estaba mojadito, me separó los labios y empezó a lamer mi clítoris, me retorcía de gusto, Aaaahh que delicia, el roce de su lengua me hacía estremecer de placer. Me estaba matando de gusto y aunque sentía que iba a explotar no quería hacerlo todavía, quería que esto durara para siempre.

-» Si sigues así me correré… para, para que yo también quiero mamártela.

Me metí toda la cabeza en mi boca, y le pasé la lengua varias veces, sacándola despacito, me tragué todo el pene, Carlos después de esto empezó a respirar de forma más agitada, no sé que tiempo estuvimos así, pero a medida que iba pasando el tiempo, iba creciendo el ritmo, a mí me excitaba muchísimo escucharlo gemir.

– «Te necesito dentro de mí, ahora»

Introdujo su pene en mi vagina y mis caderas empezaron a moverse instintivamente, sintiendo el calor dentro de mí. Se movía lentamente poniendo mis piernas alrededor de su cuerpo.

Nuestras respiraciones son muy hondas, y estamos gimiendo mucho. Nos besamos locamente, nuestros movimientos se hicieron cada vez más rápidos, más intensos, entraba y salía muy rápidamente… ummh… me corro, mi respiración es muy agitada y mis gemidos muy constantes, llegué a un orgasmo muy intenso y explosivo.

Él al verme así, se empezó a correr también, no puede aguantar más.

Nuestros corazones laten muy fuertemente, aún siento los espasmos en mi vagina. Nos abrazamos, quedándonos profundamente dormidos y al despertar volvimos a amarnos.

Han pasado cuatro meses y nuestra relación es igual o más apasionada e intensa que aquella noche de verano.

Me gustaría pensar que te ha gustado y te has masturbado mientras lo leías.

Un saludo, de Irina.