Hace tiempo que he querido contarle a alguien lo que me sucedió hace poco; es por eso que decidí ponerlo por escrito y trasmitírselo a todo aquel navegante de la red que le interese.

Antes que nada quisiera decir que mi nombre es Álvaro, tengo dieciocho años y concurro a un colegio secundario privado de acá de Buenos Aires, lugar en el que, de paso, el siguiente relato tuvo lugar.

El día del hecho, que no sucedió hace mucho, comenzó como cualquier otro en el que me levantaba temprano para ir al colegio. El despertador sonó como es habitual a las siete menos veinte de la mañana, inundando mi pieza con la música que en ese entonces pasaba la radio que siempre escucho. Bajé a lo zombie de mi cama para dirigirme a rastras al baño para hacer lo típico que todos hacen y que por eso no perderé tiempo en relatar; pasando directamente al momento en que ya vestido con el equipo de gimnasia del colegio (era jueves y tenía vóley a la tarde) me dirigí sin prisa alguna a la bajada del subte que me lleva al colegio.

En el camino me crucé con Noelia, una mina del barrio con quien he tenido uno que otro «encontronazo»(no sé si me explico) que con mucho placer les contaré a todo aquel que esté interesado pero que ahora no viene al caso.

Como iba diciendo, luego de tomar el subte, bajarme en la estación correspondiente, llegué al colegio justo antes de que sonara el timbre para que formáramos para el izamiento de la bandera.

Gracias al sueño que aún tenía y al deseo profundo que genera a un adolescente el pasar una mañana de Octubre que hasta entonces parecía que iba a ser soleada dentro de un claustro sin ventilación rodeado de veinte pibes iguales a mí y que compartían mi pensamiento, los treinta segundos que dura el acto me parecieron eternos, ni hablar cuando el rector tomó la palabra para recordarnos no sé qué cosa que tanto para él como para la institución y, al parecer, nosotros era absolutamente trascendente.

Ya finalizado el cortejo que da diario inicio al martirio estudiantil, nos dirigimos entre risas vagas y estupideces al salón para tener la primera de las ocho horas que ese día nos tocaba a los alumnos del quinto tercera. Yo, como todos los compañeros de mi grupo, me ubiqué en mi banco al final del salón, posición más que óptima para cualquier adolescente que se precie de tal en la misma situación.

Desde ahí me era posible charlar con mis compañeros de lo que se nos viniera en gana; no hace falta aclarar que el sexo constituía el tema principal, de ahí a que siempre jodiéramos acerca de las chicas que conocíamos tanto dentro como fuera del colegio. De tanto en tanto, las conversaciones se cortaban debido a que la profesora o el profesor que en ese momento se encontraba a cargo nos hacía la típica pregunta «¿hay algo que no entienda alumno…?”, para, luego de nuestra negativa, agregar «Entonces no moleste a los que por ahí no entendieron».

Era entonces cuando, esperando que el hecho pase, aprovechaba para dar mi vistazo habitual por entre el elenco femenino de nuestro curso, el cual incluía de todo y para todos los gustos. Entre todas ellas estaba Lorena, una chica delgada, no muy alta(más baja que yo), de pelo castaño claro y ojos marrones, su cuerpo no era para nada algo que resaltara, sus tetas apenas marcaban la loma normal en su remera ajustada y su culo no tenía nada de especial aun llevando la pollera corta de gimnasia (vestimenta que sea como sea resalta todo); sin embargo era su boca la que me tenía enloquecido, esos labios carnosos y turgentes, bien delineados que difícilmente encuentre en otra mina a no ser que los de ésta sean retocados, cosa que no sucedía(o al menos no parecía ser) en el caso de Lorena. Las veces que habré soñado con esos labios y esa lengua que de tanto en tanto emergía de entre ellos cuando hablaba o simplemente para pasear delicadamente por sobre ellos.

Pero esta vez era raro, había algo más en ellos que atraían mi atención más de lo usual, algo que me hacía no poder parar de verlos. Tan embobado estaba que no percaté de que Julián, un amigo, me estuviese hablando. Tampoco me di cuenta de que ella había notado el hecho de que mi vista estaba clavada en sus labios hasta que sentí la mano de Julián en mi hombro que me sacó de mi pasmo, «Che, Alo, ¿estás acá?…….. ¿Dónde te fuiste chabón?», me dijo, «yo, no, nada, nada» fue lo único que atiné a responder.

Acto seguido, intenté entablar una conversación con Julián pensando que eso podía desviar mi mente y mi atención del tema y así sacar a mi cuerpo del estado de excitación literal en el que se hallaba(para poner paños fríos como se dice). Por más que me empecinaba en este objetivo, lo único que lograba era que mis ansias de volver a estar hipnotizado por sus labios vayan en aumento hasta hacerse tan irresistibles que lo mejor era seguirles la corriente; es así como llevé la inútil conversación a medio entablar a un final para nada abrupto (no quería hacerlo más evidente de lo que era) y, esperando que Lorena no me note esta vez, me coloqué en la mejor posición para continuar mi deleite escénico.

De ahí a que intercalase miradas al objetivo con miradas a sus ojos de modo de vigilar cualquier movimiento que me diese la idea de que había sido descubierto nuevamente. Esta intermitencia no duró mucho ya que era cansador por un lado, y por otro no me permitía disfrutar a pleno de lo bella que era esa imagen, sus labios de perfil moviéndose casi imperceptiblemente, su lengua asomándose por entre ellos, para luego volver a entrar delicadamente.

En ese estado estuve un buen rato, hasta que de pronto ella giró un poco su rostro, colocando una parte mayor de sus labios al alcance de mi vista. Aun cuando creí que ella se había percatado de mí nuevamente (cosa que era cierto) me mantuve en esa posición un rato más, como desafiando a lo que podía pasar. Lo que siguió me hizo saber que había sido descubierto de nuevo.

Lorena llevó una birome ante sus labios para, luego de pasarla delicadamente sobre ellos recorriendo todo sus contorno, apoyarla sobre el labio inferior, separándolo de tal manera que su lengua tuviese lugar para salir libre y así jugar con la punta y el capuchón, dándole pequeños golpecitos o frotándolo suavemente en forma circular.

A esto siguió que ella volviera repasar el contorno de sus labios, pero esta vez con la lengua, la cual parecía abrirse paso a fuerza de presión por entre los labios, levantando posteriormente el superior con suavidad para de esta forma mostrarme como se frotaba contra los dientes, yendo de lado a lado y de arriba a abajo sobre la superficie de éstos. Era de imaginarse que el estado de excitación que antes tenía ni se le acercaba al que en ese momento mi cuerpo sentía. Mis jogging eran clara evidencia de lo que en mi mente se formaba al ver tal espectáculo.

Su lengua entrando y saliendo por entre los dientes, la birome apoyada delicadamente sobre su labio inferior de modo que el capuchón reciba los sutiles embistes de la lengua. Una y otra vez se iban repitiendo estas cosas, cada vez con más lentitud y suavidad, alternando el orden e intercalándose con momentos en los que los labios eran llevados hacia adentro para humedecerse a pleno.

Este último hecho fue lo que llevó mi excitación a un punto inimaginable, a la vez que me sorprendió de sobremanera ya que nunca creí que alguien que tuviera esos labios era capaz de doblarlos completamente hacia adentro para hacerlos resurgir más prominentes y brillosos. Era claramente una incitación directa y abierta por parte de ella, sin dejar de lado que lo estaba haciendo de la manera más desfachatadamente provocativa. Aun así, yo permanecía en la misma posición, participando involuntariamente de su juego, embelesado a más no poder y con mi excitación en suba.

No habrá pasado mucho tiempo desde que comenzó nuestro intercambio de incitaciones, sutiles por mi parte y expresas por la suya, hasta que el timbre del recreo se inmiscuyó entre ambos, cortándolo. Yo, ni lerdo ni perezoso corrí lo más rápido que pude al baño de modo de evitar que cualquiera que me viera notase la carpa que en mi entrepierna se había formado. Una vez allí, entré en uno de los cubículos para dar inicio a la tarea que generalmente sucede una vez que se ha sido testigo de un hecho semejante.

En eso estaba cuando escucho que golpean a la puerta tras de mí. Yo, sin dejar de hacer lo que «debía» respondí «Ocupado». Sin recibir indicios de que me haya escuchado, como tampoco de que siguiese allí, continué con mi tarea. De pronto, siento que alguien sorpresivamente abre la puerta que como es costumbre en todo colegio de la ciudad carece de traba alguna. Yo, como era de esperarse, inmediatamente amagué a guardar mi herramienta sin conseguirlo, ya que, justo cuando me encontraba a punto, una mano femenina me toma del hombro y, girándome me empuja contra la pared del fondo.

A mi extrañeza inicial de ver una mano de mujer, que coincidió con que yo brevemente creyera haberme equivocado de baño, le siguió una sorpresa mayor al ver a quien pertenecía ésta, que no era otra que Lorena; este hecho lo noté cuando levanté la cabeza una vez que mi espalda chocó contra la pared; momento en el que además escuché que ella me decía «espero haber llegado a tiempo» para agregar, luego de dirigir su vista a mi entrepierna y ver mi verga asomando entre mi mano y la abertura de mis calzoncillos, » al parecer llegué justo a tiempo».

Acto seguido y antes de que pudiera emitir palabra alguna, tapó mi boca abierta por la sorpresa con la suya, introduciéndome su lengua hasta el fondo. Esto hizo que me quedara paralizado con los brazos extendidos a ambos lados de mi cuerpo, sintiendo como mis labios eran avasallados por los suyos, a la vez que eran sometidos a un fenómeno de succión y desenfreno jamás imaginado que por supuesto estaba disfrutando a más no poder. Entre tanto su mano izquierda había tomado posición detrás de mi cabeza incrementando el grado de opresión entre nuestras caras a la vez que con sus dedos jugueteaba con mi pelo y el lóbulo de mi oreja derecha.

Conjuntamente su mano derecha se iba acercando paulatinamente a mi entrepierna, donde, una vez llegada, tomó la posta de la mía en la tarea que ésta se hallaba realizando hasta su llegada; claro que ella la «empuñaba» con más gracia y delicadeza, tomándose su tiempo en el ir de arriba abajo.

Otra cosa que hacía era dedicarle cierto tiempo a mis testículos, los cuales masajeaba con una ternura suprema, haciéndoles cosquillas de tanto en tanto al rozarlos con las uñas. No pasó mucho de esa manera antes que yo tomara su culo entre mis manos, subiéndole la pollera para así estrujar sus nalgas más directamente y llevar su pubis más cerca de mi verga para que suplantara a su mano en la tarea. Así permanecimos un buen rato, hasta que ella, separando su cara y sus labios de los míos con un ruido parecido al que hacen las ventosas al despegarse, se deslizó hasta quedar de rodillas frente a mí, al tiempo que me bajó los calzoncillos.

Mi verga así desnuda y erguida parecía más grande de lo que jamás había estado, sobre todo la cabeza que pulsaba a más no poder, cosa que no pareció sorprender a Lorena quien, ni lerda ni perezosa, se dispuso a lamerlo pausadamente de arriba abajo como un helado; de tanto en tanto incluía mis huevos en el recorrido de su lengua áspera y considerablemente húmeda. También de tanto en tanto intercalaba sus lamidas con delicados golpecitos con la punta de su lengua en mi glande, el cual embadurnaba de saliva al recorrerlo en forma circular.

Luego de que ella considerara que mi vara ya está más que lista, colocó su cara de forma tal que mi glande se apoyara en su labio inferior, para luego comenzar a llevar su cabeza cada vez más cerca de mi ingle, engullendo lentamente en un principio milímetro a milímetro mi pene erguido por demás. Sus labios se movían sobre él como si fueran manos que intentaban alcanzar la cima.

Una vez que sus acolchados labios se toparon con mi cuerpo, empezó a mover delicadamente su cabeza de atrás a adelante. Yo no podía creer lo que estaba pasando, mi pija apareciendo y desapareciendo por entre esos labios que la habían llevado al estado en el que se encontraba, al tiempo que sentía las cosquillas que tanto su lengua como sus dientes le propinaban; sus manos aferradas a mi culo llevando el ritmo junto con las mías que por lo que yo llamaría «costumbre» se posaron en su bamboleante cabeza; ritmo que paulatinamente se iba haciendo más frenético y desenfadado sin por ello dejar de ser deleitable.

Todo parecía salido de una película porno, y, como en tal, uno está acostumbrado a ver las cosas desde todos los ángulos posibles. Es por eso que corriéndole el pelo hacía un costado, hice que inclinara su cabeza lo suficiente como para que me sea posible notar como sus cachetes daban cuenta del vacío que se formaba en el interior de su boca, hundiéndose en extremo por la succión de la que mi pija era objeto. Vacío este que me excitaba en sobremanera. También me fue posible notar el ansia que había en sus ojos, que permanecían fijos en mi verga, siguiendo cada milímetro que entraba y salía, cruzándose de tanto en tanto con los míos que, estoy seguro, daban señales de lo mismo y que según podía ver en la sonrisa que esbozaban sus labios aún ocupados con mi vara era lo que ella esperaba.

Ya era absolutamente desbocado el ritmo que llevábamos cuando mi cuerpo dio indicios de que la explosión era inminente. Ella lo notó, ya que sintió la contracción tanto de mis nalgas como de mis testículos. Yo creía que ella iba a soltarme para que pudiera descargarme en el baño, pero no.

Lo que ella hizo me resultó algo absolutamente impensado, más teniendo en cuenta donde nos encontrábamos. Luego de darme una «mirada de aceptación», se aferró fuertemente de mis nalgas y oprimió su cara contra mi ingle, de la cual intenté por todos los medios de separarla sin conseguirlo. No me quedó otra que estallar en su boca, y en qué manera; sentía como las erupciones de leche emanaban en gran cantidad de mi pene.

Era algo idílico, aún más teniendo en cuenta que como buena perra se lo tragó todo no dejándome ni una gota en mi manguera,…. me la vació por completo para posteriormente limpiármela afanosamente con su lengua. Imagen esta última que jamás pude pensar posible de ocurrirme.

Acto seguido, ella se incorporó y me susurró al oído «no creas que esto es todo» y se me abalanzó del mismo modo que lo había hecho antes. Mi pija, que por entonces se hallaba en medio camino hacia la flacidez, despertó de su brevísimo descanso para ponerse nuevamente en sus manos (literalmente). En eso estaba cuando el maldito timbre que da por finalizado el recreo sonó, cortando en seco nuestra inspiración. Ella salió del baño lo más rápido posible, no vaya a ser cosa que la descubrieran; no sin antes repetirme lo que me había susurrado y agregar «mis viejos no van a estar en mi casa en toda la tarde, te espero a las dos y media en mi casa…., no se te ocurra faltar que te voy a estar esperando con una sorpresa». «Las dos y media», pensé, «a esa hora tengo vóley».

Como era de esperar esa razón no era lo suficiente como para que me perdiera de la sorpresa que Lorena me había preparado. Es así como «decidí» pegarme un faltazo a vóley y dirigirme luego de que terminaran la mañana de clases a su casa para disfrutar de ella y su sorpresa, la cual si les interesa le contaré otro día como así también de mis «encuentros» con Noelia.