Capítulo 2

Gloria, mi amiga de Puerto Rico II

Como recuerdan estaba en Puerto Rico y aprovechaba para conocer personalmente a una amiga del chat, con quién las noches anteriores había follado salvajemente.

Pues parecía que gloria estaba recuperando el tiempo perdido, tiempo de recato, tenía hambre de sexo abierto y brutal, sin tapujos.

Parece que su novio, si bien con un gran aparato, (un pollón, según ella) era muy convencional en cuanto a sexo se refiere, además sus hermanos habían sido siempre muy cuidas con ella.

Total que lo hicimos en todos lados, y de todas las maneras. La noche anterior me dijo, entre polvo y polvo, que quería sentirse una verdadera puta siendo follada por más de un tío. Yo recordé que en el tour, venían dos muchachos conocidos de mi pueblo, con los que más de una vez habíamos salido de marcha, y le pregunté si quería realmente hacerlo con ellos, a lo que contestó: siiiiiiiii, serías capaz de invitarlos?, por supuesto, amor, y dicho y hecho, los llamé y quedé para esa noche.

Gloria llegó a mi hotel como a las 8 PM, salimos a cenar y volvimos a eso de las 10. Se la notaba ansiosa y muy cachonda.

Estaba hermosa con una mini azul hasta medio muslo, que realzaba su respingón trasero, sus piernas enfundadas en medias de seda, una camisa al tono, con sus botones superiores abiertos mostrando generosamente el nacimiento de sus pechos que, sin sujetador, se apretaban contra la tela remarcando esos dos deliciosos fresoncitos que tenía por pezones. Sus ojos brillantes de ansiedad y lujuria.

Realmente calentaba el solo verla así. Parecía pedir a gritos que la follaran. Mis amigos habían quedado en venir a eso de las once PM

Teníamos un rato para nosotros, que empleé en calentarla aún más, si aquello fuera posible. Con la suite a media luz, escancié dos copas de champagne, alcanzándole una a ella y mientras bebía de la mía, la fui desnudando lenta y suavemente. Ella soltó su cabello que cayó libre sobre sus hombros.

Le quité la camisa y comencé a besar esos hombros amplios de piel suave, para subir a su cuello, llenándome del aroma de su piel, lamí sus orejas, besé sus ansiosos y calientes labios, busqué con afán su lengua que salió al encuentro de la mía trenzándose en una lucha sin cuartel, cada una intentando llenar la boca del otro, y saciarse del sabor del otro.

Mientras recorría su espalda suave y lisa con mis manos, hasta llegar a la cremallera de su faldita que bajé dejándola caer al suelo.

Bajé con mis labios nuevamente por su cuello y me interné en su canalillo, para luego saborear esos senos que me enloquecían y sus erectos y desafiantes pezones que degusté con fruición provocando en Gloria gemidos gemidos de placer.

Me detuve allí y sabiéndola desesperada por que continúe mi faena, lentamente me desvestí, quedando frente a ella, ofreciéndole mi cuerpo y sobre todo mi lanza en ristre, que ya la apuntaba con toda su magnificencia, erecta, roja, lista para el asalto final.

Gloria se relamía pensando en lo que gozaría esa noche de locura, de orgía sexual, su primera vez en grupo.

La tomé en mis brazos apoyando mi verga contra su vientre, la llevé hasta la mesa escritorio, y la recosté en ella. Una a una le quité sus medias de seda, recorriendo la suave piel de sus piernas con mis manos primero y luego con los labios.

Al llegar a sus pies, besé y lamí cada dedito con dedicación y dulzura.

Subí besando y lamiendo sus pantorrillas, sus muslos, besé a través de la tela de sus braguitas, su pubis que emanaba un delicioso e intenso aroma de hembra caliente, pero no me detuve, pese a que me imploraba que lo hiciera, sino que proseguí hacia su abdomen que recorrí con la lengua y mis labios saboreando cada cm de esa piel que me enloquecía por su aroma y su calor, dejando en mi recorrido un reguero de saliva, que luego recogía con la lengua para finalmente detenerme en su sabroso ombliguito, provocando en esta caliente hembra nuevos suspiros y gemidos de placer.

Esteban, me estás volviendo loca, no aguanto más, fóllame por favor, hazme tuya de nuevo, rómpeme, quiero ser tu puta.

Pero yo quería ponerla en un estado de cachondez único, quería dejarla encendida e implorando ser follada, no quería que al verse con los tres hombres dispuestos a todo se arrepintiera.

Así que continué mi labor. Procedí a despojarla de su tanguita que olía de maravilla ya que estaba empapada de su flujo.

Separé sus piernas, notando sus pelillos bañados en ese néctar que ya conocía de las noches anteriores, brillaban como perlas y sabían como la miel pura.

Separé sus labios con los dedos y pasé la lengua en un recorrido desde donde se unen sobre el clítoris hasta su extremo inferior, saboreándolos, impregnando mis sentidos de ella, provocándole nuevos gritos de placer.

Finalmente cogí con mis labios su clítoris mientras lo frotaba con mi lengua ansiosa de ella, provocándole ahora un brutal orgasmo, que solo le sirvió para excitarla más. No le alcanzaba, necesitaba ser follada salvajemente y me lo pedía una y otra vez, pero yo tenía planificada la noche y quería que lo deseara desesperadamente.

La levanté de la mesa y la llevé a la cama, donde la acosté boca abajo, empecé a besarle de nuevo las piernas, sus gemelos, su hueco detrás de las rodillas, sus muslos, que separé mordiendo sus aductores hasta su inicio en las ingles, subí por ese surco inguinal hasta sus nalgas que lamí, besé, mordí, para finalmente recorrer toda su raja entre las nalgas con mi lengua, terminando en su agujero anal que noté prieto, pese a haber sido ya utilizado sexualmente, con su esfínter palpitante, y sobre todo caliente, muy caliente.

Olía delicioso como toda su anatomía, me entregué a lamerlo sin descanso, apoyé mis labios rodeando aquél agujero maravilloso, mientras mi lengua lo exploraba en profundidad.

La sentía gemir, notaba sus temblores, su piel erizada, cuando llevé mis manos a su clítoris y lo pellizqué con suavidad volvió a correrse, bañando sus muslos con el producto de esa deliciosa corrida, que rápidamente sorbí como el mejor de los manjares, sin dejar desperdiciar ni una gota de aquél néctar de los dioses.

Estaba desarmada, caliente, imploraba que la follara ya.

En eso tocan a la puerta, eran mis amigos, los ojitos de gloria parecían refulgir ante lo que la esperaba esa noche. Abrí la puerta y los dejé entrar.

Se quedaron alelados ante la visión de esa hembra tan hermosa que parecía follarlos con los ojos e implorarles sexo sin tregua.

Allí comenzó de verdad la noche de lujuria más intensa que esta joven viviría en su vida. Pero esto se los contaré en la próxima entrega.

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