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Favor a una compañera

Quiero contar la experiencia que tuve hace algún tiempo con una buena compañera de trabajo; yo tenía por aquel entonces veintiocho años.

Ella se llamaba María José, y trabajamos en una empresa de formación.

En aquel momento ella tenía treinta y dos años y estaba embarazada de cincos meses, por lo que su barriga ya tenía un tamaño considerable.

Tenía una cabellera rubia que reposaba sobre sus hombros y carita de ángel.

Todo comenzó cuando nos enviaron una semana a impartir unas jornadas a otra ciudad; tuvimos que reservar habitación en un hotel, aún recuerdo los números, 203 y 205, ella insistió en tener habitaciones contiguas por si le surgía algo.

Las clases tenían horario de tarde de cinco a siete y media, por lo que tendríamos toda la mañana y el resto de la tarde libre.

El viaje lo hicimos en mi coche y ya que duraba cuatro horas dio tiempo de hablar casi de todo.

Ella empezó a darle muchas vueltas a un mismo tema, la incomodidad de estar embarazada, no tienes agilidad, no puedes beber ni fumar, no puedes esto, no puedes lo otro, hasta que por fin sacó el tema.

– Oye Carlos, tu que andas tanto por Internet, ¿sabes si hay alguna lugar en el que hablen sobre las repercusiones que puede tener el sexo en las embarazadas?

– No sé – respondí yo, no me extrañó la pregunta ya que teníamos algo de confianza, – seguramente algo habrá; si quieres cuando lleguemos al hotel conectamos el portátil y echamos un vistazo- ella asintió con la cabeza.

– Qué quieres saber exactamente -, pregunté yo -No, nada en concreto, es que …- paro dudosa su respuesta. -Venga María, que te pasa, tienes confianza conmigo leche- insistí yo.

Entonces empezó a explicarme que su marido era bastante tradicional para el tema sexual y no quería hacer sexo con ella por temor a hacer daño al niño y que llevaba sin follar con él desde que estaba de dos meses, además le daba corte preguntárselo a su ginecólogo que era un hombre bastante mayor.

Yo pensé que su marido era un capullo, ya que aún embarazada la verdad es que seguía estando apetitosa.

Cuando llegamos al hotel cada uno fue a su habitación a darse un baño tras lo cual ella llamó a la puerta, cuando abrí me quedé alucinado, llevaba puesto un vestido corto y muy amplio, de una especie de gasa celeste que dejaba entrever su silueta redondeada, sus pechos tenían un tamaño ideal como el de una manzana madura, la verdad es que antes del embarazo alguna vez que otra me había imaginado echándole un polvo, pero seguramente la conversación del coche había aumentado mi interés hacía ella.

Nos sentamos en el sofá y conectamos el ordenador, entré en un buscador y escribí “embarazadas”; enseguida aparecieron mil y pico de páginas.

Entramos en una y resolvimos sus dudas, “no hay ningún problema en mantener relaciones sexuales vaginales, anales u orales durante el embarazo”, – Ves, dile a tu marido que no sea tonto – bromeé yo, imprimí la página y entré en la siguiente que resultó ser una página porno de embarazadas.

Ella quedó atónita al ver las fotos que allí aparecían, mujeres embarazadas folladas por todas partes. – perdona -, cerré rápidamente la ventana, – no seas tonto- respondió ella, – crees que me voy a asustar o qué, ábrela de nuevo que tengo curiosidad-

Seguimos echando un vistazo a varias páginas de ese tipo y la verdad es que me puse tan cachondo que ni me di cuenta que mi polla iba a reventar en mis pantalones.

En ese momento pensé que si yo estaba así ella tenía que estar igual de caliente que yo o más.

Disimuladamente acerqué el brazo con el que manejaba el ratón hacia ella y rocé mi codo con su pecho, primero un simple roce, después con más insistencia.

Ella no decía nada pero no se retiraba y notaba como su respiración se acentuaba.

La miré y me miró con complicidad, entonces acerqué mi mano hacia su pecho y lo cogí con suavidad. Ella estaba asustada, -¿qué haces?- dijo temblorosa.

Yo no respondí, la levanté y cogí sus dos pechos magreándolos a placer , – déjame por favor -, yo no hice caso, desabroché su vaporoso vestidito y lo dejé caer al suelo, ante mi apareció su redondeado cuerpo, sus dos inflamados senos escondidos tras el sujetador premamá que dejaba entrever sus excitados pezones.

De nuevo acerqué mis manos hacia ellos y los pellizqué con suavidad -Por favor, no creo que … -, – Calla, no seas tonta -, interrumpí yo – de esto no tiene por que enterarse nadie -, proseguí con la tarea, desabroché su sujetador y liberé sus oprimidas tetas, acerqué mi caliente lengua hacia ellas y lamí sus pezones, ella ya no decía nada, simplemente cerró los ojos y comenzó a disfrutar, pasé a mordisquearlos y acariciando su barriguita baje mi mano hasta sus bragas, la metí bajo ellas y empecé a tocarle su peludo coñito.

Ella gritaba de placer y aún no le había hecho nada; empujé mi dedo índice un par de centímetros hacia el interior de su sexo, estaba tan mojada que parecía que había metido mi dedo en un tarro de mermelada – Ahhh, ahhh, ahhh-, ella se excitó aún más, empujé mi dejo hasta el final un par de veces más y ella llegó al orgasmo – ahhhhhhhhhhhh, uhhhh –

– Si que lo necesitabas- bromeé yo, ella me sonrió, la senté en el sofá, baje sus bragas, y acerqué mi cabeza hacia su coño, separé sus carnosos labios exteriores y me dispuse a comer aquella ostra peluda.

-¿Qué vas a hacer? dijo ella entre asustada y cortada, -¿Tu qué crees?- respondí riendo, – es que…, verás, es que nunca me han hecho eso – dijo ruborizada, – bueno, pues ya es hora, no crees -, no hablé más, saqué mi lengua y comencé mi salada tarea, primero suavemente y después con más fuerza, de nuevo sus gemidos invadieron la habitación.

Los coños de las embarazadas saben de otra manera, como con más sabor, más esencia; introduje mi lengua todo lo que pude, parecía que iba a volverse loca y al momento alcanzó un segundo orgasmo.

Mi polla iba a reventar bajo mis pantalones, me levanté y dejé que viera la luz, me quité los pantalones y agarrándola con mi mano derecha se la acerque hasta su cara, ella levantó la mirada, dudó un par de segundos y después abrió su boquita y comenzó a mamar (sin duda tampoco había hecho aquello nunca, ya no hay lugar a duda, su marido es un capullo).

La chupaba torpemente, pero la calidez y suavidad de su boca eran exquisitas.

– Tranquila, tranquila, saca tu lengua y lámela un poco -, ella obedeció; mi polla tenía ya su máximo tamaño y se la saqué, volví a tumbarla en el sofá, separé sus piernas y acerqué mi polla hasta su coño – fóllame, fóllame por favor -, pidió ella insistentemente; cogí mi verga y la introduje un poco en su mojada concha, costó un poco, no tengo una jabalina entre las piernas pero su diámetro supera lo común; empujé un poco más y ella de una embestida se la metió entera, -Ahhhhh, ahhh-, esta vez sus gemidos y los míos se entrelazaban, yo bombeaba con fuerza y ella gritaba más y más, pero no me encontraba totalmente cómodo (estaba de rodillas ante ella y el suelo era frío y duro).

– Ven aquí -, la ayude a levantarse y la coloqué a cuatro patas sobre la cama, veía su imagen reflejada en el espejo del armario y aquella visión con sus tetas y su barriguita colgando me excitó aún más.

Cogí de nuevo mi gorda polla y esta vez de un solo empujón volví a metérsela entera; seguí empujando con fuerza mientras miraba el espectáculo reflejado en el espejo, sus tetas y su barriga dando tumbos de un lado a otro.

En cierto momento, al separar sus nalgas un poco para ayudar a mi polla, vi el ojete de su culo y pensé que seguro que por ahí no había entrado ni una mosca, moje mi dedo en saliva y comencé a acariciarlo con mucha suavidad, ella no dijo nada, no se si por corte o por lo excitada que estaba; con disimulo metí un poco mi dedo en el interior y procedí a masajearlo; vaya vaya, sigue sin decir nada, solo gime que te gime y yo ya tenía mi dedo metido por completo en su culo.

Saqué mi polla chorreante de su coño y la coloqué en la entrada de su culete -¡NO, no!- exclamó ella, -Psssss-, dije yo y sin más empujé mi polla hacia el interior de su ano, -AAAhgg-, su dolor y el mio eran uno, aquel sitio era lo más estrecho que había follado nunca, -AAAhgg, Aahg, AAA, Ahhhh – sus gritos comenzaron a dejar paso de nuevo a gemidos, mi excitación era total, notaba como la sangre casi no podía llegar a mi polla, mis huevos se inflamaron y ambos llegamos al orgasmo. Yo seguía empujando mientras me corría en el interior de su culo, que placeeeeer.

Cuando saqué mi polla, estaba totalmente irritada al igual que su ojete, por el cual salía mi semen. Los dos nos dejamos caer en la cama y nos quedamos dormidos.

Durante toda la semana seguimos follando cada vez que teníamos ocasión y cuando volvimos a casa, de vez en cuando nos escapabamos a la hora del desayuno y echábamos un polvo a escondidas hasta que ella estuvo de ocho meses más o menos.

Después ella dejo de trabajar allí para cuidar a su hijo.

Siempre recordaré aquellos polvos con mi gordita compañera.

Y vosotros, recordad, no rechacéis nunca un bomboncito relleno, os dará gratificantes sorpresas.

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