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El piso II: La mejor amiga de una mujer

El piso II: La mejor amiga de una mujer

La obsesión de Jorge era poder follarse a sus dos compañeras de piso al mismo tiempo. Iba a ser difícil, pero tendría que elaborar una estrategia para conseguirlo.

Por ello todas las noches iba al cuarto de ellas y se tumbaba en la cama para charlar un rato tratando de que los temas de conversación siempre versaran sobre sexo.

Por supuesto él sabía que a esas horas sus compañeras estaban a punto de acostarse y por lo tanto o bien estaban en pijama o simplemente en ropa interior, cosa que no importaba pues entre ellos las barreras típicas de la vergüenza ya se habían superado con el tiempo.

En muchas ocasiones Jorge se había preguntado si Nuria y Esther hablarían entre ellas de sus vidas privadas y si se habrían contado sus aventuras con él.

El hecho de no saberlo también le añadía morbo a la situación y eso le hacía sentirse aún más excitado cuando estaba en la habitación con ellas.

Como todas las noches Jorge había esperado a la hora clave en la que sus compañeras estarían ya en la cama para ir a verlas.

Al entrar las vio a las dos charlando animadamente y riendose a carcajadas. Estaban las dos en ropa interior y tan solo se tapaban con una simple camiseta.

El, por supuesto, solo llevaba puestos sus slips puesto que esa noche estaba dispuesto a terminar lo que había empezado hacía casi un mes.

Se tumbó en la cama de Nuria y las vio sonreír:

-¿Qué os hace tanta gracia?

– Nada- respondió Nuria – solo hablábamos de lo tontos que os ponéis los chicos cuando queréis algo de una mujer.

– Eso no es cierto.

– Ya lo creo que sí – replicó Esther – no hay más que verte a ti.

– ¿creéis que yo quiero algo?

-¡Sí!, ¡Quieres sexo!- gritó Nuria al tiempo que las dos se lanzaban sobre él.

Jorge vio como ellas se le echaban encima y no pudo hacer nada, tampoco deseaba impedirlo.

Esther se sentó sobre su estómago y le besó metiendo su lengua en el interior de la boca como si quisiera encontrar algo, pero lo que más le turbó fue notar como Nuria bajaba sus slips para liberar su polla.

Pudo sentir como los labios de Nuria rodeaban su pene que ya se había endurecido, y como la lengua húmeda lo recorría todo a lo largo.

Jorge estaba en la gloria, pensaba que ya había llegado el momento, lo había conseguido, con su mano intentó alcanzar el trasero de Nuria para acariciarlo, pero Esther le apartó el brazo de un empujón.

De repente como si de una pesadilla se tratara las dos se levantaron al unísono y comenzaron a golpearle con las almohadas:

– Fuera de aquí, salido…

– Vamos, que somos demasiado para ti, ¡fuera!..

Gritaban riéndose mientras lo echaban del dormitorio.

Jorge se sintió ofendido y se marchó realmente enfadado pero muy caliente y con deseos de volver a repetir el intento.

Durante un rato en la habitación de las chicas pudo oír risas que dieron paso a jadeos entrecortados. Jorge pensó que lo hacían para reírse de él y salió de su cuarto enfadado y dispuesto a poner los puntos sobre las íes. Cuando llegó a la altura de la habitación pudo ver que la puerta estaba entreabierta y al asomarse vio una escena que lo dejó perplejo.

Nuria estaba haciéndole una comida de coño a Esther que estaba sobre la cama de espaldas con las piernas abiertas y gimiendo de gusto. Nuria entre sus piernas besaba sus muslos y su pubis ligeramente cubierto por una capa de pelo rubio. Su lengua recorría sus labios vaginales y cuando los abría con sus dedos penetraba en su interior.

– ¡ooohhh…mmmm! Nuria, Nuria… cómo lo haces… sigue, por favor sigue…

No podía dar crédito a lo que veía, ¡eran lesbianas!, pero eso era imposible, el había follado con ellas, así que eso sólo significaba que eran bisexuales, algo que ciertamente él había deseado.

La escena se desarrollaba con los pasos típicos de este tipo de relaciones, pronto acabaron montando un 69 sobre la cama y lamiéndose mutuamente con gran gusto. Desde su posición podía ver claramente el sexo afeitado de Nuria que era lamido con fuerza por Esther. Toda la entrepierna de Nuria estaba brillante por la humedad debida a los flujos segregados por su vagina y la saliva de su compañera de juegos.

-…ummmmm…¡ahh!…sigue…sigue…¡fóllame con tu lengua!…así..así- gritaba Nuria.

-¡Cómo lo haces!, me pones a mil…¡qué lengua!…voy a correrme…- replicaba Esther

En la puerta Jorge no pudo aguantar y caliente como ya estaba empezó a pajearse.

Sobre la cama Nuria y Esther cambiaron de posición y acercando sus caras húmedas por sus flujos se besaron apasionadamente, acariciándose mutuamente sus pechos y jugando con sus pezones erectos, al tiempo que cuando se separaban hablaban entre ellas en voz baja:

– ¿crees que está en la puerta?- preguntó susurrando Esther.

– Sí, seguro, bésame otra vez – sus bocas se juntaron – ahora debe estar haciéndose una paja.

– No se si debimos dejar la pue..AAHH, la puerta abierta… sigue… – decía Esther agitada por las caricias que Nuria le hacía en su coño.

– Pues claro que sí, ya veras como se calienta y conseguimos follar con él salvajemente, déjalo que sufra….

Esta conversación se desarrollaba fuera del alcance de los oídos de Jorge que tan solo veía a dos mujeres hermosas besándose y acariciándose mutuamente, mientras él estaba a punto de estallar.

– Date la vuelta,..quiero follarte por atrás…-pidió Nuria a Esther.

Jorge pudo ver como Esther se daba la vuelta y se tumbaba boca abajo sobre la cama, posición que permitía que Nuria, separandole las nalgas, accediera a su ano y se lo lamiera. Comenzó besando la parte interna de sus muslos hasta llegar a la hendidura entre sus redondos glúteos.

Allí encontró el preciado orificio, limpio y sonrosado que le pedía ser acariciado. Lo tocó con la punta de sus dedos y Esther se estremeció, pero cuando lo rozó con su lengua no pudo evitar lanzar un grito de gozo.

Entonces lo lamió, lo humedeció y lo penetró ligeramente con la punta de su lengua.

-¡oooohhhh!,..si..si..¡fóllame mi puto culo!….¡rómpemelo!….

Después de un rato recorriendo con la lengua el orificio, Nuria metió dos dedos mojados con los jugos de su coño en él, mientras Esther reaccionaba curvando su espalda y agarrándose con furia a la almohada que tuvo que morder para no gritar de gusto.

– ¿te gusta zorra?…-preguntaba Nuria – ¡dime que si!, ¡dímelo!..

-¡si!,¡si!…me gusta…voy a correrme de gusto…¡méteme todo tu brazo!..¡empálame!…¡jódeme!- gritaba sin control Esther.

Esto dejó asombrado a Jorge, no solo por sus palabras, sino porque Esther siempre le había tenido vedado su trasero a él.

No le permitía que se la metiera por ahí, aunque él lo deseaba. Incluso no le dejaba ni meter un dedo. Esta escena hizo que aún deseara más encularla.

Cuando acabó de sodomizarla con sus dedos se colocaron de forma que sus sexos estuvieran en contacto para poder frotarse con rabia y llegar al orgasmo más salvaje.

Sus dos rajas se tocaban como dos bocas besándose compartiendo sus flujos pero con un movimiento más violento que agitaba sus pechos arriba y abajo mientras eran acariciados por sus manos. Jorge en la puerta al ver la escena se la meneaba con velocidad.

Al cabo de un rato y entre los gritos de placer de Nuria y Esther, Jorge se corrió sobre su mano que había colocado para evitar manchar el suelo.

Rápidamente se lavó y se metió en su cuarto dándole vueltas a lo que acaba de ver.

Las escenas que recordaba no le dejaban dormir, las podía recordar riendo y haciendo el amor sobre la cama.

Nuria era la más caliente de las dos, por otro lado, Esther sin ser una santa, no era como su amiga.

En la escuela Esther era de las feúchas nunca se la había visto con un chico y algunos compañeros de él decían que era lesbiana. Sin embargo el se la había follado y sabía que a ella le gustaban los chicos, no había más que verla, su cambio había sido tremendo.

Debajo de aquellas gafas y de su aparato para los dientes había surgido una mujer realmente atractiva, ella se había dado cuenta y por ello lo mostraba, de hecho le encantaba que los chicos la miraran.

Pero lo de esa noche era nuevo, tal vez Nuria la inició en las relaciones lésbicas, o quizás fuera al revés, quién sabe, el caso es que se lo montaban entre las dos y eso significaba para él el primer paso para conseguir su objetivo.

Inmerso en estos pensamientos Jorge se durmió mientras que en el otro cuarto Nuria y Esther charlaban abrazadas después de su sesión de sexo.

– Me siento culpable por dejar la puerta abierta, seguro que nos ha visto…

– Déjalo que sufra, así nos deseará como un coleccionista a su más preciada pieza..- dijo Nuria.

– si, pero nuestras relaciones hasta ahora eran secretas….

Nuria y Esther habían ido juntas a la escuela y ahora en la universidad decidieron vivir en el mismo piso.

No fue una decisión al azar, en realidad comenzaron a mantener relaciones en sus tiempos de escuela, cuando iban a estudiar juntas a casa de alguna de ellas.

Todo comenzó casi sin querer, Nuria trató de ayudar a Esther a mejorar su aspecto físico y para ello una noche en su casa le sugirió que se quitara las gafas, el aparato de los dientes y le hizo un nuevo peinado.

Posteriormente le ofreció un vestido suyo de forma que al desnudarse Nuria pudo verla en ropa interior, fue en ese momento cuando sintió que su amiga era algo más, algo que la atraía irremediablemente.

Al intentar ayudarla para vestirse rozó su piel y tocó la tela de sus braguitas. A partir de ese momento todo fue como un sueño estaban tan cerca que podían sentir sus alientos, se quedaron mirándose si decir nada.

Sólo reaccionó después de un rato de éxtasis Nuria, besando levemente casi como un roce los labios de su amiga y quitándose sus vaqueros quedando también en ropa interior.

Esther acarició con su mano la entrepierna de Nuria que notó húmeda y entonces el beso se hizo más profundo, más fuerte, sus lenguas se juntaron en el interior y jugaron.

Se comieron mutuamente, hicieron el amor por primera vez con otra mujer y acabaron agotadas en la cama completamente desnudas

Mantuvieron relaciones durante todo el último curso antes de ir a la universidad, aunque nunca renunciaron a ir con chicos, después de todo no eran lesbianas.

Sus sentimientos eran difíciles de explicar, juntas eran como un volcán y disfrutaban del sexo como nunca lo harían con un hombre, para ellas estaba claro que la que mejor conocía los gustos de una mujer era otra mujer y por ello juntas descubrían y disfrutaban de todos los placeres que sus cuerpos les podían dar.

Sin embargo, no debía saberse que mantenían relaciones, eso habría sido tremendo para ellas, quién sabe que hubiera pasado si su grupo de amigos o quizás sus padres se hubieran enterado.

Por este motivo decidieron mantener en secreto, en un estricto y profundo secreto todas sus relaciones y hasta ahora lo habían conseguido.

El dejar abierta la puerta no había sido un error, ellas sabían lo que Jorge buscaba, pero no iban a dárselo tan fácilmente.

Nuria deseaba calentarlo hasta que ya no pudiera más y para ello nada mejor que ver a sus dos instrumentos de placer más deseados, disfrutando juntos.

Cuando lo creyeran conveniente le permitirían entrar en el juego.

En los días siguientes Jorge siguió manteniendo relaciones esporádicas con cada una de ellas por separado, mientras que ellas por las noches seguían amándose con la puerta entreabierta.

Jorge en más de una ocasión sintió el deseo de entrar en el cuarto y unirse a ellas, pero su sentido común le decía que no era conveniente.

Si entraba tal vez lo echarían como hacía unos días pero no en broma, y todas sus posibilidades de hacerlo con ellas se esfumarían.

Por otro lado cuando estaba a solas con alguna de ellas prefería no sacar el tema por miedo a que le dijeran que era un mirón.

Por eso decidió hacer como que no sabía nada aunque eso por dentro le hacía hervir la sangre.

Todas las noches que ellas mantenían relaciones él acababa haciéndose una paja bestial viéndolas.

La situación no podía seguir así, Jorge no aguantaba más, así que decidió dar un primer paso…

Continúa la serie << El piso I: Dos son pareja, tres… mejor El piso III: La cocina es un buen lugar… >>

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