Había sido un día muy duro en el trabajo, aunque las cosas habían salido genial. Mi amiga Elena y yo habíamos cerrado un buen acuerdo comercial. No había sido fácil y conseguirlo nos hacía sentir muy satisfechas. Era momento de celebrarlo. Elena me dijo que porque no íbamos a tomar una copa en un ‘after work’ de moda. La idea sonaba bastante bien, así podíamos desconectar y hablar de cosas de mujeres.
Llevaba ya uno año divorciada y prácticamente, salvo aventuras esporádicas, volcaba todo mi tiempo en el trabajo y en la educación de mis hijos. Soy una mujer atractiva y pretendientes no me han faltado nunca. Mis amigos comentaban que el divorcio me había sentado muy bien, estaba radiante.
Llegamos al pub y la verdad es que estaba lleno de bastante ejecutivos. Qué erótico… Aunque ninguno me llamó la atención, típicos maduros bastantes arrugados con sus historias misóginas, que no me apetecía un carajo soportar. Eso sí nuestra entrada fue como las modelos de ‘Victoria Secret’, no había pañuelos para secar tan babas…
Elena y yo llevamos dos trajes de chaqueta y falda bastante ajustados con unos buenos taconazos, que resaltaban nuestra figura. No recuerdo la cantidad de tíos que acabaron con tortícolis, al girarse para ver nuestros lindos traseros. Nos sentamos en un parte del local y empezamos a charlar de nuestras cosas. Hasta que el mismo diablo apareció por la puerta. Ese “diablo” debía medir un 1,85 con clase, la típica persona que cuando entra en un lugar lo llena solo con su presencia. Elena y yo nos miramos, bufff… menudo macizo, está para comérselo.
Las dos no los perdíamos de vista, y él empezó también a mirarnos, parece que le llamamos la atención. Me estaba poniendo cardiaca y Elena se estaba poniendo muy cachonda, no hacía más que tocarse el pelo. Las miradas, las risas se hacían cada vez más directas y descaradas.
Realmente no sabíamos en cuál de las dos estaba interesada, mientras Elena y yo discutíamos sobre este asunto, él se acercó y nos dijo “Hola me llamo Jorge y no sigáis discutiendo…
Las dos me gustáis, ahora, no sé con cuál de las dos voy a desayunar mañana”. No salíamos de nuestro asombro, hubo un momento de silencio, que se rompió con unas carcajadas.
Nos presentamos y en seguida se generó complicidad entre los tres. Más copas, risas e historias divertidas, son esos momentos que te lo pasas de escándalo y el tiempo parece que no existe. Madre mía había bebido tanto, que estaba fuera de mí. Miraba a Jorge como una guarra desesperada, Elena hacía lo mismo y las dos competíamos por ganar los favores de nuestro adonis. Eso sí Elena y yo éramos como dos brujas en pleno éxtasis.
Eran las dos de la mañana y el pub estaba a punto de cerrar. Jorge con esa seguridad típica de los que siempre ganan, nos dijo como un perfecto cabrón, “mirar buenorras, os voy a ser sincero, las dos me la ponéis bastante y me estoy divirtiendo, así que os invito a continuar esta interesante tertulia en mi casa”. Las dos decidimos que era buena idea. Jorge iba en el centro, las dos agarradas a él, mmm sentía como Jorge tenía su mano puesta en mi trasero, eso me estaba poniendo a 100, también me fije que lleva la otra mano en el culo de Elena, joder pensé que cabronazo, pero me da lo mismo. Solo quería estar cerca de ese juguete hecho hombre. No me importaba la presencia de Elena.
Llegamos a la casa de Jorge, un ático en plan minimalista. Para mi sorpresa Jorge se empezó a decantar por Elena, y yo empecé a sentirme un poco tonta. Jorge me pidió que me pusiera cómoda en el salón, que le iba a enseñar una cosa a Elena, pero que enseguida estaban conmigo. “Joder este mamonazo se va a follar a Elena y yo aquí de florero”. Se metieron en una habitación donde salían risas y luego un silencio que me estaba desconcertando. Pasados 15 minutos, Jorge vino a mi encuentro y me dijo que podía pasar a la habitación. La habitación tenía estética gótica al más puro estilo sado maso y joder lo más fuerte: Elena estaba atada en una cruz de San Andrés, totalmente desnuda solo con sus taconazos y llevando una bola en la boca. Estaba totalmente sometida.
Jorge se acercó a mí y me dio una fusta “mira cómo está la zorra de tu amiga, te invitó a que juguemos juntos y la enseñemos modales”. Me quedé petrificada, Jorge y Elena me miraban. “Bueno ya sabes lo que tienes que hacer”. Mire a Jorge, cogí la fusta y empecé a castigar los pechos de Elena. No sabía lo que hacía, pero cada vez que azotaba a Elena, yo me embriagaba de placer.
Jorge decidió bajarme la falda y dejar mi culo al descubierto…Buff pensé que me iba a castigar el trasero, pero no, lo que hizo fue besar mis nalgas, pasando su lengua por todos mis orificios. Estaba loca de placer y a medida que me daba más placer, mis castigos con la fusta sobre Elena eran más fuertes, sus gritos, que apenas se oían por la bola que llevaba, eran muy estimulantes. La total entrega de una mujer bella como Elena era alucinante, unido a los besos que Jorge me estaba dando por mi retaguardia, creaba una escena de película porno.
En un momento dado, me di la vuelta y ordene a Jorge que me penetrara. Sus acometidas eran bestiales… Menudo miembro y como entraba de manera fácil en mi vagina. Me corrí al menos dos veces, no recuerdo cuantas. Mientras hacíamos el amor, parábamos y nos dirigíamos hacía Elena. Os podéis imaginar lo que pasaba…Elena recibía azotes por todo su cuerpo, aparte de que la obligamos a chupar nuestros sexos. Se había convertido en una buena perra, que sabía cómo lamer a sus amos.
No sabía si Elena lo estaba pasando bien y le pregunte a Jorge, que quizás nos estábamos pasando un poco con ella. Él sonrió y llevó mi mano al coño de Elena, noté que parecía una auténtica fuente, estaba muy húmeda. “Ves cómo se lo está pasando de puta madre, eso sí mientras yo la azoto, tu puedes masturbarla hasta que se corra”. La idea me encantó, los gritos y movimientos salvajes de Elena, era algo muy excitante. Se corrió de tal manera, que se orinó allí mismo, era una escena salvaje y totalmente desinhibida. Parece que tanta copa le había pasado factura.
Finalmente decidimos soltar a Elena y estuvimos todas la noche jugando los tres…
Jorge era un adorable demonio y al final desayunamos los tres juntos.