Cómplice seducción

Somos una pareja casada, Carmen y Luis, de mediana edad y con un más que aceptable nivel económico y cultural. que desde hace tiempo nos gusta pasearnos por Internet y leer los relatos de otros que, como a nosotros, les gusta el erotismo aunque he de confesar que nunca antes nos habíamos decidido a contar nuestras experiencias debido especialmente a los reparos que nos supone transgredir las normas de intimidad y discreción que rigen nuestra relación.

No obstante, nos apetece hacerlo ahora y esperamos que sea del agrado de los posibles lectores.

En un reciente viaje de los que hacemos con frecuencia, nos propusimos incorporar a nuestras cortas vacaciones algún elemento nuevo que nos ayudase a hacer realidad lo que en tantas ocasiones habíamos hablado: compartir nuestro erotismo con otras personas que fuesen de nuestro agrado.

Llegamos un viernes a un lujoso y agradable hotel de una de las innumerables y hermosas playas del Caribe y esa misma noche, tras descansar brevemente, ducharnos y cambiarnos de ropa, tomamos una cena ligera y salimos a conocer la zona y tomar una copa en algún sitio agradable.

No muy lejos del Hotel encontramos un disco – pub que por su apariencia y discreta animación en la entrada, nos pareció que podría ser el lugar agradable que buscábamos.

Una vez dentro, nos encontramos con un local bastante espacioso con una pequeña pista de baile en uno de los extremos y gran número de pequeñas mesas escasamente iluminadas por una vela situada en el centro de cada una de ellas, que le proporcionaba un ambiente íntimo, ayudado por las luces indirectas del local.

Al fondo habían unas mesas a las que envolvían unos pequeños sofás circulares apropiados para tres o cuatro personas y que por su distancia con la zona más iluminada, estaban en semi penumbra.

Como el local estaba bastante concurrido, el camarero nos condujo hacia una de estas mesas, y tras tomar nuestro encargo de bebidas locales a base de ron, se alejó.

Después de tomar las copas, estábamos francamente animados y salimos a la pista a bailar, pues yo sabía lo mucho que el baile le gusta a Carmen y muy especialmente, la música caribeña que entonces estaba sonando.

La pista de baile estaba bastante concurrida, por lo que Carmen y yo bailábamos en un extremo de ella.

Carmen seguía el ritmo de la música con gran desenvoltura y era evidente que estaba disfrutando, mientras que yo procuraba acompañarle lo mejor que podía, pues he de confesar que el baile no constituye una de mis mejores habilidades.

Observó que desde hacía un rato nos observaba un joven que, por su aspecto, parecía ser originario de la isla.

El joven nos miraba y sonreía continuamente, especialmente a Carmen, a la vez que seguía con su cuerpo el ritmo del baile.

– Cariño, ya hiciste tu primera conquista.- le dije a Carmen al oído.

– Ya me he dado cuenta.- me respondió sonriendo, a la vez que miraba al muchacho.

El joven quizás alentado por la mirada y la sonrisa de Carmen, entró en la pista y se puso a nuestro lado siguiendo nuestro ritmo y sonriendo continuamente.

Era un excelente bailarín, por lo que prácticamente acabaron bailando ellos dos y yo seguía el ritmo a mi aire.

Como los discos se enlazaban uno tras otro sin interrupción, continuamos bailando durante más de diez minutos, hasta que la música cesó y se estableció un pequeño paréntesis.

– Bailáis estupendamente.- comentó el muchacho mirándome mientras mantenía su eterna sonrisa.

– Querrás decir que baila Carmen. Tú también lo haces muy bien, ¿eres de aquí?.- preguntó yo mientras salíamos de la pista.

– Sí, y vosotros ¿estáis de vacaciones?.- preguntó mirando a Carmen.

– Sí, hemos llegado hoy mismo.- le respondió sonriente Carmen, a la vez que girándose hacia mí preguntaba – ¿Vamos a la mesa a beber algo?, estoy sedienta -.

– Claro.- respondí y girándome hacia el joven – ¿Te apetece acompañarnos?-.

– Sí gracias, yo también tengo sed.- respondió mientras nos dirigíamos hacia nuestra mesa.

Una vez sentados, y mientras tomábamos las nuevas bebidas que habíamos solicitado, estuvimos charlando un rato.

Roberto, así se llamaba el joven, nos contó que tenía 22 años y que desde que terminó sus estudios había realizado trabajos diversos en el sector turístico, aunque en este momento no tenía empleo estable.

Hablaba con soltura, aunque siempre de forma respetuosa y acompañando sus palabras de una permanente sonrisa.

Vestía un pantalón vaquero y una camisa blanca, bastante usadas ambas prendas pero muy limpias.

Sin ser su apariencia espectacular, resultaba sumamente agradable tanto por su aseo, cómo por su simpatía.

Observó que mientras hablaba y cuando se dirigía a Carmen, deslizaba su mirada hacia su blusa entreabierta que insinuaba, más que mostrar, el nacimiento de sus pechos.

Carmen parecía mostrarse encantada y preguntaba constantemente a Roberto sobre lugares y costumbre de la isla.

En un momento dado, Carmen buscando en su bolso exclamó. – Vaya, me he dejado los cigarrillos en el Hotel.

– Te puedo invitar a uno de los míos, pero ya só que solo fumas mentolados.- respondí.

– Puedo ir a comprártelos si lo deseas, aquí cerca hay una tienda en la que venden todo tipo de tabacos.- se ofreció Roberto.

Tras decirle Carmen que no valía la pena que se molestase y ante la insistencia del joven, finalmente le di a Roberto unos billetes y salió a buscar los cigarrillos.

Una vez solos, cogiendo la mano de ella, le preguntó – ¿Qué te parece Roberto, te gusta?.

– Es agradable y parece un chico muy educado y respetuoso. Respondió.

– Pues a pesar de lo respetuoso no te quita ojo del pecho, – respondí mientras ella instintivamente elevó su mano al botón de la blusa para abotonarlo.

– No te abroches, al contrario, abre un poco más la blusa y muestra lo bonitos que los tienes.

– No seas bruto, va a creer que soy una buscona. – Contestó Carmen, aunque mientras hablaba desabrochaba un segundo botón de su blusa, mostrando generosamente gran parte de sus hermosos y abundantes pechos libres de sujetador. – Además, seguramente le pareceré una mujer demasiado madura para ól.

– ¿Y no te apetece sentirte deseada y seducir a un jovencito como Roberto?. Pues a mí me ha parecido notar que le crecía notablemente un bulto en la entrepierna mientras bailabais.

– Ya me he dado cuenta, ya, y hasta lo he notado en mi vientre un par de veces que se me ha arrimado mientras bailábamos, pero yo para estas cosas sabes que no tengo experiencia y hace mucho tiempo que no trato de seducir a nadie, salvo a ti, por lo tanto yo estoy dispuesta a hacer lo que tú quieras y además, francamente me apetece, como hemos hablado muchas veces, pero has de ser tú el que dirijas la acción, por lo menos al principio y, desde luego, hagamos lo que hagamos, siempre juntos.

– De acuerdo, vamos a tratar de hacer de esto una bonita historia y a disfrutar la noche a tope. Yo marcaré los tiempos, pero tú utiliza tus mejores armas de mujer, que bien sabes hacerlo cuando quieres, y pon a Roberto «como una moto». Le dije mirándole a los ojos, mientras ella sonreía con complicidad.

Mientras esto decía, observó como Roberto regresaba a nuestra mesa mientras nos mostraba mano en alto el paquete de cigarrillos que había comprado.

A los pocos minutos preguntó Carmen dirigiéndose a mí – Vamos a seguir bailando ¿verdad?, porque yo esta noche tengo ganas de fiesta.

– ¿Porqué no lo hacéis Roberto y tú?. Ya sabes que yo no lo hago muy bien y verdaderamente disfruto más viendo cómo lo hacéis vosotros. Contestó mientras me giraba hacia Roberto. – ¿Verdad Roberto, que te apetece bailar con Carmen?.

Roberto comenzó a levantarse del asiento, mientras mostraba en su gesto un feliz asentimiento, y tomando de la mano a Carmen se fueron juntos hacia la pista.

La pista de baile estaba llena, con lo que las parejas formaban un grupo abigarrado y todas ellas se movían materialmente pegadas entre sí.

Carmen y Roberto se dirigieron hacia uno de los extremos de la pista donde pudieron acceder a ella.

Como por la posición algo alejada de mi mesa no podía verlos, me dirigí hacia una pequeña barra de bar en el lado opuesto de la sala, desde donde podía verlos pues la pista, aunque tenuemente, estaba iluminada, mientras que ellos a mí difícilmente podían hacerlo por la semi penumbra que envolvía la zona donde me encontraba.

Sonaba un merengue y pude ver lo bien que lo bailaban los dos, al más puro estilo caribeño, los vientres absolutamente pegados mientras contoneaban rítmicamente sus cinturas; realmente y aunque hubiesen querido hacerlo, la cantidad de gente de la pista tampoco les hubiese permitido separarse más.

Aunque quise suponer que Carmen estaría todavía un poco tensa, lo cierto es que sus anchas caderas se movían cada vez con más cadencia y por su sonrisa se notaba que lo estaba disfrutando.

En ese momento, Roberto le hizo darse la vuelta y mientras la cogía por la cintura proseguía con el baile, pero ahora, ella estaba de espaldas mientras que él restregaba su pecho y vientre sobre la espalda y glúteos de Carmen.

Era obvio que él dominaba la técnica del baile, pero también que se estaba poniendo las botas con mi mujer.

En ese momento cambió el ritmo de la música y se inició una tanda de boleros, lo que hizo que algunas parejas abandonasen la pista, aunque entraron otras.

Una vez roto el hielo inicial, vi a Carmen más relajada e intuí que entonces ella iba a tomar el mando, siguiendo el plan que habíamos establecido.

Roberto bailaba del modo tradicional, tomando la mano derecha de Carmen con su izquierda y envolviendo con la otra su cintura.

Pasados un par de minutos, vi que soltaban sus manos, entrelazando Carmen las suyas alrededor del cuello de Roberto y éste abrazándola a ella, mientras daban lentas vueltas sobre sí mismos.

Carmen apoyaba su cabeza sobre el hombro del joven, mientras que éste tal como pasaban los minutos se hacía más audaz y masajeaba lentamente primero los hombros y espalda de ella y más tarde bajaba sus manos hacia el culo acariciándolo y apretándolo contra sí, mientras pasaba sus labios sobre la nuca y orejas.

En un momento dado y estando Carmen próxima a una columna situada a su espalda, Roberto la empujó levemente hacia ella, vi que él hundía su cara en el cuello de Carmen, mientras se restregaba contra ella.

Tras unos momentos, Carmen lo separó y vi como hablaban brevemente mientras ella se apartaba de la columna y continuaban bailando.

Carmen dirigió la vista hacia nuestra mesa y me buscaba con la mirada sin hallarme, por lo que me dirigí hacia ellos y al verme aproximarme, Roberto separó rápidamente su cuerpo del de Carmen al que estaba literalmente pegado.

– Creo que es hora de que baile con mi mujer. Y mirando a Roberto – No te importa, ¿verdad?.

– Claro que no. Respondió. Me pareció que se sonrojaba mientras se apartaba y volvía a la mesa.

Abracé a Carmen, mientras comenzábamos a bailar.

– Pensó que te follaba aquí mismo. Le susurró al oído.

– Yo también, Contestó ella sonriendo. – ¿Nos has visto?. Ha habido un momento, poco antes de llegar tú, que si no lo aparto me baja las bragas. Estaba, como lo querías tú, como una moto.

– ¿Y tú?, preguntó, – ¿cómo estabas?, pues por lo que yo he visto tampoco parece que lo pasabas precisamente mal.

– Caliente a tope, debo confesarlo, el chico ha sabido como entrarme y además como tenía tu permiso me he aprovechado. Soy una zorra ¿verdad cariño?. Notaba su polla apretándose y restregando mi sexo y sus manos y sus labios sobándome y besando mi cuello y ha habido un momento que si no me aparto creo que me hubiese corrido, pues he sentido una descarga entre mis muslos. El se ha dado cuenta y ha sido cuando me ha apretado contra la columna. Me he asustado, pues creí que todo el mundo nos estaría mirando, aunque aquí cada uno va a lo suyo.

– ¿Y que le has dicho entonces?, porque os he visto hablar. Preguntó

– Le he dicho: «Roberto, por favor, que pueden vernos», a lo que él ha respondido, «Perdona, pero es que nunca antes había sentido esto, estoy como loco». Pero el tío no separaba la polla de mi coño y seguía restregándose, así que le he dicho: «Cálmate Roberto, yo también me he excitado». Y entonces has llegado tú.

– Bien, volvamos pues a la mesa antes de que se enfríe el muchacho. ¿Estás preparada para follártelo esta noche?. Le preguntó mirándola a los ojos.

– Estoy preparada para todo. Siento que se están derribando a mi alrededor todos los tabúes y necesito sentirme penetrada, lamida, manoseada y tengo ganas de tener dos pollas solo para mí, por cierto, la tiene enorme y dura como el hierro. – Respondió con un brillo especial en sus ojos y una voz decidida que me sorprendió.

Regresamos a la mesa cogidos por la cintura, donde se encontraba Roberto quien nos sonrió al vernos llegar.

– ¿Cómo lo pasas Roberto?. ¿Has disfrutado con mi mujer?, le preguntó mientras sonreía, tratando de dar a mi voz un tono de complicidad.

– Ya lo creo, Carmen baila muy bien, parece de aquí.

– Ella también dice que hace mucho tiempo que no disfrutaba tanto bailando, y que no le hubiese importado seguir haciéndolo toda la noche. Es claro que formáis una buena pareja. – Dije mientras miraba a Carmen, la cual me devolvió la sonrisa acompañada de un mohín burlón.

– Me vais a disculpar, pero debo ir al aseo. Dijo Carmen mientras iniciaba el movimiento de alzarse.

Rápidamente me levantó para ayudarla, y le susurró al oído – Vuelve sin bragas.

Carmen esbozó una sonrisa algo confusa.

Sentado de nuevo y mirando a Roberto, dije: – Se está haciendo un poco tarde, y aunque estamos muy a gusto, tendremos que irnos pronto a la cama pues el viaje y el cambio de horario nos hace estar un poco cansados. Roberto no pudo ocultar un cierto desencanto en su rostro.

– Pues no parecéis cansados y Carmen parece tener ganas de bailar ¿no os podéis quedar un rato más?, creo que lo pasaríamos muy bien. Dijo Roberto con voz casi implorante.

– Ya he visto que lo estabais pasando bien mientras bailabais. Tú eres un hombre muy ardiente, ¿verdad Roberto?. Casi te comes a mi mujer.

Roberto quedó desconcertado y no encontraba respuesta, optando por bajar la vista.

– Vamos, vamos Roberto, que no te estoy regañando. A mí me gusta que Carmen se divierta y además somos una pareja sumamente liberal, por lo cual ¿que mal hay en que ella disfrute contigo y tú con ella? La verdad es que te comprendo, a mí Carmen también me gusta mucho, sobre todo porque es una mujer de sangre muy caliente, tanto que a veces me cuesta dejarla satisfecha, por tanto no me importa que un joven limpio, correcto y atractivo como tu me ayude a hacerla feliz.

Roberto me miraba entre asombrado y satisfecho.

– Me parecéis una pareja estupenda y me gustaría ser vuestro amigo. ¿Que puedo hacer para conseguirlo?. Preguntó.

– Conmigo ya lo has conseguido, me caes bien. Respecto a ella, sé que le atraes, lo noto en sus ojos y he visto cómo disfrutaba contigo mientras bailabais. Mira Roberto, mi mayor felicidad es verla a ella feliz, y sé que lo que en este momento la haría disfrutar sería sentir tu boca entre sus muslos ¿me entiendes? – Roberto asintió con la cabeza – así que cuando Carmen regrese, yo no te pondré ningún reparo a que le acaricies el coño y me ayudes a hacerla feliz. Aquí estamos en penumbra y no tendrás dificultad en comérselo sin que los demás se enteren. Ella en cuanto la sobes un poco, se va a poner muy caliente y la tendrás preparada y además yo te ayudare. ¿Te gustaría?.

Roberto esbozó una sonrisa nerviosa y asintió, preguntando – Pero, ¿no se enfadará ella?.

– Sé lo que le gusta y además, si yo estoy de acuerdo, ella siempre me obedece.

En ese momento se nos unió Carmen. Se había refrescado, retocado y perfumado y estaba radiante.

Me levantó, sentándose ella entre Roberto y yo en el pequeño sofá.

– ¿Ya habéis confabulado? – Preguntó mientras sorbía su copa.

– Ya hemos preparado nuestra estrategia – respondí mientras rodeando sus hombros con mi brazo comencé a besar su cuello y sus oídos. Ella respondió a mis caricias besando mi cuello bajo la barbilla. Deslice mi mano por su costado bajándola hacia el muslo y percibí que el cuerpo de Roberto rozaba el de ella, aunque el chico estaba inmóvil y mirando hacia otro sitio.

Introduje mi mano bajo el vuelo de la falda y la hice ascender entre sus piernas, comprobando que no llevaba bragas.

Mis dedos buscaron los carnosos labios de su sexo, abriéndolos suavemente e introduciéndose entre ellos.

Tenía el sexo caliente y húmedo y notó como abría los muslos a la vez que deslizaba ligeramente su cuerpo para facilitar el acceso de mi mano.

Aprovechando el momento en que ella se estaba acomodando, saqué la mano y busqué a tientas la mano de Roberto que la tenía apoyada sobre su propia pierna, introduciéndola junto con la mía entre los muslos de Carmen.

Ella tensó su cuerpo al sentir la mano extraña entre sus piernas a la vez que juntaba instintivamente los muslos.

– Déjate hacer – susurró en su oído, mientras mordisqueaba el lóbulo de su oreja.

Lentamente notó como iba relajando su cuerpo a la vez que habría sus piernas.

La mano de Roberto ascendió definitivamente hasta el coño y notó como sus dedos empezaban a frotar y penetrar.

Roberto había rodeado la cintura de Carmen con el brazo disponible, a la vez que hundía la cabeza en su cuello. Introduje mi mano por el escote de su blusa y saqué uno de sus pechos chupando y mordisqueando el pezón que estaba enhiesto y abultado.

Carmen había cerrado los ojos, apoyando el cuello sobre el respaldo del sofá y respirando agitadamente.

Su mano derecha acariciaba mi nuca y ví que su izquierda la ponía sobre el enorme bulto que se había formado en la entrepierna de Roberto, frotándolo nerviosamente con su mano.

– Roberto – dije quedamente – ¿ No crees que es el momento de que tu lengua termine lo que han iniciado tus dedos?. – Carmen hundió su cara en mi cuello, en parte por el rubor que sentía ante la osadía de mi propuesta y también para musitar – Por favor aquí no, que van a vernos los demás.

No obstante, no hizo movimiento alguno de rechazo cuando Roberto arrodillándose y agarrando con sus manos las caderas de Carmen por debajo de su falda, hundió su cara entre sus redondos muslos , mientras ella giraba ligeramente su cuerpo y abría completamente las piernas para que los labios del joven pudiesen acceder plenamente a su mojado sexo.

Lentamente, notó como la respiración de mi mujer se convertía en jadeos, mientras apoyaba sus manos sobre la nuca de Roberto empujándola hacia el hueco de sus piernas.

Parecía desear introducir la cabeza entera en su coño.

La besó intensamente introduciendo mi lengua en su boca, respondiendo ella ávidamente a mis besos.

Notaba como su espalda se iba arqueando y agitaba su cuerpo cada vez con espasmos más acentuados.

A pesar de mis besos sus gemidos se hicieron más fuertes, por lo que tuve que tapar su boca con mi mano.

Roberto estaba metiendo los dedos en la vagina de Carmen, a la vez que su lengua se deslizaba a lo largo de toda la vulva y el clítoris, lamiendo suave y lentamente unas veces y dando fuertes lametazos a continuación mientras hundía furiosamente sus dedos en la vagina.

Me dio la impresión de que también él estaba a punto de correrse.

Finalmente, sentí que el cuerpo de Carmen se convulsionaba mientras apretaba sus muslos fuertemente sobre la cabeza de Roberto a la vez que sus dedos agarraban los cabellos del muchacho como bridas, empujando su cabeza hasta lo más profundo de su sexo que se contraía y dilataba salvajemente mientras los flujos vaginales inundaban la cara del muchacho.

El orgasmo de Carmen parecía no acabarse, creo que tuvo varios consecutivos.

Había abandonado mis besos y estaba totalmente concentrada en el salvaje placer que le proporcionaba la lengua de Roberto sobre su clítoris.

Su cuerpo se relajó al fin, quedando abandonado sobre el sofá.

Roberto se incorporó y se sentó en el sofá mientras con el pañuelo limpiaba su cara de los flujos vaginales. Por el bulto de su entrepierna pude comprobar que mantenía una poderosa erección.

Acercándome al oído de Carmen, le dije – El chico te ha trabajado bien, pero no ha recibido su paga. ¿No crees que deberías dársela ahora?.

Carmen dirigió su mirada hacia el abultado pene del muchacho y recostándose de lado sobre el sofá comenzó a desabrochar la bragueta del pantalón del chico.

Como si estuviese apoyada sobre un muelle, emergió rebotando una enorme verga coronada por un redondo y gordo capullo.

La mano de Carmen agarró suavemente el falo acariciándolo desde la punta hasta la base, mientras con la lengua inició un masaje sobre el glande.

Roberto agarró con manos crispadas la cabeza de ella a la vez que arqueaba el cuerpo ansiando introducir por completo su polla en la boca de mi mujer, pero Carmen proseguía lamiendo el miembro como si de una golosina se tratase hasta que lentamente comenzó a engullir, primero el capullo y después el resto del enorme instrumento, sacándolo y volviéndolo a meter en su boca mientras succionaba y lamía rítmicamente.

Con una de las manos agarró los testículos iniciando un delicado masaje, ayudándose esporádicamente con la lengua que volvía a ascender rápidamente para volver a meter la polla en su boca.

Por los movimientos de cadera de Carmen, notó que nuevamente estaba sumamente caliente.

Cómo por lo reducido del sofá me resultaba imposible meter mi polla en su coño, me inclinó y separando sus piernas desde atrás empece a comerle el coño que se contraía y dilataba continuamente.

Pasados unos minutos en los que la lujuria se había apoderado de los tres, Carmen, que utilizando sabiamente la lengua había impedido que Roberto se corriese, se alzó y separando sus piernas y apoyando las rodillas en el sofá se sentó sobre Roberto, de cara a él, y separándose los labios del coño con una mano y agarrando con la otra la polla del chico, se la introdujo iniciando una cabalgada, suave al principio y frenética después, mientras Roberto hundía la cabeza entre los pechos de Carmen, chupando y mordiendo los pezones que habían doblado su tamaño normal.

Carmen alzaba al máximo sus caderas procurando que la gorda punta del nabo entrase lentamente recorriendo y golpeando sus paredes vaginales hasta quedar completamente enterrado en su coño, volviendo a repetir el movimiento una y otra vez.

Cuando sus esfínteres notaron que el miembro del muchacho se abultaba hasta el máximo y que el glande empezaba a cabecear, contrajo repetidamente los músculos de su vulva y sintió sobre sus propios muslos sus flujos vaginales que manaban desenfrenadamente por el tremendo orgasmo que estaba gozando, mezclados con el semen de Roberto quien se agarraba desesperadamente a sus caderas a la vez que hincaba la polla hasta el fondo, como si quisiese atravesarla.

Por unos instantes, quedaron abrazados el uno al otro, recuperándose del inmenso placer vivido.

Carmen, peinó con los dedos el pelo de Roberto y tiernamente besó sus entreabiertos labios mientras lo miraba con gran dulzura.

Descabalgó del muchacho y volvió a sentarse, mientras se arreglaba la falda y blusa.

Así se iniciaron unas voluptuosas y bonitas vacaciones.

Por supuesto que en los siguientes días ocurrieron muchas más cosas, pero estas preferimos contarlas en posibles futuras narraciones.