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Compañeros de trabajo

Trabajo en una multinacional y por razones de trabajo, viajo de vez en cuando por España. A menudo, viajamos con compañeros de otros departamentos, dado que las reuniones con los clientes, afectan a varios de estos.

Dado que habíamos tenido algunos problemas de suministro con uno de mis clientes, solicité al departamento logístico la presencia de alguno de sus componentes para asistir a la reunión en una ciudad del norte de España.

Silvia y yo somos amigos desde hace un montón de años. A pesar de que ambos estamos casados, siempre hemos mantenido una relación de amistad profunda, lo cual nos permite conocernos el uno al otro y hablamos de forma desinhibida sobre cualquier tema.

Salimos por la mañana, temprano, puesto que viajábamos en coche, y teníamos la reunión a las 15 horas.

El viaje resultó agradable y casi todo el tiempo hablamos de trabajo.

La reunión resultó mucho mejor de lo esperado, puesto que Silvia supo solventar con elegancia y profesionalidad, todas las cuestiones que el cliente nos planteó. Sin embargo se alargó tanto, que decidimos buscar un hotel y pernoctar allí.

– Nos damos una ducha rápida y vamos a cenar fuera, le propuse.

– De acuerdo, dame un cuarto de hora, me respondió.

Me duché rápidamente y baje a recepción. Como era normal, Silvia no estaba allí.

Bajó a los 5 minutos, y como era todavía temprano, le propuse ir a unos grandes almacenes a comprar una muda, ya que habíamos venido sin equipaje al ser un viaje de ida y vuelta en el mismo día.

De la sección de caballeros cogí un boxer y una camisa que por supuesto ni me probé, y la acompañé a ella a la sección de señoras. Ella cogió un montón de sujetadores y braguitas, y se fue con ellos a los probadores.

Nunca he entendido la necesidad de las mujeres en querer probárselo todo, por lo que armado de paciencia me dispuse a esperar.

A los 5 minutos, asomó la cabeza por la puerta de probador y me hizo una seña para que me acercara.

-Pasa un momento que necesito que me digas que es lo que me queda mejor.

Estaba solo con sujetador y braguitas, la vi guapísima y con un cuerpo espectacular. El tanga se le metía en el culo, y el sujetador, de encaje transparente, dejaba traslucir unos pezones erguidos y con una aureola oscura. Mi polla se erguía debajo del pantalón del traje.

– No crees que me chafan mucho las tetas, me dijo.

– Mira Silvia, yo creo que estás espectacular, y que te pongas lo que te pongas, vas a seguir estándolo.

Me dio las gracias con un beso en la mejilla, y salí fuera a esperarla.

La cena fue muy agradable, estuvimos charlando y riendo como buenos amigos. Bebimos cava para celebrar su éxito en la reunión.

Me has dejado impresionado, le dije. Has manejado la reunión cojonudamente y has dejado embelesados a aquellos bobos con tu encanto.

Gracias cariño, me dijo, con ojos brillantes y una sonrisa. La verdad es que si tu no hubieras estado allí, no lo habría podido hacer.

Te bastas y te sobras para hacer lo que te propongas. Con esta labia y este cuerpo que tienes, no hay quien se te resista.

Yo siempre le he dicho piropos, pero ella nunca se los ha tomado en serio, pero esa noche, quizá por el cava de la cena ,me dijo:

Pues hasta ahora, parece que te has resistido bastante. Muchos piropos, pero deberías saber que las mujeres esperamos algo más de los hombres que nos gustan.

Mientras decía esto noté como con su pie descalzo rozaba mi entrepierna.

Sonreía con los ojos brillantes de hembra en celo. Mi polla se encendía debajo del pantalón. El mantel de la mesa nos tapaba de miradas indiscretas.

Sácatela, me susurró con lascivia. Quiero sentirla en mi pié.

Cogió mi polla entre su dedo gordo y el siguiente moviéndolo arriba y abajo. Me pajeaba mejor de lo que ninguna me había hecho con la mano. Alternaba el pajeo con caricias en mi glande con la planta del pié, que estaba mojado con el liquido preseminal.

Descalzó su otro pie, empezó a presionar el agujero de mi culo con su dedo gordo. El placer que sentía era indescriptible. Ella lo notó e interrumpió sus caricias.

Pide la cuenta y vamos al hotel. Estoy caliente como una perra.

En el hotel, decidimos ir cada uno a su habitación a darnos una ducha. Las habitaciones eran contiguas y estaban separadas con una puerta cuyo pestillo estaba en su habitación.

Solo había entrado en la bañera, cuando apareció completamente desnuda y se metió en mi bañera.

La chupaba a un ritmo desenfrenado las respiraciones entrecortadas de los dos se mezclaban y de repente la gran explosión, su boca no pudo tragar todo mi semen, que se esparció por su cara y sus pechos.

Ven, vamos a bañarnos, me dijo.

Lleno la bañera de agua y se puso a limpiarme; no dejó ni un milímetro de mi piel sin pasar la esponja, a mi agujero trasero le dedicó especial atención, al llegar a los huevos los acarició suavemente, sus uñas las pasaba por encima con tal cuidado que me producía unas descargas eléctricas que jamás había sentido, mi verga volvió a responder a sus “cuidados” la agarró fuertemente y empezó a masturbarme al principio lentamente la velocidad se iba incrementando a medida que mi respiración se aceleraba, ella no hacía otra cosa que mirarme a los ojos y me repetía:

¿Té gusta?, ¿Estás cachondo?.

En el momento preciso en que me iba a correr apretó la base de mi polla fuertemente lo cual me produjo un placer irresistible pero que no me hizo correr mientras me decía:

Aún no, espera, yo aún no he llegado.

Y reinició su vaivén poco a poco. Se comía mis testículos, se los comía con suavidad pero con firmeza estuvo con ellos más de diez minutos, mientras iba recorriendo mi polla con sus dedos, sin darme cuenta engulló mi polla con muchísima ternura, yo miraba cómo desaparecía mi polla entre sus labios.

Ella se puso en la posición del 69, por fin lo tenía delante de mis narices, lo que siempre había deseado el coño de mi amiga para observarlo bien, y comérmelo.

Su clítoris estaba duro y con la punta de mi lengua lo fui golpeando, luego lo succione y lo mordisquee con suavidad: sus jugos empezaban a llegar a mi garganta agradecida que tragaba todo lo que caía, ella dejo ir un fuerte aliento que note como recorría mi polla de punta a punta.

Con mucha lentitud se puso de rodillas dándome la espalda con la mano derecha cogió mi tranca y lo apunto a su cueva: sus movimientos eran lentos, estaba claro que no quería que me corriera enseguida.

Sin sacar mi polla de sus entrañas se dio la vuelta, tenia la mirada mas dulce que me han procesado nunca, sus movimientos se aceleraron, su cabellera iba de un lado a otro salvajemente sin control, sus manos recorrían mis pechos hasta agarrar mis pezones con fuerza, sus caderas me sacudieron tres veces tan fuerte que pensé que se había metido dentro hasta los huevos pero a la tercera nos corrimos los dos como locos, los gemidos los debieron oír en todo el hotel, nos fundimos los dos en un abrazo.

Nos fuimos a la cama. Olvidado cualquier reparo, y extasiados de placer nos tumbamos el uno junto al otro. Le acaricié la cara, el cuello, las orejas. Ella se estremecía de placer.

Bajé hasta sus pechos; sus pezones se erguían, hinchados en su máximo esplendor. Se los pellizqué fuerte, tirando de ellos. Ella agarraba mis manos, separándolas de su cuerpo, sin soltar sus pezones que se estiraban.

Fuerte, más fuerte. Arráncame los pezones cabrón.

Se estremecía y jadeaba. Sus pezones estaban duros como una piedra, y debían medir ya como unos 2 cm. de largo.

Solté sus tetas y bajé a su entrepierna. Sus manos ocuparon inmediatamente mi lugar en sus pezones.

Estaba absolutamente abierta, con las rodillas a ambos lados de su cintura. Acaricié el interior de sus muslos, sus labios mayores. Alternaba, suaves caricias con la punta de los dedos con una fuerte presión con la mano abierta en todo su coño. Gemía con un gemido ronco.

Bajé mi cara hasta su cueva. Toqué su clítoris con la punta de lengua. Fue como si le hubiera sacudido una descarga eléctrica. Puse mis manos debajo de su culo y agarré su clítoris con mis labios chupando fuertemente.

Las manos apretando fuertemente los huesos de su pelvis, hacían que su coño y su culo se abrieran.

Saqué mi lengua y la moví lentamente alrededor de su agujero. Noté que su culo se relajaba y abría aún más.

Le ensalivé todo el ano, metiéndole de vez en cuando la punta de la lengua. Ella seguía estrujándose los pechos con violencia, tirando de sus pezones irritados, rojos y sensibles como fresas.

Por favor, no aguanto más!!. Fóllame el culo de una vez.

No me lo hice repetir. Apoyé mi glande hinchadísimo, en su ano y me deje llevar por las sensaciones.

Empujé suavemente, y noté que su esfínter me daba la bienvenida rodeando mi glande con una presión deliciosa.

Apreté un boca más, y fue todo mi tronco el que recibió ese maravilloso beso. Seguí empujando, hasta que mis huevos chocaron con sus nalgas.

La retiré suavemente, notando otra vez el esfínter en la punta.

Ella desorbitó los ojos en una mirada de deseo….., y me dejé caer, con fuerza, casi con violencia, iniciando la cabalgada más rabiosa de mi vida.

Bombeaba en su culo con toda la fuerza, la pasión y el deseo que me expresaban su cara de mujer viciosa que me pedía más.

La follé como si mi vida fuera en ello.

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