Censura XXX: Un hombre paró el coche y ella accedió a acompañarle

Se encontraba caminando rápidamente a través de la extensa avenida, estaba oscuro, las bombillas de los pocos faros que existían se encontraban fundidas, o los chicos de la zona, en un acto de vandalismo, las habían roto a punta de pedradas.

Sus altos tacones repicaban fuertemente sobre la acera y el silencio casi sepulcral que se extendía a lo largo de la calle amplificaba el sonido al doble de su volumen.

Estaba vestida con un corto vestido rojo, que dejaba ver mucho mas allá de su bien torneadas piernas, enfundadas en un par de provocativas medias de seda negra.

Sus tacones de satén rojo la elevaban casi 15cm del suelo, haciéndola ver mucho mas espigada de lo que en realidad era.

En su blanco rostro un penetrante par de ojos negros escudriñaban sin cesar cada rincón de la avenida, sus labios carnosos, maquillados de rojo, gritaban «tócame» a los cuatro vientos.

El cabello negro, largo, flotaba suelto en la espalda.

Su paso rápido no alteraba en nada el ondular de sus caderas, que oscilaban como péndulo de un lado a otro.

Se detuvo en la esquina y sacó un cigarrillo de la pitillera que llevaba en su bolso, rápidamente lo encendió con su zippo e inhalo una larga bocanada de humo.

A los pocos minutos un elegante auto negro se detuvo frente a ella, la ventanilla trasera se abrió y una insinuante voz masculina dijo:

«Estoy solo y de paso por la ciudad, tengo en casa champaña helada y nadie con quien compartirla, dime preciosa, te animas conmigo»

Ella se acercó al vehículo, arrojó la colilla del cigarrillo al suelo y la aplastó con la punta de su zapatilla, acercó su rostro a la ventanilla y exhaló el humo suavemente

«No soy compañía barata, valgo mucho más de lo que puedas pensar, y si estoy en esta esquina no es buscando alguien con quien pasar la noche» dijo ella esperando la respuesta de él.

«Por el dinero no hay problema» dijo el hombre, bajando más el vidrio de la ventanilla y mostrando un fajo de billetes.

«Ya te dije que no estoy aquí de buscona, pero si insistes tanto aceptare esa copa»

«Bien, sube» dijo el hombre abriendo la portezuela del auto.

Natalia entró y se sentó junto al hombre, el tapizado era de terciopelo azul y un grueso vidrio ahumado los separaba del conductor, que sin dejar de ver hacia delante permanecía impasible a lo que ocurría en el asiento posterior.

Él era un hombre elegante, vestía un traje gris, de buena marca, tanto su corbata como sus zapatos eran impecables, su rostro bronceado aparentaba 40 años, tal vez más, tal vez menos, y los ojos de un gris perla tenían una mirada lobuna.

Ella sacó otro cigarrillo de su pitillera y lo encendió, él lo tomo suavemente de las manos de ella inhalando el humo largamente.

«Me llamo Arturo» dijo. «Soy Natalia» respondió ella.

Luego de recorrer kilómetros y kilómetros de la desolada avenida llegaron a un deslumbrante edificio, un portero se apresuro a abrir la puerta del auto, saludando al hombre con familiaridad

«Buenas Noches Mr. Montenegro»

Tras de Arturo salió Natalia a la que el hombre miro con no poca lascivia.

Subieron hasta el elegante Penthouse donde habitaba él, al entrar Natalia lanzo un lento silbido, «Vaya, exclamó, mi departamento completo cabría en la mitad de tu sala».

«En serio» dijo Arturo acercándose a ella con dos copas de champaña, una en cada mano, tendiéndole una le dijo

«Brindemos, brindemos por la lujuria de la vida», chocaron sus copas y ella bebió el contenido de un sorbo.

«Tengo un negocio que proponerte» dijo Arturo, luego que hubo bebido su copa.

«Un negocio, ¿qué clase de negocio?»

«Uno bueno para ti y bueno para mi» respondió él con una voz insinuante, empalagosa.

«Te pagaré medio millón de billetes verdes si aceptas acostarte con alguien y que yo te vea, dime que opinas»

«¿Medio millón?, solo por tirarme a un tipo». «Si».

Ella dudó un poco, acostarse por dinero, nunca lo había hecho, si se acostaba con cualquier hombre era por placer, jamás por dinero.

Miro a Arturo, en sus ojos grises no podía leerse nada, tanto lujo, tanto dinero y él solo quería verla, algo turbio tenia que haber en todo aquel asunto.

«Puedo escoger yo al tipo» preguntó.

«No, lo harás con mi chofer, yo pongo las condiciones de este negocio»

«Vaya, eres exigente, bueno de todas maneras es tu dinero. Quiero saber si me pagaras inmediatamente, porque puedo esperar y cobrártelo en especie» dijo ella con voz de niña aplicada.

«No me acuesto con rameras, solo me gusta verlas»

«OK, no insisto más, para cuando quieres que sea»

«Esta noche»

«Esta noche, bien, me gustan las cosas rápidas»

Pulsando un botón del intercomunicador se escucharon algunos ruidos antes que una voz respondiera «Sí».

«Héctor, haga que Saúl suba a mi departamento» «Si, Mr. Montenegro, enseguida».

«Puedes ponerte cómoda mientras Saúl sube, sé que te gustara mi chófer, que no es solo eso, también es mi brazo derecho».

Natalia bajo de sus elevadas zapatillas y estiro sus brazos por encima de su cabeza, exclamando «Que placer poder bajarse de estos zancos», luego dirigiéndose a Arturo «Puedo tomar una ducha».

«Tercera puerta a la izquierda, encontraras toallas en el armario».

Saúl llegó a los pocos minutos, en el pasillo podía escucharse el sonido de la regadera y una voz desafinada que canturreaba un antiguo bolero.

Con una seña de Arturo, Saúl se descalzó y se acercó de puntillas al baño, justo en el momento en que Natalia abría la puerta.

Sus pupilas se dilataron al verlo, era un hombre de 1.85, con una ancha espalda y manos grandes, sus ojos de color verde aceituna destellaban en la piel morena, el cabello negro, peinado hacia atrás dejaba ver un rostro cuadrado y anguloso, con apenas una sombra de barba.

«Tienes buen gusto Arturo» dijo ella luego de detallar a Saúl.

«Saúl, ella es Natalia, Natalia, Saúl»dijo Arturo haciendo las presentaciones.

«Bien, no se queden allí; Saúl por favor llévala a la habitación»

Saúl obedeciendo las ordenes de su jefe tomo a Natalia de la mano y la condujo a una enorme habitación, en la que solo una enorme cama con dosel y una aguamanil formaban parte de la decoración, una de las paredes era completamente de espejo y las pesadas cortinas color vino borgoña iban desde el techo hasta el piso»

Saúl tendió la mano hacia la toalla que cubría el cuerpo de ella y de un tirón la retiro, dejándola totalmente desnuda, del otro lado del espejo Arturo observaba.

Natalia camino los pocos pasos que la separaban de Saúl y tendió la mano para abofetearlo, él la detuvo antes que pudiera hacerlo y la lanzó sobre la cama, arrojó su camiseta antes de dejarse caer sobre ella que lo veía como una fiera enjaulada.

La beso en la boca con frenesí, ella correspondió salvajemente a ese beso, y sus manos se deslizaron hasta la entrepierna de él, descorrió el zipper y tomo entre sus dedos la verga de Saúl, él le retiro la mano y colocándose de pie, enrollo en su puño la larga cabellera de ella obligándola a someterse, guió su cabeza hasta su erecto falo, donde ella lo tomo en su boca y comenzó a ensalivarlo de arriba hacia abajo, deteniéndose de vez en cuando en las duras pelotas, el tomo su cabeza con ambas manos, imprimiéndole el ritmo.

Cuando pensaba que no podría aguantar un segundo más, la retiro de sí, la tendió en la cama con las piernas levantadas y acerco su rostro a los rojos labios, brillantes de fluido salino, su lengua se detuvo en el pequeño nudo sobre los carnosos labios, lamiéndolo y sorbiéndolo, ella gimió, comenzó a retorcerse de placer al tiempo que dos dedos se introducían dentro de ella.

Arturo en la otra habitación impasible había desabotonado su pantalón y suavemente acariciaba su delgado miembro en un intento por excitarse, mientras contemplaba a la pareja copular.

Viendo que ya Natalia lo único que deseaba era que él, Saúl, la hiciera suya, introdujo violentamente su pene de 18cms dentro de ella, una y otra vez se lanzó impetuosamente, ella veía como aquel miembro grande y grueso entraba y salía de su cuerpo, a cada sacudida oleadas de placer la recorrían.

Luego de unos 10 minutos le dio la vuelta colocándola a gatas, tomándola del pelo la penetro fuertemente por detrás, ella gemía, pidiendo más, con un hábil dedo, él masajeo su esfínter anal, preparándolo para penetrarlo, escupiendo un poco lubricó con saliva su delicado glande y el culo de Natalia, luego tomando su miembro con la mano para apuntarlo directamente lo introdujo en el ano de ella, quien grito de dolor, tapándole la boca con su ancha mano, ahogo sus gritos, sin dejar de mover sus caderas hacia delante y hacia atrás.

Se acercaba a la cima, cada vez sus movimientos eran más frenéticos, con una embestida final que arrancó un último grito de agonía de Natalia se retiro y un espeso chorro de semen cayo sobre la espalda de ella.

Arturo quien finalmente había conseguido elevar su miembro, contempló la escena con una sonrisa de satisfacción.

A sus pies el joven que lo miraba con abyecta sumisión lamía el opalino liquido que goteaba de su uretra.

Cuando todo termino, tomo al joven por el rostro y lo besó ardientemente, chupando su lengua y mordiendo sus labios…