Roberto era un joven de 19 años, alto, musculoso, con muy buen cuerpo, pelirrojo con los ojos verdes y un poco tímido.
Estudiaba en la universidad y vivía en casa de su padre, que estaba divorciado. Recientemente, este había iniciado una relación con otra mujer, Vicky, que se había ido a vivir con ellos.
Vicky tenía 44 años, era rubia, con media melena, ojos claros, un poco bajita, con grandes pechos y culo, un poco pasada de pecho, pero muy resultona.
A Roberto le gustaba observarla, al principio, a veces iba con poca ropa por casa, y al chico se le iban los ojos.
El padre de Roberto había notado las reacciones de su hijo y pidió a su pareja que saliera más tapada cuando el muchacho estuviera en casa, ella no entendía bien porque debía taparse, decía que tenía lo mismo que cualquier otra mujer, pero decidió hacer caso al padre de Roberto para evitar discusiones.
La relación entre Roberto y Vicky era un tanto distante, ella trataba de hablar con él, era una mujer bastante abierta, pero el se mostraba distante, primero por su timidez y, después, porque se sentía atraído por su madrastra, pero tenía un gran respeto por su padre y pensaba que si su relación mejoraba, pensaba que podía ocurrir algo entre ellos y no deseaba hacerle eso a su padre.
Sin embargo, un día ocurrió algo que no pudo evitar. Era sábado por la noche, Vicky y el padre de Roberto habían salido de fiesta con unos amigos, en teoría no volvían hasta el domingo por la tarde.
Él se había quedado estudiando. A Roberto le gustaba mucho dormir en la cama de su padre, que era más grande y cómoda que la suya, y aprovechaba la ausencia de la pareja, los fines de semana no solían estar en casa, para dormir en esa cama.
Esa noche hizo lo mismo, se metió en la cama de su padre, dormía solo con un pantalón corto, se acostó, apagó las luces y pronto se quedó dormido. Sin embargo, un rato después, un ruido lo despertó, la puerta de la habitación se abrió y entró Vicky.
– Ya has vuelto, cariño – dijo la mujer – veo que tu amigo no tenía nada grave, menos mal.
Roberto se quedó petrificado, no sabía muy si contestar o no.
– Podías haberme avisado de que ya habías vuelto a casa, nosotras estuvimos viendo una peli en casa de Ana, pero, sin ti, no me apetecía seguir allí. Así que me he vuelto para aquí.
Roberto seguía sin contestar, simulando que estaba medio dormido.
– No quería despertarte, amor, veo que estás muy cansado, así que no encender él la luz, me cambiaré en el cuarto de baño.
Vicky se metió en dicho cuarto y Roberto se quedó hecho un flan, no sabía que hacer, se colocó de lado y simuló que dormía, era lo mejor que se le ocurrió.
Unos minutos después, Vicky volvió a la habitación, llevaba un ajustado camisón y se metió en la cama con quien ella creía su pareja.
A Roberto se le aceleró el corazón, pero simulaba con más ganas que dormía, Vicky se colocó a su lado y también intentó dormir. Sin embargo, parece que esa noche tenía algo de insomnio.
– No puedo dormir, amor – dijo Vicky – Me gustaría que me ayudaras.
Roberto siguió sin contestar, mientras Vicky comenzó a acariciar su pierna.
– Vamos, cariño, ayúdame – insistía Vicky en tono mimoso.
La mano de Vicky subía y bajaba por el muslo de Roberto, poco a poco, se acercaba a su paquete, hasta que comenzó a acariciarlo.
– ¿Sabes, amor? – preguntó Vicky – Hoy noto tu piel más suave.
Vicky metió la mano dentro del pantalón de Roberto y comenzó a acariciar con suavidad su polla, Roberto tuvo que morderse los labios al notarlo, mientras Vicky seguía con sus carias en la polla y los testículos.
– Ya te va creciendo, cariño, aunque creo que tengo que estimularte un poco más – le dijo Vicky.
La mujer se metió dentro de la colcha, retiró el pantalón de Roberto, cogió su polla, la introdujo en su boca y comenzó a chuparla. Roberto comenzó a estremecerse de placer, se agarraba a la cama y contenía sus ganas de gritar, aunque tuvo que ceder ante la sensación que notaba mientras los labios de Vicky, subían y bajaban por su polla que se estaba poniendo durísima, finalmente no pudo evitar gritar.
– ¡Síííííííííííí!
Al escuchar que no era la voz de su pareja Vicky se detuvo, retiró la colcha y encendió la luz.
– ¿Qué es esto? – gritó sorprendida – ¿Qué haces tú aquí?
– Yo, yo… – balbuceaba Roberto
– ¿Tú qué?
– Es que me gusta dormir en la cama de mi padre cuando no estáis.
– Ya
– Yo no quería hacer nada, de verdad.
Vicky dejó de escuchar las vacilantes explicaciones del muchacho y no dejaba de mirar su polla, le atraía, tan grande, tan dura.
– Mira, nene – le dijo Vicky – No me gusta dejar las cosas a medias y menos cuando estoy tan cachonda.
Roberto volvió a quedarse sin palabras, Vicky se quitó el camisón, se quedó completamente desnuda, apagó otra vez la luz, se colocó sobre Roberto, que seguía tumbado sobre la cama, cogió su polla, se sentó encima y la introdujo dentro de su coño mojado, Roberto volvió a sentir otra vez una gran sensación de placer, está vez gritó fuerte, mientras Vicky comenzó a moverse y cabalgar sobre su polla. Apoyaba sus manos sobre las caderas de Roberto y subía y bajaba sin parar.
– ¡Así, nene, así! – le pedía Vicky – ¡Dame más!
Roberto solo se limitaba a gemir y gemir, nunca había sentido tanto placer, le encantaba levantar sus ojos y contemplar como Vicky se movía sobre su polla. Vicky cogió sus manos y las colocó sobre sus caderas.
– ¡Madre mía! ¡Qué polla tienes, nene! – exclamaba entre gemidos Vicky.
Aquellos movimientos fueron creciendo sin parar, hasta que Vicky llegó al orgasmo.
– ¡Voy a correrme, nene! ¡No puedo más!
Y Vicky gritó y chilló, temblando de placer. Luego se separó de Roberto, no sin antes comprobar que su polla seguía dura todavía, cosa que la mujer no quería desperdiciar. Así, cogió a Roberto de la mano, lo levantó y ella se colocó en posición de perrito.
– ¡Vamos, nene, ya sabes que tienes que hacer!
Roberto se acercó con cierta timidez, acercando su polla al coño de Vicky.
– ¡Venga, nene, métela, no sé a que esperas!
Roberto metió su polla como le había pedido Vicky, de nuevo el placer comenzó a invadir el cuerpo de los 2, Roberto metía y sacaba su polla con timidez, como con miedo, pero Vicky no deseaba eso.
– ¡Más fuerte, nene, fóllame más fuerte! – le solicitaba Vicky entre gemidos.
Roberto quería complacer los deseos de Vicky, así que empezó a empujar su polla con más y más fuerza.
– ¡Así, así, nene! – exclamaba gimiendo ella – ¡Fóllame, así, con esa polla tan grande!
A Roberto le excitaban mucho las palabras de Vicky, así que empujó todavía más fuerte, sujetándola por las caderas, hasta se atrevió a cogerla del pelo.
Mientras ella no paraba de gemir y gritar, de pedir más y más. De nuevo, Vicky fue llegando otra vez hasta el orgasmo, de nuevo gritó, si cabe, más que antes, y se estremeció, bañándose en un mar de placer, esta vez Roberto también le acompañó, cuando sintió que iba a llegar al éxtasis, apenas le dio tiempo a sacar su polla, de la que surgió un gran chorro de semen que cayó sobre el cuerpo de Vicky.
Ella se volvió y le sonrió.
– ¡Ha sido increíble, nene! – exclamó ella – Ahora vamos a lavarnos y a dormir.
– ¿Puedo quedarme aquí, contigo? – le preguntó él.
– No, cariño, tu padre puede volver en cualquier momento. Pero no te preocupes, creo que repetiremos muy pronto.
Roberto sonrió, besó los labios de Vicky y se marchó.
– Espero que sea muy pronto – le dijo a su madrastra.