Capítulo 4

Zeks IV

He vuelto para seguir mi relato tal y como paso, y como dicen en las bodas, en lo bueno y en lo malo, también. Entre Santi y yo no solo (y hay) sexo.

No me gustaba admitirlo, pero empacaba a quererle.

No quería creerlo, supongo que aun tenía dudas sobre él y yo. Además Santi no parecía querer algo más que sexo.

Seguía sintiendo que me hundía, que no podía apoyarme en nada. No sabía a quien acudir, en quien confiarle algo tan intimo.

No me gustan las relaciones por Internet, así que mi dolor no podía olvidarse por ese método.

Una y otra vez, se lo comenté a mi amante, pero le restaba importancia o me decía que eso arruinaría lo nuestro.

Tres meses llevábamos siendo amantes, acariciándonos y besándonos. Y Yo sentía en mi corazón un palpitar cada más acelerado cuando le veía. Le quería tanto.

Yo le decía te quiero, pero él solo me respondía con un sencillo beso. Me sentía tan rechazado, sí seguíamos haciendo el amor, pero yo no podía alimentarme de sexo solo. Decidí ser fuerte y aclararle todo lo que sentía, quizás así cambiaría.

Una noche, salimos a dar un paseo. Las calles estaban casi vacías y mientras caminábamos le agarré la mano. Durante unos segundos me sentí vivo, pero puro poco. Apartó la mano disimuladamente.

¿Qué pasa? ¿Porqué siempre me haces esto?

¿Hacer qué? – Respondió.

Nunca me dices te quiero, no me das la mano, no… me das cariño. Y es lo que necesito. Me encanta hacerlo contigo, sí, pero necesito que me ames también.

Yo no quiero amarte

¿Quiero? ¿Cómo que no quería? – Pensé yo.

Nos quedamos callados. Y ese silencio duró días. A él le pasaba algo, ocultaba algo y yo no sabía qué era. Pero supe que no podía competir contra ese sentimiento hasta que Santi no lo superara, fuera lo que fuera.

El hombre que me dio un placer que jamás soñaría que existía y yo acabamos distanciándonos tanto que me sentía morir. Tenía tanto amor para darle, pero él lo rechazaba y yo sufría por ello.

Llamadme cobarde si queréis, pero finalmente le dije:

Santi, no puedo seguir así. No puedo estar a tu lado si tú no sientes lo mismo que yo. Te quiero, creo que estoy enamorado.

Johnny, venga…

No me cortes, déjame terminar, por favor.

Yo solo quiero decirte que no soportaré verte más si tú no sientes lo mismo que yo. Me mata que no me quieras y prefiero sufrir por no poder volver a besarte, que seguir a tu lado; muriéndome cada día.

Me di la vuelta y salí de su casa como alma que lleva el diablo. Él me dijo algo, pero no quería saber que era o volvería a él, aunque me matara por dentro.

Caminé toda la noche, paseando aquí y allá, a la luz de las farolas y las estrellas. Pensando en lo que había perdido, pero sabía que había elegido bien. Llego un momento en que no sabía por donde iba, solo caminaba con lagrimas en los ojos hacia ninguna parte.

De vez en cuando algún trasnochador me observaba y pasaba de largo. Caminé trastabillando toda la noche, sin conciencia de lo que hacía.

Al amanecer me senté a observar el amanecer y mientras lo veía sonó el celular. Era mi hermano, que preocupado por que había faltado me había estado llamando toda la noche.

No me di cuenta, no iba pensando en eso.

¿Dónde estas?

Le di la dirección y en un cuarto de hora estaba camino de casa.

Me ha llamado antes Santi.

Me da igual.

Supongo que no me dirás lo que ha pasado.

No, lo siento. No quiero hablar de eso ahora.

Sentí que algo me apretaba el corazón y garganta y unas lágrimas frías recorrieron mis mejillas.

No hacía ruido. Solo lloraba. Intenté calmarme pero no pude.

Apoyé mi cabeza en el cristal de la ventana y sollocé.

Supongo que aunque no me lo cuentes y no sepa por qué puedo consolarte diciendo que el tiempo hará que te acostumbres a lo que quiera que te pase.

Paró el coche, al principio pensé que era por mí, pero luego vi que habíamos llegado a casa. Salí aun llorando. Pasó una mano por encima de mis hombros y me abrazó diciendo que estaba ahí y no se iba a ir, que estaba conmigo.

Me apoyé en él hasta llegar a la puerta de casa. Era fin de semana y mis padres no estaban, como siempre. Me senté en el sofá y mientras recordaba a Santi y mi primera vez, lagrimeé hasta que no pude más.

Dani seguía ahí, a mi lado, consolándome.

Me pasé el resto del fin de semana sin salir.

Él seguía estando a mi lado, a pesar de no saber nada de lo sucedido. Así pasé mis primeros días sin Santi, pero él volvería a mi vida. Para bien o para mal.

Continúa la serie