Capítulo 3
Venancio el viejo tendero III
Los siguientes días seguimos coincidiendo el viejo tendero y yo, en el bar en el que solíamos parar. Y como ya era costumbre, cada vez que coincidíamos en los aseos, el viejo tendero, me metía mano todo lo que podía.
Antes de entrar en el wáter, había una pileta para lavarse, luego había un urinario, y al fondo estaba el wáter. El sitio no era muy espacioso, y al pasar hacia el wáter, era muy fácil rozar al que estaba lavándose, o meando en el urinario.
Pues cada vez que yo iba a mear, era casi seguro que me encontrara con el viejo Venancio, y por supuesto él siempre se aprovechaba; cada vez era más descarado, hasta llegó a bajarme los pantalones, y además de sobarme el culo, llegó a meterme un dedo en mi hoyito. La verdad es que aquello me gustaba, pero me cabreaba y me ponía nervioso que cualquiera que entrara nos pillara en aquella situación.
No te preocupes, me solía decir el viejo tendero, si alguien quiere entrar, cuando abra la puerta, no va a poder, ya que esta tropezará conmigo, y antes de que pueda entrar, ya nos habremos acomodado. Venancio, tenía razón en aquello, pero yo seguía poniéndome nervioso cada vez que nos encontrábamos en los aseos. Y como si aquello fuera una premonición, el viernes por la noche; ese día estaba yo solo en el bar, y en un estado un poco eufórico, ya que había bebido bastante; al ir al aseo a mear, como casi siempre sucedía, al poco, entró Venancio, y como cada vez, empezó a meterme mano. No tardó en ponerme cachondo, hasta que consiguió bajarme los pantalones y slip, y arrimándose a mi espalda, sin dejar que saliera del urinario, empezó a sobarme el culo, para luego agarrarme la polla y empezar un suave meneo, mientras con la boca me mordía la nuca, me susurraba lo bueno que estaba, y que quería follarme allí mismo.
En aquel momento perdí la noción de donde estaba además de la razón. Echando la mano a su paquete, le saqué la polla, empezando a meneársela. Nos pusimos tan cachondos, que no fuimos capaces de parar. Me giró hacia él, y poniendo sus manos sobre mis hombros, me empujaba para que yo me agachara, y le chupara la polla.
Anda se bueno, abre la boca y hazme una mamada, que estoy que reviento. Justo cuando estaba tragando aquella verga, se abrió la puerta, y aunque esta no pudo abrirse de todo, el que quería entrar, pudo ver perfectamente en qué situación nos encontrábamos el viejo tendero y yo.
El que quería entrar, y nos había pillado en aquella situación, no era otro que el camarero del bar.
¡Joder! Exclamó esté, pues sí que lo pasáis bien, ya veo como os lo montáis. Dejarme pasar a mear, que estoy que reviento.
Mientras nos componíamos, dejamos que abriera la puerta y pasara. Yo me estaba incorporando a la vez que, con una mano, me subía el slip y pantalón, cuando pasaba el camarero a mi costado. Joder con el ciego, no sabía que te gustaban estas cosas, y que culito tienes cabrón, decía a la vez que me acariciaba con su mano el culo; me tienes que dejarlo probar.
No te pases, Marcos, le soltó, Venancio, el viejo tendero. Este culito ya tiene dueño, y quien lo deje bien satisfecho.
¡Joder! Os pillo en plena función, y sois tan cabrones de dejarme sin poder participar de la fiesta. Anda no ser malos, y si esperáis un momento, termino de cerrar el bar, y me uno a la fiesta.
Sin dar tiempo a que habláramos nada más, el camarero salió como si fuese un rayo, mientras cerraba la puerta del bar, y apagaba las luces, Venancio, me iba diciendo que estuviera tranquilo que no pasaba nada, y me decía que,
Marcos, también le gustaba follar con tíos.
¿Tú no sabías que a, Marcos, también le va esto?
Pues la verdad es que no tenía ni idea, le contesté.
Pues estate tranquilo que él no va a decir nada. Anda deja de abrocharte el pantalón, y vamos a seguir con lo que estábamos haciendo.
No sé, le contesté, esto me ha puesto muy nervioso, le decía, mientras el viejo tendero, me sujetaba las manos, llevándolas hacia sus hombros, de esa manera se arrimó más a mí, mientras con su boca me empezaba a dar mordiscos suaves por el cuello. Aquello me hizo estremecer de placer, y la polla volvía a ponerse dura.
Bajó sus manos hacia mi cintura, empezando a volver a desabrocharme el pantalón. Iba muy despacito, no quería que yo me volviese a asustar. Dejó que fuese cayendo el pantalón poco a poco, mientras metía sus manos por dentro de mi slip, a la vez que me lo iba bajando.
Así nos volvió a encontrar el camarero. Nada más abrir la puerta, Venancio me apretó más a él, para que yo no me asustara.
El camarero quedó parado junto al marco de la puerta, contemplando lo que Venancio me iba haciendo; Me di cuenta de que el viejo tendero había levantado una mano, haciendo una seña a este. Poco a poco me iba haciendo agachar, hasta que me puso a la altura de su polla. Anda abre esa boquita, y sigue con la mamada que me estabas haciendo.
Sujetado con mis manos en la cintura de Venancio,
Abrí la boca y volví a tragar aquella maravilla de verga.
¡Así, así, que boquita más rica tienes! ¡oooh, princesita, como me gusta!
Fue entonces cuando noté las manos del camarero que me acariciaban el culo. Poco a poco fue acariciándome por la espalda y pecho, hasta que llevó la camiseta que tenía puesta, hasta mis hombros.
Luego llevó sus manos a mis tetillas, acariciándolas y pellizcando ligeramente los pezones, ¡Joder! Las tienes bien duras, debes estar caliente a tope, ciego, soltó el camarero. Luego fue bajando por mi vientre, hasta llegar a mi polla, acariciarla y agarrar los huevos.
Con una de sus manos, terminó de bajarme el slip y pantalón, me hizo levantar una pierna y me sacó el pantalón y slip, luego hizo lo mismo con la otra pierna, hasta que terminó de sacarme el pantalón y slip. Lo apartó a un costado con una de sus manos, sin dejarme de acariciar con la otra la polla y huevos.
Ahora mientras yo seguía chupando la polla del viejo tendero, Marcos el camarero, me hizo abrir un poco las piernas, acariciándome con la mano que tenía libre, el culo, a la vez que con un dedo me exploraba el ano. Se coloco mejor, y soltando la polla, me sujetó las piernas, haciendo que abriera más el culo, hasta que noté como una lengua recorría todo mi ano y perineo.
Di un respingo y abriendo la boca di un suspiro de placer que fue ahogado por la polla del viejo tendero al meterla hasta la campanilla.
Después de un buen rato chupando la polla del viejo tendero, y ser acariciado y lamido el ano por Marcos el camarero, Venancio me pidió que parara, y sacándome la camiseta que tenía enrollada en el cuello, me hizo poner de pie.
Me dio la vuelta, y una vez me sacó la camiseta dejándola caer al suelo junto al pantalón y slip, hizo que apoyara las manos sobre la pared, agarrándome la cintura, y tirando por ella para que estuviera un poco inclinado.
Vamos a ver lo bien que te ha lubricado ese culito, Marcos. Llevó uno de sus dedos a mi ano, y empezó a meterlo dentro, ¡ay! Grité al notar entrar el dedo.
Será mejor que lubriquemos un poco más este culito, dijo el viejo; ¿no tienes nada para lubricar, Marcos? Como no sea un poco de mantequilla que uso para los sándwiches, contestó el camarero. Eso nos puede valer le respondió el viejo, Venancio.
En unos segundos ya estaba de nuevo el camarero, y en sus manos traía un poco de mantequilla. Deja que se lo unte yo.
Y mientras Marcos el camarero me untaba el ano e introducía con sus dedos la misma en mi hoyito, el viejo me daba mordiscos en la nuca y hombros.
Mira cómo me tienes, me decía Venancio, el viejo tendero, llevando una de mis manos a su polla; ya verás cómo vas a gozar de ella esta noche, princesita.
Una vez terminó, Marcos, el camarero de untarme la mantequilla, el viejo, volvió a sujetar de la cintura, tirando de ella para que me inclinara un poco. Puso la punta de su polla en la entrada de mi ano, y dando una estocada me introdujo su polla hasta el fondo.
Di un suspiro, a la vez que me erguía un poco. El viejo me sujetó fuertemente con sus manos sobre mi cintura, volviendo a clavarme la polla en lo más hondo de mis entrañas; esta vez hasta me hizo poner de puntillas; ve despacio, le pedí.
¡Así, así! Ya te tengo, princesa, ahora eres toda mía. ¡Goza mi amorcito!
Agarrado a mi cintura, tiró por mí; ven, vamos para aquí, me decía mientras tiraba por mi cintura, y me tenía clavada la polla en lo más hondo de mí culo.
Se colocó delante de la puerta, quedando apoyada su espalda sobre ella, así yo quedaba mirando al frente de aquel pequeño pasillo.
Delante de mí, se encontraba Marcos, el camarero. Se acercó hacia mí, dejando que con mis manos me sujetará sobre él.
El muy cabrón, tenía el pantalón bajado hasta los tobillos, y la polla la tenía tiesa a más no poder; se notaba que el cabrón se había estado haciendo una paja, viendo como el viejo me clavaba la polla en el culo.
Agarrado con una mano en su cintura, con la otra mano agarré la polla del camarero, llevándola a mi boca y empezar por lamer la punta de esta, viendo que ya la tenía toda de precumen.
Con cada envestida que me daba el viejo, se iba metiendo un poco más la polla de Marcos en mi boca, ¡ooohhhh! Que gusto, decía el camarero, sujetándome con sus manos la cabeza, y haciendo que tragara más su polla, mientras el viejo me estaba enculando.
Quiero que me dejes probar ese culito, me decía, Marcos, mientras me seguía follando por la boca, y el viejo tendero me seguía dando por el culo.
Ya llevábamos un buen rato follando; más bien siendo yo follado por la boca y culo, cuando, Venancio, el viejo tendero, empezó a darme unas mayores envestidas, y dando unos suaves alaridos, empezó a descargar su semen dentro de mi culito, ¡oooohhhh! Me corro princesa, ya me corro, ¡oooohhhh!
El viejo tendero pegado a mi espalda y sin terminar de sacar su polla de mi culo, me besaba la espalda y acariciaba con sus manos mis huevos, polla y tetillas.
Eres mi princesa, me decía el viejo tendero. Me fue poniendo de pie, mientras su polla iba saliendo de mi culo, a la vez que notaba como me iba escurriendo parte de su semen. Una vez me tuvo de pie, me dio la vuelta y sujetando con sus manos mi cara, me besaba y mordía los labios.
Ahora si quieres puedes dejar que Marcos, te la meta.
Estoy que no me tengo de pie, las piernas se me doblan, no sé si daré aguantado, le contesté.
Espera, dijo Marcos, y al momento apareció con una silla, se sentó sobre ella, y tirando por mí, me fue sentando sobre su polla. Una vez me tenía bien ensartado, empezó a mover su cintura. Pero de aquella manera no estábamos cómodos, así que me hizo levantar, me giró hacia él, y me hizo subir a horcajadas sobre él.
Ahora que sí me tenía bien ensartado sobre su polla, me hizo colocar las manos sobre sus hombros y de esa manera que cabalgara sobre su polla.
Con la boca, el camarero, mordía mis tetillas, y clavando sus dedos en mi culo, me ayudaba a subir.
Al poco rato, Marcos se erguía y sujetándome por las piernas, me apoyó la espalda a la pared, y dando fuertes envestidas y grandes alaridos, empezó a correrse dentro mía, ¡aaaaahhhhh!, cabrón que bueno estás, ¡aaaahhhhh!, dios, que culo tienes, me vas a dejar los huevos secos.
Una vez descargó todo su semen en lo más profundo de mis entrañas, me fue dejando bajar las piernas, para quedar de pie frente a él. Con su mano agarró mi pequeña polla, y meneándomela, hizo que me corriera. Esto tenemos que volver a repetirlo, ciego. Lo hemos pasado de maravilla, y tienes un culito divino para follarlo.
Me ayudaron a vestir, y una vez estuvo todo en orden y nosotros compuestos, Marcos el camarero nos invitó a tomar unas copas, de esa manera charlábamos un poco, y nos poníamos de acuerdo en repetir aquello. Y no tardó mucho en repetirse, ya que al día siguiente fue cuando repetimos. Pero eso sería entre los 3, ya que antes de subir a casa, Venancio, el viejo tendero, me volvió a dar por el culo.
Después de haber quedado para el día siguiente y haber terminado de beber las copas, salimos los 3 del bar, encaminándonos para ir cada uno a su casa.
Los 3 íbamos caminando juntos, ya que llevábamos la misma dirección. Al llegar a la altura de la tienda casa de, Venancio, nos paramos y el viejo tendero nos invitaba a tomar la última copa en su casa. No dijo Marcos el camarero, yo llevo prisa, mañana tengo que madrugar y hoy voy cansado. Yo dije que ya había bebido bastante, y estaba algo borracho.
Como queráis, dijo el viejo Venancio, pero entonces deja que te acompañe hasta tu casa. Bueno le contesté; yo os dejo, dijo Marcos, mañana nos vemos.
El viejo y yo, seguimos caminando hasta llegar al portal de mi casa. Al llegar, abrí la puerta, y el viejo Venancio, sujetándome por el brazo, me dijo, espera, vamos a fumar un cigarrillo antes de que subas para casa.
Bueno le contesté, mientras él sacaba el tabaco y me colocaba un cigarrillo en la boca.
Medió fuego con su mechero, y luego de guardar el tabaco y mechero en el bolsillo, agarró mi mano llevándola a su paquete y restregar mi mano por todo su bulto; ¿mira cómo me tienes, no te apetece repetir?; tengo ganas de volver a follar este culito, me decía, sobándome con su mano el culo.
Estoy cansado y medio borracho, mejor que lo dejemos para mañana, le decía yo. Pero el viejo tendero, no paraba de sobarme el culo y agarrarme la polla. Nos van a ver, le decía, pero el viejo Venancio, no paraba. Ya me estaba desabrochando el pantalón, y tenía una mano dentro, con la que me acariciaba los huevos y polla. Anda, se bueno y deja que te vuelva a follar.
Estás bien salido hoy, joder para que nos van a ver, le decía. Me empujó hacia dentro del portal, cerró la puerta, y seguía con su cometido, que no era otra cosa que intentar bajarme los pantalones y meterme mano hasta conseguir ponerme tan cachondo, que dejara de resistirme.
Ya había conseguido bajarme parte de los pantalones y slip, cuando le dije que parara, que le hacía una paja, que allí era peligroso y nos podían encontrar en plena función.
Dejó que le sacara la polla, la cual estaba bien tiesa, la hija de puta, eso que hacía poco que me había llenado el culo de semen.
Si quieres vamos a mi casa y te follo en la cama; hoy me he tomado una viagra enterita, y ando más salido que cuando tenía 15 años. Te juro que hoy te estaré follando toda la noche, me decía el viejo Venancio; pero el muy cabrón, no paraba de meterme mano e intentar bajarme por completo los pantalones y slip, los cuales ya los tenía a la altura de las rodillas. En una de las ocasiones logró darme la vuelta, y pegándome a la pared, arrimó su polla a mi culo, y cuando yo intenté agacharme para sujetarme el pantalón y slip, y no se me cayeran a los tobillos, antes de que pudiera subirlos, ya me había clavado su polla en lo más hondo de mi culo.
Di un suspiro de placer, mientras Venancio, me tenía bien sujetado, ¡así mi amor, así, deja que te folle! Y sin perder el ritmo, empezó a culearme.
Metía y sacaba su polla de mi culo a un ritmo endiablado; parecía que estaba poseído; y después de un buen rato en el que me estuvo culeando, empezó a gemir, ¡oooohhhh! Que gusto, ¡oooohhhh! Como me gusta, princesa, ¡ya, ya, ya me corro!
Mordió mi nuca, y poco a poco fue parando de dar envestidas.
Cuando sacó la polla de mi culo, aún la tenía tiesa y bien dura; mira como la sigo teniendo, princesa, me dijo el viejo Venancio; ¿Por qué no vienes a dormir hoy conmigo?
No, si voy me vas a reventar, y además estoy cansado y sigo medio borracho. Bueno, contestó el viejo Venancio, pero sin dejarme subir los pantalones y slip, agarró mi polla y empezando a menearla, la metió en su boca, luego metió un dedo en mi culo, y hasta que me corrí en su boca, no me soltó.
Una vez me subí los pantalones y slip, y estuvimos listos, me dio una palmadita en el culo, diciendo, bueno pues hasta mañana princesa. Mañana lo pasaremos de maravilla, ya verás.
Me fui hasta el ascensor, y me despedí de Venancio, hasta mañana, le dije.
Nada más entrar en mi casa, me fui a la cama. Ese día iba dormir como nunca, el culo bien follado y abierto, y repletito de semen.