Capítulo 1
Taberna Bernardino, vinos y licores I: El purito
Siendo un adolescente fue cuando empecé a fumar, iba por aquel entonces al instituto. Como les pasaba a muchos, como no tenía dinero suficiente para comprar un paquete de tabaco, lo que se solía hacer, era comprar cigarrillos sueltos. Cada cual compraba según la disponibilidad de cada uno, unos compraban tabaco sin boquilla, Celtas, peninsulares o bisonte, otros como procuraba hacer yo, preferíamos los cigarrillos con boquilla, eso sí, tabaco negro que era mucho más barato. Solían ser de las marcas, Record, Jean, Condal, Goya, Fetén, Ducados, o Aguila, que era mi preferido. Lo normal era que comprara 4 o 6 cigarrillos, no había más dinero para más, y para eso tenía que sacrificarme, e ir andando al instituto, en lugar de coger el autobús. Si iba en autobús, no había tabaco, y si compraba tabaco, pues no quedaba más remedio que ir andando.
El tabaco para comprarlo suelto, se solía comprar en quioscos o algunos bares que así lo vendían, si en alguna ocasión comprabas el paquete entero, procurabas ir al estanco, ya que salía algo más barato. Yo tenía 2 lugares donde solía comprar, uno era el quiosco que había en la entrada de la calle Peruleiro, que quedaba unos metros antes de llegar al instituto, o cerca de mi calle, en una vieja taberna, llamada, Bernardino. Me hacía gracia el nombre de la taberna, ya que al final ponía, vinos y licores. Joder si aquello parecía un cuchitril donde iban 4 viejos a beber un vino de lo más barato. Solamente vi una mañana que había entrado a comprar los cigarrillos de costumbre, a un viejo bebiendo un tumba Dios, era un chopito de vino dulce con aguardiente, y en otra ocasión que recuerdo, a otro viejo beber un sol y sombra. Las demás veces, solo vi que bebían vino de barril o alguna que otra cerveza, cosa no muy habitual esto último.
Al dueño de la taberna, le llamaban Bernardino, rondaría por aquel entonces cerca de los 50 años. Realmente no lo sé, ya que en aquella época de mi juventud, veías a un hombre de 30 y tantos años, y según su manera de vestir, ya le llamábamos viejo. Pero bueno yo creo que el tabernero se acercaba bien a los 50 tacos.
Al principio, había con él una señora mayor, que siempre supuse que sería su madre, la que en ocasiones le ayudaba ya que la tenía visto salir de la cocina, y en alguna ocasión me había atendido, dándome ella los cigarrillos. Pero aquella señora poco duró, ya era mayor, por lo que siempre supuse que sería su madre.
Cuando iba a comprar los cigarrillos y me atendía el tabernero, siempre se me quedaba mirando de arriba abajo, soltando alguna de sus graciosillas; pero ya tienes edad para fumar, ya te salieron los pelillos o en algunas ocasiones, me decía si ya había fumado algún puro; luego se echaba a reír, sobre todo cuando me decía lo de los puros, a lo que solía acompañar, lo de cuando quieras probar un puro, si no sabes no te preocupes que yo te enseño. Esto último siempre que me lo decía, era cuando solía estar solo, solo recuerdo que lo dijo en alguna ocasión, en la que se encontraba otro hombre de su edad, más o menos.
La verdad es que nunca les había dado importancia a los comentarios, no veía la malicia e indirectas que solía dejar caer el tabernero, era demasiado joven para darme cuenta. Eso solo lo supe con el tiempo.
Cuando empecé a darme cuenta de las indirectas que me echaba, fue a partir de un día que acudí a comprar los cigarrillos a última hora de la tarde. No se realmente porque acudí a aquella hora, ya que lo normal era que fuera a primera hora de la mañana cuando me iba para el instituto. El caso es que aquel día fui a última hora de la tarde, justo cuando estaba empezando a cerrar. Estaba colocando las contras de madera que le ponía a los ventanales, cuando llegué. Sabía que dormía allí, ya que además de taberna, había una habitación que junto a la cocina y aseo, hacían de vivienda del tabernero. Además, con el tiempo supe que atrás tenía un pequeño patio donde además de hacerle de almacén, también había otro aseo con una ducha y una pequeña habitación, que cuando vivía su madre, era donde dormía él.
Al verme entrar, después de saludarme, me dijo que esperara un momento, que iba a terminar de colocar las contras y que ya me atendía.
¿O tienes prisa? Me preguntó.
No, no tengo ninguna prisa, le contesté.
Terminó de colocar las contras a las ventanas, cosa que hacía por fuera, y luego al entrar cerró la puerta, preguntándome:
¿Qué quieres? ¿tabaco?
Sí, le contesté, viendo como cerraba la puerta tras entrar él.
Espera un momentito que estoy apurado, me decía metiéndose en el aseo.
Vi cómo entraba todo apurado al aseo, a la vez que se iba levantando el pequeño mandil que llevaba puesto por encima del pantalón.
Casi al momento, pude escuchar como se oía un chorro cayendo en el agujero que tenía aquel aseo, que era de esos que hay que ponerse de cuclillas, dándome cuenta de que seguramente se estaba meando cuando yo había entrado.
Cuando salió del aseo, frotándose las manos por aquella especie de mandil que llevaba puesto, a la vez que pasaba para el otro lado del mostrador, me decía:
Bueno, y que va a ser, ¿tabaco como siempre?
Sí, le contesté, pidiéndole 6 cigarrillos.
¿Y que, no te animas a probar un purito, Eh? Me decía dándome los 6 cigarrillos que le había pedido.
¿Qué dices, quieres probar? Insistía mientras me cobraba.
Ya, pero es que, aunque quisiera, no tengo dinero, le contesté sin llegar a entender lo que aquellas palabras que me lanzaba el tabernero encerraban.
Jejeje, se reía el tabernero, saliendo del mostrador para abrirme la puerta. No hombre no, si quieres probar un purito, no te voy a cobrar nada, es una invitación de la casa.
¿Qué dices? Me preguntaba quedándose parado delante mía.
Bueno, si es gratis… le decía yo, mirándole a la cara a la vez que me encogía de hombros.
¿Estás seguro? Me decía. ¿No te arrepentirás?
No, le contesté. Si es gratis…
Se quedó un instante pensando, mientras me miraba a la cara dudando en que hacer.
Bueno si tu quieres, luego no te arrepientas, ¿eh? Me decía sujetando la mano por la muñeca, llevándola hacia su entrepierna, a la vez que levantaba aquella especie de mandil que llevaba puesto.
Dios, al momento los ojos se me abrieron como platos. Quedé mirando para él con la boca abierta, sin saber que decir o hacer.
Mi mano estaba sobre la polla del tabernero tocándola. El cabrón ya la tenía de fuera, solo aquella especie de mandil era lo que la estaba cubriendo de mi mirada.
Tócala, que no te de vergüenza, puedes palparla todo lo que quieras.
Instintivamente empecé a palparla con mi mano, sin siquiera saber lo que estaba haciendo. Aquel cabrón tenía una buena verga, ya estaba media morcillona, y yo incrédulo de mí, no dejaba de palparla con mi mano. Dios, el cabrón del tabernero tenía una polla que me parecía enorme, la noté algo mojada en la punta, al tocarle el prepucio que le recubría el glande. Sin saber que hacer o decir, quedé allí delante mirando para el tabernero, empezándome a enrojecer a la vez que notaba como mi pollita, comparada a aquella que estaba tocando, se empezaba a poner dura.
¿Qué, te atreves a probar este purito? Me decía el tabernero, sujetándome la mano mientras yo seguía tocándole la polla sin poder decir nada.
Viendo el tabernero que yo no decía ni hacia nada, soltándome la mano, mientras con la otra sujetaba aquella especie de mandil que llevaba, manteniéndolo levantado dejando que yo mirara y palpara con mi mano su verga, llevó su mano a mi entrepierna, empezando a palpar mis genitales, notando como me estaba empezando a empalmar.
Uy, veo que te gusta, ¿eh? Me decía sin dejar de manosear mi polla y huevos, notando como me estaba empalmando cada vez más.
Viendo cómo me enrojecía y seguía sin decirle nada dejando que me metiera mano, dejando que cayese el mandil que sujetaba manteniéndolo levantado con la otra mano, llevó esta a mi culito apretándome el cachete, diciéndome, ¿te gusta?
Moví la cabeza en señal de afirmación, sin poder soltar palabra alguna.
Ven, vamos para aquí, me decía al ver que me estaba gustando y me dejaba hacer, llevándome hacia el final de aquella taberna, donde separando una de las viejas sillas, se sentaba sin soltarme el brazo por donde me sujetaba, y luego de sentarse, empezó a aflojarme el cinturón, del pantalón.
Una vez me hubo aflojado el cinturón, empezó a desabrochar el pantalón, hasta que una vez lo hubo desabrochado, tiró de él para abajo, cayendo este a mis tobillos, quedándome delante del, tan solo con la camiseta que llevaba puesta y el slip.
Sin esperar nada, tiró de mi slip hacia abajo, al igual que había hecho con mi pantalón, haciendo que mi polla saliera disparada hacia mi vientre, como si tuviera un resorte. Al bajarme el slip, había llevado enganchada mi polla en la goma del elástico, haciendo que esta al liberarse de ella, saliera disparada hacia mi vientre, a causa del empalme que ya tenía.
El tabernero echando la mano a ella, resoplaba diciéndome:
Bufff, mira como estás. Joder pues al final sí que va a ser verdad que te gustan los puritos, ¿eh maricón? Me decía sobándome los huevos y acariciándome la polla.
Yo estremeciéndome al notar su mano acariciar mi polla y genitales, gemí echando el culito hacia atrás, viendo como el tabernero no dejaba de mirarme con cara de lujuria y lascivia, sin dejar de acariciarme los genitales y polla.
Viendo como me retorcía de gusto y no decía ni hacía nada, dejándole que me acariciara mis partes íntimas, luego de estar unos minutos acariciándome y metiendo mano, se levantó de la silla a la vez que tiraba de mi camiseta hacía arriba, haciéndome que levantara mis brazos, sacándome por completo la camiseta. La dejó encima de la mesa, dejándome allí delante del, completamente desnudo, con el pantalón y slip sobre los tobillos.
Dios, no lo podía creer, había entrado a la taberna a comprar los cigarrillos como siempre, y ahora me encontraba allí delante del tabernero completamente desnudo, y totalmente expuesto a sus más perversos deseos.
Estaba excitado y caliente, pero a la vez un nerviosismo recorría todo mi cuerpo, no sabía lo que aquel hombre me iba a querer hacer. Me había ofrecido un purito, y joder me tenía allí desnudo delante de él.
Una vez dejó la camiseta sobre la mesa, volvió a llevar una mano a mis genitales, acariciándomelos, y la otra la llevó a mis tetillas, empezando a acariciar con sus dedos mis erectos he hinchados pezones. Empezó a retorcerlos a la vez que los pellizcaba y tiraba de ellos, haciéndome gemir y retorcer mi cuerpo a la vez que me en cogía estremeciéndome de gusto.
Sin poder apenas aguantarme de pie, eché mis manos hacia su cuerpo, sujetándome a él, mientras me mantenía de pie aferrado a sus caderas.
¿Te gusta, eh maricón?
Mira cómo te retuerces y disfrutas, me decía, sin dejar de meterme mano.
Excitado y caliente como estaba, no pudiendo resistirme, llevé mi mano a su entrepierna, deseando volver a tocar y manosear aquella verga que había podido palpar, cuando el tabernero había llevado mi mano a ella ofreciéndome gratis el purito.
Hijo de puta, a ese purito se refería el muy cabrón, por eso se reía siempre que me hablaba del purito, que pardillo era, joder, estaba pensando yo, mientras llevaba mi mano desesperadamente a su verga, deseándola tener en mis manos.
Uy maricón, tienes ganas de probar el purito, ¿eh?
Me parece que no es la primera vez que te vas a fumar un purito, ¿Verdad putita?
Tú ya te has fumado más puritos, ¿verdad?
Como yo no le contestaba nada, insistió preguntándome, eh… que dices, ¿ya te has fumado más puritos?
Si, le contesté a la vez que movía la cabeza en señal afirmativa.
Ay que putita tenemos, y no sabíamos nada. Así que te gustan los puritos, ¿eh? Pues hoy vas a probar un buen habano, a ver si puedes con él, me decía haciéndome girar a la vez que me hacia sentar sobre la silla.
Me hizo abrir las piernas a la vez que tiraba de mi pantalón y slip, quitándomelos por completo, echándolos sobre la mesa donde había dejado tirada la camiseta que me había quitado antes. Una vez los hubo dejado sobre la mesa, se acercó todo lo que pudo haciendo que mis piernas se abrieran, quedando él pegado a mí, llevó una de sus manos a mi nuca haciendo que mi cabeza se acercara más a su entrepierna, mientras con la otra levantaba aquel trapo que usaba a modo de mandil, dejándome ver aquella maravilla de polla, que brillante y reluciente, se mostraba totalmente erguida, mirando al frente.
Abre la boca y trágatela toda, me decía empujándome por la nuca. Vamos a ver si sabes fumar puritos, o hay que enseñarte.
Poniendo mi mano sobre su vientre, abrí la boca, empezando a meterme aquel puro habano que me ofrecía el tabernero.
Primero traté de meterme todo lo que podía aquella verga en mi boca, volviendo luego a quitarla, a la vez que iba apretando mis labios. Al llegar de nuevo al glande, empecé a chupar como si fuese un caramelo, pasando mi lengua por todo el capullo. Metía la lengua por dentro de la piel del prepucio, luego chupaba y lamía la punta del glande, para seguido ir de nuevo introduciéndome todo lo que podía aquella polla en mi boca.
El tabernero, sujetándome la cabeza con sus manos, gemía del placer que estaba sintiendo, ¡ohhh maricón que gusto! ¿ooohhh Dios que gusto! ¡ooohhh maricón que boquita tienes! Cabrón que pedazo de boca y lengüita tienes, gritaba moviendo su pelvis, tratando de introducirme toda su verga en la boca.
Yo que no podía mirarle la cara ya que aquella especie de mandil lo tenía sobre mi cabeza, empecé a tratar de desabrocharle el pantalón, haciendo que este pudiera bajarlo, y así poder liberar totalmente su polla y poder acariciarle los huevos, mientras le chupaba la polla.
Él, que veía como yo trataba de bajarle el pantalón, dejó que yo se lo fuese desabrochando, y luego empezase a tirar de él hacia abajo, dejando totalmente libre su verga y huevos, aunque seguía sin poderle ver la cara, ya que seguía con aquel trapo que usaba a modo de mandil, sobre mi cabeza. Pero bueno, ahora podía verle totalmente la polla y huevos, por lo que seguí chupándole la verga a la vez que con una mano acariciaba sus pelotas, y con la otra, acariciaba su vientre y vello púbico.
Él no paraba de gemir y acariciar mi nuca a la vez que empujaba mi cabeza, tratando de llevar el ritmo de la follada que le estaba dando a mi boca. Así, asiií maricón, Dios que bien la chupas, ¡ohhh que gusto! ¡ooo que gusto! Gemía una y otra vez, mientras yo no dejaba de chuparle la polla.
Ya llevaríamos unos 10 minutos o más, cuando noté como sus huevos se encogían pegándose más a su verga, y este empezaba a mover más su pelvis, gritando que ya se corría.
Ya, ya maricón ya me vengo, ya me vengo, gritaba aferrándose a mi cabeza a la vez que trataba de meterme todo el cipote en mi cavidad bucal. Me corro, me corro, gritaba empezando a descargar todo el esperma sobre mi boca y cara, ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! ¡ooohhh ohhh maricón que gusto!
Había lanzado 5 o 6 trallazos de semen, cayendo algunos sobre mi boca, y otros sobre mi cara y pecho. Luego metiendo su verga en mi boca, empecé a chupar la cabeza de esta, notando como iban saliendo las últimas gotas de esperma, pudiendo saborearlas a la vez que iba tragando todo aquel líquido que caliente y espeso, iba saliendo de su polla.
Una vez terminó de eyacular sobre mi boca, cara y pecho, y ya le había dejado más que limpia y bien exprimida la verga, sujetándome por los brazos, hizo que me levantara de la silla, y luego de sentarse él, llevó su boca a mi polla, empezando a mamarla como un poseso. Yo que seguía caliente y excitado, me sujetaba a su cabeza chillando de placer, al notar como el tabernero, aferrado a mi polla, no dejaba de chupar y succionar mi verga como si fuese un becerro mamando del teto de la vaca
¡Ohhh! ¡ooohhh! ¡ooohhh ohhh! Chillaba sujetándome a su cabeza, notando como la boca del tabernero succionaba mi polla, haciéndome temblar y chillar del gusto que estaba sintiendo.
Poco tiempo pude aguantar, entre lo caliente y excitado que ya estaba, y aquella boca succionándome la polla mientras sus manos acariciaban mis huevos, empecé a gritar que me corría.
Me corro, me corro, ¡ooohhh ¡¡ooohhh ohhh! Gritaba empezando a soltar varios trallazos de leche, que el cabrón del tabernero se tragó, no dejando que cayera ni una sola gota.
Dios, yo estaba sudando y las piernas no dejaban de temblarme, parecía un pollito recién nacido, pegado a su madre, sin poder dejar de temblar.
Una vez el tabernero me soltó, dejando que mi polla saliera de su boca, abrazándome a él, llevó su boca a la mía, empezando a morrear como si quisiera quitarme la respiración. Saboreo y comió toda mi cavidad bucal, succionó mi lengua y sorbió mi saliva al igual que yo la suya, pudiendo notar el sabor de mi semen en su boca.
Una vez repuestos y recuperada la respiración, dándome unas palmaditas en el culo, me decía el tabernero, eres toda una putita, tienes una boquita y una lengua, que saben hacer maravillas, si tu culito es igual, va a ser una gozada follarlo.
No, por el culo no me gusta, le dije.
No me digas que todavía lo tienes sin estrenar.
Sí, pero por ahí no quiero, le contesté.
Bueno bueno, me decía abrazándome por la cintura a él, ya tendremos tiempo de hablar de eso, ya verás como te va a gustar, todo es cuestión de paciencia y hacerlo bien para que no te duela y ya verás que rico y gusto te va a dar.
No estando muy de acuerdo con lo que me decía, cogí mi ropa, poniéndome a vestir. Primero puse mi slip, luego puse el pantalón, luego de calzarme cogí la camiseta poniéndomela, y una vez listo, el tabernero, dándome palmaditas en el culo a la vez que lo iba sobando, me decía, bueno putita, cuando quieras volver a fumar un puro habano, ya sabes donde hacerlo, y cuando quieras, te estrenamos este culito, ya verás cómo vas a disfrutar.
Los días fueron pasando, y aunque siempre iba a comprar los cigarrillos a la taberna de Leonardo, a las horas que yo iba, nunca estaba solo, siempre había algún cliente, y yo tampoco hacía nada por buscar el momento propicio. Hasta que un día ya pasado el tiempo, estando cachondo y caliente como una yegua en celo, volví a última hora de la noche, esperando a que cerrara, para entrar a comprar nuevamente cigarrillos como aquel día que le había fumado el puro habano. Por supuesto que él me vio rondando varias veces la taberna, por lo que supo que aquel día iba a volver a tenerme en sus garras, y así fue, aquel día volví a fumarme el puro habano del tabernero, y beberme su corrida, lo mismo que el hizo con la mía.
Esto lo repetimos en varias ocasiones más, no solía ser muy a menudo, pero cuando yo andaba caliente y desesperado, siempre acudía a él, a veces tardaba algún mes en volver, pero siempre en alguna ocasión, volvía. Y por supuesto que al final, pudo probar mi culito, no fue él el que lo estrenó, ni siquiera fue el segundo, pero un día que volví a comprar tabaco, esta vez ya compraba el paquete entero, ya que hacía algún tiempo que trabajaba y ya disponía de dinero suficiente, dejé que me follara e hiciera suyo. Pero esto lo contaremos en otro relato.
Siempre que fui a que me dejara chuparle la polla y él chupara la mía, lo hicimos en la taberna, unas veces en el local como esta primera vez, otras lo hicimos en su habitación, desnudos sobre la cama. Siempre trataba de convencerme para que me dejara follar, pero nunca lo consiguió, hasta que tanto fue el cántaro a la fuente, que al final llegó el día, que sin pedirlo él, acudí yo a que me hiciera suyo.
Así que ya sabéis, próximamente podréis leer, introduciéndome por el culo, el habano del tabernero.