Capítulo 1

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Recién cumplí mis 18 años, papá fue trasladado a la ciudad en la que la compañía para la que trabajaba tenía su casa matriz. Allí conocí a quien me iniciaría como sumiso.

Junto con mi pequeño hermano Julián 10 años, reinicié mis estudios de secundaria en el colegio que la Compañía había fundado para los hijos de sus socios y de sus empleados.

Era curioso, pero la filosofía de la Compañía era borrar los distingos de clase, por lo que en su Colegio nos mezclábamos los hijos de los empleados de más bajo rango como papá con los hijos de los mayores accionistas.

Me sentí particularmente prevenido cuando supe que estaría en el mismo curso que Javier y Fabio, hijos ambos de los mayores accionistas de la Compañía. Imaginé que iban a ser un par de chicos arrogantes, acostumbrados a amargarle el rato a todos sus compañeros por su condición de hijos de los dueños.

Pronto pude comprobar que mi prevención no estaba del todo infundada. Apenas llevaba escasas minutos en el colegio cuando uno de los chicos se me quedó viendo con detenimiento, como observando a un animal raro.

Era Fabio, el hijo del Vicepresidente de la Compañía; contaba escasos 17 años pero mantenía una condición física que lo hacía parecer un poco mayor, aunque su rostro delataba su verdadera edad. De cabello rubio ondulado, ojos grises y una piel blanca y tersa, tenía una expresión de ángel malo…era muy guapo…pero también muy arrogante…

Me abordó de una manera demasiado odiosa. Delante casi todos los compañeros de curso, aquel chico me llamó preguntándome que si yo era «el nuevo inferior» que iba a estudiar allí. No supe que responder y opté por mirarlo a los ojos con una actitud desafiante.

Entonces se me acercó y dándome un leve empujón, me dijo que no me ilusionara por compartir el colegio con él y sus amigos, que yo no era más que «un inferior», que a lo único que podría aspirar era a un empleo de sirviente, lamiendo el suelo en la casa de alguno de ellos que él llamaba mis «Superiores» y que, entendí, eran los hijos de los socios de la compañía.

Por poco y me lío a golpes con ese pesado; estoy seguro que hubiera salido muy mal librado de aquel trance pues el chico, a pesar de su edad, era en realidad más fuerte que yo. Además estaba la imagen de pendenciero que iba a ganarme.

Pero eso no me importaba en ese momento; no iba a dejar que un pendejo como ese, por muy rubio, por muy fuerte, por muy guapo y por muy hijo de quien fuera, me humillara de esa forma.

Entonces otro chico se interpuso y con una expresión amable calmó mis ánimos mientras reconvenía con cortesía a Fabio, quien se alejó de allí amenazando con que ya me vería luego haciendo de sirviente de cualquiera de «mis Superiores».

Este nuevo chico que me había evitado la pelea con Fabio era nada menos que Javier De La Vega, el mismísimo hijo del presidente de la Compañía. Era un chico casi más guapo que Fabio.

Tenía cabello negro largo, su piel blanca y unos ojos grandes y de color azul oscuro que parecía que hipnotizaban a quien se quedaba viéndolo. Era casi tan alto como yo a pesar de que solo tenía 17 años recién cumplidos y su cuerpo era fuerte y, al igual que Fabio, parecía estar acostumbrado a los deportes.

Cuando me presentaron ante el curso como el nuevo alumno, Javier se me acercó, me dio la bienvenida y me dijo que tal vez podríamos ser amigos. Quedé fascinado por aquel chico. No era el pesado que yo imaginaba y parecía no utilizar su posición de hijo del dueño de la compañía para subyugar a sus compañeros.

Además me pareció mucho más guapo que Fabio y, aunque yo aún no había descubierto mi homosexualidad y hasta había tenido alguna novia, empezaba a descubrir que me atraían poderosamente los chicos, aunque eso me avergonzaba muchísimo.

Pues bien esa noche no pude dormir bien imaginando lo bueno que podría resultar ser amigo de Javier, andar con él, ayudarlo a hacer pilatunas, compartir sus juegos, convertirse en su compinche, en su cómplice. Hasta me sorprendí con una pequeña erección recordando su rostro y su cuerpo.

Hay un refrán que dice que todo lo que se desea con fuerza se obtiene y yo iba a obtener lo que, sin saberlo, estaba deseando. Ya al día siguiente, Javier selló su amabilidad invitándome a su casa después de clase para hacer unos cuantos deberes y jugar un rato.

Quedé maravillado. Su casa era toda una mansión y él vivía como un Rey; tenía como un gran apartamento dentro de la casa, lleno de juguetes, videojuegos, libros, computadores, un pequeño gimnasio y en fin, todo aquello con lo que un chico de su edad pudiera soñar. Yo en cambio compartía un pequeño y oscuro cuarto con mi hermano Julián.

Hicimos muy de prisa los deberes del colegio y nos dedicamos a explorar su enorme colección de videojuegos. Tenía todos los que yo conocía, todos los que yo deseaba y muchísimos otros más. Me divertí como enano mientras Javier fue más amable, cortés y generoso que lo que ningún otro chico lo había sido conmigo en toda mi vida.

Al final de la tarde le pidió a su chofer que nos llevara a mi casa y al llegar allí se bajó de su coche, saludó muy formalmente a toda mi familia y le pidió a papá que me diera permiso de ir todas las tardes a su casa para hacer los deberes del colegio. «Claro estᖠme dijo Javier –, si tu quieres». Yo, por supuesto, acepté encantado.

Pero más encantado quedó papá con aquel chico; hubiera podido jurar que casi eyacula de la felicidad al verme bajar de aquel coche acompañado precisamente del hijo de su patrón y, tal vez, debió contenerse para no caer de rodillas ante Javier y besarle los pies para agradecerle que quisiera ser «mi amigo».

Esa noche soñé con todas las posibilidades que iba a tener siendo tan buen amigo de Javier y en la madrugada desperté con una erección incontenible, imaginándomelo desnudo, de pie en un pedestal como si fuera un dios mientras yo lo adoraba.

Me asusté por aquel pensamiento pero no tuve más remedio que masturbarme tratando – sin mucho éxito – de reemplazar la imagen de Javier por el recuerdo de la tarde en que mi antigua novia me había dejado chuparle una de sus tetitas de adolescente.

Los días transcurrían con normalidad. En el colegio, Fabio no dejaba de hostigarme y Javier de interponérseme para que no me liara a golpes con ese pesado.

En las tardes iba a casa de mi mejor amigo, hacíamos los deberes del colegio, luego jugábamos como locos y en las madrugadas despertaba empalmado imaginando que lo adoraba como a un dios y entonces tenía que masturbarme tratando de recordar la tetica de mi antigua novia y negándome lo que de verdad estaba sintiendo en el fondo de m por Javier.

El martes de la semana siguiente a la que nos habíamos conocido, no hubo deberes que hacer, así que creí que esa tarde no habría excusa para ir a casa de Javier, pero él me dijo que fuera de todas formas, que quería mostrarme algo muy interesante.

Nos encerramos en sus habitaciones y cuál no sería mi sorpresa cuando en la pantalla de su PC empezaron a aparecer imágenes pornográficas de las más explícitas.

Había de todo: chicas en pelota, chicas mamándosela a tipos, tipos follándose o enculando a las chicas…y algunas más interesantes, de chicos mamándosela a otros chicos o siendo enculados…

Javier parecía estar mas interesado en mis reacciones que en las imágenes, y no sé si sería paranoia mía, pero creo que cada vez que aparecía una de chicos con chicos me miraba detenidamente y parecía sonreír con una mezcla de ironía y picardía.

Yo tenía una mezcla de sentimientos. Por un lado estaba excitado, por otro lado estaba angustiado por que mi excitación se debía a las imágenes de chicos con chicos y sobre todo al hecho de estarlas viendo precisamente con Javier; de otra parte, me angustiaba el no poder evitar mirar de reojo el gran bulto que crecía entre su pantalón.

Intempestivamente Javier dijo que estaba empalmado y que iba a jalársela ahí mismo. Sin decir nada más se desabrochó su cinturón, bajó un poco su pantalón y de entre su boxer blanco sacó su verga completamente dura y empezó a jalársela despacio y suavemente, mientras alternaba su mirada entre la pantalla de su PC y mi rostro.

Yo estaba atónito viendo como «mi amigo» se jalaba una verga que parecía muy dura y potente, no tan gorda como la mía pero sí mucho más larga. No tenía circuncisión pero lo que podía ver de su glande cuando él se la jalaba, era rosado y jugoso…no pude apartarme del pensamiento que esa verga era la cosa más hermosa que yo había visto jamás…..

Al cabo de unos minutos dejó de verme a mí y al PC, cerró sus ojos empezó a jadear y se corrió a chorros….su lefa blanca y espesa salió disparada embarrándole el pantalón y la camisa….además de la gran excitación que sentía me asombré: ni en mis más apoteósicas pajas yo botaba tanta leche, además lo mío era un líquido casi transparente….y eso que Javier, como ya dije, era casi un año menor que yo.

Cuando acabó de correrse, y abrió los ojos, yo permanecía con mi mirada puesta en su verga, con mis labios húmedos y entreabiertos, sin saber qué hacer ni qué decir.

Estaba hecho un verdadero lío, sin poder disimular mi excitación y enrojecido de vergüenza. Decidí irme a mi casa. Atravesé la ciudad casi corriendo, hasta llegar a mi casa para rendirme a la irremediable realidad de mis deseos sexuales.

Aún era temprano; papá no había llegado del trabajo y mamá estaba de compras, así que saqué a Julián a empujones de nuestra habitación y me encerré allí a masturbarme furiosamente pensando en Javier, en su enorme y poderosa verga, en lo mucho que me hubiese gustado haberme arrodillado a sus pies para que él me hubiese obligado a mamársela, me hubiese ordenado que lo complaciera, me hubiese usado como a su puta y hubiese descargado en mi boca todo aquel torrente de semen con el que se había manchado su ropa.

No recuerdo cuántas veces me la jalé aquel día, pero mi verga quedó hinchada y me dolía como si me la hubiesen azotado. Y aún así, no me pasaba la calentura por Javier, aún así no dejaba de excitarme con el pensamiento de mamársela, de ser su puta, de beberme su leche mientras lo oía rugir de placer…

Al día siguiente las cosas estuvieron difíciles para mí. La vergüenza que me causaba el haber reconocido la poderosa atracción que ejercía Javier sobre mí me impedía mirarlo a los ojos, pero aún así no quería despegármele ni un instante. Me excitaba verlo, me excitaba el aroma de su colonia, me excitaba pensar que bajo sus pantalones había un boxer blanco dentro del cual dormitaba su enorme y hermosa verga.

Mi mutismo fue tal que Javier me preguntó que si estaba molesto con él. Yo me turbé y le contrapregunté que por qué decía eso. Entonces me dijo que todo el día no había hecho más que hablar con monosílabos y que además me había comportado como si fuera su esclavo – me estremecí y un escalofrío recorrió mi espina dorsal – por que no lo miraba a los ojos y andaba siempre como cabizbajo ante él.

Le inventé una historia poco convincente; dije que me había peleado con Julián y que él iba a hacer que papá me castigara y que papá siempre me castigaba muy duro y que por eso estaba preocupado.

Para completar, ya casi a la hora de la salida, pasé al lado de Fabio y accidentalmente pisé uno de sus zapatos. El chico me increpó de inmediato diciéndome «¿ves lo que has hecho…estúpido, idiota…torpe?»

Intenté disculparme, pero apenas abrí mis labios, Fabio me dijo casi a los gritos: «torpe…inferior…limpia mis zapatos….limpia mis zapatos con tu lengua, estúpido inferior…..»

Verdaderamente me indigné. Intenté saltarle encima para darle su merecido por arrogante; pero él, con mucha habilidad, se hizo a un lado y yo di con mi cabeza en el suelo. Quedé a cuatro patas y antes de que pudiera reponerme de la sorpresa, Fabio me pateó el trasero con violencia.

Acusé el golpe y creí que me había partido el culo; pero lo más doloroso fue la carcajada que soltaron todos los que se habían agrupado a nuestro alrededor. Más que el culo, lo que me dolió fue el profundo sentimiento de humillación que me invadió.

Me levanté ciego de la ira y acometí contra Fabio. Esta vez, el chico no se hizo a un lado; por el contrario, esperó mi arremetida, pero antes de que pudiera siquiera tocarlo, me asestó una bofetada furiosa que me hizo perder el equilibrio nuevamente.

El chico volvió a patearme el trasero ante una nueva explosión de risa de nuestros compañeros. Además de humillado me sentí completamente impotente. Ya no tuve arrestos para levantarme nuevamente. Fabio se me acercó y mientras restregaba sus zapatos contra mi camisa, me espetó: «por ahora confórmate con esto, estúpido inferior…pero no te apures, que un día cualquiera te permitiré el honor de lamerme los pies…»

Todos volvieron a reír sonoramente mientras yo empezaba a sollozar. La repulsa que me causaba Fabio por su actitud arrogante se me había convertido en un odio visceral…..hubiera dado lo que fuera por patearle su trasero y humillarlo de la forma en como él lo hacía conmigo.

En ese instante se me acercó Javier y me dijo que me levantara, que no le diera importancia al incidente, que ya se me pasarían el dolor y la rabia.

Mientras íbamos a su casa, ya repuesto un poco de la explosión de llanto que me produjo el incidente con Fabio, le dije a Javier que tarde o temprano ese chico me las pagaría, que lo haría morder el polvo.

«Mi amigo» me respondió que lo olvidara, que mejor no me envenenara con rencores que tal vez tendría que tragarme yo mismo antes de lograr que Fabio mordiera el polvo. Me sentí avergonzado ante Javier, pero él, en un tono que yo creí de broma, agregó: «recuerda que Fabio es un Superior y tu eres un inferior….»

En vez de enojarme sonreí. Javier empezaba a tener el poder de calmarme con su voz; su sola presencia era ya un calmante para mí, una especie de tranquilizante que me sumía en un estado de mutismo y obediencia.

No pude concentrarme como era debido en los deberes del colegio. Javier lo notó y me dijo que mejor esa tarde no jugáramos, que me fuera a mi casa y que por el camino meditara en lo que había pasado y – otra vez en un tono que creí de broma – me dijo que pensara en la diferencia que hay entre los Superiores y los inferiores.

Volví a sonreír y no pude evitar darle las gracias, le dije que me perdonara pero que ya sentía que lo quería mucho, que él era el mejor chico del mundo y que a mí de verdad me gustaría hacer algo para compensarlo por dejarme ser «su amigo».

Javier sonrío con picardía. Inmediatamente me avergoncé por lo que acababa de decirle e incliné mi cabeza para evitar que notara mi sonrojo. Me palmeó suavemente la mejilla – la misma en la que Fabio me había golpeado – y me dijo que no me preocupara, que ya él sabría la forma en como yo podría pagarle.

Casi corrí a casa. Mamá me increpó por lo sucia que estaba mi camisa, papá dijo que yo era un cerdo sucio y que muy seguramente me había revolcado por ahí, en busca de quien sabe qué; Julián se burló de mí ante el comentario de papá y añadió que a mi me gustaba arrastrarme lamiéndole los zapatos a los «Superiores».

Seguro que el mocoso se había dado cuenta del incidente con Fabio. Intenté golpearlo pero papá la emprendió conmigo a correazos. De todas formas el castigo me evitó dar explicaciones sobre el comentario de Julián.

Me fui a la habitación rabioso y triste. Quería gritar de desesperación, quería llorar de rabia y de impotencia. Me acosté e inmediatamente vino a mi mente la imagen de Javier; eso me calmó.

Cerré mis ojos y empecé a imaginar lo dulce que sería estar por siempre con él, a su lado, viendo sus ojos azules, sintiendo sus suaves y fuertes manos palmeando mis mejillas, viéndolo sonreír. Concluí que si Javier me pidiese que yo le lamiera sus zapatos, no podría negarme….lo haría con el mayor de los gustos…..

Me dormí y empecé a tener sueños confusos en los cuales Julián, azuzado por papá, me daba de correazos mientras yo, puesto a cuatro patas, le lamía los zapatos a Fabio, cuya imagen se confundía con la de Javier, que me acariciaba una mejilla y luego me golpeaba furiosamente….al rato aparecía yo arrodillado ante Javier, lamiéndole su verga untada de semen mientras Fabio me pateaba el trasero y me gritaba «estúpido inferior….esclavo….». A veces la imagen era la de Julián, que intentaba meterme sus pies en la boca mientras papá me azotaba con saña y mamá aplaudía divertida….

Desperté en la madrugada. Estaba sudoroso y agitado. Me dolía el trasero, me dolían las piernas y la espalda donde papá me había golpeado con la correa….pero también tenía una erección incontenible. Tuve que masturbarme….sin poder apartar de mi pensamiento que si Javier me pidiera que le lamiera sus pies yo lo haría con el mayor de los gustos….

El resto de la semana transcurrió sin mayores incidentes que comentar, solo que el hostigamiento de Fabio se hizo más constante. Siempre que me cruzaba con él, me empujaba, me decía «estúpido, inferior» o algo semejante y amenazaba con que un día me haría lamerle los pies; yo, siguiendo las indicaciones de Javier, trataba de ignorarlo, me apartaba y seguía mi camino. Pero mi odio hacia ese chico seguía alimentándose y no estaba seguro de poder contenerme un día cualquiera…

El Viernes, como de costumbre, me fui con Javier a su casa. Por el camino me preguntó si yo quería ganarme unos cuantos dólares; le respondí que claro pero que no sabía cómo. Papá no era precisamente un dechado de generosidad para conmigo; es más, en muchas ocasiones me escamoteaba hasta lo más necesario; al contrario de lo que sucedía con Julián…pero en fin, ese es otro cuento.

Javier me contó una historia algo rara – pero en aquellos días hubiese podido decirme que él era el Rey Arturo y yo se lo habría creído sin dudarlo –. Me dijo que una de las sirvientas, precisamente la que atendía el arreglo de sus habitaciones, había tenido que salir de urgencia, que él le había otorgado el permiso sin consultarle a su mamá y que ahora, para cubrir la ausencia de la sirvienta, él mismo tendría que asear y ordenar sus habitaciones.

Me dijo que como era obvio, él no estaba acostumbrado a «esos menesteres serviles» y que le desagradaba profundamente llevarlos acabo; así que me proponía que yo hiciera el trabajo de la sirvienta y que a cambio me daría 20 dólares, además de una buena propina si quedaba satisfecho con mi trabajo. Sería necesario que durmiera en su casa para poder hacer parte del trabajo esa misma tarde y el resto lo dejaría para el sábado muy temprano.

En principio me encantó la idea, no por los dólares que pudiera ganarme sino por que iba a estar cerca de él un largo tiempo; pero entonces caí en cuenta que papá me mataría a palos si dormía por fuera de casa. Se lo comenté a Javier y él me dijo que eso no era problema, desde el teléfono del coche llamó a papá, le explicó la situación y éste accedió encantado a darme el permiso para dormir en casa de «mi amigo».

Debo hacer aquí un paréntesis: aunque todos estos detalles pueden resultar aburridos y corro el riesgo de que con ellos le reste agilidad a la historia, es necesario exponerlos para que se entienda cómo fue mi proceso de sometimiento y cómo fue que Javier me ayudó a descubrir mi vena de sumiso.

Al llegar a su casa yo estaba ansioso por empezar con el trabajo, pero Javier me dijo que «mejor es hacer primero los deberes del colegio y luego ya tendremos todo el tiempo para la diversión». Lo dijo con esas palabras y sonriendo con picardía mientras me miraba fijamente a los ojos, una mirada que yo difícilmente podía sostener sin delatar mis confusos sentimientos de esos momentos.

Me afané a concluir los deberes. Estaba ansioso por empezar con el trabajo, no tanto para terminar rápido como para demostrarle a Javier mi solicitud en servirlo. Él me explicó lo que tenía que hacer y los dos decidimos que empezaría aquella tarde por lo más suave, que era ordenar su biblioteca, limpiar el polvo y lavar sus calcetines y calzoncillos. Para el sábado me quedaba brillar el piso de sus habitaciones y lavar el cuarto de baño.

Javier me dijo que saldría para dejarme trabajar a gusto y remachó diciéndome: «espero al regresar, encontrar un trabajo bien hecho…..recuerda que debes ser un buen sirviente….¿eh inferior?»…..sonreí y le respondí en tono de broma que no se preocupara, que no encontraría otro mejor sirviente que yo. Hizo una llamada telefónica, concertó una cita y salió.

Confieso que sentí algo de celos al pensar que él iba a divertirse con alguien más que no era yo. Pero al fin de cuentas mi deber era hacer un buen trabajo, servirle bien, hacer que mi labor lo complaciera.

Me afané en ordenar la biblioteca y limpiar el polvo y al terminar me dediqué al lavado de su ropa interior. No pude evitar excitarme; sus calzoncillos y sus calcetines olían a colonia y a talco, habían estado en contacto con su hermosa verga y con sus pies, conservaban el sudor de su cuerpo….

Olí con ansiedad cada prenda y una a una me las llevé a los labios y las besé con reverencia, con respeto, imaginándome que era a él a quien besaba, que eran sus pies los que besaba, que era su larga y hermosa verga la que estaba acariciando con mis labios….

Por poco y me corro en medio de esa ceremonia inventada por mí. Entonces caí en la cuenta que no era por agradecimiento que hubiese besado sus pies, era por adoración…amaba a Javier y me le hubiera entregado sin condiciones si él me lo hubiese permitido, me habría convertido en su esclavo, en su juguete y estaría feliz adorándolo, besándole sus pies, entregándole por entero mi cuerpo a su placer…..

Habían pasado pocos minutos desde que terminé las tareas cuando llegó él. Venía feliz. Me pareció más hermoso que nunca y tuve que inclinar mi cabeza para evitar que viera mi sonrojo. Yo también estaba feliz, pero me avergonzaba saber que lo amaba y que tal vez él me despreciaría por eso. Tenía miedo de que decidiera apartarme de su lado…creo que eso es el amor de un esclavo por su Amo: una mezcla equilibrada de felicidad y miedo….

Me sonrío guiñándome un ojo y me dijo «¿cómo va mi sirviente favorito?» Temblé. Balbuceé algo ininteligible. Él no me hizo caso y me preguntó si había terminado el trabajo previsto y me invitó a jugar. Estaba excepcionalmente amable y juguetón; me revolvía el cabello, me palmeaba las mejillas, me picaba los costados tratando de hacerme cosquillas. Estaba más encantador que nunca.

«Hoy voy a darte una verdadera paliza en los videojuegos», me dijo. «Ni lo sueñes», le respondí yo. «Esta vez voy a ser yo quien te gane….y tendrás que aceptar que yo también soy un Superior….», le dije en tono de broma. El rió y me retó: «Si estás tan seguro vamos a apostar; apostemos tu paga. Doble o nada. ¿Qué dices?» «Está bien», le respondí, «no te tengo miedo, vas a tener que darme todo tu dinero».

Jugamos y él ganó y se mostró radiante de felicidad. Eso me dio satisfizo aún más que lo que lo hubiera hecho el dinero que pude haber ganado. Me dijo: «¿lo ves?….no podrás ganarme nunca…en definitiva yo soy un Superior y tu eres un inferior….» Me estremecí. Eso ya no me sonaba a broma….

Notó mi estremecimiento y, tal vez creyendo que estaba triste o molesto por lo del dinero me dijo que no me preocupara, que de todas formas iba a darme mi paga, y añadió: «yo soy justo…los únicos que trabajan sin paga son los esclavos…y tu no eres mi esclavo….¿verdad?» «Por desgracia…» dije yo tratando de imprimirle un tono de broma a mi voz.

«¿Qué dices…?» preguntó Javier entre sonriente y asombrado. Me avergoncé. Caí en la cuenta que me estaba poniendo en evidencia y para tratar de enmendarme dije con voz temblorosa: «que por desgracia para ti, yo no soy tu esclavo…» Javier sonrío y dijo: «querrás decir…que por desgracia para ti, no eres mi esclavo….» Reímos los dos: Javier completamente divertido y yo invadido por un temblor nervioso, pues en mi interior acepté que él tenía la razón, la desgracia era mía.

Repentinamente se puso serio, me miró fijamente, me palmeó suavemente una mejilla y dijo: «sin ti me hubiese muerto de aburrimiento…..» No entendí muy bien lo que quería decirme, pero igual quería gritar de felicidad. Casi no podía dar crédito a lo que había oído. Se hizo silencio entre los dos por unos instantes….

«Desde que Norman se llevó a Jóse no había podido divertirme con nadie más…» No entendí ni jota. ¿Quién era Norman? ¿Quién era Jóse? Mi curiosidad fue más fuerte que mi felicidad y le rogué que me explicara.

«Verás…» dijo. Suspiró hondamente y me soltó de golpe: «Jóse era mi juguete favorito…» Yo riposté: «Ahora si me dejas más loco que antes…»

Sonrió y continúo: «Jóse es hijo de una de nuestras sirvientas…ella llegó aquí hace como cinco años y traía a su hijo que es como un año mayor que yo….a propósito, Jóse debe tener como tu misma edad….En principio no me cayó bien la idea de que hubiera otro chico en mi casa….además que él se andaba metiendo a hurtadillas en mis habitaciones y más de una vez lo pillé con mis juguetes…»

«En más de una ocasión hice que su mamá lo castigara por andar metiéndose con mis cosas…pero el chico insistía…andaba siempre tratando de hablarme, era todo amabilidad conmigo y se desvivía por hacerme favores….así que me venció y terminé siendo su amigo…..»

«Pero eso sí….le puse condiciones: que no se metiera con mis cosas sin mi permiso y…..» Dudó un momento y luego continúo: «La otra condición era….que hiciera siempre lo que yo le mandara…..

Inconscientemente pensé que Jóse era un chico afortunado y me sonrojé cuando relacioné este pensamiento mío con lo que ya sabía que estaba sintiendo por Javier.

Él continuó: «Nos hicimos muy unidos y siempre respetó las condiciones que le impuse, hasta el último día que estuvo conmigo…siempre me obedecía….siempre hacía lo que yo quería…..y eso que ni te imaginas lo que yo le ordenaba que hiciera…hasta me hacía de caballito y me cargaba por toda la casa mientras yo le daba azotes con una correa….yo lo disfrutaba mucho…..»

«Era tan paciente conmigo que hasta aguantaba con resignación los sopapos que yo le daba cuando me sacaba la paciencia…un día me dijo que si él se portaba mal que yo no le pusiera quejas a su mamá y que mejor yo mismo lo castigara…me encantó la idea…..»

«Pobre Jóse…a veces se me iba la mano y lo lastimaba de verdad…..pero creo que con Norman no le ha ido mejor….mi primito no es precisamente la dulzura….y ya hace más de dos meses que se lo llevó…»

Calló. Su mirada estaba ausente, como evocando lo que hacía con Jóse. Yo estaba asombrado pero sobretodo super excitado. Miré su entrepierna y me di cuenta que él también estaba excitado…su verga….su hermosa verga parecía palpitar a través de su pantalón…

Al cabo de unos minutos me dijo: «No sé que sentiría Jóse haciendo lo que hacía…nunca se lo pregunté…..¿Qué crees tú que sentía él…..? ¿Por qué crees que se comportaba como mi esclavo….?»

Tomé valor. Lo miré fijamente a los ojos y le dije: «Tu eres especial Javier….» No pude sostenerle la mirada….me incliné y casi entre dientes le dije: «¿Recuerdas la amenaza de Fabio…?»

«¿A qué te refieres…a que te hará lamerle sus pies…?» Casi no pude responderle pero le dije: «Sí, a eso….si tu lo quisieras…contigo lo haría….yo hasta haría eso por ti….»

Sonrió y yo debí sonrojarme violentamente. «Pues yo podría hacer que eso entrara en tus deberes como mi sirviente…» Balbuceé pero tuve el valor para decir: «Te lo estoy diciendo en serio….»

«No serías capaz…» Me retó. Como única respuesta me levanté del sofá en el que estabamos los dos, me postré ante él y besé sus pies…

Por poco me muero de excitación, de miedo y de felicidad…..me puse de rodillas frente a él e intenté mirarlo a los ojos, como para decirle «¿Ves que sí soy capaz?» No pude sostener su mirada…al verlo sonreír incliné mi cabeza….

Entonces él dijo: «¿Ves que no fuiste capaz…? A lo sumo besaste mis zapatos…y si mal no recuerdo….la amenaza de Fabio no es hacer que le beses los zapatos…es hacer que le lamas los pies…»

Aquello, más que un reto, era una orden tácita. Con más decisión y también con un poco más de valor que la primera vez, volví a postrarme ante él…

No estaba usando calcetines; traía puestas unas finas zapatillas de piel, tipo apache. Lo descalcé. Él me dejaba hacer sin decir nada y casi sin moverse. Me incliné y besé uno a uno sus pies….blancos; tibios; olorosos a cuero, a sudor y a talco….acaricié sus pies con suavidad pero con pasión…quería que sintiera el contacto de mis labios…..quería que disfrutara mi caricia…quería que me viera a sus pies y supiera que yo lo adoraba…

No resistí mucho…empecé a lamer sus pies con respeto, con ternura, con pasión….le demostré que era capaz de hacerlo…le demostré que era capaz de ser su esclavo, que quería ser su esclavo…

El me dejó hacer…..levanté un poco sus pies para lamer sus suaves y rosadas plantas….lo deseaba…deseaba someterme al máximo….

Lamí sus pies hasta que él me dijo: «Mira….mira lo que me has provocado…» Me puse de rodillas, vi y temblé de excitación y de miedo, de felicidad y de pasión….su pantalón y su boxer estaban bajados a la altura de sus muslos y su hermosa verga aparecía erecta…potente. Me pareció enorme…arrogante…la deseé como a nada en este mundo….

«Ahora tendrás que complacerme». Me tomó por la cabeza y me acercó a su hermosa verga…no me resistí….casi lloro de emoción cuando se la besé…estaba ardiente, poderosa….palpitó con fuerza al contacto de mis labios…volví a besársela una y otra vez…el presionó mi cabeza y entonces empecé a lamérsela de la misma forma en como le había estado lamiendo los pies…

Recorrí su hermosa verga con mi lengua y le acaricié el glande que empezaba a bañarse de líquido preseminal…me supo a gloria…entonces fue él el que no resistió más: «¡Ya. Mámamela ya!».

Obedecí….intenté tragarme por completo toda su erección pero no fui capaz….era demasiado grande para mí….Esforzándome al máximo para evitar lastimarlo, tuve que conformarme con tragarme poco más de la mitad…..se la chupaba suavemente mientras intentaba lamerle el glande…el sabor de su líquido preseminal me fascinaba…

Me dejó mamársela de esa forma por unos pocos minutos…yo no tenía idea de si lo estaba haciendo bien o no…era mi primera mamada….pero me esforzaba de verdad, por que mi primera mamada se la estaba haciendo precisamente al chico al que adoraba…estaba intentando al máximo darle placer a mi adorado Javier…

Tomó mi cabeza con sus dos manos y empezó a marcarme el ritmo de la mamada…presionaba con fuerza mi cabeza y movía su pelvis hacia adelante, haciendo que su verga entrara casi completa en mi boca….luego empujaba mi cabeza hacia atrás y contraía su pelvis, hasta que solo su glande quedaba entre mis labios…yo no oponía ninguna resistencia, me sometía….era como si él estuviera usando mi boca, toda mi cabeza…para masturbarse…..yo solo intentaba chupársela suavemente y lamerle el glande para disfrutar del líquido preseminal que no paraba de manar de su potente verga…

Lo oí jadear con fuerza y sentí que su poderosa verga pasaba de la erección a la rigidez más increíble…..supe lo que iba a ocurrir y me dispuse a recibir su descarga, a saborear su espesa leche…..pero él embistió con mucha más fuerza mi boca, casi con violencia, al tiempo que presionaba con dureza mi cabeza sobre su pelvis….

Me penetró casi hasta la garganta, con fuerza, con arrogancia….tuve una arcada y él la aprovechó para penetrarme más profundo…..aprovechó para sembrarme su poderosa verga directo en la garganta…Creí que iba a ahogarme pero aún así no me resistí…. seguía sometido…. quería seguir sometiéndomele…..quería seguir siendo dominado por él….quería seguir sintiendo como usaba mi boca para provocarse placer…..

Sentí en mi lengua cómo su verga, rígida y poderosa, se hinchó….la sentí vibrar con fuerza…..sentí una gran presión en mis labios y…finalmente sentí cómo descargaba en mi garganta chorros y chorros de ardiente semen…lo oí rugir y me olvidé de mi ahogo….sólo pensaba en su placer…. sólo pensaba en cómo yo había servido para complacerlo a él, a mi adorado Javier.

Mantuvo la presión mientras terminaba de eyacular en mi garganta y rugía. Luego se echó hacia atrás y liberó mi cabeza….me quedé ahí, sin saber que hacer pero feliz….aún ahogándome con el tamaño y la dureza de su poderosa verga y con su semen deslizándose por mi garganta. Su verga empezó a perder la rigidez del orgasmo y yo aún estaba ahí…penetrado hasta lo más profundo…feliz…..

Repuesto ya de su orgasmo, empujó mi cabeza hacia atrás y me dijo: «¡Ya. Apártate!». La felicidad se me convirtió en terror. ¿Qué había hecho? Me había portado como un puto….era un puto…Javier se había dado cuenta que yo era un puto….. yo se lo había demostrado con semejante mamada…iba a despreciarme….ya no sería «mi amigo»…..me echaría de su lado como a un perro con sarna…..temblé….

Me miró a los ojos…su expresión me pareció más que adusta, de furia….de rodillas como estaba ante él, hubiera podido golpearme y no me hubiese hecho tanto daño como con aquella mirada…

Volví a postrarme. Caí a sus pies. Quería ocultar mi rostro…no quería que me siguiera viendo de esa forma…me abracé de sus tobillos, pegué mis labios a sus pies y me puse a sollozar como un poseso…..tenía mucho miedo a su rechazo…empecé a suplicarle….»Perdóname por favor….te lo ruego…perdóname…no quise irrespetarte… te lo imploro….no quise faltarte al respeto».

Y entre súplica y súplica besaba sus pies…..intentaba acariciárselos suavemente para demostrarle que lo respetaba, que lo adoraba…que si me apartaba de su lado yo no sabría que hacer…

Me dejó que le suplicara por interminables minutos. «¡Levántate!», me ordenó de pronto. No quería hacerlo pero obedecí…cuando estuve nuevamente de rodillas frente a él volvió a fijar sus ojos en mí y preguntó: «¿Ésta es tu primera vez?». No podía articular palabra y tampoco quería levantar mi rostro. Asentí.

«Pues no lo has hecho tan mal…¿¡eh mi putito!?» Estiró su mano y revolvió mi cabello mientras me sonreía. Me sobrecogí de gozo, me volvió el alma al cuerpo…no me rechazaba. Quise caer de nuevo a sus pies pero él me lo impidió: «Ya me has babeado bastante los pies….déjalo así…»

No hablamos más del asunto. Yo estaba feliz y super excitado pero no me atrevía a tocarle el tema. Además ya era tarde. Era hora de dormir.

Me condujo a una de las habitaciones de servicio y me indicó que esa estaba dispuesta para mí. Me indicó que pusiera el reloj despertador a las 7:00 a. m. y me pidió que lo despertara a esa hora; iría al club mientras yo terminaba mi trabajo en sus habitaciones.

Se dio media vuelta y se fue a dormir. Yo me quedé viéndolo….adorándolo…. Repentinamente se volvió, caminó hacia mí y me dijo: «Y no vayas a preocuparte tanto….ya irás aprendiendo…..a ser un buen putito…Yo sé que aprenderás rápido a complacerme como Dios manda…»

Esa era un promesa. Me prometía que me tomaría de nuevo….me poseería de nuevo….volvería a usarme para darse placer…Mientras se alejaba se lo agradecí en silencio…me sentí plenamente feliz.

Soñé que Javier me amaba….soñé que me poseía de mil maneras….soñé que yo era feliz por que era completamente suyo….soñé con el aroma de sus pies y con la potencia de su verga…soñé que me bañaba entero con su ardiente semen…..

Desperté poco antes de que sonara el reloj despertador. Mi calzoncillo estaba completamente mojado, viscoso….me avergoncé…me sentí sucio….me sentí indigno de aparecerme así ante Javier….me apresuré a lavarme y a las 7:00 a. m. me encaminé a sus habitaciones.

Dormía con un sueño plácido. Estaba hermoso…era un ángel…sonreí de gozo. No me atreví a despertarlo….no quería turbar su paz…no quería dejar de verlo tan hermoso….

Me puse de rodillas al extremo de su cama y le besé las plantas de sus pies. Creí que esa era la forma más adecuada de despertarlo….no reaccionó…Volví a besarle sus pies una y otra y otra vez….seguía con su plácido sueño…

Me excité al máximo. Empecé a lamerle sus pies y sonreí…me divertía pensar que él, en su sueño, me estaría viendo como a un perrito fiel y sumiso que lame los pies del Amo….

Al cabo de unos minutos despertó. Yo seguí arrodillado lamiéndole los pies aún unos instantes…se levantó y caminó hacia mí. Bajó un poco su pijama, sacó su verga erecta y rozó mis labios con ella al tiempo que me decía: «Mira lo que me has provocado….»

Caminó hacia el sofá, se desnudó por completo y dijo: «Ven acá que vas a complacerme» Casi me arrastré sobre mis rodillas. Me puse tan cerca como me fue posible, humedecí mis labios con mi lengua y me dispuse para que él me usara…me entregué a su placer con más sumisión que la noche anterior….le di placer con más sumisión, pero también con más experiencia…

Valió la pena. Esta vez sus rugidos fueron más sonoros…me dejó saborear su exquisita leche…eyaculó sobre mi lengua….esta vez fue mi boca la que inundó con sus chorros de semen ardiente y dulce….(Nunca he vuelto a probar un semen tan delicioso como el de Javier).

Me eché a sus pies…ya no concebía otra forma de estar junto a él….ya no concebía otra forma de vivir….ya no quería vivir más que postrado a sus pies adorándolo….o arrodillado ante él… complaciéndolo…

«¡Levántate!» Me puse de rodillas. Esta vez, aunque sonrojándome, pude verlo a la cara. «¿Estás bien?» Le sonreí y respondí: «Estoy feliz…..» Bajando la mirada continué: «Te quiero mucho, Javier…..»

«Hoy me la has mamado mejor que anoche…» Me sentí orgulloso…sus palabras eran evidencia de que yo aprendía rápido a complacerlo….»Pero no me gustó lo que hiciste….a Jóse lo hubiera castigado….pero ha sido tu primer error…»

Me asombré…pero sobre todo, sentí miedo…temí que me rechazara….Tomando valor me atreví a preguntarle: «¿….hice algo mal….?» Él respondió con un tajante «¡SÍ!». Temblé. Me miró fijamente…en silencio… Por poco y caigo de nuevo a sus pies para suplicarle que me perdonara….aún sin saber qué era lo que yo había hecho mal….

Al cabo de unos instantes dijo: «Los putitos como Jóse y como tú me excitan…..me da mucho placer usarlos…» Incliné mi rostro hasta tocarme el pecho con la barbilla. Sus palabras me causaban una gran vergüenza. «Pero yo no soy un puto….tendrás que recordar siempre que yo no soy un puto….me gusta que los putitos como tú me complazcan y me diviertan…. nada más….»

«He despertado y ¿qué veo?…pues a ti lamiéndome los pies…. Yo te había mandado que me despertaras…no que me excitaras…» Debí sonrojarme violentamente. Él continuó: «Me ha gustado usarte por que me la mamas y me diviertes casi como lo hacía Jóse….pero no me gusta sentirme usado por un puto…eso si que no me agrada ni poquito…»

Con cada palabra suya, mi humillación y mi temor a su rechazo iban subiendo. Debió notarlo; alargó su mano y revolvió mi cabello con ternura; calló un momento y luego dijo: «No te preocupes…mi putito…no te preocupes que vas a seguir siendo mi putito preferido…..»

Me llené de gozo…casi como cuando lo había sentido eyaculando en mi garganta por primera vez…..tomé valor y casi en un murmullo me atreví a proponerle: «….si quieres…..puedes…castígame…..»

Me sonrió de una manera extraña… sin embargo, era una sonrisa muy hermosa. «Claro que puedo hacerlo…», me dijo aún sonriéndome. Calló un momento y luego continuó: «Pero te castigaré cuando yo quiera…no cuando tú lo desees…..»

Temblé, pero esta vez no de miedo; temblé de placer. Extrañamente para mí, sentí una gran excitación ante la expectativa de ser castigado por Javier. Luego añadió: «¡Recuérdalo bien: sólo haremos lo que yo quiera! Tus deseos aquí no cuentan para nada». Finalmente, como para sí mismo, dijo entre dientes: «No me soportaría sentirme usado por un puto».

Volví a avergonzarme. Quedaba claro mi lugar y mi papel en aquella relación. Yo era el putito de Javier. Un esclavo sometido a su voluntad, una cosa de su propiedad que él usaría o apartaría dependiendo de sus deseos. Una especie de animal al que él castigaría o consentiría, dependiendo únicamente de su estado de ánimo.

Sin embargo, no me importaba mi nueva condición frente a él. Es más: no deseaba más. Eso era todo a lo que yo aspiraba….ser su putito, su esclavo, su juguete…..sometérmele y ser usado por él…. esa sería mi mayor felicidad.

«¿Has entendido todo lo que te he dicho?» Asentí. «¿Estás de acuerdo?». Me atreví a balbucear: «Si Señor….. gracias Javier…» Volvió a sonreírme con esa sonrisa extraña y hermosa y concluyó: «OK. Sé que vas a ser un buen putito…has empezado bien….ahora voy a darte un premio….»

Lo miré expectante. «Tienes mi permiso para que me beses los pies….pero no vayas a babear tanto…..» No esperé a que me lo repitiera; caí a sus pies y se los besé musitando palabras de gratitud…hasta que él me apartó con un leve empujón de sus plantas en mi rostro y se fue a prepararse para ir al club.

Pasé casi todo el resto del día encerrado en sus habitaciones, esforzándome al máximo para hacer que al regresar él encontrara el piso tan reluciente como nunca y su cuarto de baño absolutamente impecable. Sólo pensaba en satisfacerlo…..

Pasadas las cuatro de la tarde regresó. Traía una expresión distante, adusta…era como si evitara que sus pensamientos traslucieran….como si evitara que yo supiera lo que él estaba pensando o sintiendo….ni siquiera respondió a mi saludo.

Fue directamente al sofá mientras yo lo seguía con la mirada, contemplándolo, excitándome, temiéndole…..»¡Ven acá!». Caminé hacia el sofá y me quedé de pie frente a él. Intenté verlo directamente a los ojos pero él clavó en mí una mirada fría, penetrante…..No resistí; me incliné entre sumiso y avergonzado.

«¡Arrodíllate!». Obedecí al punto. Me observó por unos instantes; luego se levantó y caminó por ahí, sin tomarme en cuenta ni decirme nada. Yo permanecí allí, arrodillado frente al sofá, sin atreverme a levantar la mirada y sin proferir palabra.

Cualquiera que me hubiese visto en esa situación, sin saber toda la excitación que me causaba aquel acto de sumisión, se habría imaginado que estaba orando o tal vez creería que Javier y yo estaríamos haciendo un juego un poco ridículo.

Al cabo de unos minutos volvió a sentarse en el sofá. Volvió a observarme con frialdad y finalmente me ordenó: «¡Descálzame!».

Me incliné sumiso ante él. Tomé su pie izquierdo, desanudé las agujetas de su zapatilla y se la zafé con cuidado; luego retiré suavemente su calcetín blanco. Cuando me aprestaba a repetir el proceso con su pie derecho, él tomó un gran cojín del sofá y me lo tiró a la cara, al mismo tiempo que decía: «¡Pon esto bajo mis pies!»

Obedecí. Terminé de descalzarlo y me quedé todo lo inclinado que me fue posible, tratando de aspirar el aroma a talco y a sudor que emanaba de sus sonrosados pies…..excitándome…al cabo de unos instantes de observarme desde su sofá me ordenó: «¡Échate a mis pies!…¡Bésamelos!»

Obedecí. Estuve por algunos minutos besándole sus pies…..con servilismo….con sumisión…..adorándolo….Estoy casi seguro que él me observaba con atención; tal vez divertido, complaciéndose al verme acostado en el suelo y dedicado a acariciar sus pies con mis labios….Tal vez en ese instante tuvo la seguridad de haber logrado convertirme en su esclavo…

Al cabo de unos minutos encendió la televisión con el control remoto y me ordenó: «¡Ahora lámemelos…lame mis pies!» Se estiró un poco facilitándome la tarea de lamerle las plantas y pareció concentrarse en la película que empezaba en la televisión.

Estuve poco más de una hora lamiéndole los pies, completamente sumiso; excitado al máximo al sentirme su esclavo y al comprobar cómo aquel sueño mío de adorarlo como a un dios se estaba haciendo realidad.

Mi lengua se resecaba por momentos y yo me tomaba unos instantes para remojarla. Él no me daba tregua….al notar la falta de mis lametazos empujaba mi rostro con uno de sus pies y ordenaba: «¡Sigue lamiéndomelos!» Yo trataba de obedecer al punto….me excitaba aún más que me exigiera…..que me diera órdenes…..que me tratara como a su esclavo…..

No me sentía humillado; al contrario, estaba invadido de felicidad, de excitación y de orgullo. Sí. Es cierto; me había convertido en un esclavo sumiso y servil… Pero era Su esclavo…era el esclavo de Javier, del chico más guapo, más amable, más espectacular que jamás había conocido….En realidad estaba orgulloso de servirlo y complacerlo de la forma en como él me lo exigía…

Mi lengua parecía no dar más; estaba completamente reseca y empezaba a dolerme…pero yo quería seguir allí, lamiéndole los pies…..adorándolo… esperanzado en que tal vez volviera a usarme…en que tal vez me hiciera mamar su arrogante verga nuevamente….

«¡Levántate!» Me puse de rodillas frente a él, completamente excitado pensando que tal vez iba a usarme… mantuve mi mirada en sus pies…..sin pensarlo le daba una prueba más de mi sometimiento, de mi sumisión…

Después de observarme por unos instantes, tomó mi cabeza y la atrajo hacia su regazo…mi corazón saltó…..creí que era el momento de complacerlo nuevamente.

Pero en cambio de ponerme a mamar su verga, hizo que acomodara mi rostro sobre su regazo de tal manera que sentí su incipiente erección en mi mejilla derecha. Empezó a revolverme el cabello suavemente mientras acariciaba mi mejilla izquierda con su mano derecha.

Me sorprendió un poco su actitud pero no tuve tiempo de pensar en ello. Una paz indescriptible llenó mi ánimo…me sentí tan sereno y tan plácido…Era como si estuviera de rodillas a los pies de Dios y como si Él mismo me estuviera acariciando y protegiendo…

Olvidé todo….solo existía en ese instante de maravillosa serenidad, de infinita paz, de dulce ternura…solo existía en ese instante, arrodillado a los pies de mi adorado Javier y consentido y protegido por él…

Ya no importaban las palizas de papá, ni las riñas con Julián, ni la indiferencia de mamá, ni las humillaciones de Fabio….sólo estaba yo….sereno y feliz…..consentido y protegido por Él…..por el chico maravilloso que me había convertido en su putito…en su esclavo…

Lentamente fui subiendo mis manos y me abracé suavemente a su cintura…quería que ese instante fuera eterno…..Él seguía acariciando mi rostro y revolviendo mi cabello con ternura…yo estaba plenamente feliz….absolutamente en paz…

«Eres un buen putito…» No hubo sobresaltos de mi parte…su tono de voz era suave, acariciante…..le infundía aún más placidez a mi espíritu….era tan dulce como sus manos que seguían sobre mi rostro, palmeando mi mejilla…revolviendo mi cabello….

«Tienes talento para darme placer…..» En el fondo de mi corazón estaba agradeciéndole sus palabras y sus caricias, pero no me atrevía a proferir palabra ni a moverme un milímetro….tal vez se rompiera el encanto…

«A Jóse le costó muchos castigos saber cuál era su puesto….tuve que convencerlo a golpes que su deber era estar a mis pies cuando yo lo quisiera…en cambio a ti….mi putito…..a ti tengo que impedirte que andes babeando mis pies a cada instante…pero eso me agrada…eres mi putito y tu lugar está a mis pies….»

Tomó mi rostro entre sus manos y lo levantó hasta que vio mis ojos…»Vas a ser mi putito para siempre…¿lo oyes…mi putito….?» Dos lágrimas de dicha se escaparon de mis ojos…»Te adoro Javier…»

Me sonrío…me palmeó la mejilla y rompió con aquel maravilloso instante…»Es hora de que te vayas a tu casa, mi putito…» Quise postrarme de nuevo ante él…quería volver a besar sus pies con toda la adoración y la suave paz que me había regalado en aquel instante maravilloso…Él me lo impidió…»Ya mi putito…ya tendremos tiempo de para que sigas adorándome….»

Volvió a sonreírme, extrajo 40 dólares de su billetera y me los ofreció. Hice ademán de rechazarlos y él insistió. Negué con mi cabeza. Yo había apostado y perdido la paga que él me había ofrecido por realizar las tareas de la sirvienta; además, lo que pretendía que yo aceptara era el doble de aquella paga….no solo consideré injusto que me diera todo eso, sino que ahí si me sentí humillado….era como si me estuviera pagando por haberlo complacido. Y yo era su putito por voluntad propia….bueno, gracias a su voluntad…..no quería más paga por serlo que el placer de complacerlo y de adorarlo…mi mayor paga había sido ese momento de infinita paz y ternura que me había regalado…

«Tendrás que aprender a obedecerme….sólo si aprendes a obedecerme me sentiré satisfecho con que sigas siendo mi putito….» No me quedó más remedio; tuve que tomar los billetes que me ofrecía…a pesar de las confusas emociones que me provocaba ese hecho…..»Y cómprate algo bello…..tendrás que parecer digno de ser mi putito…»

Corrí a casa y traté de desahogar toda la excitación que me había invadido….me masturbé con furia…muchas veces…pero no logré sacarme la calentura que me había provocado el saberme el putito…el esclavo…el juguete de Javier…

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