Caí enfermo, me dolía todo el cuerpo y no podía moverme. Marcos, mi pareja, preocupado consiguió un médico a domicilio quien después de auscultarme me recetó unos medicamentos, mucho reposo, y sobre todo que no me moviera de la cama.
El médico dijo que se iba y Marcos lo acompañó, pasaron unos minutos que me parecieron eternos y mi pareja no regresaba al cuarto, yo tenía los labios secos y quería beber un vaso de agua.
Como pude me levanté de mi lecho de convalecencias y fui a buscar para calmar mi sed. En el living, de pie cerca de la puerta de calle, el médico y Marcos estaban parados de frente, parecían hablar amistosamente pero de repente Marcos se agachó para quedar a la altura de la entrepierna del doctor, con una sonrisa le desabrochó el pantalón bajándoselo hasta las rodillas, luego hizo lo mismo con la ropa interior y pude ver como emergía la verga del facultativo.
Marcos hizo un comentario que no alcance a escuchar, mi cabeza parecía querer explotar, me dolía todo el cuerpo y me sentía afiebrado, pero no quería moverme de allí, oculto entre las sombras, observando obnubilado la escena que se desarrollaba en el living de mi casa.
Marcos trago ese pene con rostro malicioso, hacia garganta profunda para después soltarlo y comentar algo lascivo seguramente.
Lamió el glande rosado, su lengua se deslizaba a lo largo del falo hasta llegar a la base, era el turno de los testículos que recibieron golosos besos y degustaciones.
El médico inclinaba su cuerpo hacia atrás y cerraba los ojos deleitándose de placer.
Mi pareja volvió a meterse el pene en la boca y a chupar con más ganas, aumentaba el ritmo y de a ratos se la tragaba toda quedando sin aire, con una mano ayudaba a su boca a buscar el clímax de su compañero sexual.
Ambos ya estaban entregados totalmente a la lujuria olvidándose de que en teoría yo estaba enfermo en la habitación; desataban sus gemidos, sus palabras y el ruido cadencioso de una experta mamada buscando el final, hasta que el médico eyaculó de repente, sosteniendo la cabeza de Marcos que entre arcadas y pequeños forcejeos se bebió todo el semen de su amante deleitándose hasta la última gota.
Lanzando suspiros y miradas cómplices recobraron la compostura, Marcos volvió a hablar e instantes después el doctor se marchó feliz y satisfecho.
Yo no sé cómo había regresado velozmente a mi cuarto y me había vuelto a acostar como si nunca hubiera salido de la habitación. Escuche a Marcos entrar cuidadosamente, abrí los ojos y le pedí aquel vaso de agua que fui a buscar y nunca llegué a beber.