Las fantasías de Lucas

El otro día coincidí con mi amigo Lucas, al cual hacía mucho tiempo que no veía.

Estuvimos un buen rato hablando, sobre todo él, que había encontrado novio y estaba feliz.

No sé cómo, acabamos hablando de los relatos eróticos.

Él sabía que yo escribía, se lo debían de haber dicho alguien de la panda, y me echó la bronca porque no había ningún relato de gays para que él pudiera disfrutar de sus prácticas solitarias.

Le dije que si me daba alguna idea le escribiría uno. Me contó su fantasía erótica y aquí está el relato que le prometí:

Lucas pasó la segunda quincena de julio en un hotel lujoso, con varias piscinas, una de ellas en la terraza del edificio. Ya para entonces estaba con Cristóbal.

Una tarde de las últimas, tomando el sol en la terraza solo, porque Cristóbal prefería bajarse a la playa a bañarse, Lucas se fijó en dos ejemplares fabulosos de musculados mulatos en escandalosos tangas de cuero que se llevaban la atención de las señoritas allí presentes y de Lucas, por supuesto, que no dudó en retorcerse sobre la hamaca para no quitarles ojo, aunque fuera de forma tan descarada.

Además los dos negritos iban a lo suyo, nadando o exhibiéndose fuera.

El tiempo voló y cuando se quiso dar cuenta, hasta los dos mulatos se percataron que había un espectador que estaba extasiado con ellos.

Se acercaron a él y le preguntaron si tenía algún problema con ellos.

Lucas se puso colorado y se tumbó boca abajo de nuevo sin contestarles, como si no fuera la cosa con él. Los otros dos no se alejaron de él y hablaban entre sí: «Parece ser que le hemos gustado».

«Pues si él ha disfrutado con nosotros, nos debe algo». Lucas se estaba poniendo muy nervioso, pues el tono suyo era desafiante y enigmático, pero no se atrevía a moverse.

No supo reaccionar cuando uno le jaló hacia sí y le bajó el bañador y le abrió bruscamente las piernas.

Buscó auxilio a su alrededor, pero la piscina se había quedado vacía (recuerdo a los lectores que se trata de su fantasía).

Preguntó asustado qué le iban a hacer y el negrito que estaba detrás le dijo: «¿Tú que crees? Pues complacerte». Le dio un par de cachetes con fuerza en el culo y se arrimó a él haciéndole notar que el bulto dentro del tanga era desmesurado.

Le dijo: «Ahora me lo quito y te apunto directamente al centro de tu ojete. Veo que está bien dilatado, aunque no lo suficiente para mi rabo». Le acercó su verga y sintió el calor y la dureza en su raja.

Mientras, el otro estaba delante de él y también se había bajado su tanga.

Ante él se encontraba una tranca negra y circuncidada, con un capullo oscuro y de un aroma fortísimo, de no menos 18 centímetros, pero de un grosor enorme, parecido a un pepino.

Le dijo que la de su amigo no era tan gorda como la suya, pero que era mucho más grande.

Lucas, entre asustado y excitado (su erección, aunque enorme, le dejaba en entredicho y su pene parecía el de un niño pequeño), no hizo nada cuando le entrechocó aquella barra de hierro a su cara, jugando con él, diciéndole que chupara.

De lo gorda que era no podía llevársela a la boca aunque ganas no le quedaban. Se tenía que conformar con darle lametazos por el glande o de meterse parte de su tronco por los lados.

Se fijó en los testículos y le pareció los de un caballo, enormes y colgando.

No se resistió a lamerlos también.

Pero el negrito quería que se la metiera dentro. Así, rozándole con los dientes, pudo tragar su glande casi en su mayoría.

De pronto sintió un dolor que le hizo soltar varias lágrimas y por el que hubiera gritado de no haber tenido su boca ocupada.

Parecía que le habían atravesado por la mitad y que le habían roto el culo.

Y comprobó que no había entrado ni la mitad de su verga.

Sin sacársela, el negro de la espalda volvió a embestirle. Le decía que ya casi estaba toda dentro.

Lucas casi no podía ni respirar y se sentía abrumado porque el de delante había empezado a follarle la boca también.

Por fin, notó que sus huevos chocaron con su culo.

Sentía que esa verga que tenía dentro le llegaba hasta el esternón.

Un ardor enorme se extendía por su interior y cuando empezó a bombear el roce que había le hacía ver las estrellas.

Pero oírle jadear y halagarle el oído diciéndole que su culo era fenomenal hacía que se fuera excitando.

Además, el sabor de la otra polla en su boca le agradaba cada vez más y se iba acostumbrando a tener la boca casi desencajada, aunque de vez en cuando el otro se empeñaba en meterle más y le provocaba arcadas.

A los pocos minutos estaba más caliente que nunca y sus gemidos de dolor se habían transformado en un placer inigualable.

Los negritos se burlaban de él: «mírale, como disfruta, vaya putilla que hemos encontrado». Notó que la polla que le follaba la boca se convulsionaba y se preparó para recibir sus chorros de leche.

No se equivocó: nunca había creído que alguien pudiera eyacular tanta cantidad de semen. Su boca no daba abasto y por su boca caían chorretones de líquido espeso y amargo.

Le pilló de improviso que la polla que estaba taladrándole su ano también entrara en erupción. Fue algo tan brutal que Lucas se corrió al mismo tiempo, aunque su semen fue a parar a la tela de la hamaca.

Cuando el bicho de detrás salió, notó que estaba como desocupado, como vacío.

Aunque no del todo porque el hirviente semen que también empezaba a derramarse por sus muslos le producía una sensación fabulosa de placer y le hacía olvidar de la irritación que tenía.

Los negritos se cambiaron el sitio y por fin pudo ver el misil que le había perforado por detrás y no pudo dejar de admirarse por el tamaño que tenía y se sintió orgulloso de haber tenido todo eso dentro.

No dudó en complacer a su sodomizador cuando le ordenó que le dejara el fusil limpio.

El haber estado esforzándose por tragar la polla gorda del otro le facilitó la labor y disfrutó mucho más con aquella verga en su boca.

Su culo también debía de estar bien dilatado porque aquel tronco gordo se lo metió de un golpe.

El esperma del otro ayudaba a la lubricación y desde el primer arreón sintió un enorme placer.

El bocadillo que le estaban haciendo le estaba llevando a la gloria y su cuerpo entregado se dejaba llevar de un lado a otro. Esta vez incluso él mismo se masturbó mientras las dos barras de hierro candente le mantenían en vilo.

Él se corrió un poco antes que sus dos negritos, que de nuevo le dejaron inundado de esperma.

Esta vez los negritos sí que se conformaron. Le arrearon un enorme beso en los labios y se fueron.

Al final Lucas intuyó que aquellos hombretones eran amantes y se sintió aún más feliz si cabe. Buscó su bañador saboreando la leche en su boca y limpiándose los chorretones que bajaban por sus muslos con el dedo y luego chupándolos también.

Cuando llegó a su habitación Cristóbal estaba en el balcón y pudo meterse en la ducha antes de que le besara.

Estaba tan caliente que no se negó a tener sexo con él, aunque se encargó de que él se conformara con un 69 y con ser Cristóbal el sujeto pasivo.

Le folló el culo pensando en que follaba a uno de los negritos y por eso fue más apasionado que otras veces.