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Hay días que encuentras lo que buscas

Hay días que encuentras lo que buscas

Hay veces que te cansas de buscar y buscar, y terminas follando, en mi caso suele ser siendo follado, por la persona menos esperada. Unas veces porque tienes tal calentura que ya todo te da igual, otras porque es tan pero que tan lanzado e insistente, que no te da tiempo ni a pensarlo y terminas cayendo en sus manos, bueno en mi caso suele ser ensartado en su polla.

En este caso me ocurrió todo lo contrario. Era uno de esos días que de vez en cuando cae un pequeño chaparrón de agua, y hace que la gente se retraiga a la hora de salir a dar una vuelta, sobre todo por la noche, que es cuando yo suelo salir en busca de marcha. Es decir que voy en busca de una buena, joven y rica polla que me haga disfrutar.

Ese día que, si mal no recuerdo, era por finales de la primavera, o principios del verano, me disponía a salir de marcha, ya sabéis que con eso quiero decir en busca de una joven, rica y buena polla que me haga disfrutar. Primero fui al cine para ir haciendo algo de tiempo, no quería empezar a beber tan pronto. Luego iría a algún pub, y por último me pasaría por los jardines de Méndez Núñez, que hay en mi ciudad, La Coruña.

Allí suele haber marcha desde la tarde a la madrugada. Por las tardes lo que más suele haber son viejos, luego según se va oscureciendo el día, van apareciendo toda clase de fauna. Más o menos desde las 10 de la noche hasta las 12 o algo más tarde, suele o solía haber los clásicos jovencitos, la mayoría chaperos, que suelen estar esperando algún madurito o viejo que les pague, e irse con ellos. Algunos maduros suelen rondar la zona con vehículos, y si ven algo que les gusta, pues van a su caza. Hubo una temporada en la que yo anduve en esos pasos, pero era algo que no me gustaba, nunca me gustó. Para mí, eso era prostituirse, y si bien me gusta el sexo y soy muy pero que muy promiscuo, y el dinero siempre me gustó, nunca fui con alguien por dinero única y exclusivamente, ni nunca le pedí dinero a nadie por ir con él. Una porque me daba vergüenza y era incapaz, y otra es porque debo ser tan pero que tan maricón, que solo voy porque me gusta demasiado ser follado.

Claro que me gusta y gustaba ser follado, pero la mayoría de las veces terminaba siendo enculado por algún viejo. Cuando estos conseguían tenerme lo suficientemente caliente, o conseguían bajarme el pantalón, ahí terminaban todas mis defensas. Me dejaba llevar, y que hicieran de mí, lo que les diera la gana, que no solía ser otra cosa que abrirme de piernas, y dejarme dar por el culo.

Hasta te llega a gustar la manera de cómo te follan, que terminas prefiriendo la polla de un experto y hombre maduro, que la de un joven y fogoso jovencito, aunque la carne joven siempre sea muy apetecible.

Ese día después de ir al cine, luego ir a la zona de pub del Orzán, y no conseguir nada de nada, solo beber unos cacharros y escuchar algo de música, a eso de las 3 de la madrugada caliente y cansado de beber, me dispuse marchar hacia los jardines de Méndez Núñez, a ver si había ambiente y podía encontrar quien me diera por el culo.

Iba andando desde la zona del Orzán, por lo que fui directo hacia los cantones, y desde allí crucé la calle hacia los jardines. No se veía marcha alguna, aquello parecía solitario, cuando ingresé a ellos.

Empecé a recorrer los jardines como solía hacer, viendo que no había ni un alma, la noche estaba encapotada, y amenazaba con caer un chaparrón en cualquier momento, como había sucedido durante todo el día. Por eso no había nadie, la gente se retraía, y no solía venir. Solo de vez en cuando pasaba algún que otro coche dando vueltas, pero al no ver movimiento, no se paraban.

Joder, vaya día fui a elegir para venir de marcha. Todo era a causa de la calentura que ya tenía, por eso había tomado la decisión de bajar al centro de la ciudad en busca de marcha. Sabía que, si no aplacaba esa calentura, iba terminar por recorrer todos los aseos públicos de la ciudad, en busca de una polla que me diera por el culo, como hacía en tantas ocasiones.

Después de dar varias vueltas y pararme donde se suelen poner los chaperos para que los vean los que vienen en vehículo, y no tener suerte, volvía a dar otra vuelta, cuando empezó a caer un chaparrón de agua.

Joder, vaya día de mierda pensaba yo, mientras iba caminando entre los jardines hacia el edificio de la biblioteca para resguardarme de la lluvia que estaba empezando a caer. Este edificio se conoce por el nombre del Atalaya, y en la parte superior había una cafetería, Atalaya, en el bajo había una churrería que era de la misma dueña, Ángeles de la Iglesia, que era quien tenía esas concesiones, junto a la cafetería Terminal, que había en el bajo del Kiosco Alfonso, en la otra parte de los jardines, llamado relleno. Pues justo mirando para la puerta de la churrería, a la izquierda hay unas escaleras que suben para la cafetería, y a la derecha otras que llevan a la biblioteca.

Allí resguardado de la lluvia, justo delante de la puerta de la churrería que había por aquellas, esperaba que amainase un poco o al menos dejase de llover, para irme. No sabía si pasar primero por los aseos públicos de la plaza de Pontevedra, o irme directamente para mi casa.

Sabía que, si me iba para casa, al día siguiente la calentura iba ser aún mayor, e iba terminar por andar por los aseos públicos. Pero aquello parecía no tener remedio, allí no había ni venía nadie.

Me puse a encender un cigarrillo, cuando veo que, por uno de los caminos de aquellos jardines, viene andando alguien. Ya no llovía apenas, por lo que allí resguardado esperé a ver de quien se trataba.

Dios, cuando lo vi el estómago se me estremeció, era como un revoloteo de mariposas que tenía por todo el abdomen, los huevos me hacían cosquillas y hasta el culito me palpitaba.

Era un chaval joven, más joven que yo, y algo más alto, sería de unos 1,70 metros de altura, delgado y rabiosamente joven.

Dios, a mí se me caía la baba, y por encima venía directo hacia donde yo estaba. Cuando llegó allí, al igual que yo, se quedó refugiándose de la leve lluvia que caía. No nos dijimos nada, solo nos miramos unos instantes a los ojos, quedando unos metros separados uno del otro, mirándonos de reojo, sin atrevernos a decirnos nada.

Yo no sabía como entrarle, y él al ser tan joven, creo que le pasaba lo mismo que a mí, esperaba a que yo le entrara.

Estuvimos allí esperando que parara de llover, mirándonos de reojo uno al otro, ambos callados sin atrevernos a decirnos nada, cuando luego de un buen rato en el que ya había dejado de llover, él se echó a andar por una de las calles de los jardines. Iba despacio como esperando a que yo lo siguiese, y eso fue lo que hice, dejando una prudente distancia, me puse a seguir sus pasos. Yo esperaba a que él se metiese en alguno de aquellos rincones donde nos solíamos meter para follar, o que fuese a la zona que le llamábamos “urgencias”, que era un lateral donde estaban los aseos y donde se guardaban los pertrechos de jardinería, pero él no se paró en ninguno de los lugares que yo pensaba. Siguió dando toda la vuelta a los jardines, hasta que ya cuando íbamos por la segunda vuelta, subiéndose a uno de los bancos, se sentó sobre el respaldo, ya que aún se encontraban algo mojados a causa de la lluvia que había caído.

Yo no sabía que hacer, si pararme o seguir, estaba tan pero que tan nervioso, que las piernas me temblaban y el estómago se me encogía notando una excitación por todo mi cuerpo.

Cada vez estaba más cerca y no sabía que hacer. Así que nada más llegar a donde estaba el sentado, armándome de un valor que no solía tener, excitado, nervioso y muerto de miedo hice igual que él, me subí al otro extremo del banco, sentándome sobre el respaldo al igual que lo había hecho él.

Nos miramos a la cara, pero no nos atrevimos a decir nada, yo con los nervios que tenía, saqué el paquete de tabaco, cogí un cigarrillo, y cuando me disponía a encenderlo, se me encendió la lucecita, por lo que, sin dudarlo, le ofrecí un cigarrillo a aquel jovencito que tanto me gustaba y que tan excitado y nervioso me ponía.

¿Quieres? Le dije, estirando la mano donde llevaba el paquete de tabaco.

El mirando para mí, me contestó que sí, por lo que, arrimándose un poco, echó su mano al paquete de tabaco, cogiendo un cigarrillo y devolviéndome luego el paquete.

Luego de guardar el paquete de tabaco en el bolsillo, saqué el encendedor, me arrimé ahora yo a él, y acercando el encendedor a su cara, procedí a darle fuego.

El sujetando mis manos con las suyas, acercó la llama a su cigarrillo, encendiendo el mismo. Ya estábamos prácticamente pegados él uno junto al otro, fumando un cigarrillo, allí sentados sobre el respaldo de aquel banco, pero todavía sin saber que decirnos. El que rompió el silencio fui yo, que nervioso y excitado como estaba, le pregunté si era de La Coruña.

¿Eres de aquí?

Me contestó que sí, pero que vivía en Santa Cruz.

¿Y para ir cómo vas a hacer, o tienes vehículo? Le pregunté.

No, no tengo, me contestó, vine con un amigo que tiene una Honda CBR 600 F, pero tubo que marcharse, por lo que tendré que coger un taxi, o esperar a que haya coche de línea.

Ya por lo menos habíamos entablado algo de conversación, pero la cosa todavía estaba algo tensa. No sabía que más preguntarle, por lo que se me ocurrió decirle que si quería yo podía acompañarlo y esperar a que hubiese coche de línea, si no le molestaba.

No, no me molestas, al contrario, me caes bien. Se me ocurrió venir por los jardines, a ver que había y…

Sin poder aguantarme más, posé una de mis manos sobre su pierna a la vez que me acercaba más a él, mientras me atreví a decirle que él también me gustaba, que me caía bien.

Se giró hacia mí, nos quedamos mirando ambos a los ojos, y mientras yo acariciaba su pierna, él llevó su mano a mi entrepierna, empezando a acariciarme los genitales.

Tu también me gustas, me dijo mientras me acariciaba la entrepierna. Ya me gustaste cuando te vi, me decía acercando su boca hacia la mía.

Nos estábamos mirando a los ojos uno al otro, mientras nos acariciábamos quedando nuestras bocas una frente a la otra, sintiendo el aliento el uno del otro al respirar, agitados y excitados como estábamos.

Poco a poco fuimos juntando nuestras bocas, empezando a saborear nuestros húmedos y temblorosos labios.

Dios, una corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo cuando ambos juntamos nuestros labios, aquellos labios me sabían a gloria. Temblándome todo el cuerpo, pasé la punta de mi lengua por sus labios invitándole a que abriera su boca, cosa que empezó a hacer, empezando a saborear la punta de mi lengua, para terminar, metiendo su lengua en mi boca y darme uno de los más sensuales besos de mi vida.

Ufff, aquella boca y labios eran aditivos, estuvimos besándonos y comiendo la boca literalmente, como si se fuese a acabar el mundo. A la vez que nos comíamos y saboreábamos la boca uno al otro, nos íbamos metiendo mutuamente mano, él después de acariciarme los genitales, tiró de mi camiseta hacia arriba sacándola del pantalón, metiendo luego su mano por dentro, acariciando mi abdomen y pecho, hasta quedarse acariciando y pellizcando mis pezones, los cuales estaban duros a causa de la calentura y excitación que tenía en esos momentos.

Mientras tanto yo, llevaba mi mano a su entrepierna, acariciando aquel bulto que cada vez le crecía más y más. Notaba lo duro y excitado que estaba, y como suspiraba cuando acariciaba su órgano sexual. Poco a poco iba buscando la manera de desabrocharle el pantalón y poder meter mi mano para tocar y acariciar aquella verga que tanto me apetecía.

Cuando por fin conseguí aflojarle el cinturón y desabrocharle el botón, temblándome las manos, empecé a bajarle la cremallera, metiendo luego mi mano por dentro del bóxer, pudiendo por fin acariciar aquella dura polla.

Dios, le acariciaba la polla y genitales, notando lo dura y el calor que emanaba de su entrepierna.

Ambos estábamos calientes y cada vez más excitados, nos comíamos la boca y acariciábamos a la vez que no parábamos de jadear y gemir.

No pudiendo aguantar allí sentados por más tiempo, nos bajamos del banco por la parte de atrás, quedando ambos apoyados sobre el respaldo de este. Sin perder tiempo, empezamos a desnudarnos uno al otro.

Yo empecé a bajarle el pantalón y bóxer que ya había conseguido desabrocharle, y mientras le acariciaba aquella rica y sabrosa verga, él empezaba a aflojarme el cinturón, luego siguió desabrochándome el pantalón, para por fin, bajarme este, junto al slip que yo llevaba puesto.

Ya estábamos ambos desnudos de cintura para abajo, con el pantalón sobre los tobillos, allí abrazados uno al otro, comiéndonos la boca a la vez que nos acariciábamos.

Con su mano empezó a subirme la camiseta por delante, la pasó por detrás de mi cabeza, dejándola allí sobre los hombros, quedando mi pecho y abdomen totalmente desnudo y expuesto a él. Llevó su boca a mis pezones a la vez que me acariciaba el abdomen y pecho, empezando a chupar y mordisquear estos, haciéndome temblar y gemir de placer mientras yo me abrazaba a su cabeza.

Notaba sus calientes y húmedos labios chupar mis excitadas e hinchadas tetillas, y como con sus dientes iba mordisqueando mis duros pezones, mientras con sus manos me pegaba a él y acariciaba los cachetes de mi ardiente culito.

Ufff que gusto, notaba el calor que su órgano sexual emitía pegado a mi cuerpo, y como sus labios chupaban mis tetillas a la vez que me iba dando leves mordiscos. Dios, aquello era maravilloso, aquello era un sueño hecho realidad, allí estaba en medio de los jardines de Méndez Núñez, semi desnudo, en manos de un jovencito que me volvía loco, haciéndome temblar de gusto aquella noche encapotada que amenazaba lluvia.

Cuando se cansó de acariciarme, chupar y mordisquear todo mi cuerpo, poniendo sus manos sobre mis hombros, me invitaba a que me agachase para que le chupase aquella sabrosa y rica polla.

Sin dudarlo, me incliné llevando mi mano a aquella polla que tanto me excitaba, y mientras me sujetaba con una mano en su cintura, llevaba a mi boca aquella bonita y rica verga empezando a chuparla y saborearla pasando mi lengua por su capullo, luego empezar a mamarla mientras la iba tragando todo lo que mi boca me permitía.

¡Ohhh! ¡ooohhh! Gemía él, poniendo sus manos sobre mi cabeza, mientras yo tragaba aquel rico y sabroso pene.

Tragaba prácticamente todo su miembro, mientras con mi mano derecha acariciaba aquellos jovencitos genitales cargados de leche.

El, que no dejaba de gemir mientras yo le chupaba la polla y acariciaba los huevos, con sus manos iba subiendo mi camiseta por la espalda a la vez que me iba acariciando. Pasaba su mano por mi ardiente culito y mientras gemía, me iba diciendo que quería follarme.

¡Quiero follarte! Exclamaba mientras me acariciaba la espalda y cachetes de mi culito.

¡Me gusta tu culito! Quiero metértela y correrme dentro tuya, me decía.

Yo que me moría de ganas porque me hiciera suyo y me preñara el culito con su semen, Poniéndome de pie, empecé a morderle el labio, esperando a que me diese la vuelta, se pusiese detrás mía, me abriese de piernas y me empezase a dar por el culo.

Quiero que me folles, quiero ser tuyo y sentirte dentro mía, le susurraba mientras le mordía y besaba los labios.

Sin esperar más, me dio la vuelta colocando mis manos sobre el respaldo de aquel banco del jardín, y así medio inclinado, apoyando las manos sobre el respaldo del banco, me hizo abrir las piernas todo lo que el pantalón y slip me permitían.

Pasó su mano por el medio de mis cachetes, y palpando mi caliente y desesperado hoyito, mojó uno de sus dedos con su saliva, metiéndolo dentro.

¡Ohhh! ¡ooohhh! Gemí al notar como su dedo entraba dentro mía, haciendo que mi esfínter cediese y se fuese dilatando, permitiendo que su dedo entrara en mí.

Volvió a sacar y meterlo varias veces, viendo como mi agujerito se iba abriendo y dilatando cada vez más.

Métela, le pedía, métemela ya, desesperado por sentir su verga dentro mía, deseando ser suyo y sentirme poseído por aquel jovencito que tanto me gustaba y excitaba.

No se hizo de rogar, pegándose a mi trasero, colocó la punta de su polla sobre mi caliente y desesperado agujerito, empezando a introducir aquella joven y dura polla. Me sujetaba por las caderas, tirando de ellas hacia él, a la vez que su polla se iba introduciendo en mí.

¡Ohhh! ¡ooohhh ohhh! Gemí al notar como mi esfínter se abría dejando pasar la verga que se iba introduciendo en mí. Noté como me la había ensartado por completo, notando su pelvis y huevos pegados a mi culito, y sus dedos aferrados a mis caderas. Sentía el calor que emitían sus genitales, y los vellos púbicos rozar la piel de mi culito.

Ya era suyo, ya estaba dentro de mí, ya me tenía ensartado en su joven y dura polla, dispuesto para ser preñado.

Se pegó todo lo que pudo a mí, a la vez que impulsaba su pelvis clavándome más profundamente su verga. Notaba como tiraba de mis caderas hacia él, y como se inclinaba sobre mi espalda, notando su aliento sobre mi nuca, empezando a morderla mientras susurraba, ¡ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto!

Yo estaba que me derretía de gusto, lo notaba pegado a mí, sintiendo aquella calorcita que su cuerpo transmitía al contacto con el mío, y como su polla introducida en mi culito, empezaba a deslizarse haciéndome soltar leves gemidos, ¡ohhh! ¡ooohhh!¡ooohhh ohhh! Gemía cada vez que notaba su polla rozar mi próstata y su pelvis y huevos chocar contra mi culito.

Dios, estábamos copulando en medio de los jardines, allí arrimados sobre el respaldo del banco, pudiendo ser vistos por cualquiera que se le ocurriese pasar en aquellos momentos por allí. Pero la verdad es que, a ambos poco nos importaba, la calentura y excitación que teníamos era tan pero que tan grande, que en aquellos momentos todo nos daba igual.

El me daba por el culo cada vez a mayor velocidad, su polla entraba y salía como un pistón en mi culo, haciéndome gemir. Y su pelvis y huevos chocaban una y otra vez contra mi culito, escuchándose el plof plof plof plof, cada vez que me introducía su verga.

No paraba de culearme a la vez que gritaba, ¡ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto!

Ya llevaba un buen rato siendo sodomizado, cuando empecé a notar como su respiración se agitaba, las culeadas que me daba se incrementaban a la vez que sus manos se aferraban más a mí, y este empezaba a gritar que se corría.

¡Ohhh me corro! ¡ohhh me corro! ¡ooohhh me corro! Gritaba empezando su polla a palpitar, a la vez que se tensaba y empezaba a largar varios trallazos, eyaculando dentro de mi culito, dejándomelo lleno de leche.

¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! Decía mientras su polla se vaciaba dentro mía dejándome preñado con su blanco y espeso esperma.

Los 2 estábamos sudando, el con su polla dentro de mi culito, terminando de derramar sus últimas gotas de semen, y yo apoyado con mis manos sobre el respaldo de aquel banco, con las piernas abiertas y el culo ensartado en aquella joven y rica polla, que terminaba de darme por el culo, dejándome preñado.

Tenía la cara enrojecida, la polla tiesa y dura que no paraba de gotear, y la polla de aquel jovencito, escurriéndose de mi culito después de haberme sodomizado, dejándome bien preñado.

Sin que terminara de salirme la polla del culo, el jovencito que terminaba de llenarme el culo con su leche, llevó su mano a mi verga que estaba tiesa y pringada por las gotas de semen que se iban derramando, empezando a meneármela para hacerme correr. Cosa que no tardó ni 10 segundos, ya que empecé a convulsionar a la vez que gritaba que me corría.

Me corro, me corro, gritaba retorciéndome de gusto, mientras mi polla empezaba a escupir semen, ¡ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh ohhh que gusto! Gritaba mientras explotaba en un orgasmo, a la vez que él me abrazaba por la espalda, meneándome la polla mientras su verga se iba escurriendo de mi culo, notando su respiración pegada a mi nuca.

Nada más terminar de correrme, me dio la vuelta, metiéndose mi polla en la boca, empezando a chuparla, saboreando las últimas gotas de semen que iban escurriéndose.

Yo aferrado a su cabellera, gritaba retorciéndome de gusto, al notar como su boca succionaba mi sensible polla, extrayendo los últimos restos de mi corrida.

Cuando por fin terminó de chuparme la polla, la excitación que sentíamos y respiración se fue normalizando, subiéndonos los pantalones y una vez acomodados, nos volvimos a besar y meter mano, hasta que por fin nos sentamos de nuevo en el respaldo de aquel banco, fumamos un cigarrillo, y luego de estar charlando un buen rato, nos fuimos ambos juntos hacia la estación de autobuses, donde él tenía que coger el autobús de línea, para su casa.

Allí después de habernos vuelto a morrear y meter mano todo lo que quisimos, nos despedimos quedando en volver a vernos otro día.

Ese día fui para casa, contento y muy feliz, por fin había conseguido que me dieran por el culo alguien que me gustaba, un chico joven y guapo, muy guapo, al menos para mí.

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