Tengo 18 años, alto, delgado y un poco tímido. Era mi primera visita a Haití donde había ido a comprar ropa para revender en mi país.

Salí de madrugada y llegue cerca del mediodía, abrazado por el calor caribeño y una sed que invadía todo mi cuerpo. A la entrada del área donde haría las compras, había un taller de mecánica en el cual me detuve.

Pregunté en español, pues no se hablar creole, si había alguien.

Cuatro chicos, trabajadores del lugar, salieron a mi encuentro. Estaban muy sudados, con el pecho desnudo, sus grandes tetillas al aire y como única vestimenta un corto y estrecho pantalón jeans cortado. Todos estaban cerca de los 20 años.

Les indiqué como pude que necesitaba un vaso de agua. Hablaron entre ellos mientras parecía que querían comerme con los ojos.

Se pusieron de acuerdo y uno de ellos entró al taller y regresó con el agua, helada y rica, que me ofreció con una gran sonrisa y que bebí ávida y rápidamente.

De repente mi cabeza empezó a dar vueltas y me desmayé a sus pies.

Cuando recobre la semiconciencia, ya que no podía controlar mis acciones, estaba en una cama vieja y sucia de grasa y lubricante de carros, completamente desnudo, mientras los cuatro chicos se masturbaban delante de mí enseñando sus penes grandes, gruesos, llenos de leche y con la cabeza roja de todo el frotamiento a que eran sometidos por sus dueños.

El primero se subió a la cama y arrodillándose ante mi cabeza, abrió mi boca y colocó su gran polla en ella y yo empecé a chuparlo con gran deleite para él, a la vez que acariciaba su trasero prieto.

El sudor de su cuerpo caía sobre el mío, mientras movía sus caderas como si estuviera cojiendose el culo de una puta cualquiera, solo que en la ocasión quien le daba placer era yo y mi boca.

El tamaño de su guevo fue aumentando y yo sentí como latía dentro de mi boca, atravesando toda su extensión y llegando hasta la garganta.

Tras varios minutos de disfrutar, finalmente empezó a eyacular toda su leche, primero en mi esofago, luego en mi boca y por último en mi cara, que luego lamió asquerosamente saboreando su propio semen.

El segundo paso a la acción. Colocó sus grandes nalgas sobre mi cara, moviendolas con suavidad sobre mi boca para que se las mamara.

Procedí a hacer lo que quería. Mi lengua salió de su escondite y se posó delicadamente en el centro de su culo, lamiéndolo, lleno de un sabor a mierda, sudor y macho.

No conforme con el gusto que le daban mis lamidas en sus glúteos, el rastrero puso mi mano izquierda, se dio cuenta que era derecho al beber el agua, en su estilete, el cual comencé a sobar para su deleite.

Toda mi boca era empleada en satisfacer sus instintos sucios y asquerosos, besando, chupando, mamando y lamiendo toda su área anal, a la vez que lo masturbaba a la velocidad que él imponía.

Ahíto de tanto placer, me hizo parar de chuparle el culo, mientras se paraba sobre la cama y me colocaba de rodillas con la boca abierta y la lengua afuera donde se vino con una corrida amplia que se alcanzó la cabeza, la cara y el interior de la boca, que me obligó a mantener abierta para ver su leche dentro de mí y luego a tragarla lentamente.

El tercero no se hizo esperar. Rápidamente enchufó su guevo en mi boca, mientras con sus dedos comenzaba a invadir mi esfínter anal, llegando a introducir uno, dos, tres y hasta cuatro de sus largas terminaciones manuales dentro de mi intocado hueco trasero.

Luego de varios minutos de chuparle el palo, me dio la vuelta y de un solo empujón me metió todo su pene en el culo, provocándome un gran dolor interno y rasgando sin piedad toda la cavidad de mis entrañas.

Mientras me daba mucha ñema por el trasero, el degenerado haitiano me tomaba de las caderas para hacer mas profunda su penetración, mientras que, para mi sorpresa, me llamaba puta y me decia que yo también estaba gozando con su cogida.

El cuarto no pudo soportar más. Se abalanzó sobre mí, tomando mi cabeza e introduciendo su erecto falo en mis labios y moviéndose de tal forma que provocó la ruptura de algunos vasos capilares y comencé a emanar abundante sangre debido a la forma salvaje en que me obligaba a practicarle el sexo oral.

El que me comía el culo comenzó a golpear con su mano abierta la superficie de mi trasero, provocándome mucho dolor, mis nalgas blancas se pusieron muy rojas debido a los azotes que recibían.

El del frente me tomaba por los cabellos con tal fuerza que me sacaba completamente su guevo de la boca para inmediatamente hundirme hasta llegar a la base, llena de pelos y de un olor penetrante.

Los dos primeros se excitaron de nuevo y se colocaron a un lado cada uno, obligándome a tomar sus carajos entre mis manos y empezar a pajearlos, a la vez que estos me pellizcaban las tetillas, halándolas con sus gruesos dedos y haciéndolas erectarse por sus groseras caricias.

Los que me cojian se combinaron para acabar al mismo tiempo, el primero a la vez que me decia que era una perra caliente se derramo sobre mis pompis, al tiempo que seguía azotándolas con rabia.

El segundo se vino sobre mi cara, mientras me obligaba a besar, lamer y chupar sus bolas. Parte de la corrida corrió por su largo y grueso palo, el cual tuve que limpiar con mi boca y tragar bajo la mirada perdida de mi amante bucal.

Los que recibían las caricias de mis manos, inmediatamente tomaron el lugar de los otros y continuaron con las nalgadas, el que me estaba haciendo suyo y arrancando mis orgasmos para su placer clavándome su estaca en mi ano, y con las haladas de cabello, el que ocupaba con su pene toda mi boca, lengua y labios en el momento.

El primero de estos no soporto la carga de morbo de la situación y estallo con un torrente de leche que inyecto en mi cavidad anal, mientras gritaba que este cuero dominicano está muy bueno.

Su colega le siguió los pasos lanzando su semen en el interior de mi boca, sintiendo sus trallazos llegar hasta mi garganta, seguir por el esófago hasta alojarse en mi estomago.

Estos animales parecían incansables. Sin un momento de respiro, se sentaron todos uno al lado del otro en la cama y fueron usándome para volver a provocar que sus penes se pararan.

Uno por uno, de rodillas ante ellos, tuve que volver a lamer, chupar y mamar sus pingas llenas de sudor, semen, saliva y sangre.

Los dos que no habían disfrutado de mi culo me halaron hacia un lado y mientras uno se acostaba y metia su pene en mi dilatado ano, el otro hizo lo mismo por arriba, convirtiéndome en un sándwich sexual y haciéndome victima por primera vez de una doble penetración.

Los restantes no quisieron perderse la diversión y colocaron sus órganos sexuales al lado de mi boca y se iban turnando en disfrutar de mi, mientras todo el cuarto se llenaba de sus alaridos y gemidos de placer.

Me colocaron en el centro de todos con la boca bien abierta y la lengua completamente expuesta hacia fuera. Se sobaban con gran velocidad los penes y uno por uno comenzaron a venirse sobre mi cuerpo.

La cabeza, cara, pecho, brazos, piernas, muslos, pies, todo se impregnó de las leches que estos malignos hacían brotar de sus endurecidos y potentes guevos.

No conformes con esto tuvieron deseos de mear y no encontraron mejor salida que hacerlo sobre mi.

Dos de ellos apuntaron sus chorros de orina hacia mi boca, la cual me ordenaron mantuviera abierta y tuve que tragar gran parte de la meada, otro descargó su uretra en mi espalda y el ultimo sacio su instinto al derrapar su liquido caliente en mis nalgas y culo.

Como postre, los cuatros se aplastaron sobre mi cuerpo encharcado de pis, uno en mi cara, uno en mi pecho, uno en mi sexo y otro en mis pies y cagaron larga y placenteramente llenándome todo con su mierda asquerosa, sucia y hedionda.

Luego tres de ellos se pusieron en cuatro y el otro me obligo a limpiar sus culos con mi lengua y boca y tragar toda la mierda pegajosa y mal oliente que sacaba de los mismos centros de sus hediondas nalgas.

Finalmente me tiro al piso y restregó todo su ano abierto en mi boca para tambien utilizarme como papel de sanitario.