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El oftalmólogo caliente

El oftalmólogo caliente

Estudiaba yo en Saltillo, Coahuila, en México y los viernes, después de una agotadora semana de clases y prácticas, tenía como diversión ir al cine Palacio, por aquel entonces el mejor de la ciudad.

El baño estaba a la izquierda de la sala….

Hacia ese extremo se sentaban en las primeras filas las parejas de novios que tenían sus escarceos al amparo de la oscuridad.

Yo me sentaba cerca de ese sitio porque tenía 18 años y me gustaba escuchar los gemidos y el chasquido de los besos de las parejas…. me calentaba y, al no tener manera de desahogar mi necesidad de satisfacción sexual, esperaba a estar bien erecto y entonces entraba al baño, me encerraba en un gabinete privado y me masturbaba frenéticamente…. mi pene era ya de buen tamaño y su sobresaliente capullo era mi distintivo personal.

Un viernes, estaba yo listo ya para mi acostumbrada puñeta solitaria y entré al baño, me dolía la verga de lo caliente que estaba… para mi mala suerte, los tres gabinetes estaban ocupados…. me fui al mingitorio y fingí orinar mientras se desocupaba algún gabinete.

Saqué mi arma, intenté orinar sin éxito, lo que deseaba era soltar todo mi cargamento de semen acumulado durante la semana esperando el viernes caliente.

Una persona se colocó a la derecha, sacó una verga un poco más corta que la mía pero más gruesa y circuncidada… me di cuenta porque la exhibía ostensiblemente….

Sin decir agua va, se arrodilló y se prendió de mi verga, la succionó ávidamente…. mi corazón latió apresurado… me dio mucho miedo, me retiré como pude y la guardé dentro de mi pantalón.

Todavía temblando, salí a la sala y me senté en la primera butaca desocupada.

Unos minutos después, el tipo salió del baño, acostumbró sus ojos a la oscuridad, dio unos pasos y se vino a sentar a mi lado.

No supe si retirarme o seguir allí y opté por lo segundo…. intenté o fingí ocuparme de lo que ocurría en la pantalla… la verdad es que temblaba…. el tipo puso su mano sobre mi pierna… me apretaba suavemente, la fue moviendo hacia mi entrepierna y entonces se aferró a mi verga súper dura…. yo me sentía mojado…..

Se acercó a mi oído y me dijo que me invitaba a un lugarcito donde íbamos a estar solos y entonces me daría la mejor mamada que pudiera imaginarme…..

Yo estaba súper caliente, jamás había estado con una persona de su edad, unos 45 años.

Acepté y entonces me dijo que me esperaba en el lobby, que cuando me viera se iba a salir y que lo siguiera se hizo todo tal cual y entonces llegamos a un estacionamiento, abrió un coche VW blanco y me invitó a subir.

Yo seguía temblando, condujo unas cuantas cuadras, quizá 400 metros, no más y me dijo que iba a entrar a una oficina, que dejaría la puerta entreabierta, que pusiera seguro a la portezuela del carro y entrara por esa puerta.

Seguí las instrucciones, entré al recinto que estaba a oscuras…. salió tras la puerta, totalmente desnudo, olía a loción cara y jabón… me excitó el aroma…. me dijo que lo siguiera, abrió una puerta y entonces reconocí el consultorio de un oftalmólogo….. me ayudó a desnudarme, tomó mi tranca y empezó a mamar…. gemía, jadeaba y lloraba a la vez….. cuando sacaba de su boca la cabezota de mi verga y corría con sus labios mi prepucio hasta atrás, decía que tengo una rica verga, que es deliciosa, que soy tan joven que debo tener una leche abundante y cremosa como el mejor manjar….

Me excitó lo suficiente hasta que en un intento de abandonar el claustro que contenía mi verga para botar chorrazos de mecos (semen), él me sujetó por las nalgas, me oprimió contra sí e hizo más intensa la mamada….. pueden imaginarse que boté lo que yo sentía como litros de leche….. despacio y sin aspavientos la bebió sorbo a sorbo, siguió chupando hasta que me dejó seco…..

Me lavó cuidadosamente con un jabón fino de tocador, me aseo y secó con toallas húmedas perfumadas y luego hizo gárgaras con una sustancia astringente, se aplicó un aerosol y acomodó nuestras ropas.

Finalmente, me dijo que era yo un hombre delicioso, sacó un mazo de billetes de una de sus bolsas y colocó en el bolsillo de mi camisa tres billetes de cien pesos.

No entendía la acción. Jamás pensé ser un chichifo o mantenido, pero mi situación económica era precaria, vivía en una pensión.

En aquel entonces pagaba $ 375.00 al mes y mi familia me enviaba $ 400.00, entonces trescientos en mi bolsa era una fortuna.

Le pregunté y me dijo que era un regalito y que si quería otro tanto, me esperaba allí mismo cada sábado a las ocho de la noche.

¿Qué hice?

Repetí mis visitas, cada sábado yo tenía trescientos pesos en mi bolsillo, cada semana comía opíparamente en la cafetería de la escuela y conservé todo en secreto durante los tres años que duró mi carrera.

El señor era oftalmólogo reconocido.

Nunca hicimos nada más, me daba unas súper mamadas que suplía con creces mis puñetas solitarias de los viernes en el cine Palacio.

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