Del buffet
Desde hace un tiempo visito los Baños Capri en esta ciudad de Monterrey, México.
No es un sitio abiertamente gay pero los «comensales» asiduos poseen esa característica distintiva, la mayoría desempeñan roles homo, sea como activos o como pasivos.
Algunos atrevidos se ponen a tocar o mamar vergas en público, pero eso sí, la mayoría anda en bolas y es tal la cantidad de vergs en exhibición que parece un bufet con trancas de todos tamaños, colores y sabores.
En una de esas visitas, pasé por un estrecho pasillo y rocé «accidentalmente» el bulto de un tipo que traía una minúscula toalla alrededor de las caderas y ésta cayó al piso.
La vergota que ocultaba era digna de un museo: no miento, algo así como 26 cm. muy muy gruesa y con un cabezón enorme.
En el momento en que cayó la toalla, aquel gran aparato temblaba y se erguía, como si rebotara sobre el ombligo del tipo.
Obvio es que me puse a mil, fui a mi vestidor con ganas de sentir algo en el culo.
Como allí no se puede hacer eso, encendí un cigarrillo para calmar mis ansias.
En ese momento, el individuo se paró en la puerta con su gran verga dura en extremo, muy lubricada de manera natural.
Me pidió un cigarrillo y me invitó a su departamento.
Era mediodía, yo no tenía compromiso y acepté.
Llevamos unas cervezas.
En el trayecto, me pidió que llevara mi mano sobre su paquete…. latía como queriendo romper el short que portaba…. la acomodó de tal forma, que la cabezota asomaba por la pernera.
Yo iba casi casi arrepintiéndome por lo que estaba seguro iba a suceder en cuanto llegáramos.
Una vez en su departamento, decorado con excelente gusto, entramos a su recámara, decorada con óleos originales de hombres desnudos muy bien dotados y cubiertos los espacios de muro restantes con enormes espejos.
Me preguntó si deseaba entrar al baño. Acepté, me senté en el retrete y batallé para expulsar los residuos fecales.
Él llegó a la puerta y llevaba consigo un enema, o lavativa.
Me dijo: «Es importante usarlo antes de lo que vamos a hacer, es higiene y es dilatación».
Me coloqué el pivote en el culo, él presionó el contenedor y chorros de líquido viscoso y tibio me inundaron.
Apenas lo sacó, evacué líquido de tal manera que al asear mi orto, estaba totalmente libre de residuos.
Nos metimos a la ducha, allí me pidió que le mamara la verga.
Batallé para que mi boca abrigara esa cabezota enorme, pero yo tenía en ese momento mis 18 centímetros de verga bien duros, me gustó.
Acto seguido, me secó con cariño, me frotó el cuerpo con un aceite perfumado de riquísimo aroma y me colocó en la cama.
Trajo otras cervezas y enseguida se recostó boca arriba, con su mástil a todo lo que daba de erección.
De la mesa de noche tomó un pequeño frasquito, untó su verga con un aceite y me dijo: «Ahora sí, papacito, vas a sentir una rica verga abriendote ese rico culito».
Me senté sobre esa dura tranca y despacio, fui bajando.
Él me acariciaba los exteriores de las piernas con gran ternura, yo cabalgaba, subía y bajaba lentamente, delicioso….. fue increíble cuando mis huevos chocaban con su bajo vientre y mis peludas bolas se unían a la pelambre de aquel gran oso…. Fue fabuloso….
Me ardía todo, pero yo estaba gozando, casi me corría.
Él me frotó mis tetillas y dijo: «Así me gusta, que no hagan tanto escándalo y gocen esta rica verga que es mi orgullo».
De pronto, sentí sus chorros de esperma en mi interior, me ayudó a sacar de mi culo adolorido su poderosa arma y enseguida, fue a mi verga, me mamó con vigor, sin meter las manos, solté chorros de «mecos» (como llamamos al semen en México), dentro de su boca tibia.
Lo deglutió con deleite y entonces me pidió que me volviera y terminó lameteando el agujero de mi culo y bebió lo que apenas empezaba a salir del depósito que minutos antes había hecho.
Al salir ya vestidos me preguntó donde podía dejarme y me agradeció la atención, no sin antes aclarar que nunca repite la experiencia con la misma persona.