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Con un ejecutivo

Yo no creía en eso de los anuncios por periódico.

Me parecían puras mentiras. Sin embargo, la soledad y la necesidad de hacer algo cachondo me motivaron a escribir un anuncio.

Solicitaba a un caballero joven (de no más de 40) que quisiera frotar su verga con la mía hasta venirnos.

Y puse un teléfono celular. Primero supuse que el periódico no me publicaría tal anuncio, lo considerarían vulgar o que se yo.

Sin embargo, como el periódico era de segunda y lo que vale es lo que pagues y no lo que digas, solo se limitaron a decirme que iba a salirme en xxx pesos.

Los pague y me largue. Para mi sorpresa, al día siguiente, cuando salió publicado el mentado anuncio, recibí doce llamadas.

La más interesante era la de un tipo que decia trabajar en una empresa mas o menos grande.

Era casado y quería que todo se mantuviera en absoluto anonimato. Yo le dije que también quería que todo se manejara en anonimato.

Quedo de llamarme al día siguiente para ponernos de acuerdo. Esto de las citas masturbatorias son una practica muy común en Canadá, donde conocí los famosos jerks circles y otras mamadas que hacían que te vinieras por un mes.

Al día siguiente me hablo el ejecutivo, que se dijo llamar Bruno, y me dijo que quería que lo visitara a su oficina para conocernos.

Me pidió que llegara preguntando por el como si yo fuera un viejo camarada de su juventud. Ta bueno, le dije, a que horas. Después de la comida. Comí de volada y me dirigí a las oficinas que, por cierto, eran muy lujosas.

En recepción pregunte a una chavita por el tal Bruno. Me señalo el camino. Llegue hasta su oficina.

Me salió a recibir un tipo normal, de treinta años, delgado, blanco, vestido con traje. Nos saludamos de mano y me paso a su oficina.

Yo ya estaba muy nervioso porque no sabía como reaccionar ni que decir.

Tenia miedo de encontrarme con algún monstruo o con algún anciano, que abundan. Pero no. Era un chavo como yo, un poco canoso pero muy bien.

Se sentó y me pidió que me sentara mientas atendía una llamada. Pude notar que ser fijaba en mi pantalón como calculando el tamaño de mi verga y, de hecho, yo también se la busque a el.

Me senté y note que traía las manos húmedas y una erección.

Bruno hablaba en ingles y discutía no se que cosas. Ahí estaba yo frente al tipo que había contestado mi mensaje y que accedía, para mi sorpresa, en frotar mi verga con la suya, es decir, realizar mi máxima fantasía.

Quizá todos la tengamos pero mientras no la lleves a la practica se te convierte en una obsesión.

Y ahí estaba yo, en frente de un tipo que había consentido que yo tomara su verga y la frotara con ala mía. Sin embargo, nada estaba acordado todavía.

Sin dejar de hablar por teléfono, que era inalámbrico, cerro con llave la puerta de su oficina y se acerco a mi, que seguía sentado y sin saber que hacer. Siguió platicando y se abrió el zíper y dejo salir una riata blanca y gruesa que estaba poniéndose dura.

Tal vez en todo el rato que estuvo hablando, Bruno también se engolosinaba con la posibilidad de por fin frotar su riata. Me pidió que me levantara de mi silla y que me abriera el zipper.

Todo esto sin dejar de hablar por teléfono. Obedecí y me apeno un poco que viera mi verga durísima. Estábamos frente a frente y nuestras vergas estaban a solo unos centímetros de rozarse.

Hizo el ademan de que iba a tocármela pero luego se arrepintió y tomo la suya y comenzó a pajearse. Se dio la vuelta y sin dejar de hablar por teléfono y de pajearse, fue hasta un pequeño servibar de donde saco una botella de whisky. Me ofreció pero me negué, porque yo no tomaba.

El se sirvió un poco y luego regreso. Seguía llamando por teléfono y pajeándose.

Ya la tenia bastante erguida y dura, y ahora si, se puso frente a mi, que no me había movido, y con un movimiento de cadera muy lento, consiguió que nuestros glandes se rozaran.

Ambos suspiramos… Nuestras vergotas paradas chocaron dos o tres veces y se mecieron en el aire como entusiasmadas por el contacto.

El tipo seguía hablando y yo me moría de ganas de tomar su verga con mi mano y restregarla contra la mía, de forma que nuestros glandes se besaran y comenzáramos a pompear.

El tipo se detuvo en seco en el meneo porque algo le había molestado de la conversación telefónica.

Me dio la espalda y se dirigió a su escritorio con la verga ondulando fuera de su pantalón. Se sentó y busco algo en la agenda.

Yo ya había perdido la pena y me senté y comencé a pajearme, total, si aquello no iba a pasar de un rozón mejor me la jalaba.

Bruno colgó el teléfono furioso. Se levanto y tomo un largo trago de whiskey. Se volvió a mi y me enseño su vergota.

La cabeza la tenia roja e hinchadísima. Hola, perdona, lo que pasa es que tenía una llamada muy importante, me dijo. No importa, le dije sin dejar de jalármela.

Ven al sofá, es más cómodo, me dijo. Su oficina era amplia y tenía un sofá muy cómodo. Me senté a su lado sin todavía saber que hacer. Bruno se había bajado el pantalón y el bóxer.

Yo lo imite. Y ahí estábamos sentados uno junto al otro empelotas de la cintura para abajo sin saber que hacer. Bruno fue el de la iniciativa: déjame tocártela. Y su mano izquierda tomo mi verga que se estremeció al contacto.

La empezó a pajear lentamente, arriba abajo, y haciendo ligeras cosquillas debajo de los huevos Yo no me pude evitar la tentación y dirigí mi mano temblorosa a su verga.

Estaba dura, caliente, llena de venas, peluda. Comencé a masajearlo. Así estuvimos un rato, mirando la verga del otro, cuando otra vez Bruno tomo la iniciativa: estamos un poco incomodos.

Que te parece si te sientas en mis piernas. Yo puse cara de no entender lo que decia. Entonces me dirigió.

Levántate. Siéntate aquí (señaló sus muslos). No así no, no quiero que me des las nalgas, no al menos ahorita. Siéntate de frente, para que nuestros palos se junten.

Quiero jugar a las espaditas. Hace un chingo que no la hacía y tengo ganas.

Yo lo obedecí ciegamente. Sentí en mis nalgas la fortaleza de sus muslos. Me tomo por la cadera para calibrar la cercanía de nuestros genitales. Ahí. Prácticamente nuestros huevos se besaban.

Y la raíz de nuestras vergas era una. Su verga salía disparada hacia su ombligo, mientas que la mía se mecía hacia el frente. Espera, no te muevas, me dijo, quiero verlas así, juntas pero no pegaditas todavía.

Tienes una verga deliciosa, le dije. Tú también. Luego tomo las dos vergas con cierta rudeza y las unió cuerpo a cuerpo, fundiendo nuestros glandes y haciéndolos una sola bola roja. Escúpele, me dijo, escúpele a las cabezotas. Lo hice.

Más. Entonces entendí sus motivos: quería que mi saliva sirviera de lubricante.

Ya que estaban mojadas, las empezó a frotar. De la base a la punta, con una sola mano masturbaba sincronizadamente nuestras vergas.

Así estuvimos hasta que aparecieron los primeros rastros de líquido seminal. Sin soltarlas, me pidió que empezara a pompearle.

Abrió un poco el puño donde aprisionaba nuestras vergas para permitir que mis pompeadas hicieran resbalar mi verga sobre la suya.

Me excitó muchísimo ver la punta de mi glande recorriendo el cuerpo grueso de su verga y terminando restregado en el frenillo de la suya, en un beso deliciosísimo que acentuaba Bruno con un pompeo involuntario. Sin darme cuenta, en lo que yo pompeaba, Bruno me paso una mano por las nalgas y me metió un dedo por el culo.

Me quejé pero entonces el aprisionó con fuerza en su puño a nuestras vergas, ahorcándolas.

Sigue pompeando, dijo. Yo seguí pompeando sobre su verga mientras me daba dedo, y de vez en vez descansaba mi pubis sobre el suyo, uniendo nuestros ombligos, y ahí pompeaba con mas lentitud. Los huevos me dolían de tanto aguantarme la corrida.

La verdad es que lo estaba disfrutando muchísimo. Entonces Bruno soltó nuestras vergas y con un rápido movimiento me puso de espaldas y me sentó en sus piernas. Sentí su verga durísima en la raja de mi culo. Pompeaba.

Eh, le dije, eso no fue lo que acordamos.

No dijo nada. Haciendo diversos movimientos, consiguió que su verga pasara por mis huevos y aparecieron bajo la mía. Luego, en un segundo la escondió otra vez en mis nalgas, me tomo de las caderas y me penetro.

Mi culito no tuvo tiempo de nada. Sentí por primera vez una verga en mi culo, una verga durísima y caliente que se abría campo en mi culo con embestidas desordenadas. Oí gemir a Bruno: estaba por venirse.

Yo todavía no salía de mi dolor cuando sentí como se desbordaba su semen por las estrechas comisuras de mi culo aun ensartado.

Bruno se venia a borbotones.

Aproveche el descuido, porque me había soltado las caderas para atraerme a su verga y las había puesto en el sofá para impulsarse lo mas que podía sobre mis nalgas, y me puse de frente a el.

Lo increíble era que su verga seguía escupiendo semen, por lo que aproveche para restregarle mi verga, mojarla de su semen para comenzar a venirme de manera igualmente caudalosa. Su camisa y su corbata quedaron batidas con nuestros manguerazos.

Nuestros vellos púbicos estaban empapados. Las vergas estaban aun pegaditas, calientitas, mojaditas.

Ambos teníamos la respiración agitadísima. Me levante del sofá, me limpie con una toalla que encontré ahí, salí y fui a comer algo.

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