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Buenos amigos

Buenos amigos

Cuando tenía 14 años formaba parte de una banda de malandras de barrio y solíamos hacer varias travesuras a los vecinos.

Sin embargo, todos nos querían.

Un buen día apareció un rumor, que poco a poco creció hasta que llegó a nuestros jóvenes oídos.

Alguien había comprado la casa abandonada de la otra cuadra, y una nueva familia vivía allí ahora.

Esto, era terrible.

Esa casa era nuestra guarida secreta, donde nos escondíamos y pasábamos horas enteras jugando.

Un aire de tristeza se adueñó de nosotros.

Éramos tres amigos que prácticamente nos habíamos criado juntos. Eduardo, Luis y yo, el Gato.

Un día de esos, en la almacén escuché conversar a dos vecinas que decían que la nueva familia era muy agradable, especialmente el hijo, un niño de 13 años.

La curiosidad se adueñó de mí. Pasaba a cada rato por la puerta de la casa para ver si lo veía, hasta que un buen día, lo vi. Yo pasaba hacia el mercadito y él salía de su casa con el guardapolvo del colegio y unos libros en la mano. Era, y debe ser aún, un rubio hermoso.

Prácticamente caminábamos a la par, entonces me atreví a saludarlo, lo hice, entablando así una conversación por algunas cuadras.

Se llamaba José. Sus ojos claros dejaban ver su alma, se notaba que era muy agradable. Cuando nos despedimos, me propuso que lo pase a buscar así le presentaba a mis amigos. Esa tarde, en patota, fuimos a buscarlo.

Con el tiempo, José se integró perfectamente a nuestro grupo, y era como uno más de nosotros. Todos los días jugábamos a distintas cosas.

Una tarde, en que los padres de Luis no estaban, fuimos a merendar todos a su casa. En eso estábamos cuando Eduardo propuso un juego para hacer.

Consistía en que uno de nosotros decía una frase, el otro la repetía agregándole alguna palabra al final, y el otro repetía todo agregándole una más…y así.

Cuando alguno se equivocaba, o se olvidaba de alguna palabra, perdía y debía realizar una prenda. Yo, con el morbo elevado a su esplendor y en una edad donde con solo mirarla la pija se te para, propuse que cada vez que alguien perdía se tenía que quitar un prenda de las que traía puesta. Todos estábamos en remera y bermudas. Además obvio del calzado.

El juego comenzó, Eduardo mandó su oración…Luis la siguió…José también…y yo…me confundí. Rápidamente me saqué la remera. Luis empezó una nueva frase…Eduardo la siguió…José también…yo….me volví a confundir. Adiós zapatillas…Media hora después estábamos todos desnudos.

La risa y las burlas empezaron a meterse en el juego. Luis preguntó si ya que estábamos todos desnudos el juego había terminado. De inmediato dije que sólo los cobardes abandonaban un juego. Y José preguntó entonces, cómo seguir. Yo, me animé a instarlos a más.

Les propuse que sigamos el juego , y aquel que perdiera dos veces seguidas tendría que hacer lo que los demás propusieran. La idea fue pensada unos instantes. Eduardo preguntó “¿Y vale pedir cualquier cosa?”. Mientras decía esto se ponía de pie y mostraba su pija bien parada, tomándosela con una mano y haciéndose una especie de mini paja. Mi pija se paró de inmediato.

Empezó el juego, obviamente perdí, quería la pija de Eduardo en mi culo ya. Además, estar sentado al lado de José me ponía muy caliente. La pija del pibe era hermosa como él. Volví a perder. Empezaba la acción. Les pregunté que debía hacer, y sorprendiéndonos a todos José dijo, yo quiero que me la chupes, y separando su silla de la mesa, separó un poco las piernas y me dijo “dale, che…Chupámela”. los demás se miraban entre sí. Yo me arrodillé entre las piernas de José y tomando su pija con las manos comencé a pajearlo suavemente, descubriendo de a poco la piel que recubría su glande. Éste era rosado y bien gordo.

Acerqué mi boca y pasé mi lengua por él. Poco a poco me fui tragando esa pija bien parada de unos 15 cm. José me tomó de la cabeza y me empezó a coger la boca mientras decía “chupá, putito, chupá”. Y yo chupaba a más no poder.

Al ver esta situación los demás reaccionaron enseguida, Eduardo comenzó a pajearse mientras se paraba y se ubicaba detrás mío. Uno de sus manos se apoderó de mi culo y dos de sus dedos empezaron a jugar en él. La pija de José entraba y salía de mi boca una y otra vez, mi nariz chocaba contra sus pelos y el olor a macho joven me invadía en cada envestida.

Los dedos de Eduardo había trabajado bien, mi culo estaba bien dilatado para recibir su pija, se arrodilló detrás de mi y me dijo….”gatito… perdiste… yo quiero romperte el culo” y sin más, me la metió hasta los huevos. La sensación era espectacular, sentí cada centímetro de su pija rozar las paredes de mi culito.

Luis, que por poco acaba de la paja que se estaba haciendo, se puso de pie al lado de José y sin que diga nada, empecé a alternar entre su pija y la del chico nuevo lamiendo desaforadamente a ambos.

Me llevaba los huevos de Luis a la boca, delicadamente, los chupaba y jugueteaba con ellos con mi lengua. José me dijo que estaba por acabar y me dijo que quería hacerlo en mi cara.

Yo estaba tan caliente que le dije que sí, y a los pocos segundos unos chorros tibios de esperma caían sobre mis mejillas mientras el pibe refregaba la cabeza de su pija por toda mi cara.

Luis le dijo a Eduardo que quería cogerme también, entonces éste se salió de mi, dándole el lugar a su amigo. Eduardo se sentó donde antes estaba José y me enchufó la pija en la boca, mientras me decía “ahora el Gato va a tener más lechita para tomar”.

Luis se apoderó de mi culo.

Su pija me taladraba sin piedad provocándome cierto dolor que poco a poco desapareció dándole lugar a un placer supremo. La metía toda y la sacaba suavemente, casi hasta sacarla por completo, para volver a embestirme.

Así lo hizo por cinco largos minutos hasta que me dijo que me quería llenar el orto de leche.

Por supuesto que le dije que sí, y apuró sus embestidas tomándome de la cintura y sacudiéndose velozmente, llegando a explotar en mi interior en un río de leche caliente que recorría mis intestinos.

La pija de Eduardo que parecía crecer más aún en mi boca comenzó a sacudirse dentro de ella.

“Mi leche” estaba por llegar y preparé mi garganta para recibirla.

Fue exquisita. Luego de que Eduardo acabó, José sugirió que se las limpiara bien a todos con la lengua así lo hice, dejando esas tres pijas ensalivadas y bien limpias.

Luego, me masturbé mientras ellos me miraban sin poder evitar la excitación que nuevamente erectaba sus penes.

La prenda seguía, era muy iluso de mi parte pensar que allí había terminado todo, pero lo que pasó después, da para otra historia. Pronto.

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