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Amantes de día viernes

Amantes de día viernes

Camilo era un adolescente común y corriente que a simple vista pasaba desapercibido entre todos los alumnos de su colegio.

Delgado, de una figura estilizada pero con sus músculos levemente marcados, su cara alargada y sus ojos almendrados de color miel eran su máximo atractivo.

La mirada transparente y franca hacía que las chicas del colegio al que asistía se ilusionaran con él.

Sin embargo algo pasaba con Camilo que le inquietaba.

Desde hace un tiempo se había empezado a sentir atraído por un compañero del colegio y no podía sacárselo de la cabeza.

Aquella tarde por distintas razones se retrasó en clases de educación física y llegó a las duchas cuando todos sus compañeros de curso se vestían para irse a sus casas ya que esa era la última clase del día y de la semana.

A pesar que en ese horario les tocaba compartir camarines con el curso del muchacho que le atraía, en el rápido recorrido que hizo con su vista no divisó su figura y se lamentó en voz baja ya que disfrutaba viéndolo en las duchas.

Era ahí precisamente en donde lo vio por primera vez. Le llamó la atención el cuerpo perfecto de músculos bien definidos que lucía aquel chico.

Observó su figura disfrutando las piernas suaves y torneadas que este tenía y que el brillo del agua jabonosa hacía lucir aún más.

Los muslos compactos y suaves eran una delicia que culminaba en unos glúteos firmes y redondeados, la espuma escurría por entre las dos circunferencias perfectas.

Detuvo su mirada en ese fabuloso espectáculo justo en el momento en que al agacharse para recoger el jabón, el adolescente dejó al descubierto su pequeño ano.

Este le pareció el pequeño capullo de una delicada flor. La espuma bajo recorriendo el orificio delicadamente introduciéndose por las grietas.

Se sobresaltó al pensar que alguien pudiera sorprenderlo espiando a su compañero de colegio, pero al mirar a su alrededor se dio cuenta que los demás muchachos estaban preocupados de sus cosas y no lo tomaban en cuenta.

Entonces incontrolablemente enfoco su mirada nuevamente en el chico y volvió a disfrutar del espectáculo. Jamás en sus cortos quince años había notado que una espalda podía contener tanta belleza: la forma arqueada de la cintura a la altura de las caderas, las hendiduras de la columna que subían hasta la base de la nuca, el arco de los omoplatos.

Todo en él era perfecto y esa perfección lo tenía extasiado.

Pero cuando el chico giró y pudo ver su tórax le pareció que estaba ante un ángel: Los pectorales y músculos abdominales eran de la medida precisa.

El ombligo, una pequeña circunferencia deliciosa en medio de un músculo duro pero delicado y por fin un monte de Apolo apenas poblado por finos y escasos vellos púbicos que coronaban un miembro de ambrosía.

Detuvo su mirada ahí para escudriñar milímetro a milímetro aquella anatomía y le pareció estar en el cielo.

No se dio cuenta del transcurso del tiempo y en un momento presintió algo que lo hizo levantar la mirada para encontrarse con los ojos de aquel muchacho que le sonreía maliciosamente.

Entonces se dio cuenta que su pene estaba erecto y sobresalía hacia adelante descaradamente.

Los pocos chicos que quedaban en las duchas comenzaron a reír y algunos siguiendo la corriente comenzaron a masturbarse.

Todo lo ocurrido en esa ocasión pasaba por la cabeza de Camilo mientras se dirigía a las duchas.

Ya nadie estaba en el lugar. El último compañero se despidió desde la puerta y lo dejó sumido en sus pensamientos.

Se metió bajo las regaderas dejando que el agua tibia aliviara la tensión que le producían los recuerdos del muchacho en las duchas.

En ese momento Escucho que alguien ingresaba a los camarines, pero desde el lugar en que estaba no podía ver quien era. Sintió el ruido de los casilleros y supuso que alguien había olvidado algo.

Saludo en voz alta pero nadie contestó. Se sobresaltó y volvió a llamar. Entonces sorpresivamente apareció en la entrada de las duchas aquel muchacho que tanto le inquietaba.

–¡Hola! — dijo –, soy Mauricio–.

— Hola– contestó asombrado Camilo que nunca imaginó un encuentro tan sorpresivo. Mauricio completamente desnudo se colocó a su lado y comenzó a jabonar su cuerpo pausadamente.

–¿Cómo te llamas?– le preguntó despreocupado. Camilo respondió nervioso tratando de alejar sus pensamientos del cuerpo de Mauricio. Más a pesar del empeño que puso sintió como la sangre cálida bombeaba hacia su pene inflamándolo al máximo.

–¡¡¡ guau!!!–exclamó Mauricio–, si que tienes un chico travieso–.

Camilo se sonrojo y no supo qué decir, su miembro se proyectaba recto hacia adelante y no había forma de disimular su erección.

En ese momento de vergüenza en que trataba de no ver el rostro de su compañero de ducha sintió como la mano de este acariciaba su pene.

En un comienzo no se atrevió a mirar, sin embargo la curiosidad le gano y al voltear su rostro hacia abajo se encontró con la mirada de Mauricio quien arrodillado frente a él sostenía en su mano derecha su gran bulto lleno de deseo.

Con un gesto de aprobación y sin despegar la mirada del rostro de su nuevo amigo, separó las piernas para que su miembro quedara un poco más abajo justo frente al rostro de Mauricio.

Este entendiendo el gesto aplicó más energía a sus mimos.

Camilo no podía creer lo que estaba pasando.

Su mente estaba bloqueada por el placer de las caricias en su endurecido miembro. Tomó con ambas manos la cabeza de Camilo y con sus dedos comenzó a surcar su cabellera.

Luego, lentamente, dirigió el rostro de Mauricio hasta su pene dejando que esos labios húmedos que tanto deseaba acogieran dentro de sí su regalo cálido y jugoso.

Se estremecía cada vez que la lengua de su amante pasaba por su glande recorriéndolo con delicadeza.

El placer que su amigo le estaba proporcionando era demasiado para él. Presentía el estallido de la esperma acumulada en sus testículos y su respiración era una mezcla de gemidos y soplidos cortos.

Mauricio introducía todo el miembro en su boca y succionaba habido esperando que aflorara aquel elixir lechoso.

Las convulsiones surgieron incontrolables y Camilo dando un alarido expulsó desde su paquete cada vez más inflamado un gran chorro blanquecino que fué a parar a la garganta de Mauricio.

Este desesperadamente recorrió cada centímetro del delicioso caramelo que tenía en su boca no dejando escapar ninguna gota del delicioso néctar.

La pasión era interminable y Camilo seguía deseando aún más y más el cuerpo de ese delicado ángel que tenía enfrente.

Entonces arrodillándose junto a él, lo volteo para después pasear con sus dedos por entre sus nalgas.

Se detuvo un momento en esa flor virgen y se paseo con movimientos circulares por sobre ella. Mauricio retrocedió con su culo y abrió sus piernas entregándose totalmente a las caricias.

Camilo noto la estrechez del túnel pero su deseo era más fuerte y se propuso entrar de cualquier manera en el. La idea de romper esa cuevita lo calentaba de manera enfermiza.

Mauricio se mecía de atrás hacia adelante tratando que el dedo de Camilo lo penetrara, pero Camilo no quería eso y colocándose detrás de él acomodo la punta de su pene en la entrada de aquella delicada rajita.

En ese momento Mauricio detuvo su movimiento y espero ansioso poder contener dentro de si esa masa cálida que antes había acariciado con sus labios.

Camilo presionó hacia adelante con fuerza pero apenas pudo introducir una pequeña porción de su cabeza en su amante.

Este lanzo un quejido de dolor y trató de hacerse a un lado, sin embargo Camilo lo tenía firmemente sujeto y no le permitió moverse mucho.

Camilo retiró un poco la presión que ejercía con su miembro sobre el orificio de su amigo, hizo una pausa para tomar fuerzas y sujetando enérgicamente las caderas de Mauricio se lanzó hacia adelante con todo el peso de su cuerpo logrando introducir, de una sola vez, su gran miembro de dieciocho centímetros hasta lo más hondo de la cuevita hasta hacía poco inexplorada.

Mauricio lanzó un grito desgarrador al sentir el dolor de esa contundente estaca atravesándolo hasta partirlo en dos. Intento escapar del las manos de su verdugo pero todos los intentos fueron infructuosos, Camilo lo tenia firmemente abrazado y ya estaba introduciéndolo con su grueso mazo.

El forcejeo calentaba mas a Camilo y sus caderas se movían violentamente empujando cada vez más adentro su punzante arma.

El agua de las duchas se torno roja con la sangre que brotó desde ese poso brutalmente perforado.

El dolor era insoportable para Mauricio y las lágrimas afloraron de sus ojos, pero a pesar de las súplicas, Camilo no cedía en su avasallar.

Una y otra vez embestía sobre su presa introduciéndose cada vez más.

Mauricio casi en la inconsciencia y agotado por el dolor y el forcejeo, cedió la batalla y no lucho más dejando que aquel poderoso pedazo de carne penetrara hasta sus entrañas rompiendo todo lo que encontrara a su paso.

Sus quejidos fueron disminuyendo y el placer fue tomando el lugar antes ocupado por el dolor. Al poco tiempo comenzó a disfrutar las violentas arremetidas de Camilo.

Abrió sus piernas lo mas que pudo y arqueo su cintura. Camilo retiraba su pene casi en su totalidad del orificio para introducirlo violentamente hasta su base.

Mauricio comenzó a colaborar abriéndose totalmente y retrocediendo cada ves que sentía venir la arremetida.

Se abría lo más posible de piernas y empujaba hacia atrás permitiendo que Camilo entrara libremente con su cargamento de placer.

Lograba sentir dentro de su cuerpo aquel grandioso miembro plagado de venas y a punto de explotar.

Sus manos abrieron aún más sus nalgas entregando todo su ano a su dueño. Camilo embestía violenta y rápidamente.

Sentía como una oleada incontenible de líquido se acumulaba en sus testículos buscando un punto de salida. Gemía descontroladamente.

Su cuerpo se convulsionaba desenfrenado en cada penetración Ya con sus últimas fuerzas atacaba violentamente el culo de Mauricio y este también gemía.

Los testículos de Camilo se elevaron dejando paso libre a la lechosa marejada. Mauricio sintió en sus entrañas el caliente néctar blanquecino y se estremeció de placer.

Abrió su boca como tratando de decir algo pero solo logro emitir un gran grito desgarrado al mismo tiempo que desde sus testículos se proyectaba una oleada de semen que fue a parar al piso en donde el agua de las regaderas se encargó de arrastrar hasta el sumidero. Luego de eso ambos cayeron unidos sobre el piso.

Camilo permanecía dentro de Mauricio y lo abrazaba fuertemente. Sentía en su miembro sensible por los duros embates los latidos de aquel pozo que había sido todo suyo. Sin siquiera haber retirado su pene de dentro de su amante. Sintió como este volvía a inflamarse poderosamente.

Mauricio yacía tendido boca abajo rendido por el cansancio, su antes virgen orificio palpitaba y comenzó a sentir un ardor resultado de las violentas arremetidas, el dolor de su dilatado ano que aún contenía el pene de Camilo se hizo más intenso cuando el miembro de este comenzó a retomar su erección. Con la poca fuerza que le quedaba trato de safarse pero los brazos de Camilo lo sostenían firmemente.

No podía resistir el dolor de su trasero y deseaba que todo terminara. Sin embargo en ese momento Camilo empujo su miembro dentro de él haciéndolo lanzar un grito.

Creyó morir del dolor cuando el pene de su verdugo se retiró pausadamente solamente para volver a introducirse violentamente hasta lo más profundo de su desgarrado trasero.

El roce de esa protuberante estaca por su herido orificio lo hacia llorar pero había algo en aquella tortura que lo hacia sentir mas y mas deseo de ser penetrado. Al poco tiempo sus gemidos de dolor se mezclaban con jadeos de éxtasis que fueron creciendo incontrolablemente.

Camilo, Con su pene cada vez más sensible, sentía como desgarraba una y otra ves la cuevita de Mauricio. Sus gemidos quejumbrosos lo calentaban más y sádicamente lo introducía con toda su fuerza para así poder sentir más y más sus jadeos lastimeros.

Tenía ante si el sueño mas deseado de esas últimas semanas y lo disfrutaba al máximo.

Con un movimiento rápido en el que no dio ninguna posibilidad de reaccionar a Mauricio, lo tomo de sus caderas volteándolo boca arriba y levanto sus piernas a la altura de su cabeza dejando totalmente expuesto la cuevita de su amante. Se detuvo un momento para disfrutar de la vista de aquel trasero redondo y terso.

La antes estrecha hendidura ahora se le presentaba ante si como una deshojada rosa inflamada. Las estrías de su florcilla eran surcos abiertos de carne desgarrada por su deseo.

Mauricio trato de moverse pero sujeto firmemente a su presa de ambas piernas. Su miembro erigido hacia adelante cuan espada samurai palpitaba roja e inflamada. Se acomodo abriendo sus piernas para colocar entre sus muslos el trasero malherido y ubicando nuevamente su punzante arma sobre la flor deshojada, arremetió sin piedad sobre ella.

Nuevos gritos afloraron de la agotada garganta de Mauricio, esta vez el pene que tanto placer y dolor le había proporcionado, terminó por desmembrarlo y sus brazos y piernas cayeron lacios hacia los lados de su cuerpo. Su cabeza colgó hacia atrás sin energías para soportar el insoportable dolor.

Camilo levantó el cuerpo abrazándolo y llevándolo hacia su tórax. Su miembro rígido como piedra no aflojaba ni un milímetro en su penetración.

Con toda su energía comenzó a levantarlo permitiendo que su pene se retirara casi completamente de la sangrante cueva.

Luego, dejando que la gravedad hiciera su trabaja, el propio cuerpo de Mauricio caía libremente ensartándose en el mástil carneo de su amigo.

A pesar de estar casi desfalleciendo, Mauricio sentía un placer indescriptible que lo hacía desear que aquel mazo pétreo lo terminara de perforar hasta lo más recóndito de sus entrañas. Estaba ya completamente entregado a su amante y deseaba mas y mas de su tortura deliciosa.

Camilo con sus últimas fuerzas levantaba y dejaba caer aquel cuerpo como si fuera un muñeco de peluche. Ambos comenzaron a llegar al clímax de su pasión.

Ahora Mauricio se contorneaba eufórico cada vez que caía ensartado sobre el miembro de Camilo.

Comenzó a arquearse hacia atrás cuando era levantado.

De manera que el miembro de Camilo rozara más su próstata. Pero en el momento en que presentía su caída libre sobre aquel tótem, se colocaba recto permitiendo que la penetración llegara pronta y violenta. Al hacer esto, su pene también rígido rozaba el pecho de camilo permitiéndole sentir un doble placer.

Los movimientos de ambos se fueron acelerando tras cada arremetida.

Ya el cansancio no les permitía ni siquiera emitir quejidos de placer y solo sus jadeos desesperados se escuchaban en las duchas.

Camilo sintió venir una explosión plagada de dolor que se abrió camino por su irritado miembro.

En un grito ahogado levanto a Mauricio con sus últimas fuerzas y lo dejó caer sobre sus caderas las que empujó fuertemente hacia arriba.

Su carga de esperma, al no encontrar espacio que la contuviera, se desbordó por entre las estrías abiertas sin piedad en el culo de Mauricio.

En aquel momento, los últimos roces violentos del pene de Mauricio sobre el pecho de Camilo hicieron que este se viniera estrepitosamente lanzando un gran chorro de jugos blanquecinos que se elevó hasta sus rostro en donde con sus lengua saborearon cada gota.

Ambos cayeron estrepitosamente al piso de las duchas permaneciendo un largo tiempo abrazados uno frente al otro.

Aquella tarde de viernes en las duchas de la preparatoria los dos hicieron un pacto de lealtad y entrega incondicional prometiéndose repetir cada viernes esa deliciosa experiencia que por primera vez los llevó a tocar el cielo con sus cuerpos.

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