Cuando era estudiante, hace ya algunos años, tenía una estrecha amistad con Sabino, para esta época él ya falleció, pero le recuerdo con el cariño que siempre le tuve, un cariño muy sincero y leal, incluso nuestras familias eran amigas.

Sin embargo, siempre que teníamos oportunidad de compartir algunos tiempos libres fuera de los deberes escolares, fuera en su casa o en la mía, hacía invariablemente acto de presencia Javier, su hermano mayor, quien nos llevaba cinco años, ya que Sabino y yo éramos de la misma edad, cursábamos la preparatoria y aquél ya ejercía como profesor.

Consciente siempre de mi preferencia sexual, no me sorprendía pensar en Javier como un prospecto de cama, debido a que era muy guapo y su principal atractivo eran esas manos enormes y velludas además de una entrepierna sumamente prometedora. Desde luego que, era mi fantasía íntima, pero jamás imaginé que alguna vez se haría realidad

Mi fantasía era una cosa y sus atenciones conmigo otras. Por lo general estaba al pendiente de atenderme cuando estábamos en su casa y cuando él iba con Sabino a la mía me obsequiaba o una golosina, o algún lapicero o papel para notas…. buscaba la manera de platicar conmigo y me preguntaba si yo algún día estaría dispuesto a enseñar…. sin embargo, nunca me dijo que pretendía que yo enseñara.

Cierto día que fui a buscar a Sabino, llamé al timbre y nadie acudió. Como había suficiente confianza, fui a la puerta trasera de la casa y entré como si se tratase de mi propio hogar.

Aparentemente no había nadie en casa, pero de pronto escuché ruido en la planta superior y subí cautelosamente.

Me detuve en la habitación de Javier y la puerta entreabierta me facilitó escuchar los gemidos que él emitía mientras con su pantalón y trusa a las rodillas masajeaba entretenidamente un pene enorme, delicioso a la vista…. se estaba masturbando con un entusiasmo digno de la mejor causa, gemía y emitía frases inentendibles pero aún así escuché mi nombre silabeado de manera muy singular.

No se dio cuenta que era observado por mi, que curioso veía como su cara tenía un gesto de placer enorme al tiempo que sus manos subían y bajaban de esa enorme y brillante verga.

Sin proponérmelo, derribé algún objeto tirado en el piso y entonces, Javier se sintió sorprendido y buscó el origen del ruido. Ni siquiera tuve tiempo de ocultarme, estaba sumamente nervioso, pero él simplemente sonrió y me dijo: «Ya me descubriste…. hace mucho que pienso en ti. ¿Te gusta mi instrumento?.

Simplemente le dije que si; me tomó la mano y la colocó en su pecho, haciendo que lo acariciara suavemente, comenzó a bajar lentamente hacia su ombligo y continuó bajando hasta llegar a su enorme herramienta, él me dijo que la tomara y que iniciara un movimiento de arriba a abajo, e inicié tratando de hacerlo como él me lo pedía, sintiendo que el corazón me saltaba del pecho, mientras él continuaba gimiendo de placer al tiempo que me decía que apretara su verga tan fuerte como pudiera.

De pronto, sentí como su mano recorría mi espalda haciéndome suaves y prolongadas caricias hasta el momento en que se detuvo en mi trasero y masajeó mis nalgas deseosas de tacto masculino.

Me desabrochó ansiosamente el pantalón bajándolo de un fuerte tirón junto con mi bóxer y fue entonces cuando sentí sus duras y varoniles manos en contacto directo con mi piel, esto me hizo contraer instintivamente el esfínter.

Me dijo que le gustaría que le diera un beso en la punta de su verga, petición que atendí de inmediato, porque deseaba probar el sabor de su candente tranca y cuando inicié, no pude parar. Como si se tratase de un helado comencé a devorar centímetro a centímetro el delicioso falo de mi deseado Javier.

A continuación, sin dejar de gemir empezó a jugar con sus grandes pero tersos dedos en la zanja de mis nalgas y uno de ellos inició una caricia tierna en mi ya ardiente hoyo trasero.

De pronto, comenzó a gemir más fuerte aun y llevando una de sus manos a mi cabeza dirigió su vergota a mi garganta y al llegar a la campanilla, soltó potentes chorros de semen, mismo que me pidió que no desperdiciara, que tragara el néctar que había depositado en mi boca y lo hice.

No tuve problema para ello porque debo de reconocer que su sabor era agradable. Es seguro que ahora, en mi madurez y ante la amenaza que todos conocemos, no tragaría ni una gota de semen.

Al incorporarme, me tomó de la barbilla y me preguntó si me había gustado, a lo que contesté que si, y me dijo que él me deseaba y que su intención era hacerme suyo pero que, a pesar de que veía que yo lo miraba con mucho interés se la jugó al verse descubierto masturbándose y pronunciando mi nombre, que, igual que yo, jamás imaginó que lo nuestro pudiera hacerse realidad.

Estábamos aseándonos y al darnos el primer beso escuchamos abrir y cerrar las puertas de la camioneta de Sabino y pronto arreglamos nuestras ropas y bajamos con un tomo de la enciclopedia que más utilizamos mi amigo y yo.

Sabino me saludó, me preguntó si había encontrado algo y le contesté que mucho más de lo que se imaginaba. Le prometí pasar en máquina la información localizada y que al día siguiente le daría una fotocopia en la escuela.

Me despedí de ambos y salí rumbo a mi casa con un coro de pajarillos revoloteando en mi aturdida cabeza. Siempre estuve pensando que algo podía notarse en la actitud de Javier o en la mía, pero eso jamás ocurrió. Los dos fuimos muy discretos.

Javier me demostró en posteriores oportunidades en que estuvimos juntos, que era un experto en la cama, pero lo curioso fue que me confesó que yo era la primera persona de su sexo con quien tenía una experiencia como las que vivíamos.

Yo le dije que me autoaceptaba como era, que mi preferencia sexual era para mí lo más normal y que no me arrepentía, pero que no me prestaría a ser penetrado, que le había mamado la verga porque él me gustaba mucho y luego de probar su caramelo me había engolosinado, pero que de allí no iba a pasar.

Fue cuando él tocó mi verga y preguntó con algo de lujuria en su mirada: ¿Esta cosita tan gorda y cabezona tampoco me la prestarías?….. Al sentir sus dedos alrededor de mi tranca, cobré una tremenda erección y entonces, algo que definitivamente no esperaba, Javier se arrodilló y empezó a mamar como un corderito… Lentamente lo guié a la cama y entonces tomamos posición de 69, fue delicioso y según él su primera experiencia de ese tipo. Obvio que yo no creía eso, a juzgar con la maestría con que me correspondía.

Aproveché la posición para jugar mis dedos en su culito y al llevarlos hacia su hoyo llenos de saliva, sentí como el reducto fue cediendo a la presión y fue cuando le pregunté si se sentaría sobre mi verga para cabalgar como el buen jinete que yo me imaginaba que era y… ¡Aceptó!

Bajó de la cama, yo me acosté de espaldas, él lubricó mi verga y su culo y montó.

No sin algo de dificultad y muchos gemidos empezó a deslizarse por mi palo y yo a sentir la gloria en esa cogida tan deliciosa.

Segundos después, el hecho estaba consumado, mi verga entró totalmente en él, empezó un sube y baja primero lento y luego acelerado y de pronto, sin proponérmelo empecé a verter mi néctar en su interior.

Qué delicia de cogida. La recuerdo con entusiasmo, por tratarse de quien era, porque era mi primera cogida con un hombre y porque mis huevos estaban repletos de semen que luego supe por otros que tiene un sabor agridulce que les enloquece.

Cuando se retiró de mi falo, pude ver que de su culito escurrían hilillos de semen mezclados con sangre.

Me asusté, pero él me tranquilizó y me dijo que estaría en deuda conmigo toda la vida, pero que algún día me iba a cobrar la afrenta.

El tiempo pasó, Sabino y yo fuimos a estudiar a otra ciudad, regresamos, Javier se había casado, nos saludábamos eventualmente y no volví a tener intimidad con él sino hasta el día que murió Sabino.