Alfredo V
La casa de Víctor estaba en una zona residencial. Eran chalecitos separados entre sí por setos y jardines, en la parte trasera tenía una barbacoa y una piscina.
El interior era muy acogedor, amplio salón, cocina, office, baño y habitación de servicio en la planta baja. En la alta tres grandes habitaciones dos con baño interior, un baño más y un despacho. Balcones en cada habitación, todas exteriores.
Nos sentamos en el salón y Víctor me pidió que le acompañase a la cocina a por bebidas. Las preparamos mientras hablábamos de su casa, vivía solo. Una asistenta le venía dos veces por semana para limpiar y lavarle la ropa. Me comentó que solía comer fuera en cafeterías y sólo la cena la hacía en su casa. Me confesó que se encontraba muy solo.
Puso los vasos y la hielera en una mesa de servir con ruedas y me indicó que la llevara al salón. Así lo hice. Alfredo estaba sentado con su pierna recta sin abrir el soporte de su rodilla. La acerqué su vaso, Víctor se sentó a su lado y yo en otro sillón, quería observar aquellos dos seres que tanto me llenaban.
Hablamos de nosotros, Víctor seguía sorprendiéndome. Le gustaba algo el dolor. Nos dijo que cuando se masturbaba y por no poder su otro brazo, usaba pinzas en sus pezones. Mis ojos se abrieron mucho, pues a mí me encantaba algo de dolor, Alfredo lo sabía y por eso cuando me chupaba mis pezones, los mordía. Se lo comentó a Víctor y me miró sonriente. También nos habló de que le gustaba usar correas para sujetar su brazo inerte, amarrarlo a su cintura. Me indicó que subiera a su habitación , que abriera un cajón determinado y que le bajara un maletín que vería. Subí, fue cuando vi la parte alta. La escalera era amplia y adosada a la pared había una especie de silla que estaba en unas guías, supuse que era para facilitarle y salvar los escalones.
Le bajé el maletín, lo abrió, me encantaba ver como se las manejaba con una sola mano, sacó varios vibradores, geles, una vagina o algo parecido, luego nos explicó que era para masturbarse, también estaban las pinzas, algunas correas, eran collares de perros y algunos juguetitos más.
Le comenté lo del montacargas en la escalera y me dijo que era para subir él y bajar sin esfuerzos, tal y como me había imaginado. Me dijo que en ocasiones usaba una silla de ruedas para estar en casa, tenía dos una en la parte alta y otra en la baja. Me dijo que fuera al office y se la trajera. La encontré fácilmente, estaba plegada, la llevé y la abrí ante ellos dos. En ella me senté. Para alguien quien no se halla sentado en una silla de ruedas le diré que es una sensación rara y sobre todo si te mueves con ella, impulsándola con los brazos. Te puedes hacer una idea de una vida en ellas.
Me levanté y le expliqué a Víctor como quitarle el pantalón a Alfredo, tirando de los velcros, lo hizo sin problemas. Tuve que ayudarle a quitarle el aparato, pues con una sola mano no podía desabrochar las correas. Mientras yo lo hacía su mano se movió hacia mi polla y Alfredo también acercó la suya, uno me masajeaba la polla y otro los huevos. Como Alfredo estaba en ventaja, también tomó la de Víctor, que le besaba mientras yo les recriminaba sus juegos sin esperar a que terminara de abrir las correas. Se reían.
Alfredo me pidió que fuera al coche a por sus bastones. Los recogí y volví a entrar, Víctor había terminado, con la ayuda de Alfredo de quitarle la ropa y le decía que esperase por mí para que yo le desvistiera a él. Mientras lo hacía ellos seguían con sus juegos, pero al despojar a Víctor de su camisa, acerqué mi boca a sus tetillas y comencé a besarlas y a chuparlas, me pidió a gritos que se las mordiera y lo hice, primero con mis labios fuertemente, pero me pedía más y más. Con mis dientes pellizqué hasta que creía le podía hacer daño, su polla crecía a cada mordida. Alfredo me tomó un pezón con sus dedos y apretó con fuerza hasta hacerme chillar, eso hizo que mi polla también creciera y se endureciera. Alfredo nos pidió ambas pollas. Me acerqué a Víctor y le ayudé a ponerse en pié, muy pegado a mí, sentía su polla palpitar junto a la mía. Nos acercamos a Alfredo que se las metió una primero, y luego otra en su boca. Las sacaba alternativamente, chupando cada vez que las sacaba con tal fuerza que estuve a punto de correrme sin más.
Del maletín de Víctor y sin despegar mi polla de la cercanía de la boca de Alfredo, saqué un vibrador más bien mediano, y lo comencé a meter como pude en el culo de Víctor, me miró, me tomó con su mano por mi cuello y me besó diciéndome antes:
– Métemelo hasta el fondo y de una sola vez.
Así lo hice. Puso sus ojos en blanco y mientras lo sentía entrar me mordía mi lengua que estaba dentro de su boca. Me apretaba contra su cara con lujuria, su saliva y la mía resbalaban por la comisura de nuestros labios. Yo con otra mano apretaba su pezón con fuerza, cuando lo miré estaba rojo y muy puntiagudo.
Víctor se corrió primero en la boca de Alfredo, sacó su polla y con la mía aún en la boca, Alfredo esperó a recibir también mi leche, mezclarla con la de Víctor y tragársela toda.
Puse en pié a Alfredo, me senté en el sillón individual, le senté sobre mi polla abriéndole mucho sus nalgas, tanto la pequeña como la grande, se la metí cuanto pude, por su parte Víctor se sentó en un taburete y agachándose comenzó a darle una mamada, mientras pasaba mis manos hacia su pecho por debajo de las axilas pellizcándole los pezones, con suavidad como sabía que le gustaba. Mi lengua trataba de entrar en los oídos de Alfredo que retorcía su cabeza de tanto gusto y placer a la vez. No pude correrme, pero sé que sentirse mi polla dentro y la mamada que le estaba dando nuestro común amigo, le hacía ver el cielo. Se corrió en la garganta de Víctor. Nos quedamos los tres extenuados, pero FELICES.
La noche se percibía iba a ser larga. Víctor nos invitó a quedarnos hasta el domingo en la tarde. Aceptamos. Subimos a la planta alta. Primero Víctor que me enseñó a manejar el montacargas, luego Alfredo, yo lo hice por la escalera. En el baño de la habitación había un inmenso «jakuzzi», lo llenamos y nos dispusimos a relajarnos en él. Les ayudé a entrar. Víctor podía hacerlo más fácilmente pues tenía practica pero a Alfredo tuve que ayudarlo. Los tres nos sentamos en pelota viva y nos relajamos sintiendo aquellos chorros y burbujas como llegaban a nuestros culos, huevos y pollas. . . . . UNA GOZADA.
Mientras esto ocurría no dejábamos de besarnos y pellizcarnos nuestras tetas. Allí se produjo una nueva confesión de nuestro nuevo cómplice y socio. Nos dijo que le gustaba en casa usar ropa interior femenina, incluso medias y pantys. Alfredo y yo nos miramos y echamos a reír, tras explicarle a Víctor que nosotros también lo hacíamos en ocasiones. Estábamos descubriendo que había más gente de la que pensábamos que teníamos gustos afines.
Concertamos que al día siguiente estaríamos todo el día vestidos de chicas, al menos la ropa interior.