Una niña que convierte la miseria en fábulas dónde los duendes no son lo que son
Esta es una historia que se dió en un asilo para ancianitos de un pueblo de la España profunda.
Imagínate una tarde de Noviembre con olor a tormenta, una niña con abrigo y botas rojas que se apresura hacia un caserón.
Imagínate unos ojos verdes perversos en un rostro inocente y darás con Marta, con su abrigo marrón, su falda a cuadros escocesa, sus botas rojas, llamando a la puerta del caserón en cuya fachada puede leerse Asilo del Santo Sacramento.
Una monja de blanco con la cruz roja en la cofia,ya mayor,la recibe y la conduce a su cuarto. De su voz aguardentosa sólo escucha un par de frases,nada más. ¿Y que se podía esperar? Aquí nada era distinto.
Marta venía del convento de monjas que hay al otro lado del pueblo,en lo alto de la colina. Huérfana de padre y madre había crecido entre el silencio de la vigilia y los paseos por el pueblo con las monjas los domingos por la tarde. Pero ella se sentía extraña en aquel mundo.
Por eso tras muchas súplicas logró convencer a la madre superiora de que la dejase ir al asilo. Con el tiempo, quién sabe,podria llegar a ser enfermera, reunir algo de dinero y marcharse del pueblo. Cualquier cosa con tal de no ser una monja de clausura.
Pero no era como ella se lo esperaba. No era como un hospital,sino como un nuevo convento que la ataba y no la dejaba escapar, lleno de monjas silenciosas. Aunque por lo menos podría conversar con los viejos.
Había allí un olor decrépito que llegaba hasta su nuevo cuarto,de pared blanca,como el resto del asilo, con una mesita, una silla polvorienta y un armario para el que no encontró llave.
Tras meter como pudo su escaso vestuario en el cajon de la mesilla y ponerse el camisón sintió curiosidad por el contenido del armario.
Miraba una y otra vez por el agujerito de la cerradura y para ello se agachaba y ponía el culo en pompa pero solo veía oscuridad.
Tiraba de la puerta pero no cedía y volvía a mirar por el agujerito y aquellos gluteos divinos, gordezuelos se le hinchaban. Fue entonces cuando sintió que alguien la miraba.
«La curiosa observada»
Miró de reojo a la puerta y justo debajo del picaporte,por el agujerito de la cerradura un ojo la espiaba. Sólo fue un segundo porque desapareció. Cuando abrió la puerta no vió a nadie,tan sólo un desierto pasillo en penumbra. Cómo en los sueños.
Siguió tratando de abrir el armario cuando la volvió a sentir,la mirada;esta vez pudo fijarse en el ojo,lleno de venillas rojas,parecía el de un anciano. Rápidamente se abalanzó sobre la puerta dispuesta a todo pero otra vez allí no había nadie.
Esta vez la dejó abierta y volvió a su armario controlando por el rabillo del ojo la puerta. Ésta comenzó a chirriar.-Clack- sonó al cerrase y otra vez allí estaba el ojo. Se lo quedó mirando con detenimiento. Dió un paso a la derecha y el ojo la seguía, otro a la izquierda y lo mismo. Se imaginó que era un duende de la noche que correteaba por los pasillos del asilo.
Divertida se puso a bailar sola dando vueltas como una peonza,poniéndose de puntillas, dejando caer los brazos,comprobando que «su duende» no perdía detalle.Se arremangaba la falda del camisón y daba saltitos. Su corazón se iba acelerando.
Se le ocurrió imitar al duende y se puso a mirar de nuevo por el agujerito del armario. Entre risas empezó a levantarse los bajos del camisón y a mover descaradamente el culo.
Qué muslos mas pecaminosos mostraba,blanquecinos y carnosos,de deliciosas pantorrillas de leche. Y qué pompis le mostraba ahora a aquel viejo convertido en duendecillo por la imaginación de Marta.
Un culo orondo,de miga de pan, quiza demasiado grande,con una caida voluminosa,propenso a balancearse con el movimiento agitado, cubierto a duras penas por unas anchas y castas bragas blancas de agujeritos.
A pesar de lo anchas que eran,se le salía el culo por los laterales.
Cómo meneaba los gluteos mientras se mordía el labio inferior,llevada por el fervor. Cómo sonreia pícaramente al ojo mientras se alzaba las faldas hasta la espalda y mantenía en secreto la dimensión de sus pechos. Cómo se toqueteaba por el interior de los muslos excitadísima por esta nueva mágica amistad.
Una llave muy desgastada, de acero se fue arrastrando por debajo de la puerta. Marta la recogió y a punto estuvo de abrir la puerta para ver como era el duendecillo ahora que estaba tan cerca y el ojo seguía alli pero no lo hizo ante el temor de que pudiera desaparecer y esta vez para siempre.
Por supuesto la llave abría el armario y dejaba al descubierto infinidad de prendas que llevaban ali guardadas sabe Dios cuánto tiempo. La niña jamás había visto tanta ropa junta.
-¡Cuánta ropa! virgen santísima.
Eran prendas vulgares, nada del otro mundo pero para ella era mucho. Miró a su ojo al tiempo que sacaba unas enaguas con elástico.
-¿Le gustan,señor duende? Oh y mire estas medias…y estas otras,que bonitas son.
Sujetaba unas medias negras con costura y refuerzos en la punta del pie.
-Estas. A ver qué tal me quedan…
Se sentó en la silla y fue enrollando la media delicadamente con el índice y pulgar de cada mano. Alzó una pierna para ponérsela y fue cuando escucho su voz por primera vez.
-No lo hagas asi.
-¿Umh?
-Así no.Ponte de pie.
-¿Cómo lo hago enton…? ¿Qué me ponga de pie? De acuerdo, ya esta.
-Ahora apoyas la pierna en la silla y te la pones. Con la otra lo mismo. Así de facil.
-De acuerdo,señor duende.
-Otra cosa, pon empeño en que la costura de atras quede bien derechita que si no queda muy feo.
-Si.
Marta iba desenrollando las medias por sus muslos,que se volvían más apetecibles al contrastar con el negro. Con los dos pulgares alineaba a la perfección cada costura mientras se las ponía para tener contento al duende.
-Date la vuelta para que te vea.Así me gusta,bien rectas. Ahora busca en el armario los ligueros que más te gusten y me los enseñas.
Eligió unos ligueros que partían de una especia de faja, de color blanco.
-Estos mismos.
-Bien.Pontelos. Pero antes quítate las bragas.
-¿Las bragas? ¿que me las quite?
-Si, venga quítatelas.
-Pero…
-¿Pero qué? bájatelas,venga.
-¿Y para que?
-He dicho que te las bajes.
-Pero las monjas dicen que…
-Antes me las enseñaste. Te subiste el camisón y te las vi. O sea,que ahora te las bajas porque yo te lo digo y no me hagas dar voces.
Un poco seria se metió las manos debajo de la falda del camisón y se las bajó hasta las rodillas.
-Más abajo,hasta los tobillos….aaaasí….sácatelas y tíralas.
Cayeron al suelo.
-Ahora pónte los ligueros.
Para Martita era más pecado el bajarse las bragas ante un desconocido que el enseñar el chichi. Pensaba que el enseñar el chichi o el culo no era pecado, sólo el bajarse las bragas.Todo esto debido a la escueta explicación de las monjas sobre qué es o no pecado.
-Ya mismo.
Se subió el camisón hasta el ombligo y se ató la faja a sus caderas,quedándo su chochito adornado por las tiras elásticas sueltas. Un chocho con unos pocos pelillos que parecía un grano de café,todo regordete.
Después fue enganchando una a una las tiras elásticas a las medias.
-Ahora ponte las bragas.
-¿Me tengo que sentar en la silla o me las pongo de pie,señor duende?
-De pie y hazlo despacito.
Primero se las metió por un pie y ascendió hasta la pantorrila, después introdujo el otro pie y fue subiendose las bragas uniformemente. Lo hacía con detenimiento,haciendo una leve pausa de vez en cuando para desenrollarlas y ponerlas bien y después seguía subiéndoselas.
-Lo has hecho muy bien.
-Gracias,señor duende.
-Ahora te vas a vendar los ojos,¿de acuerdo?
-¿Vamos a jugar a otro juego quizà?
-Tu hazlo,luego…ya veremos. Coge una media de esas de ahí, una que sea bien gruesa y negra.
-¿Esta por ejemplo?
-Esa.
-¿Me vendo ya,señor duende?
-Si y no hagas trampas.
-Ya esta.
-¿Que ves?
-Nada.Esta oscuro.
-¿Seguro que no ves nada?
-Nada de nada….y ¿ahora que va a hacer?
-Shhhht no seas impertinente,niña.Levanta los brazos y quédate quietecita y calladita.
La puerta se abrió lentamente y entró el viejo. Llevaba un pijama largo y se adivinaba bajo este una figura encorvada y decrépita.
Con sus huesudos dedos retorció el picaporte y la puerta se cerró silenciosamente.
Contempló a la adolescente en toda su plenitud y no por aquel maldito agujero.
Estaba de espaldas a el, con el camisón bajado y trasluciéndose el negro de las medias de costura.
-¿Es usted,señor duende?
Hizo además de irse a quitar la venda pero una mano la detuvo.
-No hagas eso.
-¿Me puedo quitar ya la venda?
-No.No hasta que yo te lo ordene.
La olisqueaba, trataba de retener aquel aroma infantil que emanaba de sus axilas, de su pelo, de su sexo con el que había dejado impregnado su camisón. Agarró los bajos de éste y los levantó hasta los hombros de la niña.
-Las bragas…por favor no me las toque.
-Cállate.
-No me las mire…
-Que te calles.
Se puso de cuclillas y le bajó el elástico de la parte trasera de las bragas un poquito, hasta la mitad del pompis y la delantera hasta el inicio de la raja. Su respiración se volvió agitada.
-Arrff arrf arf arff.
Besaba su púbis y manoseaba la parte descubierta de su pompis,hundiendo sus dedos.
-Qué preciosa -arff arff- que eres -arff arff.
-¿Por que respira asi? ¿le pasa algo? por favor, ¿y si me deja de tocar las bragas? a lo mejor respira de esaforma porque lo que esta haciendo esta prohibido por Dios.
-Arfff arf-calla esa boca -arrf arff- de cerdita que -arff arff- tienes.
El viejo ahora le estaba frotando la rajita con un dedo.
-¿Te gusta?
-Me hace cosquillas.
-Arff arff seras putilla,claro que te gusta,te mueres de ganar porque te la meta hasta los huevos.
Su otra mano estaba examinándole las nalgas y le gustó tanto que comenzó a tocarselas con las dos manos. Le movía cada nalga independientemente de la otra y se las pellizcaba y apretaba.
-Diosss,que delicia arff arff. Se te tienen que mover mucho al andar.
-Un poco,la verdad…..oiga señor duende
-Dime.
-¿Me puedo quitar ya la venda?
-No.
-Arrodillate.
-¿Vamos a rezar?
-Claro que si.
-Padre nuestro que esta…
-¡Shhht!…lo haras cómo yo te diga.
Se levanta el pijama y saca a relucir una picha larga, fea, con la punta roja y tiesa.
-Junta los labios…-arff aarff -asi,muy bien.Y calladita,¿eh?
Se la empieza a restregar por toda la boca y darle golpecitos en los morritos. Le pone la puntita en la boca cerrada.
-Chúpala.
-¿Chupo esto?
-Si.
-Puagg que mal sabe.
-Sigue chupando-arrf arrrf.
-¿Pero que es?
-Tu dedicate a chuparlo,ya veras cómo te gusta.
-No me gusta,esta sucio.
-¡Chupa! chupala cochina.
-Esta bien,ya la chupo…
-Toda la lengua-arff arff.Asi.De arriba a abajo.Escúpela.
-¿Asi?
-No,escúpela más.Echa un buen escupitajo.
-¡Pfuaff!
-Ahora restriega la lengua por el.
-Esto es una guarrada señor duende.
-Calla y hazlo.Y Abre la boca.
El anciano sólo tuvo que menearsela dos veces y echó varios chorros de semen en el interior de la boca de Martita que no dejó escapar ninguna gota pensando que sería algún tipo de exilir con el que los duendes obsequiaban a la gente.
Bien merecido se lo tenía despues de tener que aguantar a semejante malhumorado duende y sus extraños juegos…
¿Continuará?