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La lavadora

La lavadora

Era verano y yo tenía vacaciones en el trabajo.

Debían de ser las 8:30 de la ma ana porque acostada todavía en la cama oí como mi madre salía por la puerta para ir a trabajar.

Chilló algo antes de salir para que lo oyera, pero únicamente entendí algo de la lavadora.

Cuando me hube despertado, un poco más, me acordé que tenían que venir a arreglar la lavadora y supuse que era eso lo que me había recordado mi madre al salir de casa.

Me había quedado sola y eso me gustaba.

Pensé que un poco más de cama no me vendría mal. Hacía tanta calor que sólo podía dormir con un tanga.

Me giré de lado para seguir durmiendo pero el roce de la sábana con mis pechos me hizo estremecer de pronto.

Sonreí por el sentimiento que acababa de experimentar y volví a mover la sábana de nuevo para sentirlo otra vez.

Esta vez me incorporé boca arriba y el roce no sólo fue en mis pechos sino también en mi pubis.

Eso me gustó mucho más.

Hacía tanto tiempo que no sentía algo igual que estaba entusiasmada de tener esas sensaciones.

Mi novio y yo habíamos roto hacía algún tiempo y no había practicado el sexo con nadie desde entonces.

Tampoco lo había practicado sola y eso me hizo recordar que ya era hora de acabar con el luto.

Mi mano acarició mis pechos y mis pezones empezaron a ponerse duros como piedras.

Después de ello fui bajando y acariciándome el cuerpo hasta llegar a mi zona erógena.

Para estar a mis anchas me quité las mini braguitas y así pude levantar las rodillas para tener mejor posición.

Sólo el roce con mi clítoris me hacía gemir de placer.

Me gustó mucho la sensación y pensé en seguir adelante.

Cuando ya estaba bien húmeda mis dedos fueron introduciéndose en mi vagina una y otra vez sin parar, como a mi me gusta.

Rápido y fuerte.

El volumen de mis gemidos fue en aumento.

Mientras con una mano de masturbaba sin parar con la otra me acariciaba las tetas y me chupaba los dedos.

Por fin llegué al éxtasis y me corrí de placer.

Pero una vez empezado necesitaba mucho más. Me acordé que tenía vaselina en el cajón de la cómoda y se me ocurrió utilizarla para introducirme algo en el ano.

Mi novio me daba mucho placer cuando me penetraba por detrás y yo quería acordarme de la sensación.

Lo hice y me fui introduciendo un dedo por el culito.

Empecé a moverlo sin cesar y mi disfrute fue en aumento.

Cuando estaba a punto de volver a correrme llamaron al timbre.

Pensé en pasar de la llamada pero recordé la lavadora y pensé que mi madre se enfadaría si no abría.

Cuando fui a abrir toda sofocada me di cuenta de que iba desnuda y corrí a ponerme el tanguita y una mini camiseta de tirantes con la que no me di cuenta que seguía estando semidesnuda.

Corrí hacia la puerta y abrí la puerta con tanta rapidez por si se iba el hombre que me caí encima de él.

– Uy! Perdone por favor, pero es que me he resbalado- le dije sin mirarle siquiera a la cara mientras me iba incorporando.

Cuando pude verle me di cuenta de que era un hombre de unos treinta y cinco a os, bien musculoso y muy moreno.

Llevaba un mono azul de esos de mecánico, pero me pude fijar perfectamente que la parte inferior de su mono se levantaba por momentos.

Me acordé que no llevaba casi ropa y quise correr a mi habitación pero me pareció que eso sería más ridículo todavía.

Pensé que hacer como si esa fuera mi ropa de ir por casa habitual me ayudaría a no caer en vergüenza.

Sabía que mis pechos estaban duros como una piedra y en mi ano todavía notaba el placer de mis deditos.

Me hice la disimulada pero no él no pudo hacerlo.

No me quitaba ojo.

Me miraba entera, desde mis pezones a través de mi camiseta hasta los pelitos que salían de mi tanguita.

Me estaba ruborizando a la vez que me subía la temperatura corporal.

Me di cuenta de que esa sensación me estaba poniendo cachonda por momentos.

– Soy el mecánico de la lavadora. Avisaron ayer para que viniéramos a arreglarla.- pronunció el hombre sin quitar ojo de mi cuerpo.

– Si, tiene razón. Sígame por favor y le conduciré hasta donde se encuentra.- le dije mientras me ponía en camino hacia la cocina.

Iba delante de él y sabía perfectamente que no me quitaba ojo.

Sin saber por qué me gustó la idea y fui contoneando cada vez más mi trasero.

Él no decía palabra y sólo me seguía.

Cuando llegamos a la cocina le indiqué donde estaba situada la lavadora.

Él perplejo, pero con una mayor serenidad que antes, se sentó delante de ella sin quitarme ojo y abrió la caja de herramientas que llevaba consigo.

Sacó un destornillador y me dijo:

– Acérquese por favor y dígame que le pasa.

– No se, dice mi madre que no centrifuga como debe.- le dije acercándome a él.

Me quedé justo con mis braguitas delante de su cara.

Él muy suavemente pero sin darme tiempo a reaccionar me bajó con su fuerte mano las braguitas y me quedé delante de él con mi coñito recién depilado delante de su boca.

Sólo pude articular un peque o gritito que le dio pie a seguir trabajando pero no en la lavadora.

Creo que me chorreaba tanto el coñito que quería que hiciera lo que se le antojara a ese desconocido.

Él, sin más, me acarició las piernas con sus dos manos, me las cogió y tiró hacia él.

Quedó justo mi coño delante de su boca y su lengua empezó a funcionar.

Empezó a lamerme toda y noté su saliva en mi piel.

Me puse mucho más cachonda y le insinué que no parara.

No se por qué lo dije ya que sabía que ya no iba a parar.

Me daba peque os mordisquitos que me hacían jadear de placer y pedirle que siguiera.

Pero él hacía ya lo que quería conmigo y sus dedos empezaron a juguetear con mis labios vaginales.

Primero me introdujo uno y luego el otro.

Los tenía tan grandes que me gustó con locura que empezara a moverlos con rapidez, como hacía un momento yo estaba haciendo.

No podía articular palabra sino únicamente gemir de placer.

Cuando pensó que ya tenía suficiente se levantó, me quitó la camiseta y me besó los pechos, me los chupó y me los mordió dándome extremo placer.

Yo tenía ganas de actuar y mis manos fueron hacia su cremallera.

Se la fui bajando poco a poco.

Le besé y mordí los pezones sintiendo su pene, apretado a mi coño, agrandarse más de lo que estaba.

Tenía ganas de ver cómo era su miembro y fui bajando mi mano.

Su cara denotaba cada vez más éxtasis.

Cuando llegué a su polla me di cuenta de que era enorme y quise probarla sin más dilación.

Me arrodillé, le bajé los canconcillos y saqué al exterior su enorme miembro.

Estaba rojo fuerte y muy muy duro.

Me encantó que la tuviera así y mi lengua se la relamió de arriba a abajo.

Sin parar.

Cuando subía a su glande mi lengua jugaba con él y yo notaba como ese desconocido gemía de placer.

No podía aguantarse y me dijo que se la mamara.

Lo hice sin rechistar. Me la metí en la boca y empecé a mamársela con rapidez.

Arriba y abajo, sin parar.

Él me cogió la cabeza y empezó a moverla a un ritmo más acelerado. Yo estaba encantada con su iniciativa.

Notaba como su polla se introducía por completo en mi boca, produciéndome algunos ahogos soportables, y notaba sus testículos estrellándose en mis mejillas.

Sus gemidos fueron en aumento y cuando supe que iba a correrse me la saqué de la boca y le mostré mi cara para que lo hiciera en ella mientras con mi lengua intentaba coger su leche que salía disparada hacia mi rostro.

Eso le puso más cachondo todavía y quiso seguir.

– Eres increíble nena.- me dijo, ya con un tono dominante que a mi me gustó de inmediato.

– Quiero follarte ahora.- volvió a indicarme.

– Si no me follas no te irás de aquí vivo.- le dije sonriendo.

Él también sonrió.

Me levantó y me sentó en el banco de la cocina.

Me sacó todo lo hacia fuera que podía y él de pie, enfrente de mi, me abrió las piernas y las puso en sus hombros.

Yo me tiré hacia atrás y dejé que él hiciera.

Mi coño estaba tan húmedo que no le puso ningún impedimento a su enorme tranca para introducirse dentro.

De una estacada me penetró con dureza.

Eso a mí me encantó. Di un peque o alarido entre dolor y placer y le pedí que no parara.

– Te gusta verdad nena?.- me preguntó gimiendo y sudando mientras me mataba de placer.

– Si, si, si, me encanta tu polla, me encanta que me folles así, sigue, sigue.- pude balbucear.

Él seguía machacando su polla dentro de mi sexo y eso me hizo correrme de nuevo, mientras gemía sin parar.

Mientras lo hacía me chupaba los pechos y me los mordía, cosa que exalzaba el placer recibido.

Yo miraba hacia el techo y le cogía la cabeza mientras a veces le chupaba la oreja o nos besábamos como locos.

También me di cuenta de que la ventana estaba abierta y que mi vecino, de unos cuarenta a os y soltero, estaba machacándosela mientras nos miraba.

A mi me excitó mucho más el ver la polla de mi vecino y gemí fuerte porque volví a correrme.

Mientras me chupaba un dedo mirando a mi vecino y dándole permiso para que siguiera haciéndolo.

El mecánico se iba a correr de nuevo y cuando la sacó se la meneé para que saliera toda la leche acumulada intentando de nuevo tragármela loca de placer.

Los dos seguíamos tan calientes que queríamos más.

Para que no se le bajara se la volví a chupar y él con fuerza me apartó su polla de mi boca mientras yo la seguía como loca para poder seguir chupándosela, me levantó, me giró de espaldas a él y me puso la mano en la espalda.

Muy bruscamente me tumbó en el banco con el culo en pompa.

Yo sabía que iba a introducirme su polla por el ano y quería que lo hiciera tanto como él.

– Te voy a machacar el culo nena.- me insinuó con voz desesperadamente sexual.

– Estoy esperando, soy toda tuya y puedes hacer conmigo lo que quieras amo.- le dije pensando que eso le excitaría tanto como a mí y así lo hizo. Me chupó el culito y de una estacada, como cuando me taladró el coño, me metió hasta el fondo su gran polla dentro de mi culo. Grité con locura pensando también en mi vecino, el qual no podía apartar su mirada de mi casa.

– Esto te gusta verdad? Eres una guarra muy buena nena. Te la voy a meter tan rápido que me vas a suplicar que pare.- me gritó poniéndome más cachonda todavía. Yo no pude responderle de las embestidas que me daba, únicamente podía afirmar en alto una y otra vez.

– Eres estupenda chica. Me vas a dejar seco, pero me encanta.- seguía repitiendo sin dejar de penetrarme una y otra vez. Por fin noté como su leche salía de su polla y me llenaba el culo de semen. Me encantó la sensación de su corrida dentro de mi culo, fue como si hubieran abierto una botella de cava dentro de él. Él se apartó y se apoyó en la lavadora gimiendo de placer mientras yo seguía en la misma posición sin poder levantarme de lo cansada que estaba. Los dos soplábamos sin parar y sin poder movernos. Por fin, me incorporé y me quedé mirándole, mientras por la ventana, detrás del mecánico, seguía viendo a mi vecino mirando.

– Te ha gustado?.- le pregunté extasiada.

– Nena, es el mejor polvo de mi vida. Cuando quieras podemos repetirlo.- me dijo mientras me observaba desnuda delante de él.

– Cuando se me estropee de nuevo la lavadora chato.- le dije extrañándome de mi lenguaje y soltura.

– Espero que sea pronto, por mi salud sexual.- dijo riéndose mientras se levantaba los canconcillos y se subía la cremallera. Cogió sus cosas y cuando estaba en la puerta me dijo que a la lavadora no le pasaba nada, que únicamente se había enganchado un botón y por eso no funcionaba correctamente. No me cobró nada por eso.

Yo volví a la cocina para recoger mi ropa y volví a ver a mi vecino plantado en su ventana mirándome como estaba desnuda.

No me extra ó después de todo lo vivido, sino que no se como me puso más cachonda.

Me subí al banco y me abrí de piernas dejándole ver todo mi coño mojado todavía por el placer.

Cogí un destornillador que se había olvidado el mecánico y me lo introduje por la parte de plástico en mi coñito.

Me fui masturbando cada vez más rápido y retorciéndome de placer mientras mi vecino seguía mirándome y volvía a machacársela.

Pensé que algún día tendría que hacerle una visita.

Y seguramente sería bastante pronto, puede que un día de estos.

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