Capítulo 5
- Crónicas desde Lesbos I
- Crónicas desde Lesbos II
- Crónicas desde Lesbos III
- Crónicas desde Lesbos IV
- Crónicas desde Lesbos V
Crónicas desde Lesbos V
-Podrías subirle el volumen.-sugiero mientras me miro en el espejo retrovisor-Me fascina Mono…
Es ya de noche y vamos a toda velocidad atravesando la ciudad. Maneja la Pame. Va atrasada. Quedamos de recoger a su nueva amiga, la Francisca, a la salida del gimnasio y ya deberíamos estar allá.
No la conozco, pero Pamela me dice que es ver a Madonna, claro que más musculosa, aunque, eso si, mejor actriz. Va un curso más arriba que ella, pero de edad es bastante mayor, casi los treinta, y ha estado en varias obras de teatro.
Es muy buena. El caso es que hace tres días atrás se encontró con ella en la cafetería de la academia, se le acercó pidiendo fuego para prender su cigarrillo, porque a ella, me cuenta, siempre se la ve fumando cuando está en público, ocupando una larga y fina boquilla, soplando el humo hacia arriba, incluso haciendo argollas, es muy top, entonces ese día se le quedó mirando fijamente, tanto que la Pame se puso un poco roja, y luego acercándose le dijo que su rostro era muy bonito, que en general le daba un estilo atractivamente exótico. Le explicó que su esposo iba a rodar lo que sería su debut en el rubro de los cortometrajes, uno cuyo guión trataba sobre dos chicas y que ella estaría perfecta para interpretar a una de ellas, que si conocía a alguien más y si le interesaría participar y enterarse de ello con más detalles fuera a su departamento a cenar.
En eso le habló de mí.
De maravillas, entonces no había problemas, nos esperaba el viernes.
O sea hoy. Debo confesar que voy nerviosa. Me gusta la idea, pero no creo que sea buena actriz, adoro el cine, pero me siento más cómoda escribiendo. Como si a la Julia Roberts le encargaran escribir la Nueva Temporada en el Infierno en honor a Rimbaud. Algo así, inesperado, como encontrar a tu hermano chico en pedazos dentro de una bolsa de basura a la salida de la cocina…
-Deberías practicar pasar los semáforos en luz verde –le comento a Pamela mientras cruzamos nuestro cuarto semáforo en plena luz roja- La mayoría lo hace. Algo debe haber.
-No me distraigas –me contesta casi sin mirarme.
-Por lo menos podrías abrocharte el cinturón.
-Ya te dije que no me distraigas, y no te preocupes por mí.
-Si no es por ti. Soy yo la que te voy a tener que sacar con espátula cuando te desparrames por todo el parabrisas, señorita Diva-del-cine-b.
-Te estas mordiendo el labio –me hace notar mirándome de costado.
-Tengo un poco de susto.
-Perdona. Es que es muy importante para mi. Tenemos la posibilidad de participar en el festival de cortos más importante del país, a fin de año. Quiero que estemos juntas en esto. Mira estamos llegando, ahí está ella.
Ahí esta Madonna, Francisca, enorme, modelo de revista de fitness, esperándonos mientras fuma uno de sus cigarrillos con boquilla. Le hacemos señas y paramos frente a ella. Gimnásticamente, se sienta en la parte de atrás del coche mientras nos saluda, regia, extrovertida, a cada una con un beso que posee la extraña textura del colágeno.
-Que rico verte, Pamela. –le dice mientras, glamorosa, se acomoda sobre el asiento trasero- Estaba preocupada por ti.
-Me demoró un poco el tráfico, pero estamos super interesadas –le responde mirándome a mí. –Ella es…
-Tú debes ser Mila. Pamela me habló mucho de ti. Pero si eres más preciosa de lo que me había imaginado…
-Sí. Hola…Gracias…-trato de responder ubicando alguna pausa en su parloteo.
-Está decidido. Son perfectas. A mi esposo le van a encantar. Hace tiempo que andábamos en busca de un par de chicas especiales que tuvieran…no se como explicarlo, pero ese atractivo encanto que ustedes poseen. En la cafetería me di cuenta de inmediato. Y ahora mirando a tu amiga Mila…¡Clever!
A mil palabras por segundo llegamos al estacionamiento subterráneo del edificio donde nos espera su esposo. Ya en el ascensor, Francisca no para de mirarme, examinarme de arriba hacia abajo. Estatura perfecta, que tengo una silueta delgada y delineada, andrógina, pero delicada, una cola redonda, firme, unos rasgos finos, mirada interesante, el busto…el busto no importa, luego puedo rellenarlos como ella…Me toca por todas partes y nos da un beso a cada una. Divinas. Piso veintiséis. Se abren las puertas del ascensor.
-Aquí es. Hacia la izquierda –nos dice guiándonos hacia la puerta de su departamento.
Mientras vamos detrás de ella le lanzo, a la Pame, una mirada pidiendo una explicación. Ella me hace gestos de que no me preocupe, que espere, pero tengo el fuerte presentimiento de que ella tampoco sabe bien de que se trata. La sola posibilidad de volver a pasar por algo tan extraño como lo que nos ocurrió la vez pasada, me pone los pelos de punta. El sonido del timbre resuena hasta en mi estómago.
Nos abre el que debe ser su esposo , un tipo muy atractivo vestido completamente de negro que contrasta brutalmente con la imagen que me había fabricado de él, la de un enorme y grotesco bloque-de-músculos-con-olor-a-esteroides-listo-para-hacer-papilla-a-cualquiera, pero no, él es mas bien estilizadamente delgado, como sacado de un manga japonés. Debe tener como treinta y tantos años. Nos mira sin dejar de sonreír.
-Hola, soy Marco –nos saluda amablemente- Las estaba esperando.
Su tono es como hipnótico. Nos hace pasar hacia el comedor. Tiene la mesa puesta, lista para cenar. Francisca le cuenta alguna anécdota de su gimnasio. Se ríen. Nos piden nuestros abrigos, que nos adelantemos. Puedo sentir sus miradas pegadas detrás nuestro. Se nos ocurrió venir con vestidos mini de lycra que apenas cubren nuestra cola, rabiosamente ajustados. Mientras caminamos siento como el calor sube a mi rostro. Que incómodo. Pamela alcanza a notarlo.
-Quisiera pasar primero al baño –les dice.
-Claro. Es hacia la izquierda –responde Francisca.
-Voy contigo –me apresuro en decir casi sin levantar la vista.
-No se demoren –nos advierte Marcos, un poco divertido, pienso.
Casi atropellando a la Pame entramos al baño. Una vez adentro me dejo caer apoyándome sobre la puerta:
-¡Qué horrible! –le digo- Deben estar pensando que soy una perna.
-No exageres –me calma la Pame mientras repasa su maquillaje.
-Es que no sé…me dio como vergüenza, debe ser su forma de mirarnos…Parezco una pendeja.
-Lo eres.
-Te pones cruel.
-Está bien…perdona, es que…¿Lo encontraste atractivo?
-¿¡Estas celosa!?-le pregunto sorprendida.
-Cállate y respóndeme..
-Es exquisito…
-Imbécil –me dice al momento que me da una suave bofetada.
-Tonta.
-¿Qué?
-Tonta.
Entonces la abrazo y le doy un beso. Quedamos frente a frente, rozando nuestras narices.
-Tenemos que salir –me dice.
Ya más calmada, con Pamela nos sentamos a la mesa. Nuestros anfitriones tienen todo preparado. Marcos nos sirve un aperitivo mientras nos habla de lo contento y satisfecho que lo ha dejado el «casting» que ha hecho Francisca. No podíamos ser mejores para el papel. Nos cuenta que es un proyecto muy importante para él, que lo va a hacer ultraconocido en el medio, no tiene ninguna duda. Nuestros rostros se harán bastante recurrentes el próximo año, así que solo falta que le demos nuestra opinión, nuestro consentimiento, para empezar a filmar.
-Pero si nos vienes conociendo, además ni siquiera sabemos de que trata el guión –dice preocupadamente Pamela- Además ¿Cómo es que estas tan seguro sobre nosotras?
-Tienes razón –contesta sin dejar su tono seductor- pero vamos por parte…
Nos cuenta que a Pamela se la topó Francisca en el Instituto cuando daba su examen de rol dramático interpretando a Marguerite Gautier en La Dama de las Camelias. Así que en ningún modo era desconocida para ellos. Francisca quedó muy impresionada con su actuación. En cuanto al guión, este básicamente trata sobre dos chicas que despiertan simultáneamente en dos puntos distintos de un mismo laberinto.
Entonces desorientadas, austadas, comienzan, cada una por separado, una desesperada búsqueda que las lleve a encontrar la salida. En algún momento del recorrido se topan cara a cara, confundidas, agotadas, eligen seguir juntas. Todo ello bajo una inminente presencia, algo maligno que se desplaza amenazante por los oscuros pasillos de la construcción de piedra.
Con horror descubren que lo único que han hecho es dar vueltas en círculos y que el tiempo se les agota. La bestia del laberinto esta a punto de encontrarlas. Más tarde se darán cuenta que la solución al enigma dependerá más bien de ellas mismas, de la posibilidad de confidenciarse, de poner en escena su deseo. Eso, lo demás nosotras mismas lo iremos descubriendo durante la filmación.
Ah, también está la atmósfera en que muestra la historia. Un poco kafkiana dice, a medio camino entre el cine y el videoclip, entre el sueño y la vigilia. Su idea es que a quién lo vea le sea imposible no quedar con una sensación extraña, inquieto, intranquilo, incluso más allá de los créditos, en su camino hacia la salida del cine o, más aun, en su camino a casa.
Guau. No esperaba quedar tan interesada. Es una buena idea. Algo así como un remake en formato video del mito del minotauro, pero visto desde la perspectiva de las víctimas. Ni Ariadna ni Teseo, sino Pamela y yo.
-En cuanto a ti… –me dice fijando su mirada en mí, tanto que tengo que quitarle de encima la mía- ¿Te llamas Mila, verdad?… Diría que se trata de pura intuición. De pronto te conozco, pero es como si en todo el guión hubiese estado pensando en ti.
-Ya gracias, vas a lograr ponerme roja –contesto desconfiada.
-No, en serio. Tienes algo. Quizás ese gesto tuyo que haces con tu boca, como si estuvieses constantemente haciendo un berrinche, una chica mimada a punto de dar un golpe a quien se le acerque, pero frágil. Sí, eso, delicadamente atractiva…
-Bueno, bueno. Mira que me vas a poner celosa –interrumpe divertida Francisca- Deberías darles un momento para que lo decidan ¿no? Amor por qué no preparas nuestra sorpresa mientras acompaño a nuestras invitadas y así nos avisas cuando este todo listo.
-Claro bombón. Esperen a que yo las llame –responde Marcos mientras se dirige a los dormitorios.
¿Sorpresa? Estoy en un momento de mi vida en que las odio. Francisca nos tranquiliza, que no nos preocupemos, que nos va a gustar. Nos aprovecha de preguntar por nuestra decisión. Le respondo casi automáticamente que sí, que estaría muy entusiasmada en participar. Pamela me mira sorprendida y acepta. Todo queda sellado justo en el momento en que Marco nos invita a pasar al living. Pamela pide a Francisca que se adelante, que nosotras vamos enseguida, entonces nos deja a solas.
-Está loco por ti –me susurra desafiante la Pame.
-No exageres, además ese es un problema que va a tener que resolver él solo.
Se ha levantado de la mesa y me da la espalda. Me acerco hasta tomarla por la cintura desde atrás.
Está temblando. Le pregunto que le pasa, que me cuente. Se da la vuelta y me abraza escondiendo su cara en mi hombro, me aprieta fuerte, entonces levanta timidamente su vista hasta que se encuentra con la mía. La sostiene un momento y luego la dirige húmeda sobre mi boca. Le doy un beso, uno apretado.
Me dice que tenemos que pasar al living, que nos retoquemos el maquillaje, que tengo los ojos negros como si hubiese llorado, le contesto que es ella quien está así, me sonríe, se da la vuelta y…
Marco esta parado en la entrada, no sé cuanto tiempo debe llevar ahí. Nos pide perdón por la intromisión, pero la sorpresa está por empezar, no debemos perder tiempo. Un poco avergonzadas pasamos frente a él. Desde atrás nos repite que somos perfectas y da un aplauso.
El living está en penumbras, en el nivel más bajo del dimer. Apenas distinguimos a Francisca que nos hace gestos para que nos sentemos a su lado sobre el sofá. Primero Pamela luego yo y, casi como preparado, Marco a continuación. Me ofrece un cigarrillo, me lo enciende y en eso la luz se apaga. No puedo evitar que un escalofrío me recorra hasta el estómago. Marco me susurra un relájate. No quiero ni mirarlo.
Entonces, como si fuera una especie de telaraña que se expande electrónicamente, una serie de rayos azulinos iluminan la habitación mostrando enfrente de nosotros a un par de chicas con sus cuerpos desnudos pintados en distintos colores. Impactada veo como comienzan una sensual danza en donde se abrazan, se acarician, se maturban, todo al ritmo de un cadencioso tema ambient. Un repentino calor me invade entera.
Sí, me esta calentando harto. Entonces en una pausa, sorpresivamente, aparece un tipo enorme, como de dos metros, con unos músculos a punto de reventar, sacado de una portada de revista de fisicoculturismo, enorme, Hulk, pero multicolor, desnudo.
Toma a una de las chicas como si fuera una muñeca y la pone a darle una mamada. Su miembro se pone en directa proporción con su tamaño.
Le debe estar dañando severamente las cuerdas vocales a la chica, de eso estoy segura, es demasiado, es enorme, abusivamente grande. El solo hecho de verla me da escalofríos, no desearía estar en su lugar, definitivamente.
Se han detenido y, con horror, veo como Hulk comienza a acercarse hacia donde estamos sentados, toma a Francisca de una mano, menos mal, y se la lleva hasta el centro, dejándola sobre la alfombra. Una de las chicas, que también ha llegado hasta nosotros, nos muestra un arnés que se ha colocado simulando un pene mientras nos mira coquetamente. Me ofrece su mano.
Dudándolo un poco, se la recibo y me dejo guiar hasta donde esta la otra pareja. La otra chica se encarga de llevar a Pamela con lo que el cuadro plástico queda totalmente armado aquí sobre la alfombra. Francisca se retuerce, gime, mientras Terminator le clava su mazo lentamente dentro de su sexo.
La imagen es fuerte, me estremece de puro excitante. La chica del arnés se ha puesto detrás de mí acariciándome, me besa el cuello, soba mis pechos, cierro mis ojos, me dejo llevar, se siente exquisito.
Comienza a desvestirme mientras desliza su lengua por mi espalda. Masajea delicadamente mi cola y luego lleva sus manos justo sobre mi triangulo, acariciándomelo por encima, poniéndome a mil, masturbándome, dejándome cada vez más húmeda, pidiendo que me coja, rápido, ahora, por favor.
Ella se recuesta sobre la alfombra ofreciéndome la vista del sintético juguete erecto. Entonces me inclino y lo meto en mi boca, lo lleno de saliva, lo preparo, lo dejo totalmente empapado.
Me levanto llevándome el cabello hacia atrás, en eso de reojo veo a Marco que aún sigue sentado en el sofá, tiene su polla entre las manos, se masturba, me mira fijamente, me guiña un ojo, le devuelvo un beso al momento en que me siento sobre el pene de látex, introduciéndolo lentamente en mi vientre, separando levemente mis labios, hasta que termina por entrar entero.
Empiezo por moverme en pequeños círculos para luego seguir como si estuviese montando, cada vez más rápido, casi fuera de control. Repentinamente alguien me toma de los hombros.
Es Marco que me interrumpe, que me levanta y me lleva hacia una de las paredes, me apoya sobre ella y comienza a cogerme desesperadamente, apretándome contra el muro, besándome descontrolado, a punto de correrse.
Entonces, bruscamente me gira dejándome cara a la pared, separa mis piernas y pone sus manos sobre mi cola, poniendo su cosa en mi agujero, presionando sin poder entrar, lo saca y siento como mete uno de sus dedos, uno que está húmedo, uno que dedica a dilatar dolorosamente mi esfínter, para luego ensartarme brutalmente…Mggghhh… hasta quedar totalmente dentro de mis intestinos, golpeando mi mejilla contra la muralla a cada empuje que da, entrando y saliendo de mi culo, dolor y placer mezclados, cada vez menos dolor, hasta que mi cuerpo se tensa en pleno orgasmo sintiendo como su semen se derrama tibiamente dentro de mi cola.
Ya menos agitados y el todavía adentro de mí, le digo que se salga, que me la saque porque me empieza a lastimar, además que estoy muy incómoda aquí aplastada contra la pared.
Se ríe y cariñosamente me ofrece su chaqueta para taparme y un cigarrillo para que nos acomodemos y veamos como sigue el espectáculo.
Bueno, la Pame está con las dos chicas, la del arnés le tiene metido el dildo en la boca mientras la otra se dedica a trabajar con su lengua metida en su sexo, por su parte, la Francisca, más allá, grita con cada embestida que le da el cavernícola el cual le está destrozando su aeróbico culo. En cuanto al mío, cada vez me arde más. Marco se ha puesto a conversarme de cine y yo no hallo la hora de decirle a la Pame que nos vayamos.
Mientras se desocupa intento vestirme y fumar al mismo tiempo, pensando en lo extraña que me ha dejado este episodio, como si todo hubiese sido en modo fast forward, tan veloz que aún necesito un tiempo más para digerirlo.
-¿Me invitas una Caipiroska? –le pido a Marco.
-Por supuesto. También necesito un trago para mí.
La Pame me busca con la mirada, se ve extraña debajo de la luz azul, como si fuera otra chica, se ve mayor. Nos quedamos así mirándonos, es quizás el momento que necesitaba, el que me hace sentir menos sola. Me da un poco de pena, pero la Pame desde allá me sonríe, me calma.
Entonces Marco llega dos Caipiroskas. Una es para mi amiga Pamela, me dice, como adivinando mi deseo de estar con ella, me pone tiernamente una mano sobre la cabeza y se va donde Francisca que aun no para de gritar.
La Pame está a mi lado, cerca, apegaditas, entonces me dice que escuche. Pongo atención. Se empieza a oír el tema «Time alter time» de Cindy Lauper, uno de sus preferidos. Esto empieza a mejorar.