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El juego

El juego

Paula sabía lo que iba a pasar ese día.

Llevaba 3 años casada con Juan, y todo había ido muy bien, pero faltaba un pequeño detalle: el juego.

El juego perdía a Juan, y eran incontables las partidas de póquer que junto a sus habituales amigo, Raúl, José y Rafael, jugaban en un local de uno de ellos, una casita escondida y tranquila, donde pasaban horas y horas dándole a las cartas.

La diferencia era que mientras todos ellos nadaban en la abundancia y se podían permitir perder miles y miles de pesos en una sola partida, a Juan y a mí, nos costaba trabajo llegar siempre a fin de mes.

Yo no encontraba trabajo en un D.F. saturado de paro, y Juan nos mantenía con su trabajo en una panadería. Pero le perdía su fiebre.

Ese día, ya dieron las 12 de la medianoche, y yo sabía donde estaba Juan.

Me fui directa a la casa, sabiendo perfectamente que estaba pasando.

Llame y me abrió Raúl, un hombre ya entrado en años y el que siempre que me veía con Juan, me dirigía miradas bastante indiscretas, me repasaba de arriba abajo, y yo sabía que daría parte de su fortuna por poseerme tan solo una vez.

Todos eran solteros, así que no les faltaban mujeres que llevarse a casa para satisfacerse.

.- Hola Raúl, se que Juan está dentro. Por favor, déjame pasar.

.- Claro, claro, pequeña-me dijo.

El panorama que me encontré no podía ser peor. Juan se levanto de la mesa inmediatamente, y mientras los demás murmuraban, Juan me informo que estaba en la ultima partida de su vida, que todo iba fatal, y que afortunadamente, con mi llegada, su suerte cambiaria.

Rápidamente, José se levantó también de la mesa y me informo con aún más detalle: Juan había perdido todo el dinero del mes (estábamos a dia 5), también había apostado y perdido el coche (uno pequeño buga que nos llevaba a todos sitios, aunque era bastante viejo), y que en esta última mano y voluntariamente, juan decidió apostar la casa contra todas sus pérdidas de la noche mas 1.000.000 de pesos en efectivo.

Lo peor, pero también imaginable, era que había perdido.

De repente todo me dio vueltas, nos habíamos quedado sin nada.

Todo estaba perdido en aquella mesa con tapete verde.

Toda mi vida se esfumó. Miré a Juan, y parecía pedirme una súplica, cuando José me dio la segunda bofetada de la noche:

Yo era la siguiente apuesta (todos lo habían aceptado), eso si, tan solo un pequeño destape: de cintura para abajo para recuperar el coche.

No se que me paso, pero mi amor por Juan me perdió y decidí aceptar, sabiendo que me exponía a miradas que me penetraban y a mentes que rezaban para que Juan volviese a perder y así poder verme el culo.

Seguro que les apetecía más que aquel jodido coche que ya era suyo.

La suerte de las cartas, hizo que Juan volviera a perder, y en un segundo todos dejaron lo que tenían entre manos, esperando ver cumplida la apuesta.

Yo, que ignoraba todo aquello, llevaba unos simples tejanos con bragas-tanga, y me daba una vergüenza horrible, pero no me quedó más remedio.

Lo peor fue cuando Rafael me solicito que me diera la vuelta, y tuve que cumplirlo.

Deseaba irme, pero Juan no se cortó.

Apostaba toda la ropa de arriba, incluido sujetador, para recuperar el resto de mi ropa y el coche.

Bien sabia yo que todos aceptarían, y así paso.

Supe que me jugaba mi vida y mi futuro, y también tuve que aceptar.

Igual que antes, Juan volvió a perder, y a mi se me vino el mundo encima.

Imaginar que todos aquellos hombres que yo sabía me deseaban, pudieran verme desnuda, me revolvió, pero también supe que no me quedaba más remedio.

Estaba avergonzada cuando mi sujetador cayó y José me obligó a bajar los brazos, pero no podía hacer nada.

Estaba siendo objeto de todos aquellos, y lo peor era que no podía negarme.

Desde mi sitio podía distinguir la navaja que Rafael siempre llevaba al cinto.

Raúl sorprendió a todos, cuando dijo que no jugaría más y se retiraría si la siguiente apuesta no era hacerle una mamada a todos.

Todo se me vino abajo, sobre todo viendo a Juan como asentía, en su desesperación por recuperar algo.

Y todo cayó aún más cuando Juan, que parecía tener buenas cartas, perdió.

Acto seguido, y sin esperarmelo, Raúl me había cogido del brazo, llevándome a un sofá apartado, se sentó y me dijo:

.- Linda. Esto es algo con lo que siempre soñé. Chupala , chupala como nunca lo habías hecho, o ni Juan ni tu salís hoy vivos de aquí.

El pene de Raúl superaba con creces al de Juan, y yo en mi vida había visto y muchos menos chupado semejante aparato.

Me tragué todo mi orgullo, y cerrando los ojos, hice lo que jamás soñé.

Estaba con otro hombre, a su merced, y sin que nadie lo pudiera evitar.

Mientras Juan se tomaba una copa con José en una pequeña barrita que había en la habitación y le consolaba (o le animaba para algo más, quién sabe) Rafael apareció por detrás y empezó a sobarme todo el cuerpo.

Sabía que también yo era su sueño dorado.

Tras quince minutos inacabables, Raúl se corrió en mi boca, a la vez que me susurraba puta al oído.

Yo ya estaba llorando y no sabia que hacer.

Hasta que todo llegó a su fin. Raúl volvió a sugerir la posibilidad de jugarse todo o nada.

Es decir. O ganábamos todo, o yo seria la puta personal de ellos tres, mientras Juan se enjuagaría sus lágrimas en otra habitación.

Y así pasó. Juan volvió a perder una mano que parecía la mejor de la noche, pero que sorprendentemente, se truncó al final.

Raúl se despidió de Juan hasta dentro de 3 horas (tiempo estipulado), y ahí quedamos los 4, ellos ya totalmente desnudos y yo por supuesto también.

Jamás olvidaré aquella noche.

Tuve que chupar mas poyas de las que chupé en toda mi vida, me jodieron todos, por delante y por detrás, se corrieron en mi boca, en mi cara y también dentro de mí.

Yo no pude gozar, tan solo dejarme hacer, sabiendo que tenía las de perder, y sabiendo que aquellos tres hombres, estaban satisfaciendo una de sus mas anhelados sueños.

Follarme, sobarme y hacer de mí todo lo que les viniera en gana.

Jamás volví a ver a Juan, y jamás vi a aquellos tres hombres.

Me refugié en casa de una amiga, en una ciudad del interior, alejada de todo, y desde allí, cuento esto.

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