Capítulo 9
NUEVE
CONFIRMADO. YA ERES TODA UNA PUTITA.
GATACOLORADA & CHARLINES
La gatita me había regalado una comida de polla fenomenal. Aun, con mi semen en su boca, le hice la propuesta.
La semana pasada antes de estar con el árabe. Me había reunido con mi amigo Luis. Este tiene una consulta de terapia sexual donde trata las filias de mucha gente que anda por este mundo con gustos, digamos… un tanto extraños. También hay gente que, por sus características físicas, no suelen tener éxito en sus conquistas y necesitan de la ayuda de Luis.
Por lo general esta gente no suele tener problemas de dinero, cuando los tenía, entraba yo en juego. Mi trabajo era cobrar los nada despreciables honorarios de mi amigo. Luis me preguntó por mi vecina, la del tanga, si ella estaría dispuesta a cumplir la fantasía de alguno de sus clientes, sería algo esporádico y le pagaría quinientos dólares por cada sesión. Yo le comenté que tendría que hablar con ella, aunque sabía que su calentura le haría aceptar. Además, le prometería un buen polvo después de cada sesión.
Por eso cuando levantó la cabeza aun con restos de semen en sus labios, le comenté.
- Gatita, tengo un trabajo para ti, si tú quieres por supuesto. Mi amigo Luis tiene, digamos… un gabinete, donde se encarga de satisfacer los deseos sobre todo sexuales de sus clientes. Él cobra muy bien y yo trabajo para él. Me ha ofrecido para ti quinientos dólares por sesión. Tú pones las condiciones, yo estaré muy cerca por si surgiera cualquier contratiempo, y algunas veces hasta estaré presente.
La gatita abrió tanto la boca que ante mi aparecieron sus muelas del juicio.
- Me dejas perpleja, no sé qué decir. Por supuesto, ¿todo se hará de día?
- Todo se hará cómo y cuándo tú digas. Tú eres quien manda y quien pone las normas.
- Joder, déjamelo pensar hasta mañana, ya te diré algo, ahora he de irme que es tarde.
- Venga, mañana hablamos.
Tras besar su boca con pasión mientras acariciaba esos pezones que me volvían loco, la gatita salió del auto y corrió al portal. Al llegar se volvió y sonrió. ¡ya estaba, eso era un sí, seguro!
Saqué mi teléfono móvil y llamé a Luis.
- Luisito, creo que está hecho, mañana te confirmo, pero seguro que sí.
- Perfecto, Pablito, si te dice que si, pasado mañana tendremos la primera prueba, a las cinco de la tarde en mi despacho.
- Ahí estaremos, seguro. Ah, nada de marcas ni de laceraciones ni amputaciones, ni siquiera agujas o látigos. Nada que deje marcas más de unas horas.
- No te preocupes, para esas cosas junto clientes con clientas y viceversa.
Tras llamar a Luis, subí a casa y me dispuse a tomar un generoso whisky. La polla se me puso dura solamente de pensar en esa viciosa vecina que me daría unos ratos tremendos con esos depravados.
Según estaba en el sofá, me desnudé y fijando en mi mente a la gatita, sujeté mi polla, meciéndola lentamente en un subir y bajar, mientras veía como la gatita, gateaba por el suelo de mi salón, acercaba su cabeza a mis piernas y ronroneaba curiosa. Lentamente se acercó a mi polla y la tragó de una hasta tocar su garganta con mi capullo. Sus ojos se abrieron y sus pupilas se dilataron mientras mi mano seguía su ascenso y descenso lo más lento que yo podía. Me miraba lasciva, con la boca deformada por el grosor de mi polla. Cuando la tuvo bien dura. Me miró a los ojos, dio dos pasos hacia delante y me ofreció su culito. Yo aceleré el ritmo de mi paja, mientras veía como ponía mis rodillas en el suelo y entraba en ella sujeto a sus caderas. La gatita maulló al sentir mi polla en el final de su sexo y mi mano aceleró aún más el ritmo. Sujeto a sus caderas, azotaba su culo, ella sabía que más fuerza, significaba más rápido y gritó.
- Más fuerte, más fuerte cabrón.
Al tercer azote mi mano quedó bañada por mi esperma y yo quedé tranquilo sobre el sofá. Tomé un sorbo del whisky y me fui a la cama.
El timbre de la puerta me despertó, miré el reloj. ¡Joder las diez y media! Salté de la cama sin pensar que estaba desnudo y miré por la mirilla. Tras la puerta estaba mi vecina, radiante con una sonrisa de oreja a oreja. Le abrí la puerta y según entro, la empujé contra la pared y la besé con pasión a la vez que ya tenía sus pezones entre mis dedos.
- Tranquilo, fiera… sí que te has levantado con ganas sí. ¡Mira como tienes la polla cabrón!
- Anoche tuve que masturbarme pensando en ti, me dejaste con las ganas de follarte.
- ¿siii, pobrecito?, uhmmm mi niño
Cuando conseguí separarme de ella fuimos a preparar un desayuno a la cocina. La gatita se sentó y me dijo.
- Lo he pensado bien y vale, por lo menos unas sesiones sí qué haré, para ver cómo es y qué tal me va. Ya sabes todas las condiciones.
- Si, ayer hablé con Luis y ya le expliqué todo.
- Te libras que tengo que irme.
- Espera, ¿el miércoles a las cinco, te va bien?
- Claro, aquí estaré sobre las cuatro.
Se levantó sujetó mi polla con fuerza y mientras me besaba, la meneo con presteza. Yo azoté su culo y la dejé ir. Esa vecina me estaba volviendo loco.
Ese día tenía que acercarme a cobrar a una bonita y tímida rubita que no había pagado sus sesiones. Llamé al portero y como siempre contesté.
- Carta de correos.
Me abrieron y subí, la rubita debía la nada despreciable cantidad de cuatro mil euros y por las pintas del edificio, me extrañaba tuviese como pagarlo. Llamé a la puerta y enseñé un sobre, la rubita, abrió y yo di una patada a la puerta y la empujé dentro del piso.
- No me andaré con milongas, he venido a cobrar las consultas del doctor Luis Izquierdo.
La muchacha reculó hasta dar con su espalda en la pared y balbuceando me dijo.
- Es que… es que… no sé cómo lo voy a pagar, me he quedado sin trabajo.
- Bueno, a mí eso me da igual, yo he venido a cobrar y tendré que ver cómo lo hago. Así que desnúdate.
- perooo, perooo, yooo
Sin esperar más le crucé la cara con una fuerza mediana.
- No estoy para perder el tiempo, bonita
- ¿Pero, qué dices, que quieres que haga?
La miré fijamente a los ojos y le volví a cruzar la cara.
- Que te desnudes y yá.
Balbuceando se quitó la camisa y se bajó los pantalones.
- Todo joder, todo. ¿estas vacilándome?
Lentamente y gimoteando, se quitó el sostén y se bajó las braguitas, tapándose con las manos.
- Las manos en la nuca, cojones.
Ahora sí que gemía mientras llevaba sus manos a la nuca. La verdad es que tenía un bonito cuerpo. Unas tetas más grandes de lo que su camisa dejaba ver, un coñito rasurado y lindo de ver, un buen culo y una cara bonita. Me acerqué a ella y acaricié uno de sus pechos, me sorprendió la suavidad de su piel y la tersura del pecho. Me deslicé por su cuerpo hasta su coño que estaba para mi sorpresa completamente empapado.
- Joder putita, ¿te has puesto bien cerda hee?
Ella no dijo nada, ni se movió, metí dos de mis dedos en ese encharcado coño, los moví con energía y antes de un minuto la muy puta ya se había corrido sobre mi mano.
- Muy bien putita, te diré lo que vamos a hacer. Tengo un local bastante exclusivo, donde mis putitas realizan trabajos para la comunidad. Digamos, que, si eres buena, en poco tiempo podrás saldar tu deuda ¿y quién sabe? Igual te gusta y te quedas. El reparto será, un tercio para ti, un tercio para mí y un tercio para Luis. Cuando terminemos la deuda de Luis el tercio suyo, pasará a ser tuyo. ¿Te parece bien?
- Si señor, si, como usted diga.
Le escribí una dirección en mi libreta y arranqué la hoja, se la di.
- Hoy a las nueve estate aquí, que no tenga que volver, pues no seré tan amable.
Salí de esa casa pensando que había hecho una buena adquisición que me daría mucho dinero. Ese día lo pasé tranquilo en casa, me pasé por el club, di las órdenes y volví a casa.
A las cuatro en punto, mi vecinita llamó a la puerta.
- Buenas tardes, vecino.
Me dijo, mientras apretaba mi polla con fuerza.
- ¿Tenemos tiempo para un rapidín?
- No, la verdad es que hemos de ir antes, Luis quiere hablar contigo.
Era una pena perder ese momento único, pero ya tendría tiempo después o al día siguiente.
Llegamos a la consulta de Luis y este raudo se levantó y saludó a mi vecinita con dos besos en las mejillas.
- Sentaros, hice que vinierais antes, pues quiero explicarte, ¿Mariela, te llamas Mariela?
- Si
- Bueno pues quería explicarte Mariela. Este cliente es un tanto especial, no quiere que lo vean, por lo que tendrás que llevar los ojos tapados, no le gusta que le toquen, por lo que atara tus manos. Por otra parte, será respetuoso con todas las normas. Es bastante peculiar en su forma de follar, pero eso ya lo sentirás, no quiero adelantarte nada. Te diré que Pablo estará presente, para salvaguardarte.
- Vale, siendo así, mucho mejor.
Luis puso un antifaz a Mariela y encima de este colocó unas gafas de piscina para tener la seguridad de que no vería nada. A los pocos segundos apareció un tío tremendo, completamente desnudo. Mediría más de dos metros y de ancho tendría casi metro y medio. Un pedazo de animal.
- Desnúdate, déjate las medias solamente.
Mariela se desnudó lentamente dejando sus preciosos pezones a la vista del hombre. También se quitó la tanguita y dejó su lampiño coño también a la vista del hombre. El hombre admirado se acercó a Mariela y le acarició los pechos tirando sin mucha fuerza de sus pezones. Mariela gimió.
MARIELA.
La falta de visión acentuaba mis sentidos. El hombre me sujetó las manos a la espalda y acarició mis pechos y mi culo, para seguir apretando mis pezones. Cuando noté la caricia en mis pechos y el suave apretar de mis pezones, me estremecí entera. No sabía lo que tenía delante, pero ese hombre tenía unos gruesos dedos y unas manos grandes que abarcaban todo mi pecho. Notaba su respiración que se agitaba por momentos. De repente me sujetó por las caderas y me alzó, llevando mi coño a su boca y dejando colgar mi cabeza. El hombre empezó a lamer mi coño pasando su lengua por todo él, hasta terminar en mi culo por un lado y en mi clítoris por el otro.
Yo notaba su polla cerca de mi boca, dando golpecitos en mi cara. Busqué su polla con mi boca, hasta cazarla y poder empezar a chuparla. El hombre parecía ser un buen animal, pero por suerte su polla era una polla normal de no más de dieciocho centímetros y aunque era gruesa, tampoco lo era en exceso. Procedí como pude a lamer esa polla, que por cierto tenía un agradable sabor. Solo podía con su capullo, ya que la postura no me dejaba abarcar más trozo. Mientras el hombre ya había recogido mi clítoris entre sus labios y con su lengua, le daba ligeros recorridos en círculo que me estaban llevando a un orgasmo, que deseaba ya con intensidad. El hombre sorbió mi clítoris y ya no pude más y me dejé ir en un callado orgasmo, ya que su polla tapaba toda mi boca. En ese momento en que mi orgasmo iba ascendiendo en intensidad, el hombre apretó mi cabeza contra su polla llevando esta hasta mi garganta y produciéndome una arcada, que a la vez desató un río entre mis piernas. Me estaba ahogando, pero era tan dulce la sensación que era incapaz de hacer nada más.
Cuando el hombre me dejó respirar los pulmones me dolían de la gran cantidad de aire que había metido en ellos. Tosía y babeaba a la vez que apretaba mis piernas para no perder ese intenso orgasmo.
Me giró poniéndome frente a él, se arqueó un poco para sentarme sobre sus piernas, soltó una mano de mis caderas y dirigió su polla al interior. Me sentí llena al momento y esa sensación de flotar en el aire me tenía ya al borde de un nuevo orgasmo. Sentí como el hombre se enderezaba, sujetaba mi culo por mis posaderas y levantándome como una pluma, empezó a follarme con fuerza.
Yo me sentía como en un columpio, con mis piernas totalmente abiertas, recibiendo un pollazo tras otro que, aparte de llenarme, me llevaban camino de un torrente de orgasmos. El hombre no paraba en su loco frenesí y estoy segura como mi coño bañaba su polla. El plof, plof de dos cuerpos fundiéndose, llenaba la habitación. Yo era un orgasmo continuo, mi sentido se nublaba y ahora solamente era una vagina dispuesta para el placer de ese hombre. Placer que le llegó cuando un grito ronco llenó la habitación, a la vez que varias descargas de semen llenaban mi útero desbordando entre mis piernas. El hombre me mantuvo unos minutos en vuelo, mientras su polla se iba desinflando en mi interior. Me soltó lentamente, me giró y soltó mis manos, empujó mis hombros hasta postrarme de rodillas.
- Límpiame la polla y déjala bien limpia.
Yo adoré con mi boca esa polla me había elevado y nunca mejor dicho al cielo.
El hombre marchó y Mariela quedó tumbada sobre la alfombra. La recogí y la acompañé a lavarse y a vestirse. Una vez hubo terminado la acompañé al automóvil y salimos hacia casa, ya eran casi las siete y media de la tarde.
- ¿Qué tal la experiencia Mariela?
- Uff la verdad que excelente, jamás me habían follado así. Sentirme flotar mientras era taladrada por esa polla me ha vuelto loca y esa comida de coño sin yo poder hacer nada ufff. Si te digo la verdad, déjame quedarme un momento en tu casa que aún estoy caliente como una estufa.
- No te preocupes estaremos un rato en casa.
Al llegar subimos a mi casa y le ofrecí algo de beber a Mariela. Me senté en una de las sillas del salón y Mariela se sentó sobre mis piernas. Dejé la copa sobre la mesa y acaricié sus pechos mientras le mordía la nuca. No tenía ninguna prisa y fui soltando los botones de su blusa con lentitud. No paraba de morder su nuca y notaba como Mariela se retorcía sobre la silla a la vez que unos gemidos brotaban de su garganta. Ya tenía sus pechos al aire y ahora apretaba con cierta fuerza sus pezones a la vez que no dejaba de morder su nuca. Apretaba durante un rato sus pezones para acariciarlos después con gran cariño. Así estuvimos un buen rato hasta que la levanté y le solté la falda quedando ella con su tanguita. La subí sobre la mesa y tiré de los lados de su tanga negra hacia abajo. Ante mi apareció su rosado y bien depilado coñito, ya brillante por su excitación. Abrí sus piernas y lentamente fui ascendiendo por el interior de sus muslos, hasta llegar al jugoso y sobresaliente coñito, que me esperaba anhelante. Nada más tocar sus labios con mi lengua, Mariela se estremeció y cerró sus piernas apretando entre ellas mi cabeza. No me lo pensé y fui directo a por su ya abultado clítoris. Lo rodeé con la punta de mi lengua, le pasé toda mi lengua por él y lo sorbí entre mis labios mientras lo mordía ligeramente. Mariela echó sus manos a mi nuca y acercó más mi cabeza hacia su sexo.
- No pares, no pares.
Las piernas de Mariela cada vez se abrían más y sus manos apretaban mi cabeza con fuerza. Mi lengua recorría ese pequeño botón a la vez que sorbía con gusto los líquidos que desbordaban ya de su sexo.
La espalda de Mariela se arqueó, sus manos me unieron a su sexo y sus piernas me atraparon, mientras ella se dejaba ir en un intenso orgasmo.
Cuando pude, saqué mi cabeza de tan reconfortante almohada y busqué el brillo de sus ojos y la sonrisa en sus labios. Mantuve unos segundos mi vista en ella, no hay nada tan bonito como una mujer tras el orgasmo y Mariela era especial, aún estaba más bella.
Tras una pequeña pausa que la dejó casi nueva, ataqué ahora su culito, comiéndolo con pausa, metiendo mi lengua y saliva dentro de él.
- ¿Qué quieres cabrón?, ¿quieres mi culito?
No dije nada y seguí comiéndolo mientras ya metía dos de mis dedos en tan estrecho canal. Lentamente los metía y los sacaba, los abría dentro estirando su anillo. Tras varios minutos y cuando lo creí bien abierto, me levanté y me desnudé delante de Mariela que tenía los ojos en blanco. Me volví a sentar en la silla, bajé a Mariela de la mesa y la puse a horcajadas sobre mí, sujetando mi polla, la fui acercando hasta tocar su culito con la punta de mi polla. Ella sola se fue dejando caer introduciéndose mi polla hasta quedar sentada sobre mí.
- Uhmmm que rico, cabrón, que rico.
Mariela quedó sentada, ensartada en mi polla, mientras yo apretaba sus pezones y mordía su nuca. Lentamente ella empezó a subir y bajar por mi polla, imprimiendo cada vez más ritmo a sus acometidas.
- Ponme en cuatro y dame fuerte.
No le hice caso, pero la levanté y la apoyé contra la mesa, azoté su culo con fuerza y le di fuerte, muy fuerte, mientras le sujetaba por los brazos, hasta pintar de blanco sus intestinos.
Quedamos ahí resollando los dos, hasta que volvimos en sí. Mariela se giró, sujetó mi cara con sus manos y me dio un beso largo y húmedo.
- Espero que sigamos con este nuevo trabajo.
- Ya sabes que todo depende de ti
La acompañé al baño y después en la puerta de casa la despedí, con un muy húmedo beso mientras amasaba su culo. Un azote sonó cuando subía las escaleras.