Solidaridad

Mi nombre es Victoria y quiero confesar lo primero que hice y que sale de lo que, según yo es lo normal hacer en el ámbito de lo sexual.

Sucedió cuando yo tenía 17 años, para entonces yo ya me consideraba bastante caliente. De nuestro colegio se organizó una actividad solidaria que consistió en recolectar con los apoderados ropas y alimentos para ir a visitar un Hogar de ancianos y entregárselos en día de su festividad.

Fue así que después de entregar en la administración de ese Hogar de Ancianos las cosas que les íbamos a regalar, nos solicitaron que a fin de otorgarles una alegría, eligiéramos a alguno para conversar y entretenerlos escuchando lo que quisieran contar de sus vidas y hacerles ver que nos importaban y que los tomábamos en cuenta y no como ocurría con la mayoría de los familiares que casi nunca los visitaban.

A mí me tocó un señor que según él, tenía 61 años y sufría de sus piernas que lo tenía inválido para caminar aunque se podía por sí mismo incorporar de su silla de ruedas para sentarse al comedor o a su cama. Me contó que era viudo, su esposa había fallecido en el accidente en que él quedó invalido.

Cuando me le acerque, aceptó servirse un trozo de torta y un vaso de bebida que le ofrecí. Nos acercamos una mesa instalada en una sala en que se reunían a ver televisión.

Cerca había otras mesas y estaban al principio desocupadas pero después mientras conversaba con él fueron siendo ocupadas por otras compañeras que reían tanto con abuelitas o abuelitos que no eran muchos puesto que la mayoría de los de ese hogar eran damas incluidas las que los atendían.

Desde el inicio de la conversación, me di cuenta que los ojos de este señor se dirigían casi a cada instante a mi blusa que pensé estaría con algún botón abierto dejando ver de mi busto más de la cuenta.

Disimuladamente baje mi vista para comprobar que todo estaba bien, no estaba con tanto escote, pero él fijaba ya después de un rato con bastante descaro su mirada a mi busto.

Los sostenes que traía eran de un color café claro y mi blusa blanca dejaba traslucir la forma de los tirantes y de la copa.

Sucedió que la cara de lascivia que ponía al mirarme, lejos de molestarme me empezó a provocar un nerviosismo ya que yo creía en esos momentos que se estaba imaginando ver desnudos mis tetas que en ese tiempo no eran de mucho tamaño.

El nerviosismo me aumento cuando él comenzó a hacer comentarios de lo lindo que era mi busto y a cada momento me fue gustando más lo que estaba sucediendo.

Yo misma me justifiqué el hecho de que permití que siguiera mirándome y haciéndome comentarios que sonreía sin responder.

Me decía: – Me gustaría que te abrieras la blusa, para ver tu ropa interior!

Mi Sostén?

Sí, por favor- me rogó. Aunque sea un poquito que se vea. No conteste, solo me sonreí, pensando que ganas tendría el pobrecito. Quizás cuanto tiempo que no veía o sostén o senos desnudos.

De pronto, en un segundo se me ocurrió que debería hacer un regalo al respecto. Me puse pensativa unos instantes mientras miraba alrededor por si había alguien atento a lo que hacíamos nosotros.

Comprobé que todos estaban enfrascados cada cual en lo suyo y por último si alguien se percataba de lo que iba a hacer, sólo se trataría de un descuido.

Justamente, eso decidí, hacer las veces que accidentalmente se me cayó la pequeña cuchara con que estaba comiendo torta.

Así lo hice, enseguida retiré la silla donde me encontraba sentada y frente a este señor hice que como también por accidente o por descuido se me subió la falda y con las piernas un tanto entreabiertas, permití que viera el paisaje que le ofrecí al agacharme.

No alcance a preguntar si había visto algo porque con un exagerado suspiro entusiasmado a cerca de lindo que eran mis calzones. Le gusto el color y me decía que tenía ganas de verme en calzones y sostén solamente para así fuera de contemplarme acariciarme y sacarme él, con su boca mi ropa,

Todo lo que me estaba diciendo: que eran lindas mis piernas, que mi boca se veía deliciosa y que era digna de propiciarme las mas ricas caricias por todo mi cuerpo sobre toda mi vulva que según a el le pareció era bastante abultada. Me dijo que se la imaginaba bien peludita y que tenía deseos locos de tocarme.

Con mi mejor expresión corporal y moviéndome coquetamente le dije que si había donde ir lo dejaría solo verme desnuda y nada mas y si me aseguraba cumplir con lo que le pidiera, también lo dejaría tocarme por don quisiera.

Para entonces se le notaba su bulto entre las piernas que yo miraba disimuladamente y sin fijar la vista allí. El se dio cuenta y tomándoselo con las dos manos para mostrar longitud por encima de su pantalón, me preguntó:

Te gustaría verlo?

La verdad, si me gustaría verlo, pero no se lo saque aquí, puede darse cuenta alguien

Por supuesto, mijita- me agrego. – Aquí no puede ser porque si me pillan capas que me despidan del Hogar y se armaría un gran escándalo Sabes? Podríamos ir a mi pieza pero ahora es muy tarde. Luego le van a pedir a las visitas que se retiren. Y así no más fue. No paso mucho rato y las encargadas nos invitaron a retirarnos y él entonces comenzó a rogar para que me comprometiera a volver a visitarlo y se le ocurrió que le dejara algo de mi pertenencia para que después fuera a retirarlo en día de visita.

Trate de convencerlo que sí volvería y que no era necesario que yo le dejara mi reloj.

Al final me pidió que fuera al baño y allí me sacara mis calzones y se los dejara a manera de garantía de que yo volvería. No aprobé su proposición, pero me dejo interiormente un tanto indecisa.

Me despedí insistiendo en que me creyera que iba a volver y no me creyó.

Al ir saliendo pasé realmente al baño y pensando en el tremendo bulto que le intuí tenía bajo el pantalón me comencé con la mano metida dentro del calzón a acariciar mi clítoris que estaba totalmente babosito con mis jugos que hacia rato me tenían empapada y con ganas de masturbarme y así lo hice frenéticamente provocándome un feroz orgasmo.