Pasa, bienvenida

Pasa, bienvenida. Ponte cómoda, te estaba esperando. Sé que sueles venir a menudo por aquí, como quien no quiere la cosa, sin poner especial interés, pero pinchas en el enlace, o en el marcador de la última vez que entraste, con el aliento más alterado de lo que pretendes hacer creer. Sé lo que te trae hasta aquí, y muchas veces pienso en la mejor forma de que lo encuentres. Quisiera dártelo a manos llenas, pero lo único que nos mantiene en contacto a ti y a mí es esta página, a la que te imagino llegar por primera vez por alguna recomendación casual, quizás en Twitter, quizás por pura suerte, y entras sin muchas esperanzas de que tu visita valga del todo la pena. Pero deslizas tus ojos por las primeras palabras con cierta curiosidad, y no puedes evitar imaginarte la situación que te describo. No te culpo, yo la estoy viviendo completamente tal como escribo estas palabras, para dejártelas preparadas como una alfombra sobre la que te deslices hacia la relajación que te propongo.

Quizá me lees en tu casa, en una habitación en la que estás sola y tienes todo el tiempo del mundo para recrearte en mis palabras. Pero algo me dice que no, que tu entrada en este blog es un acto proscrito, un momento clandestino en el que sabes que se despertarán tus sentidos para desconectar de tu vida y sentir tu cuerpo vivo dentro de la armadura que te has forjado para protegerte del mundo exterior, tras años de «tengo que» en lugar de «quiero». Aquí, mientras estés, sólo valen los «quiero», los «siento» y sobre todo los «deseo».

También te daré por buenos los «me apetece», pero esta vez, mientras lees esto, esta vez hablaremos de lo que me apetece a mí. Me apetece ponerte en un aprieto. Me apetece tomar el control de esa situación proscrita en la que te imagino, quizá en el trabajo, o esperando a los niños en la puerta del colegio, o navegando por internet en lugar de estudiar, me apetece hacer que se convierta en una situación tan íntima que tu cuerpo diga «sigue leyendo» y tu mente piense «me van a pillar» o «no tengo tiempo» o «tengo que dejar de leer».

Pero no vas a dejar de leer, porque ahora mismo yo estoy visualizando una parte de tu cuerpo, y tú la vas a sentir tomar protagonismo en cuanto te la nombre. Hay una parte de tu cuerpo deseando que mis dedos la acaricien igual que estoy acariciando el teclado al escribir esto, y que las yemas de mis dedos lo castiguen con suavidad igual que castigo las teclas, sin una sola estridencia, pero con la contundencia necesaria.

Todavía no voy a nombrarte a qué parte de tu cuerpo me refiero, porque antes quiero que hagas algo por mí. Teniendo en cuenta que estás en público, o al menos no estás totalmente libre, quiero que hagas algo que no llame la atención. Quiero que coloques tu dedo índice detrás de la oreja derecha, quiero que deslices la yema desde ahí cuello abajo, y acabes en la cabeza de la clavícula, lo más lento posible, como si te pusieras perfume. Cuando llegues a la clavícula, recorre el mismo camino a la inversa, pero esta vez con la uña. Muy despacito. Está bien la sensación, ¿verdad? Sé que has inclinado la cabeza al hacerlo. Y es algo íntimo que estamos haciendo los dos, tú y yo, sin que nadie más a tu alrededor lo sepa.

Si estuviéramos cara a cara los dos, haría ese mismo recorrido a besos. ¿Te imaginas sentir mis labios recorriéndote el cuello tan despacito como te gusta, justo como te gusta a ti? Yo sí me lo imagino.

Te voy a decir ya qué parte del cuerpo visualizaba antes. Quería tardar mucho más en decírtelo, pero se me está empezando a ir esto de las manos. Pronto voy a decirte obscenidades, ya sabes cómo soy, vienes a menudo. Y si no lo haces quisiera que lo hicieras. Y quiero que sepas que todas las palabras que me vengan a la cabeza serán por ti. Únicamente por ti, por tu cuerpo, por el tiempo que dedicas a leerme a mí y a mi cuerpo.

Tengo en la mente la imagen de un trozo de piel que quizá esté más alterado de lo habitual. Está protegido por la ropa, e incluso detrás del escudo del sujetador. Ausente a todo lo que le rodea, a esa situación pública de la que te escapas aquí dentro. Dormido, aunque confío que ya algo despierto. Me imagino tu pezón izquierdo, tomando cierta forma, elevándose sobre el resto de la piel y empujando el tejido con poca fuerza. No lo ves, pero también te lo imaginas. ¡Wow! En cuanto lo he nombrado lo has sentido, ¿a que sí? Y estiras los hombros hacia atrás para que tu ropa lo presione y lo acaricie, y la sensación se hace más física, más real. Y no sé cómo de inapropiado será para ti ahora mismo hacerlo, pero daría lo que fuera por que te lo pellizcaras, con suavidad, por encima de la ropa. Sólo un poquito, hasta que sientas la corriente eléctrica atravesarte suavemente.

Si lo has hecho te contaré qué parte de mí está reaccionando al pensar en ti tocándote así en público, y sobre todo imaginando los cambios que debe estar sintiendo tu cuerpo. Porque es francamente injusto que hayas hecho eso con tu pezón izquierdo, pero dejes al derecho carente de atención. Sí, lo has adivinado, voy a pedirte que hagas lo mismo con tu pezón derecho. Ése es un poco más sensible, ¿a que sí? Está más excitado. Como yo.

¿Crees que puedes seguir disimulando? ¿Se nota mucho? ¿Demasiado descarado? Espero que sí, quiero que el «esto está mal» te excite tanto como a mí. Y para comprobarlo, quiero que te pellizques ambos pezones, a la vez. Sobre la ropa. Te propongo que disimules cruzando los brazos, pero si quieres hacerlo de una forma más evidente serás una alumna aventajada, y tendrás que contarme cómo lo hiciste y qué pasó a tu alrededor.

Ahora ten cuidado, tienes los pezones estimulados, y quizá la ropa no lo disimule. Es verano y no hay tantas capas de tela como sería aconsejable para que no se te noten. Por mí perfecto, te imagino la forma de tus pechos empujando tu vestido o tu blusa y resaltando en su centro el bultito tan sensible, y me arrodillaría ante ti para reposar mi cabeza entre ellos, para besarlos, lamerlos y acariciarlos hasta que me pidieses que parase de hacerlo. Si es que alguna vez te cansases de ello.

O quizá hasta que me pidieses que avanzase a otras partes de tu cuerpo que deben estar despertando también. Pero eso ya llegará. Ahora sólo quiero que te concentres en la sensación de tener tus pechos alterados y estimulados entre la ropa, en los movimientos imperceptibles que haces con la espalda para sentir el roce de la tela sobre los pezones, y la forma en que tu cintura oscila levemente a la espera de más instrucciones por mi parte. Quiero hacerte más, quiero hacerte mejor, pero también quiero saber si estás tan excitada como yo. Espero que sí.

Lo que te voy a pedir ahora será muy complicado de cumplir. Quiero que cierres esta ventana del navegador, te vayas a seguir con las cosas que estés haciendo, en tu trabajo, con tu familia, estudiando, y que te quedes con las sensaciones que has sentido, y sobre todo, que experimentes la aventura de la excitación prohibida. Quiero que dejes tu cuerpo avanzar, que imagines cómo voy a seguir contando esta historia, y que me cuentes lo que te gustaría que te hiciese, hasta dónde quieres que te lleve, y de qué forma.

Pasa, bienvenida

Deja un comentario para saber que me has leído, y sé todo lo sincera que tu cuerpo te pida ser, cuéntame lo que pasa ahora mismo por tu mente y, sobre todo, por tu cuerpo, y si me convences, continuaré avanzando letra a letra hasta donde deseo llegar desde que entraste en este blog.

Llévate un beso para el camino. Espero tus comentarios.