Capítulo 3

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LA FIESTA II – EL DIA DESPUES

Introducción (para todos aquellos lectores y lectoras que no se hayan leído mi relato « La fiesta I y II »… aunque lo más fácil sería que le echarais un vistazo).

Soy Sandra. Actualmente tengo 62 añitos pero en el momento en que se desarrollaron las aventuras de estos relatos tenía 22. En el relato « La fiesta » os conté lo bien que nos lo pasábamos por aquel entonces en las fiestas que organizábamos en casa mi marido Carlos y yo. Y ya visteis cómo terminó : tuve el placer de ser follada por dos maravillosos hombres –nuestro querido amigo Juan, virgen hasta ese día, y mi complaciente maridito-, los dos a la vez …¡ un divino duplex !

Fue casi de madrugada cuando por fin exhaustos nos dormimos los tres, desnudos y abrazados. Con la deliciosa sensación de sentirme llena, pues sentía gotear entre mis piernas y entre mis nalgas el suculento néctar que me habían inyectado, me dormí como los ángeles. Y ellos también…

***

  • ¡Sandra, cariño ! – la voz dulzona de Carlos me rescató de los brazos de Morfeo.
  • ¡Hummm ! – por toda respuesta me desperecé y bostecé varias veces.

Medio abrí los ojos pues la luz que entraba por la ventana era demasiado fuerte, insoportable para una pecadora resacosa como yo, y ahí los tenía a los dos, a los pies de la cama, de pie, vestidos con sendas camisetas blancas y pantalones cortos de deporte (ambas prendas, imaginé, debió prestárselas Carlos a Juan pues no recordaba yo que fuera vestido de esa manera) :

  • ¡Mmmauuuu ! – un nuevo desperezante bostezo con el que acabé de apartar por completo la sabana que me cubría.

Los dos me miraban con miradas centelleantes, abrasadoras, llenas de deseo…

  • ¿Qué miráis, tontorrones ? ¡Que se os está cayendo la baba !
  • Yo… Es que… – balbuceaba Juan.
  • ¡Ostras Juanito ! Que me parece que después de lo de anoche ya podrías dejar aparcada tu timidez, ¿no ?
  • Venga, Sandra… No lo achuches, al pobre… Que me ha ayudado a arreglar toda la casa y a prepararte un suculento desayuno… ¡Mientras tú dormías como una lirona !
  • ¿De veras ? ¡Eso se merece un premio, valientes ! – y me puse a cuatro patas moviéndoles el culo exageradamente – ¡Va ! ¿Quién empieza ?

Como mujer, nunca antes me había sentido tan complacida, tan colmada, tan deseada…No sólo me habían follado de maravilla toda la noche sino que ahora los tenía de nuevo a los dos, a mi entera disposición…

  • ¡Cariño ! ¿Qué va a pensar de ti nuestro amado invitado ?
  • ¡Miauuuu, miauuuuu, miauuuu ! – gateando de espaldas me fue acercando al borde de la cama. Les miraba de reojo y veía como sus pollas tiesas estiraban la tela de sus pantaloncitos.
  • ¿No quieres desayunar primero ? – dijo medio en broma mi Carlitos.
  • ¡Miauuu ! ¡Sólo un polvito, chiquitín ! – con mis manitas me abrí mi rezumante higo- ¡Marramiauuuu !
  • ¡Ven, Juan, dejémosla ! – Carlos hizo ademán de llevarse a mi potro preferido.

¡Qué caliente que se siente una por la mañana ! ¡Qué ganas de polla ! Allí, a medio metro de mi coño ardiente tenía dos y el atontado de mi marido quería privarme… Siempre de espaldas a ellos, me desplacé lateralmente hasta que mi hambriento chumino entró en contacto con la tela a punto de rasgarse del pantalón de Juan…

  • ¿Tú quieres marcharte, Juanito ? – le dije restregándome la viscosa almejita contra la punta de su mamporro.
  • ¡Que se nos va a enfriar el café ! – bromeó Carlos.
  • Yo…
  • ¿Tú… qué… ? Si a mí el café…¡ sólo me gusta con leche ! ¡Métemela de una puta vez !
  • ¡Va, follátela !Si, total, dentro de un rato va a pedírnoslo otra vez…

¡Joder ! ¡Lo que hay que hacer para que a una se la follen ! Pero valió la pena. Juan se bajó el pantalón y en dos segundos escasos lo tenía clavado en mí, hasta el fondo. Volví a sentir esa monstruosa impresión de que te están partiendo en dos : una mezcla de agudo dolor y desmesurado placer, una deliciosa tortura :

  • ¡Quééé locuuuraaa, Juaaannn ! – gemía yo lastimosamente mientras Juan me taladraba el coño brutalmente – ¡Déjame hacer a míiii… que me revieeennntaaasss !
  • ¿No querías polla, gatita mía ? – burlonamente Carlos mientras se sacaba el pantalón y se subía a la cama para que le deleitara con mi sabor mamatorio – ¡Pues, toma dos ! ¡Maülla ahora, zorrita ! ¡Maülla !
  • ¡Mau, aaaauuuu, aaaaa… Mmm ! – mi maullido tapado por la verga de Carlos metiéndose en mi siempre sedienta boquita.

Yo intentaba controlar las embestidas del tímido semental dando movimientos ondulatorios a mis caderas para disminuir su intensidad y su profundidad. En vano. Juan había puesto la directa y me bombeaba el coño como un perro –Hmmm, ¡qué bellos recuerdos ! – como si tuviera prisa por correrse. Y la que se corrió como una perrita fui yo :

  • ¡Yaaaaaaaaaa ! ¡Me veeennmmm ! – la polla de Carlos me cortó el grito pues sin pedir permiso ni nada se puso a regarme la garganta con la primera lechecita del día. ¡Y que buena estaba !

¡Ah, como adoro estos orgasmos matutinos ! Rápidos, intensos, fogosos… ¡Te meten en forma en un tristrás ! Bueno… a Carlos lo dejan como aletargado… ¡Vaya ! Me olvidaba de Juan. Pero él no se había olvidado de mí : como un autómata seguía follándome a ritmo trepidante :

  1. ¡Qué calentito… qué maravilla ! –

Sus embestidas se hacían cada vez más profundas. Cada vez que me penetraba me arrancaba un alarido de delicioso placer. Carlos se sentó a un lado de la cama y mirándome con muchísimo amor y pasión me dijo :

  • ¡Pero que putita que eres ! ¡Qué puta insaciable que estás hecha !

Su mirada, sus palabras y el taladro constante de su mejor amigo machacándome las entrañas, acrecentaron la temperatura orgásmica de mis sentidos y me lanzaron sin parar hacia las puertas de una segunda maravillosa corrida :

  • ¡Juaaann, me mataaasss ! ¡Qué pollaaaaa ! ¡Dame más… más… más !

Me dejé caer sobre la cama, ebria de placer. Mi cara sonrojada y perleada de gotitas de sudor, mi boca abierta, jadeante, babeando sobre la sábana ; mi vulvita irritada rezumaba todo su manantial de hembra caliente… Todo mi ser traslucía el placer que me embargaba…

  • ¡Oh, Juan… ! ¡Eres la hostia ! Me vuelves loca…

Noté un ligero nubarrón en la mirada que Carlos me echó. Me senté a su lado y tomando su cabeza entre mis manos le dije:

  • No te pongas así, tontorrón… Que a quien quiero es a ti – y le besé con ternura en la frente- Pero es que tu amigo… Mira… Mira – le cogí la cara para dirigir su mirada hacia Juan. – ¿Todavía no te has corrido, Juanito ?

Juan seguía de pie, sin osar ni moverse ni hablar, con su polla tiesa, reluciente de mis juguitos, con su capullo hinchado y brillante…

  • No… Pero no pasa nada… Es normal… Siempre tardo mucho en eyacular…
  • Bueno, machotes – dirigiéndome a los dos para no herir más la sensibilidad de mi pobre maridito- Os propongo un descansito ; un buen desayuno, una duchita… ¡Y a la carga otra vez ! ¿Vale ?

Me levanté y me puse la camisola. Carlos remetió su pantalón corto ; había recuperado su buen humor pues me dijo al ver que Juan seguía sin moverse :

  • Buena idea, Sandra… Pero mira a Juan… ¿no crees que deberías hacer algo para aliviarle la hinchazón ?
  • ¡ Y tanto que sí ! ¡Ven aquí potrillo mio ! – le agarré la polla y tirando de ella como si fueran las riendas de un caballo me lo llevé a la galeria…
  • ¡Je,je,je ! ¡Ya te veo venir… a ti !

En la galería, habían parado la mesa con el café y los cruasanes. Por los enormes ventanales entraban oleadas de luz veraniega. Nos sentamos a la mesa y empezamos a comer, a devorar el desayuno. Con una mano seguía tranquilamente pajeando a nuestro amigo que comía y bebía su café como si nada… O casi…

  • ¡Sandra ! ¡Qué manos tienes !
  • ¿Sólo te gustan mis manos ? – le pregunté deslizando la mía hasta sus huevos y apretujandoselos con alevosía.
  • ¡Ayyy ! No, no… Y tu boca, y tu lengua, y tus tetas, y tu …
  • No sigas, por favor… Tú lo que tienes que hacer es venirte a vivir con nosotros…

De repente, Carlos interrumpió nuestra agradable conversación :

  • Sandra… El gordo ya está mirando otra vez…
  • ¿Está solo ? – pregunté sin mirar hacia la ventana…
  • Eso parece… ¿Qué ? ¿Corro las cortinas o le dejamos que mire ?
  • ¿Qué… quién es el gordo ? – preguntó alarmado Juan.
  • Oh, nada… Tú tranquilo… Ves – y le mostró la vista que teníamos desde la galería- por aquí delante no hay nada, ningún edificio ; pero un poco más a la derecha da a la parte de atrás de los pisos de la calle paralela a esta. Y a pocos metros un balcón en el que siempre que puede se mete un vecino voyeur a espiar lo que hacemos…
  • Sobre todo lo que hago yo… –dije masticando la última puntita de ese delicioso cruasán.
  • Sí… A Sandra le gusta tomar el sol en pelotas … Vaya, que le gusta calentarlo … Y el pobre, allí solito en su balcón…
  • ¡Ji, ji, ji ! Me encanta… Yo hago ver como si no lo viera… Y el tío cascándosela delante de mí… ¿Qué hace ahora ?
  • A ver… No, sólo está mirando…
  • Oh… ¡qué decepción ! Espera y verás…

Pedí a Juan que se levantara y poniéndome de rodillas ante él me metí su verga en la boca…

  • Y ahora… ¿Qué hace ?
  • Pues… Lo de siempre… Ha cogido sus prismáticos y se ha sacado su cosilla…
  • Bueno… Así está mejor… Y yo a lo mío… ¡A comer polla !

No sé cuanto tiempo estuve mamándosela sin que el cabrón me soltara ni gota de esperma. Entre tanto yo estaba de nuevo como una cafetera y mi maridito se le estaba poniendo cachonda otra vez… Había que acelerar aquello…

  • El gordo ya se ha largado. Su mujer ha debido llamarlo a grito pelado…
  • ¿Y se ha corrido ? – esta vez era Juan quien preguntaba curioso.
  • Creo que sí… Un dia tenemos que invitarlo a tomar una cervecita, ¿eh, Sandra ?

Me saqué su cipote de la boca y mirándole muy seria le dije, masajeándome las mandíbulas :

  • ¡Jope, rey ! ¡Córrete ya ! ¡Que quiero tu cremita en mi café ! – volviendo a mi trabajo manual.
  • ¡Mira que eres guarra, amor !
  • Ya… Como si tu no me la hubieras dado nunca, tu cremita… – le dije picarona.
  • ¡Touché ! … ¿Te acuerdas… en aquel hotelito en Grecia ?

Hasta ese momento no pensé que fuera necesario pero visto el tiempo que llevaba ejerciendo de mamporrera sin ningún resultado, me decidí a hacerle a Juan algo que a Carlos le encantaba :

  • Anda, Carlos… Cuéntaselo

Y mientras Carlos le contaba la vez en que le hice una paja por debajo de la mesa y cuando iba a correrse le puse bien cerca de la puntita la tacita de café para que se me corriera dentro, yo me unté de saliva mi dedo corazón de la mano libre y buscando entre sus musculosos glúteos le fui acariciando el ojete hasta que le metí sin contemplaciones el dedo hasta el fondo.

  • ¡Córreteeee, pedazo de cabrón ! – lo masturbaba con tanta furia que pensé que se la iba a arrancar de cuajo.
  • ¡Yaaaaaaaaaa ! Ouuuuuaaafffffffffffff !

Carlos a pesar de reaccionar con suma rapidez, no pudo evitar que el primer chorrazo se perdiera sobre la mesa. Sin embargo consiguió que el segundo y el tercero, de igual calibre, cayeran dentro enturbiando la paz negra del brebaje.

Aun le quedaba leche para llenar otra taza pero esa quise bebérmela directamente amorrada al pilón. Desgraciadamente no llegué a tiempo y el cuarto proyectil de esperma me explotó en plena nariz. Por fin, mi boca acogió las últimas gotas de ese dulce de leche y con la ayuda de mi dedo y mi lengua pude relamerme del que se había quedado pegado en mis narices y encima de mis labios.

  • ¡Es una artista, mi Sandrita ! – exclamó riendo Carlos.

Y observándo sus caras llenas de admiración, levanté la taza de café y me bebí sin pestañear aquel exquisito cóctel :

  • ¡Mmmm ! ¡Adoro el café-crème !

***

Una vez bien lavados y aseados, mandé a mis dos hombres a buscar lo necesario para preparar unos buenos bocadillos : un par de barras de pan recién hecho y un poco de fruta fresca. Les había convencido para que fueramos a pasar el día a la playa. Hacía un sol radiante y yo tenía unas ganas locas de ponerme morenita :

  • Pero… No tengo bañador… – dijo mi pobre Juanito, unos minutos antes.
  • No te preocupes, hombre… Vamos a una playa donde no hace falta bañador –le contesté divertida por su eterna timidez.
  • ¿Ahora vais a una playa nudista ? A mí me da un poco de corte…
  • Juan, por Dios… Si a alguien debe darle corte es a mí – Carlos le contestó entre risas – ¿Cómo crees tú que voy a sentirme con mi pilila de pigmeo al lado de la tuya de guerrero mandinga ?
  • Sabes, Carlos… Podrías llamar a Trini (recordad cómo era, en mi anterior relato « La fiesta ») para que se venga con nosotros – le dije con toda mi mala leche.
  • ¿Trini ? Hummm… Buena idea… – dijo Carlos haciendo con sus manos ese gesto tan machista de sopesar melones- El problema es que tiene un novio…
  • Convéncela de que venga sola – le dije mirándomelo de refilón- Estoy segura que sabrás convencerla… Además, pienso que es la mujer que más conviene a Juan…
  • ¿Por qué lo dices ? Si apenas la conozco… – dijo Juan un tanto perplejo …
  • Que te lo cuente él… Seguro que lo comprenderás… ¡Corre, ve a llamarla ! –insistí.

Carlos tomó el teléfono y marcó el número de Trini. Al igual que Juan, Trini vivía todavía con sus padres :

  • ¡Pon el altavoz ! – le pedí sentándome sobre las piernas de Juan.
  • ¡Hola ! ¿Qué está Trini ?
  • Sí, un momentito… ¿De parte… ? – debía ser su madre
  • De Carlos, su compañero de trabajo.

  • ¡Hola, Carlos ! ¡Qué sorpresa ! – la voz sedosa de Trini.
  • ¿Una sorpresa agradable, espero ? – me miré mal a mi marido.
  • No lo sabes tú bien… Ayer.. ¡ me quedé con unas ganas ! – pero qué zorra, la tetuda esa. Para que viera que no me importaba nada (o lo contrario) metí la mano por debajo de la camiseta de Juan y le acaricié su velludo pecho.
  • ¿Ganas ? ¿ de qué ? – le hice un gesto para que se dejara de tonterías y fuera al grano.
  • Humm… No me hagas hablar que aquí son todo oídos… Pero, dime, ¿para qué me llamabas si nos vemos mañana ?
  • Pues… ¿te vienes a la playa con nosotros ? – le hice un gesto afirmativo con la cabeza. Juan se sacó la camiseta : mis caricias le estaban dando calor.
  • ¿Con vosotros ? – había dudas en su pregunta.
  • Sí… Con Sandra, conmigo y con Juan… ¿Te acuerdas de Juan ?
  • Pues claro que me acuerdo – muy seria, ella- Es que, mira… He quedado con mi novio… – muy poco convencida, la tetuda-
  • ¿Tu novio ? … Dile que no estás muy fina… ¡Venga ! Que tengo unas ganas locas…
  • Carlos… ¡No me provoques ! – vaya que no, mi Carlitos era un as de la provocación. Pero yo no era menos, así que me puse a chupetear los pezoncitos de Juan, como quien no quiere la cosa.
  • Tengo unas ganas locas de embadurnarte las tetas… ¡Mmmm ! – mis muslos iban sintiendo como mi mamadita pectoral provocaba una señora erección en la entrepierna de Juan.
  • ¡Ji, ji, ji ! No creo, pillín… Si acaso, la espalda… ¡Yo no hago top-less ! Además… ¿qué pensaría tu mujercita ? – había algo en su tono que no me gustaba nada… ¡Nada !
  • ¿Sandra ? Sandra es muy comprensiva – me guiñó un ojo y yo le saqué la lengua… Nos comprendíamos tanto… – Y Juan es un chico muy majo – y muy bien puesto, podrías añadir, pensé sintiendo como su polla me levantaba de su falda como un gato hidráulico…
  • Bah… ¡Vale, vengo ! ¿Cómo quedamos ?

Realmente esa era una de las cosas que más me gustaba de mi marido : era encantador. Sin ser nada del otro mundo físicamente –paliducho, delgaducho-, su presencia era muy agradable, tenía –tiene, que sigue siendo mi marido- una sonrisa super dulce y una capacidad de seducción que le hace, a mis ojos y a los de unas cuantas más, irresistible.

  • ¡Qué bien que te lo montas, eh ! –le dije refunfuñando.
  • ¿Yo ? Si eres tú la que me lo ha pedido… Y no olvides que hace un ratito le has pedido a Juan que se venga a vivir con nosotros… ¿Eh ?
  • ¡Vaaale ! Se lo pediremos también a la tetuda… ¿Qué opinas, tú ? – dirigiéndome a Juan.
  • ¡Ejem… ! A mí sólo me gustas tú…
  • Este chico es maravilloso… ¡A ver si aprendes, tú, a comportarte como este señor ! – exclamé levantándome y obsequiándolo con un sonoro beso.
  • ¡Vamos Juan ! Dejemos a la ninfómana de mi mujer que se tome una ducha fría.

Cuando se iban ya para la puerta, aun se me ocurrió otra de mis travesuras :

  • ¡Daos prisa que esta almejita – grité mostrándoles mi sabroso coñito- quiere que se la coman !

Teníamos un colmado abierto todos los días hasta las diez de la noche –incluidos los festivos – que era nuestro principal proveedor ya que durante la semana nuestras ocupaciones respectivas nos hacían ir tan de culo que apenas teníamos tiempo de comprar nada en el super del barrio.

El colmado del señor Marcos era casi siempre, nuestra salvación y además nos salía baratísimo. ¿Os imagináis porqué ? No, no, no… Os juro que al bueno del señor Marcos todavía no me lo he tirado… Aunque la última vez que bajé yo a comprar algunas cosillas, poco le faltó para que me violara en la trastienda. Y todo por esas fotos…

Al principio de estar casados íbamos muy justos de dinero ; salíamos mucho, gastábamos más de lo que entraba y cada vez nos era más difícil hacer frente a los gastos cotidianos. Un día, Carlos al subir a casa después de haber hecho cuatro compras en el colmado me llamó todo excitado :

  • ¡Sandra ! Cariño… Ven a ver todo lo que he comprado…

Sobre la mesa del comedor había un montón de bolsas de plástico azules –las que utilizaba el señor Marcos en su colmado-. Había de todo, en cantidad y en calidad : vino del mejor, queso y embutido de primera calidad y otros deliciosos manjares de los que ya ni me acuerdo… Sorprendida y enfadada le dije :

  • Pero ¿cómo demonios has hecho para pagarle todo esto ?

Me miró con una sonrisa irónica que se dibujaba en sus ojos.

  • ¿Qué significa esta mirada, Carlos ? El señor Marcos es muy amable pero no tanto creo para que te dé todo esto con las cuatro pelas que llevabas encima…
  • ¿Adivina ? – Carlos se lo estaba pasando bomba.
  • ¿Nos ha abierto una cuenta de crédito ? Así, por la cara…
  • Nananá… Todo está pagado y bien pagado…
  • Pero ¿cómo ? Suéltalo ya que me estoy poniendo de los nervios…
  • Le he dado unas fotos … muy artísticas…
  • ¿No habrás sido capaz… ? – él hacía que sí con la cabeza – ¡Serás capullo ! ¡Todo el barrio se va a enterar de… !
  • ¿De qué… ? ¿De que estás más buena que el pan ? ¿De que tienes un cuerpo que vuelve locos a todos los hombres ?
  • ¡Deberías habérmelo consultado antes ! – curiosamente mi enfado iba desapareciendo dejando paso una extraña excitación morbosa similar a la que había sentido mientras bailaba con Juan y éste me había confesado todas las pajas que se había hecho disfrutando de esas mismas fotos. –
  • Perdona… – se acercó a mí con claras intenciones. Lo aparté bruscamente :
  • ¡Quieto ahí ! ¿Y qué fotos le has enseñado ? ¿No serán las últimas ?
  • No, mujer… De momento sólo la docenita que te hice el año pasado en la playa.

Las recordaba perfectamente. Doce magníficas vistas de toda mi anatomía más íntima y en las posturas más sugerentes y como fondo, una calita desierta de la Costa Brava. Tenía razón Carlos. De los cientos de fotos que mi marido coleccionaba, aquellas eran las más « soft »…Menos la última, en la que se podía apreciar, sin lugar a dudas, sobre mi cuerpo tendido a orillas del mar, la abundante eyaculación que Carlos me había ofrecido…

A Carlos le encantaba hacerme fotos. Era muy aficionado a la fotografía amateur. El problema era que seguía utilizando su Nikkon Reflex del año del picor y que odiaba las nuevas tecnologías digitales lo que significaba que siempre teníamos que revelar la película… Pero eso es otra historia…

  • ¿Y qué le han parecido ? – le pregunté dejando que se acercara y empezara a toquetearme.
  • Ha dicho que estabas divina… Que sentía mucho afecto por ti… Que te encontraba muy …
  • ¿Mucho afecto ? ¡Ya ! Tú crees que no veo cómo me desnuda con la mirada… ¿Cómo me va a mirar ahora que, « gracias a ti », ya me ha visto en pelotas ?

Cuando Carlos deslizó su mano en mi pantalón, sus dedos reconocieron de inmediato que mi enfado había dejado paso a una húmeda excitación. Me bajó los pantalones y las bragas, me dio la vuelta y me hizo apoyar el torso y la cabeza sobre la mesa, entre las bolsas azules del colmado :

  • Si quieres, cariño – hablaba entrecortado por culpa de esa maldita lengua que tiene y que se adentraba viscosa y caliente en mi cuevita – … bajo ahora mismo y le devuelvo todo esto.

Yo intentaba separar las piernas pero el pantalón a mis pies me lo impedía.

  • ¿Las ha mirado todas delante de ti ? ¿Todas ? La que tengo la cara y las tetas cubiertas de semen… ¿También ?

Oí el ruido de su bragueta al bajarla y justo después noté la punta de su polla abrirse paso decidida y más dura que nunca en mi acogedor cuenco.

  • ¡Toooodaaaasss ! – toda dentro, hasta los cojones-
  • ¡Ooohhh ! ¡Aaaahhh ! ¿Y te ha dichooohh lo que iba aaa… hacer con ellassss ?

En general, con Carlos follábamos de otra manera, mucho más relajada, con muchos más jueguecitos y preámbulos. Pero… ¡santa virgen de las putas ! ¡cómo me gustaba que me tomara así, a lo bruto, por detrás, con fuerza !

  • Me ha dicho que se las va a meter debajo de la almohada y cada noche cuando la frígida de su vieja se duerma se la va a cascar mirándote el chocho…
  • ¡Sí, si, si, siiiiii ! ¡Oh, Señor, qué gustoooo !

¡Qué polvazo, dios ! Nos corrimos los dos casi simultáneamente, gritando vivas al señor Marcos que debieron escucharse en buena parte del barrio. Después abrimos una botella de Rioja gran reserva y brindamos satisfechos y a la salud de ese señor tan amable y a la pericia fotográfica de Carlos.

Con estos hermosos recuerdos bailoteando en mi mente fueron pasando los minutos hasta que Juan y Carlos regresaron con todo lo necesario para preparar nuestro picnic playero. Todavía andaba desnuda ; sentada a los pies de la cama me estaba pintando de rojo las uñas de los pies :

  • El señor Marcos estaba tope decepcionado de que no fueras tú la que bajara a la tienda –me soltó Carlos nada más entrar.
  • No jodas… ¿Te lo ha dicho así, delante de Juan ?.
  • No, tonta… Ya sabes cómo es… Me ha hecho entrar en la trastienda…

Juan escuchaba en silencio nuestra conversación. Mi vista se dirigió inconcientemente hacia su entrepierna… ¡Qué animal ! Estaba de nuevo empalmado como el burro de mi prima Aurelia… Al ver como lo miraba, mordiéndome el labio inferior, se sacó de nuevo una de esas frases llenas de delicadeza que me estaban volviendo loquita :

  • Es que entre lo del colmado y la visión que me ofreces de tu rajita… se me ha vuelto a poner contenta…
  • Pues nada, chico… ¡A mirar, que es gratis ! Y tú, Carlitos, cuéntame de que se queja el viejo verde ese…
  • Se queja de que no eres buena con él…
  • Si quiere follar que se pague una puta –dije terminando de pintarme un pie y pasando al otro.
  • Ya, tesoro… pero dice que nos da mucho más de lo que valen las fotos… Que solamente quería tocarte un poquito…
  • ¡Qué morro que tiene el tío ! Si siempre que voy me mete mano por todas partes… Con esas manos que tiene que le huelen a croquetas para perro… ¡Qué asco ! – ya tenía las uñitas de los pies listas para ser admiradas – Juan, ¿te gustan mis pies ?
  • ¡Cómo eres, Sandra ! Yo hablándote de cosas serias y tú pensando en tu manicura… ¡Que ya no quiere fiarnos más si no cata la mercancia !
  • ¡Ay, qué pesadez ! Déjalo estar… Mañana bajo a verle y le digo cuatro cosas bien dichas…
  • De acuerdo, princesita… Voy a preparar los bocatas que Trini debe estar al llegar.

Como no teníamos coche era ella la que nos venía a buscar en su rutilante Ford Fiesta color azul turquesa.

  • Ves, ves a prepararlos… Y tú –dirigiéndome a Juan- No me has dicho si te gustaban mis pies…
  • Me encantan… Como todo el resto…
  • ¿Y mis manos ? ¿Quieres que me pinte las uñas de las manos también ?
  • ¿De rojo ? Eso, Sandra… eso me vuelve completamente loco.

Yo ya estaba más caldeada que un cocido en el horno de la abuela ; casi podía escuchar el chup-chup de mi chochito preparándose para una nueva partida de sexo. Y Juan… estaba que se salía… Parecía un jodido unicornio pero en lugar de tenerlo en la frente, el cuerno, lo tenía entre las patas.

Tenía dos opciones y disponía de poco tiempo. Si me ocupaba en aliviarle la inflamación, visto el aguante del muchacho, la tetuda iba a llegar y yo no habría terminado el trabajo. Además debía preparar la bolsa con las toallas, la crema, las bebidas… No, no podía ser.

La segunda opción me pareció más acertada :

  • Mira, Juan… Mientras me hago las manos, porque no compruebas si estoy bien limpita… ¡Aquí ! –le mostré bien clarito dónde quería yo que accionara su limpiador.

Se puso de rodillas entre mis piernas y me deleitó con una soberbia comida de coño mientras yo me hacía las uñas con fingida concentración.

  • ¿Está bien limpia mi cosita ? – y su deliciosa lengua entrando y saliendo.
  • ¡Sluuup ! ¡Sssluuuppp ! ¡Slup !

El interfono se puso a sonar. Trini había llegado. Desde la cocina, Carlos vociferando :

  • ¡Vamos, daos prisa ! ¡Ya está aquí !
  • ¡Diii… ! Aahhh ! ¡Dile que subaaaa ! ¡Sólo me faltan dos deeeedos !

Dicen que las mujeres, al contrario de los hombres, sabemos hacer varias cosas a la vez y con un máximo de eficacidad… ¡Y una mierda ! Intentad pintaros las uñas y responder a vuestro marido de manera coherente mientras su mejor amigo os está mamando el conejito magistralmente… ¡Es deliciosamente imposible !

  • ¡Holaaaaaa ! – la voz « sensual » de Trini advirtiéndonos de su presencia en casa.

Y Juan, el tonto, que para de lamer :

  • ¡Túuuu… ! ¡Sigueeeee ! ¡Que me falta sólo un puto dedito !

Y Carlos, super galante, super cabronazo :

  • ¡Pasa, pasa, Trini ! ¡Estoy en la cocina !

Y yo pensando que si no me daba prisa, esos dos, con lo salido que estaba Carlos, se lo iban a montar en la cocina. Así que la uña del meñique de la mano derecha me quedó un poco rara pero pude, al menos, meter presión con las dos manos en la cabecita de mi nuevo amante para que me chupara, chupara y rechupara hasta provocarme un extraño, curioso pero que muy sabroso orgasmito.

Continuará.

Continúa la serie