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A Doña Olga, mi primer amiga

Al llegar doña Olga y al verla no estaba tan errado, unos o mas 45 años la acompañaban, vestía faldones negros, algo de canas un su cabellos, una mirada rigurosa, mas bien alta y corpulenta, claros vestigios del trabajo rural pero con unos ojos grises como el mismo cielo de lluvias, con su gran bolso en mano se dirigió rápidamente a nuestro lado fundiéndose en un gran abrazo con mi madre, luego pregunto...