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El asalto

Cuando Guille terminó su tarea el asaltante ya tenía la pija nuevamente lista para la batalla. Le palmeó la cabeza y lo felicitó. Lo hiciste muy bien, te vamos a invitar a la fiesta, ponete en cuatro patas en el piso, le dijo y me ordenó que le chupara el culo, cosa que rehusé tanto como pude.

En la playa

El pelado ya estaba con su enorme pija erguida, roja y brillante, listo para seguir. Yo estaba destruida, pero tan satisfecha como no recordaba haber estado y apenas me podía mover. Igual me hizo poner en cuatro patas sobre la esterilla y me pasó saliva por el orificio de mi culito que, si bien no era virgen, no tenía demasiado uso.

Yo, Laura

No lo podía creer, se negaba a aceptar lo que veía y se acercó para comprobarlo constatando que efectivamente el enorme pene de Eduardo entraba y salía con pasmosa facilidad y su mujercita, a la cual nunca pudo sodomizar disfrutaba hasta el delirio.