Vacaciones con mi hijo
Hola me llamo Isabel ahora tengo 38 años de edad y 6 de divorciada de mi marido por causas que no vienen al caso. La historia que les voy a contar sucedió en las vacaciones estivales del año 1998.
En ese tiempo mi hijo Enrique tenía 20 años. Les diré que mi hijo es una persona de lo más cariñosa y comprensiva a pesar de su juventud cuando le propuse irnos los dos solos de vacaciones a Benidorm. (Nosotros somos del norte de España). Él no puso ni la más mínima pega al contrario me dijo que los dos solos nos lo pasaríamos en grande. (Nunca pensamos en lo que pasaría mas tarde).
Al llegar al hotel nos encontramos que por una equivocación nos reservaron una sola habitación cuando habíamos pedido dos pero como esta era grande y con dos enormes camas no le dimos mayor importancia pues al mismo tiempo nos ahorrábamos unas pesetas.
Después de comer decidimos irnos a la playa y allí fue donde me di cuenta que mi hijo no hacía más que mirarme. (Yo lucía un bikini negro que realmente hacía resaltar mi figura pues todavía conservo unas muy buenas medidas. 95 – 62 – 94) Le pregunté qué es lo que yo tenía por qué no hacía más que mirarme y el muy colorado me dijo que era por que nunca se había fijado en su mamá y la miraba como la mujer más bonita y atrayente de todas las que en la playa había a lo que le contesté que era un mentiroso y me puse a pelearme con él en broma pero en uno de estos escarceos sus manos fueron a parar a mis pechos y la sensación que sentí fue como una descarga eléctrica. En el lugar en el que estábamos no había prácticamente nadie por lo que nadie se fijaba en nosotros, su boca buscó la mía y nos besamos como dos enamorados en eso yo noté que su pene se había puesto a mil y eso me volvió la cordura y rápidamente me solté de él y me fui al agua. Él muy contrariado fue también y me pidió perdón a lo que le contesté que no había pasado nada y que simplemente fue la expresión de nuestro mutuo cariño.
Después de cenar me propuso visitar las discos, en la tercera los dos nos pasamos un poco de copas nuestros bailes se hacían más atrevidos a cada momento ya no éramos madre e hijo en ese momento actuábamos como novios el roce de su cuerpo empezó a despertar el deseo sexual ya por mi largo tiempo olvidado pues hacía mucho tiempo que no sentía nada igual.
En un baile muy lento estábamos los dos totalmente pegados él tenía su pene al máximo y con un movimiento me lo incrustó entre mis piernas yo comencé a refregarme contra él y realmente podría dar la sensación de que estábamos follando mi vagina estaba empapada y él a punto de correrse. Por fin él me pidió irnos a una mesa y nos situamos en un rincón apartado y bastante oscuro. Sin mediar palabra me cogió por los hombros con su brazo izquierdo me atrajo hacia sí y me besó como nunca lo hizo nadie, su lengua se enroscó a la mía mientras su mano derecha se deslizó bajo mi corta falda y comenzó una caricia enervante en el interior de mis muslos me los apretaba dulcemente lo cual me producía un cosquilleo indecible. Dejó de besarme en la boca e inició con su lengua un recorrido por mi cuello, hombro y lóbulo de la oreja lo que me excitó muchísimo mientras su mano estaba ya sobre mis bragas acariciando mi conejito que estaba a mil.
Tuve que pedirle por Dios que no siguiera pues yo ya no respondía de mis actos. Esto hizo que él se serenara y como ya estaba amaneciendo decidimos regresar al hotel. Al llegar a la habitación decidimos darnos una ducha y él fue primero. Al terminar salió con un pantaloncito corto de pijama y luciendo su maravillosa musculatura lo que hizo brotar flujos a mi desdichada vagina, me fui corriendo yo también a la ducha y sin poder contenerme introduje primero un dedo luego dos y hasta tres dedos en mi vagina haciéndome una paja monumental, al no poder contener un grito mi hijo apareció corriendo en el baño (Había dejado la puerta abierta) Al verme de esa guisa él tampoco pudo contenerse se quitó el pantalón se metió bajo la ducha y cogiéndome por la cintura me atrajo hacia él, se cogió de mis tetas con su boca y comenzó a chupar de mis pezones que estaban como piedras succionándolos como cuando era un bebe. Su mano derecha se metió entre mis piernas acariciando todo mi chochito me introdujo el dedo medio en el interior mientras con el índice estimulaba mi clítoris. En esto me dio la vuelta y en un movimiento certero me incrustó toda su verga en mi interior. Mi chocho vio abrirse el cielo (Desde que me separé de mi marido nunca estuve con otro hombre) a los pocos segundos tuve un orgasmo monumental y Enrique se corrió como un condenado llenándome con su esperma. Como el agua seguía cayendo terminamos de ducharnos los dos y él me envolvió en una toalla me tomó en sus brazos y me depositó sobre una de las camas, con todo el cariño del mundo fue secando mi cuerpo milímetro a milímetro mientras con su lengua seguía el mismo recorrido que la toalla hasta que llegó a mi vagina la cual ya estaba empapada con mis flujos. Su lengua comenzó una exploración de arriba abajo y de abajo arriba dándole pequeños latigazos a mi clítoris que estaba duro como un garbanzo. El placer que sentía era superior a mí y después de haberme corrido unas tres o cuatro veces estuve a punto de desmayarme. Él estaba a reventar y retrepándose sobre mi vientre cogió mis piernas, las colocó sobre sus hombros y apuntando su glande en la entrada de mi vagina de un certero golpe la introdujo hasta el mismísimo útero. La follada fue impresionante, comenzó un mete saca cadencioso muy suave con movimientos de entrada salida estimulando cada recoveco del interior de mi vagina al mismo tiempo mis músculos vaginales parecían succionar su pene hasta que el orgasmo fue simultáneo nos corrimos de una forma bestial y maravillosa él inundando mis entrañas con su leche y yo soltando mis jugos a más no poder. Nos quedamos los dos dormidos de inmediato los dos estábamos agotados.
Enrique despertó como a las tres de la tarde y se quedó contemplando mi cuerpo desnudo y todavía muy apetecible. (Yo seguía durmiendo) Estaba de espaldas a él y él me acariciaba mis pechos suavemente los pezones respondieron de inmediato se pusieron duros como piedras, comenzó a refregar su pene por mi raja y como ésta todavía seguía empapada su pene entró con suma facilidad. Me desperté un poco sorprendida pero enseguida me acoplé a lo que en definitiva sería nuestra futura vida. Desde ese momento desaparecieron de nuestro vocabulario las palabras MADRE e HIJO.
A la vuelta de las vacaciones comprobé que estaba embarazada teniendo a los nueve meses una preciosa niña vivo retrato de mi misma. Lo que nunca sabrá la niña es de que su padre en realidad es su hermano.
Enrique y yo fuimos hasta que la muerte nos separó la pareja más feliz de la tierra.