Nos encontramos con Sandra cerca de su casa, de donde salió con la excusa de que iba a estudiar a casa de una amiga.

Subió al auto y nos dirigimos de inmediato a un Motel en las afueras de la ciudad.

Iba vestida con una minifalda que quitaba el aliento.

Y su blusa abotonada resaltaba la redondez de sus senos que parecían más apetecibles que el día anterior, cuando los disfruté a mi placer.

Aun cuando ella había tenido tres orgasmos en nuestro primer encuentro y me había dicho que había gozado como nunca, yo comprendía que esta nueva sensación que Sandra había sentido cuando hacíamos el amor era el preludio de nuevas experiencias que ella deseaba vivir conmigo, confiada en que, con mi experiencia, ella conocería nuevas sensaciones que la harían feliz.

Y mi intención era no defraudarla, pues en la medida que fuera completamente satisfecha en sus deseos sexuales en plena ebullición, yo la tendría siempre a mi disposición para gozar a mi vez de su cuerpo juvenil.

Si le daba todo lo que ella quería, tendría de ella todo lo que yo quería.

Entramos a nuestra cabaña y nos servimos una copa de champagne.

Ya más en confianza, la tomo entre mis brazos e intento algunos pasos de baile al compás de un bolera que se escuchaba como música ambiental.

Ella se aferra a mí, se abandona en mis brazos. Apoya su cabeza en mi hombre y me rodea con sus brazos, mientras su cuerpo sigue los compases de la música.

Mientras bailamos, yo me voy desprendiendo de mi camisa, mi pantalón y mi slip, mientras ella hace lo propio con su blusa, su falda y su braga.

Quedamos completamente desnudos, con la ropa esparcida en el piso, mientras nuestros cuerpos siguen abrazados, bailando.

Los pelos de su sexo se pegan y mezclan con los míos, produciéndome una erección cuando siento que su pelvis se aprieta a la mía al compás del bolero, rozando mi verga con su paquete.

No pierdo detalle de las intenciones de mi sobrina, que quiere ir pronto a la cama.

Sus senos se aprietan a mí, haciéndome sentir la presión de sus pezones endurecidos por el deseo, en tanto mis manos están aferradas a sus nalgas, que se mueven acompasadamente.

La llevo hasta alcanzar la orilla de la cama y la empujo de manera que quede de espalda sobre ella, pero con los pies apoyados en el suelo.

Me arrodillo entre sus piernas, que abro con delicadeza, y mi boca la besa por entre sus muslos hasta lograr alcanzar su sexo, que beso y mordisqueo suavemente, para continuar besándola en el vientre y subo hasta sus senos, a los que me dedico a chupar suave y lentamente.

Pero ella no se contenta con que me quede en sus senos, después de sentir la calidez de mi respiración penetrar por entre sus labios vaginales cuando los besaba y mordisqueaba.

Me toma la cabeza y la empuja hacia abajo, en tanto me dice con una voz enronquecida por el deseo:

«Bésame más ahí»

Lentamente continúo besándola en el vientre, alrededor de su sexo y entre los muslos.

Quiero hacer durar el deseo en ella, de manera que goce totalmente el momento en que acabe.

La espera es parte esencial del acto sexual.

A fin de cuentas, es una sensación desesperada de gozar, de ser penetrada, de tener un orgasmo, que perdura y se confunde en el recuerdo con las sensaciones que produce el orgasmo mismo, acrecentando las emociones vividas.

Si una mujer es penetrada de buenas a primera, sin los prolegómenos a que me refiero, tendrá un recuerdo menos intenso del acto sexual vivido que aquel que tendría si antes de la penetración hubiera pasado por el deseo intenso de que la satisfagan, mientras su pareja se dedica a llevar sus sensaciones al límite de lo soportable, con besos, mordiscos y caricias, para finalmente llevarla al orgasmo, que alcanzará con mucha más facilidad.

«Bésame, por favor»

Tomo los labios de su sexo y los aprieto con los de mi boca, suavemente, delicadamente, mientras mi lengua empieza a insinuarse en la entrada de su gruta de placer.

«Más, más, más»

Saco mi lengua lo más posible y la llevo a su interior, jugando con las paredes de su túnel aterciopelado y húmedo, que se me abre para que lo visite hasta el fondo, donde se encuentra el pedazo de carne tan sensible al goce.

Abro mi boca y cubro completamente su vulva, en tanto mi lengua se adentra hasta alcanzar el clítoris, que al sólo roce da la señal de alarma que indica el inicio del orgasmo de mi sobrina, que encoge sus piernas y se aferra a mi cabeza, hundiéndola entre sus muslos, mientras da rienda suelta a su goce.

«¡Riiiiiiiiiico, riiiiiiiiiiico, riiiiiiiiiiico!»

Logrado mi objetivo, beso los labios de la vagina mientras esta escurre los líquidos que mi sobrina suelta como regalo de placer.

«¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!»

Un suave olor invade las partes de mi sobrina que son bañadas con su derrame seminal, algo fuerte pero agradable. Estira sus piernas y las deja caer al suelo mientras sus manos siguen aferradas a mi cabeza, pero ahora acariciándolas. Cierra los ojos y con sonrisa de satisfacción exclama:

«¡Qué cosa mas rica!»

Me levanto con mi herramienta a punto de estallar por el deseo y quedo de pie frente a ella, exhibiéndole mi verga que ella tiene frente a sus ojos por primera vez.

Es el mismo instrumento que le dio tanto placer en nuestro primer encuentro. Se siente algo atemorizada al pensar que todo eso deberá penetrar su sexo. Teme que quizás su gruta no sea lo suficientemente ancha como para recibir este visitante, pero recuerda que el día anterior ya lo había tenido dentro y no había razón para que hoy no lo hiciera.

Pero sus dimensiones le atraen y no puede apartar la vista de ese tronco que le proporcionara tanto placer en su dormitorio.

«Ven, acércate»

Me dice sin mirarme, con los ojos clavados en mi verga.

Me siento sobre su estómago, de frente a ella, y pongo mi trozo de carne entre sus senos, que aprieto entre mis manos y empiezo a pasar mi miembro entre las dos redondeces, masturbándome frente a la cara de mi sobrina, que ve como la cabeza de mi instrumento se acerca y aleja.

Intenta adelantar su cabeza, con la boca abierta, para alcanzar la cabeza de mi verga, sin lograrlo.

«¿Quieres besarlo?»

«Mmmmmh, sí»

Dejo libres su senos y acerco mi tronco a su boca, que se adelanta a su encuentro y cubre su cabeza con sus labios.

Con sus dos manos cubre mi verga y mis bolas, que acaricia con suavidad, mientras abre más aún su boca, de manera que mi pedazo de carne empieza a penetrarla lentamente.

Mientras bombeo en su boca, llevo una de mis manos atrás hasta alcanzar su sexo y meto un dedo en él, de manera de darle un masaje.

Ella sigue entusiasmada tomando mi verga mientras ésta la penetra y yo exploro su cueva inferior con un dedo, en tanto otro se acerca peligrosamente a su esfínter, explorando las posibilidades futuras de esta parte de su anatomía.

La exploración empieza a surtir efecto, pues Sandra aumenta la presión sobre mi barra de carne, en tanto su boca se mueve con desesperación intentando meterse lo más posible de mi verga y su cintura delata en sus movimientos que mi sobrina está alcanzando el clímax por segunda vez.

«¡Mmmmmmmmmmmmhhhhhhhhh!»

Intensifico la metida y sacada de mi dedo por su gruta, mientras el otro dedo se posa en la entrada posterior e insinúa presiones sobre ésta.

Mi sobrina alcanza su nuevo éxtasis, suelta mi herramienta y mueve con desesperación su vientre hasta que logra su orgasmo y moja mi dedo con el líquido que vierte su vulva.

El otro dedo continúa presionando la entrada entre sus nalgas, que continúan moviéndose aún después de haber eyaculado.

«¿Te gustó?»

«¡Qué cosa más rica, m´hijito!»

«Y aún hay más, m´hijta»

Digo sin sacar mi dedo de la entrada de su parte posterior. Ella retoma mi verga y se la lleva a la boca, donde reinicia la succión que había interrumpido por el orgasmo que le diera mi dedo en su vulva.

«¿Te gusta?»

Le pregunto mientras hago más evidente la presión sobre su esfínter, pero sin aclarar si le consulto por mi dedo invasor o por mi verga en su boca.

«Mmmmmmmmmhhhhhhh»

Lo que quiso responder no lo pude saber pues mi instrumento en su boca impidió que articulara palabras. Finalmente logro que mi dedo penetre su ano, situándose a la entrada. Ella deja por un momento la mamada que me está haciendo y me dice, sin soltar mi verga.

«Me duele»

«Tranquila, tranquila»

«Mmmmmhhhhhh, me siento rara ahí»

«No te preocupes, es natural»

Al cabo de un momento, vuelvo a hacer presión y logro que el dedo penetre algunos centímetros en el interior de Sandra, que se revuelve inquieta pero sin dejar de chuparme la verga.

«Mmmmmmhhhhhhh»

Envalentonado, introduzco todo el dedo y empiezo a bombear el ano de mi sobrina, que se revuelve inquieta y aumenta la presión de su boca en mi instrumento.

«Mmmmmmmmmhhhhhhh»

Continúo metiendo mi dedo en su ano y ella empieza a sentir los síntomas de un nuevo orgasmo.

«¡Riiiiiiiiiiiiiicoooo, riiiiiiicoooooooo!»

«¿Te gusta?»

«¡Es riiiiiiiicoooooooo!»

«¿Te gusta mi dedo ahí?»

«¡Es riiiiiiiiiiicoooooooooo!»

«Después te voy a meter mi cosa por ahí mismo»

«Noooooooooooooo»

«Siiiiiiiiiii, vas a gozar mucho más»

«¡Riiiiicooooooo!»

«Toma, toma, toma»

El solo pensamiento de tener mi verga en su ano la enciende de manera tal que su tercer orgasmo le llega entre gritos de placer por las sensaciones que le producen mi dedo y mis palabras.

«¡Uuuuuuuuuuuuuuuyyyyy, qué riiiiiicoooooo!»

Mi sobrina querida ya tiene tres orgasmos y todavía no la penetro. Y tengo dos entradas a mi disposición, una por delante y otra por atrás. Y ambas están dispuestas para que las visite.

Nunca me imaginé que Sandra fuera tan ardiente, al punto de que la realidad ha superado con creces todas mis fantasía con ella.

La realidad que estoy viviendo con mi sobrina me ha enseñado que, a diferencia de lo que pensaba, los sueños sueños son.

La realidad es superior y mucho mejor que la mejor de las fantasías.

Prueba de ello es esta tarde de amor con ella, que recién comienza y que tiene sorpresas aún.