Capítulo 1
- Mi madre disponible, dispuesta II
- Mi madre disponible, dispuesta I
Sus tetas eran gigantes, desde siempre, pero con los años aún más. Copa 36DD decían sus sostenes cuando tenía unos 55 años. A mi me llamaron la atención desde la adolescencia y definieron mi gusto por las mujeres voluptuosas. Hasta ahora, la mayoría de las mujeres con las que he estado (tampoco tantas la verdad) han tenido esa característica, algunas más, otras menos, pero sin duda ha sido un aspecto importante para mi al escoger una pareja.
Aunque era lo más llamativo de su figura. No era lo único que ameritaba miradas y fantasías en su anatomía. Su culo era grande y redondo, mantenido gracias a su costumbre de caminar mucho y una afortunada genética. Y aunque siempre fue acinturada, con los años se formó una tierna barriga, que más que desincentivar, hace aumentar la lujuria a quienes disfrutamos de los cuerpos suaves de las mujeres voluptuosas.
Este romance comenzó cuando yo tenía 35 años. Por las vicisitudes económicas y una separación, tuve que volver a casa de mis padres.
Al llevar un par de meses de vuelta en el nido, y con motivo del cumpleaños de mi madre. Le regalé un smartphone nuevo. Uno con pantalla grande y brillante. Lo que se sumó a la irrupción masiva de memes, reels, tik toks, etc. Cosas que al poco andar aprendió a disfrutar y compartir.
Por lo mismo, y gracias al casi infantil entusiasmo que estos nuevos medios despertaban ella, era muy común que se me acercara a mostrarme videos y cosas en su teléfono.
Sin duda esta simple costumbre fue generando una cercanía física entre nosotros, o quizás un reencuentro, inocente, sin pretensión alguna. Empezamos a abrazarnos más, sentarnos juntos en el sofá, conversar, compartir más.
Pero fue hasta un sábado en la mañana, en que luego de despertar fui por un vaso de agua a la cocina, vestía un pijama delgado, sin ropa interior obviamente. Y me encontré con mi madre sentada en el comedor.
– Ven Juanpi – así me dice
– Dime.
– Mira lo que mandó Raquel – una de sus amigas.
Se paró de la silla, caminó hacia mí y dándome la espalda se cargó sobre mi cuerpo, con intención de que ambos mirasemos la pantalla del dispositivo.
Sin pensar, puse mis manos en su cintura, no buscando nada. Ambos divertidos mirábamos el video de animales chistosos. Sin prever que el cálido roce de sus redondas nalgas en mi miembro detonó un impulso sexual reprimido desde la adolescencia.
Comencé a sentir como poco a poco se endurecía mi miembro, posando entre los cachetes de mi madre. Lo que me desconcentró del video y tomando conciencia de lo que me pasaba, traté de retirarme. Pero ella reaccionó.
– Espera, espera que también me envió otro – arrimandose de nuevo sobre mí, volviendo a cargar su culo en mi masculinidad.
Permanecí quieto simulando entretenerme con un video de caídas divertidas. Mientras mi verga palpitaba entre sus nalgas, separada sola por las delgadas telas de nuestros pijamas.
Mi calentura fue tan grande que ese minuto y medio que duraba el video, manche mi pijama con líquido preseminal y quede al borde de una eyaculación.
– Están buenos los videos – dije escapando rápidamente para que no viera la enorme carpa que tenía en mi pantalón. Y me fui al baño.
Apenas entré saque mi pene y me masturbe en el lavamanos, solo bastaron unas pocas sacudidas para acabar en un gran orgasmo, disparando grandes chorros de semen. No se si fue porque llevaba meses sin sexo, o por la calidez de su trasero o por que precisamente se trataba del culo de mamá. Lo más probable, la sumatoria de esos factores.
Luego de eso me sentí culpable. Por lo que traté de evitar a mi madre durante el resto del día. Lo que resultó algo difícil ya que ella buscaba esa cercanía física. A mi parecer en ese momento ella desconocía lo que yo estaba viviendo internamente.
Yo me encontraba en un fuerte conflicto moral. Me sentía culpable por excitarme con el cuerpo de mi madre, y a su vez, me provocaba mariposas en el estómago cuando la tenía cerca. Mi pene se activaba cuando la tenía cerca, sentía como un torrente de sangre invadía mis genitales rápidamente. No podía dejar de mirar su cuerpo lascivamente.
Ella llevaba la vida con normalidad, y sin tratar de ser provocativa. Pero la voluptuosidad de su cuerpo, sin esfuerzo, lograba acaparar la atención. Sus tetas se marcaban en su ropa, hasta notaba sus pezones con facilidad. Y para que hablar de su culo redondo, que con su andar natural parecía ser el protagonista de un desfile erótico en la casa. Una exhibición de carne de hembra que solo aumentaba mi hambre por probar de ella.
Asi que aunque trataba no pensar en sexo cuando la veia, la situación no me ayudaba.
Pase la semana en esa disputa interna, tratando mantener la cordura cuando ella se me acercaba, sin ser esquivo para que ella no sospechara nada, durante el día. Pero masturbandome en las noches fantaseando con su curvilíneo cuerpo.
Durante esa semana fue cada vez más habitual que ella se arrimara a mi de la forma que lo había hecho la mañana del sábado. A tal punto en que cada vez que lo hacía, mi pene reaccionaba endureciendose aprisionado entre sus nalgas, mientras que yo la tomaba de la cintura. Y como era de esperarse, y de manera natural, la sujetaba cada vez con más propiedad manteniéndola firme apegada a mi.
Al sábado siguiente me levanté antes que ellos y me preparé el desayuno. Mi madre apareció cuando estaba preparándome un café en la cocina, con la excusa de mostrarme un video recurrió a la misma dinámica, quedando con su culo apegado a mi y yo con mi mano izquierda tomándola de su cintura, la derecha estaba apoyándola en el mueble de la cocina.
Al poco andar se me paró el pito, como era de esperarse. Con mi mano derecha lo acomode apuntando hacia abajo, lo que produjo que al volver a apegarme en su gran culo. Mi verga quedó entre sus nalgas apuntando al suelo, en una especie de ensamble.
Mi calentura era tal que mi miembro, duro como palo, hacía una innegable presión en el trasero de mamá, a lo que ella parecía indiferente. A ratos, de forma involuntaria, se contraian los músculos de mi zona pélvica, haciendo que la punta de mi duro mástil hiciera presión en su cálida raja. Era imposible que no lo notara, pero ahí permanecía quieta.
Pasaron un par de eternos minutos en los cuales ese video parecía infinito. Con cada segundo que pasaba mi pene parecía adentrarse más en su trasero. En un momento no pude contener mas la exitacion que me apoderaba y la tome con fuerza apegándola a mi. Ella reaccionó positivamente, para mi sorpresa, flectando un poco su espalda, levantando su culo y apretando mi polla son sus nalgas. La sensación fue deliciosa y terminé reventando en mis pantalones. Ella se mantuvo quieta mientras mi virilidad convulsionaba en el calor de sus nalgas.
Nos quedamos quietos hasta que terminó el video y luego como si nada se separó de mí. Una mancha de humedad se notaba en el pantalón de su pijama. Y el mío estaba empapado de mi leche.
Ella se volteó a mirar mi entrepierna.
– Ve a limpiarte eso – impávida.
Lo hice, de hecho me duché después de eso, rápidamente y sin pensar, solo me detuve cuando me vestía en mi dormitorio.
Un sentimiento de culpa se mezclaba con uno de satisfacción. Preferí quedarme con lo último y no sobre pensar en lo moral o inmoral de lo ocurrido.
Por lo mismo, ese día preferí quedarme en casa, quería saber hasta dónde podía llegar con esto. Y por lo mismo me puse un pantalón de buzo delgado y sin ropa interior.
Al salir del dormitorio también lo hacía ella del suyo. Las mariposas se apoderaron de mi estómago al verla vestir calzas y un polera suelta que le quedaba larga tapandole más abajo de la cadera. Dejando solo descubierta la parte baja de las nalgas.
Ese día fue un festín visual verla moverse por la casa. Y en varias ocasiones noté como recogía cosas sin doblar las rodillas, mostrando su gran culo en pompa.
Ese día estuve todo el tiempo con mi herramienta parada, armando un carpa en mis pantalones que decidí no disimular y que en varias ocasiones la descubrí mirando, directamente o de reojo.
Me sentía muy excitado, sobre todo cuando la tenía cerca.
A media tarde la encontré sentada en el sofá del estar, sola. Mi padre dormía la siesta en el dormitorio.
Ella estaba sentada de medio lado sobre su lado izquierdo dejando su culo a la vista. Miraba su teléfono.
Me pare frente a ella mostrándole la carpa en mis pantalones. Buscandole conversación con cosas tribales, rompí el hielo. Le pregunté dónde estaba papá, que estaba mirando, etc.
Ella miraba mis ojos cuando me hablaba, pero su instinto la traicionaba, haciéndola mirar mi verga en ocasiones fugaces.
– Solo leyendo noticias.
– ¿Algo interesante?
– No la verdad.
– ¿Cómo?… ¿No hay nada que te llame la atención? – su vista se clavó directamente en mi bulto.
– ¿Qué te parece si me siento al lado tuyo y me muestras qué te llamó la atención? – dije eso sentándome junto a ella muy cerca de su culo.
Ella reaccionó enderezando su postura, yo aproveche para pasar mi brazo izquierdo tras su cabeza abrazándola. Lo que hizo que apoyara su cabeza en mi hombro.
Desde ahí seguimos mirando su teléfono comentando noticias de farándula varias. Mientras frotaba su espalda con mi mano izquierda haciendo suaves círculos con mi palma.
Luego de un par de minutos, aun con mi erección estoica, tomé su mano izquierda desde su muñeca y la posé sobre mi miembro.
Al principio su palma queso posada sobre mi pene, cargando hacia arriba, quieta. Con su otra mano seguía moviendo la pantalla del teléfono.
Mi verga palpitaba fuertemente bajo su mano. Y poco a poco comenzó a moverla, suavemente. Recorría mi falo de arriba hacia abajo. Ya no hablábamos. Ella solo movía la pantalla del teléfono de forma errática.
Su mano estimulando mi duro pene me estaba ocasionando un tremendo placer. De forma reactiva comencé a acompañar sus caricias con movimientos de mi cadera.
De pronto su mano buscó más contacto con mi falo. Tratando de envolverlo con sus dedos por sobre el pantalón. Cuando lo noté, tiré rápidamente la parte frontal de mi pantalón liberando mi pene duro. Ella se quedó quieta, apoyó su mano junto a la verga. Sin moverla.
Su teléfono aún estaba en su mano derecha apoyado en mi pecho, olvidado. Aunque no podía ver su cara, sabía que su atención estaba centrada en mi palpitante instrumento.
– Tócalo. – lo hizo con su índice en mi glande.
– Sigue – volví a ordenarle.
Lentamente lo envolvió con sus dedos y tiró de mi forro liberando mi glande rojo. Quedándose así varios segundos. Moví la cadera arriba y abajo, como haciéndome una paja, o pidiéndola sin decirlo. Ella no movió su mano de primeras. Pero al rato comenzó a menearmela lentamente.
La sensación era maravillosa, con sus suave paja me estaba llevando por caminos de placer no explorados.
Pasados unos 2 minutos sentí que pronto acabaría. Mi respiración estaba agitadisima, mi pulso estaba tan acelerado que de seguro estaba sobre las 15 ppm. Sentía mis palpitaciones bombear en mis oídos.
De pronto se detuvo. Para mi sorpresa.
No volvió a mirarme, solo se puso de pie. Se paró delante mío, dándome la espalda. Su gran y hermoso culo quedó a la altura de mi cara.
Yo tenía las piernas abiertas y ella estaba parada entre estas. de pronto empezó a tirar desde ambos costados de su calza, con sus pulgares, inclinándose hacia adelante. Casi se me detuvo el corazón. Por fin vería su gran culo en vivo y en directo.
Estaba decidida a sentarse en mi verga.
Las palpitaciones de mi pene lo hacían dar saltos. Ansioso y hambriento por probar su ardiente carne.
Ella descubría de a poco su piel, meneando su asombroso culo de lado a lado mientras lo hacía.
Mis ojos no podían estar más abiertos.
Poco a poco aparecía la suave piel de mamá ante mis ojos. Sus enormes nalgas parecían desbordarse a medida que se iban liberando de su prisión de tela. Ella estaba bajando su calza, pero también su calzón, por lo que no quedarían barreras.
La mitad de su trasero se encontraba a la vista. Pronto vería aparecer su ano en el ardiente valle entre sus nalgas.
Cuando de pronto escuchamos la puerta abrir la puerta del dormitorio de mis padres. En menos de lo que cae un rayo, subimos nuestros pantalones, ella se sentó junto a mí y tomó su teléfono. Fingimos estar mirando algo en este.
– Ah… con que aquí están – dijo mi padre al vernos.
– Mirábamos videos – le respondió algo nerviosa.
– Así veo, parece que encontraste algo nuevo con que entretenerte.
Yo guardaba silencio mirando como si nada a mi padre. Sentado medio de lado para que no se notara mi erección.
– Si, ¿dormiste bien? – cambiando el tema..
– Si, necesitaba la siesta, me dió hambre ahora.
– Vamos a la cocina – dijo mi madre levantándose y caminando junto a él.
Eso me dio la chance de escapar al baño. Para desahogarme frente al lavamanos. La situación era demasiado caliente así que no me costó llegar a un orgasmo rápidamente y disparar varios chorros de semen.
A la mañana siguiente, ambos aparecieron cuando yo estaba sentado en el comedor comiendo. Me había despertado antes que ellos, pero aun estaba en pijamas.
Mi madre llegó mirando su teléfono.
– Tienes que ver esto – dijo acercándose a mi.
– ¿Qué cosa? – pregunte enderezando mi postura en la silla, movimiento que hizo que mi cuerpo se distanciara de la mesa.
Ella siempre sonriente se acercó más y en un rápido movimiento se sentó en mis piernas, más concretamente, en mi verga, lo que no había alcanzado a hacer el día anterior. La cual comenzó a reaccionar de manera inmediata al quedar cautivo bajo las calientes nalgas de mamá.
Mi pene estaba claramente duro bajo ella. Y sin duda ella lo sentía así también. Pero su actuar no lo demostraba.
Esa mañana llegó con una camisola larga hasta sus rodillas y abotonada por el frente, de una tela delgada pero no transparente, pero sí traslúcida.
Mi mano derecha estaba en su cintura y la izquierda en su rodilla izquierda desnuda ya que se había recogido su ropa.
Ella reía con el video, lo que hacía que se moviera levemente sobre mi. La sensación era muy placentera y estaba provocando una ola de placer que comenzaba a recorrer mi cuerpo entero.
Mi padre había desaparecido, en su rutina, quizás regando o recogiendo el periodico, no sé. Aun así, el riesgo que nos descubriera era latente, por lo que opté por solo recibir y no tomar un rol activo.
El video no terminaba y yo estaba cada vez más caliente. Entregado al placer que me estaba provocando la situación. y de manera instintiva apreté fuertemente mi mano en su cintura y me aventuré con la otra mano en la parte interior de su muslo, bajo su ropa.
Me sorprendió que ella solo reaccionó abriendo levemente sus piernas dejándome entrar un poco más entre estas. «Quizás fue un reflejo» pensé, pero no me detuve.
Me adentré unos 5 cm más recorriendo su muslo y ella volvió a abrir un poco más las piernas. Sentí su piel más cálida y húmeda. Hasta llegar al punto donde se encuentran las suaves carnes de sus gordos muslos. Ella volvió a abrir un poco más.
Con mi mano derecha le pegué un poco más hacia mi, a lo que ella cedió.
Metí mi mano izquierda 5 cm más adentro, quedando atrapada entre las pieles de sus piernas. En ese momento volvio a sorprenderme, flecto su espalda cargando su sexo sobre la descomunal dureza de mi verga. Eso me envalentonó.
La envolví con mi brazo derecho y metí mi mano izquierda bajo su ropa hasta una de sus tetas. Atrapando su duro pezón en mi palma y tratando de abarcar toda su mama en mi mano apretando fuertemente. Ella dejó caer su cabeza hacia atrás y su teléfono sobre la mesa.
Mi verga comenzó a palpitar bajo ella mientras, mi madre, frotaba enérgicamente su sexo contra esta. Al cabo de unos pocos segundos me abandone esta realidad eyaculando ferozmente. Mi pene, bajo ella, con vida propia.
Me mantuve quieto esos deliciosos segundos sin soltarla, ella respondió de la misma forma, entregada a mi placer.
Al rato, volviendo a la vida, la solté lentamente, temeroso al no saber que iba a pasar.
Ella se paró dando la espalda, ordenó su ropa y tomó su teléfono. Largos segundos pasaron hasta que se volteara.
Su cara estaba seria cuando lo hizo. Me miró a los ojos, luego mi entrepierna y después al pasillo.
– Ve a cambiarte ante que llegue tu papá, después hablamos.
– Pero… pero… es que… – Algo de culpa me invadió en ese instante.
– Calla calla… que tu papá ya viene, después hablamos tranquilo.
Me puse de pie y me acerqué a ella.
– Anda anda – y me besó en los labios con un piquito – está todo bien, a mi también me gustó..
anda.
Me encerré en el baño y entré a la ducha. Asimilando lo vivido estuve mucho rato bajo el agua. Terminé con mi miembro duro otra vez.
Para cuando la busque cuando salí del baño, envuelto con la toalla en la cintura. Mi padre estaba en el otro baño, duchándose, se escuchaba la regadera y el calefón funcionando.
La encontré en la logia separando la ropa para lavarla. Cerré la puerta de ésta, el calefón funcionaba a su máxima capacidad. Ella se quedó parada al verme, aún vestía esa camisola. Sin decir nada me acerque, la tome de la cintura y la voltee contra la lavadora. Ella apoyó sus manos en esta y levantó su cola; yo levanté su vestido, no llevaba calzones. Me solté la toalla, cayendo al suelo, dejándome desnudo.
Sin detenerme ni un instante llevé mi verga a la entrada de su vagina.
Ella levantó su trasero para facilitar el encuentro. Y a penas al sentir el ardor de su cueva con mi glande la penetre a fondo. Ella estaba tan mojada que no sentí fricción alguna.
Su delicioso sexo esperaba hambriento ser penetrado.
La panetré lentamente hasta sentir mi glande chocar con su cérvix. Quedando en ese ardiente refugio unos segundo. Para, de a poco, empezar a bombear sin retroceder ni un milímetro al principio. Esforzándome en clavar mi lanza en lo más profundo de ella. Y luego ir aumentando mi movimiento y ritmo.
Sus gemidos, primero suaves, fueron inmediatos. Ella lo que quería, ella lo necesitaba. Y lo estaba gozando.
Ya entrado en calor, la tomé de la cintura para follarla frenéticamente. A lo que ella respondió gimiendo y jadeando entregada. Lo hice tratando de mantener el ritmo por unos minutos hasta que sentí que me estaba faltando el aire.
Cambie el ritmo para descansar y tomar aire. Y seguí con metidas profundas y fuertes pero con menos frecuencia. Sus carnes temblaban cada vez que chocaba con sus nalgas. Disfruté en demasía cada vez que mi glande se incrustaba en lo más profundo de su cueva.
– Si hijo… tomame… – decía muy despacio
– No sabes cuantas pajas me hice soñando con esto… – dije sin pensarlo.
– Sigue hijo, sigue.
– Voy a tomarte las veces que quiera.
– Si… si…
– Te llenaré el coño cuando se me dé la gana – sin dejar de follar con fuertes penetraciones profundas.
– Si, soy toda tuya.
Se la saqué sin avisarle.
– Date vuelta, quiero verte la cara cuando me este corriendo dentro tuyo.
Me hizo caso, apenas se dio vuelta la tomé de la cintura y la senté en el borde de la lavadora. Ahora dándome la cara. Ella abrió las piernas inmediatamente.
La tomé desde la parte trasera de sus rodillas y levanté sus piernas, ella se colgó de mi cuello.
Volví a penetrarla al mismo tiempo en que nuestras bocas se encontraron. Así, mientras nos besabamos, seguí follándola, pero ahora más suave y lenta. Ella cruzó sus piernas en mi espalda.
De pronto me aparté de ella sin dejar de entrar y salir de su vagina. De un tirón abrí su camisola, 2 botones volaron.
Contemplar sus hermosas tetas libres fue lo que terminó por llevarme a la cumbre máxima del placer. Grandes, rosadas, coronadas por unos suaves pezones de un tono levemente más oscuros que el de su piel, estaban duros, de al menos 1 cm de largo, y rodeados por unas areolas contraídas, que así en esa situación debían medir unos 6 u 8 cm en su dimensión mayor. Mi mano izquierda en su espalda la atraje hacia para engullir su teta izquierda, mientras que con la derecha amasaba la otra.
Su piel era deliciosa, incluso su transpiración, chupe y lamí descontroladamente, para luego cambiar al otro seno. Era tanto placer que no tardé en sentir que pronto volvería a morir de gozo, pero esta vez dentro de ella.
La tomé de las caderas y se la meti a fondo, para mantenerme varios segundos quieto en su punto más interno. Volvimos a besarnos.
Me retraje y volví a arremeter en sus entrañas. Dejamos a besarnos y solo jadeabamos con nuestros rostros pegados.
Repetí lo anterior, tratando de alcanzar su rincón más íntimo. Y me mantuve quieto. Sentimos como nuestros sexos se fundían en el mismo pulso ardiente, palpitamos unidos mientras gozamos del placer supremo que nos despegaba del suelo. Y de pronto ella no pudo más pude sentir como su cuerpo completo se contraía de placer, acabando en un gran orgasmo ensartada en su hijo. Y yo sintiendo la presión interna de su vagina envolver mi falo, termine por sucumbir al placer de, al fin, acabar dentro de ella; de llenarla con mi leche; y de acabar juntos en la gloria del sexo incestuoso.
Quietos, apretandonos, sin querer soltarnos, nuestras vistas se encontraron. Aún jadeantes, por varios segundos nos mantuvimos sin movernos. Amando ese preciso momento.
De pronto escuchamos que se apagó el calefón.
– Ya viene tu papá – agitada – termino la ducha.
– Alcanzamos.
– Ya vete, luego.
La besé, ella respondió. Todavía no nos habíamos movido ni un milímetro. Mi pene aún conservaba algo de dureza, por lo que seguía cómodamente dentro de ella.
– No quiero moverme.
– Pero debemos – liberándose de mi y yo cediendo a su razón – Ya, ya después hablamos.
Rápidamente me envolví en la toalla mientras ella abotonaba su camisola, luego de haberse limpiado los restos de corrida que escapaban de su vagina.
– Me faltan botones jeje – rió – traías hartas ganas parece.
– No te imaginas cuanto.
– ¿Es verdad eso que me dijiste?
– ¿Qué cosa?
– ¿De que querias tener sexo conmigo hace tiempo?
– Totalmente.
Se calló unos segundos.
– Hace meses que tu padre no me folla.
– Bueno, pero ya encontraste quien te puede ayudar – Acercándome y tomándola de la cintura – no sabes cuanto me calientas mamá – le dije a escasos centímetros de su oreja.
Mis manos bajaron hasta su culo para agarrarlo para pegarla a mi.
– Ya… para que te tienes que ir.
– Te follaría de nuevo – me estaba volviendo a calentar, hasta yo me sorprendí de mi nivel de calentura.
– No podemos ahora, nos va a pillar.
– Hagámoslo, se que quieres.
– Sale… no podemos ahora. – sin hacer ningún esfuerzo físico para apartarme, mientras yo besaba su cuello.
– Al menos dime que quieres que te vuelva a tomar como mi hembra… dime quieres que te folle.
– mmmm… si quiero hijo.
– Hagámoslo ahora.
– No.
– ¿Cuándo?
– No sé.
– Dime… Toca mi pene, esta duro para ti, para ti. – lleve una de sus manos a mi verga.
– No… no sé. – envolviendo mi pene bajo la toalla con una de sus manos.
– ¿Esta noche?
– Vete vete – puso sus manos en mi pecho.
– Te espero esta noche.
– Voy a tratar.
– Esta noche te comeré el coño.
– No me digas eso.
– Te comeré el coño hasta que te corras en mi cara.
– No
– Te lamere entera cada rincón hasta que te corras, para después follarte como este culo gordo y delicioso se lo merece – agarrando firme sus nalgas.
– No
– ¿Esta noche?
– No
– ¿Segura que no quieres todo esto? – ella estaba meneando intensamente en ese momento.
– Ya cállate por favor y… vete
– ¿Esta noche?
– Si
Me lancé a su boca y ella respondió apasionadamente, apretando mi verga que ya estaba como un fierro. Nos dimos un último beso.
Me marché rápidamente y alcancé a llegar al dormitorio antes que saliera papá del baño.
Ese día no perdí la oportunidad de meter mano, de manera disimulada, y no tan disimulada. La verdad es que note el desinterés de mi padre por mi madre, lo que me permitía mayor margen de oportunidad para mantener mi constante acoso en secreto.
Es así como buscaba la forma para rozar con mi miembro, que se activaba instantáneamente cuando la tenía cerca, sus deliciosas nalgas en casi todo momento.
Roces que ella recibía de forma sumisa, en ocasiones, y en otras, con suaves recriminaciones ante el peligro de ser descubiertos.
– Ya… cuidado que nos pueden ver.
– Solo un poco, que no me aguanto las ganas – le respondía en su oído.
En un momento, a media tarde, la sorprendí en su habitación, ordenando cosas en su closet. En silencio entré y junté la puerta tras de mí. En un solo movimiento la tome desde atrás, incrustando mi bulto en su raja, haciendo presión con mi mano izquierda en su blanda barriga, a la altura de su ombligo y con la derecha tomando su cadera.
– Ay!… tranquilo, que ya quedamos que después.
– No puedo estar tranquilo con semejante hembra revoloteando cerca mío.
– Soy tu madre… la misma de siempre.
– Pero ahora es distinto…
– Así… ¿por qué?
– Porque ahora se lo que es hacer el amor contigo… probé tu sexo y solo quiero más.
Sin decir palabra alguna, ella levantó su trasero para aumentar el roce conmigo.
– Solo deseo volver a meterme entre tus piernas… mamá.
Flectó aún más su espalda, cargando su cabeza hacia atrás sobre mi pecho.
– Nadie me había tratado así.
– Nadie te desea como yo.
Seguimos con el escarceo que ya me tenía al borde de morir atrapado en mis pantalones.
– ¿Llevas calzones?
– Si…
– Sacatelos – le ordené.
– ¿Para qué?
– Para saber que te puedo follar con solo levantar tu vestido… te quiero caliente y disponible para mi todo el dia.
Ella accedió sin dudar, se separó un poco de mí, y levantando su vestido desde sus costados, y metiendo sus manos bajo este, bajó su calzón. Cayendo este al suelo.
– Recogelo – Le ordené.
Se agachó sin doblar sus rodillas, cargando su culo en mi. Protegido solo por la tela de su vestido. Tomándola desde sus caderas la apegue más a mí, presionando con mi dureza en su raja.
Al sentir mi dureza, apoyó sus manos en los cajones del closet quedando en ángulo de 90 grados. Dejándome sus nalgas a merced.
Con el intenso roce comencé a sentir el calor de su sexo traspasar las telas y por un instante estuve a punto de depojarme de mi pantalon, levantar su vestido y penetrarla. Penetrarla fuertemente, para invadirla de forma casi forzosa.
Pero me contuve, quise jugar un poco más . Así que puse mis manos en sus tetas y la atraje, logrando que retomara su postura vertical.
– Dijimos que a la noche – susurré en su oído.
– Follame… follame hijo – dijo entre suaves jadeos.
– ¿Eso quieres?
– Si…
Por debajo de su vestido metí mi mano izquierda, y con las yemas de mis dedos juntos comencé a hacer suaves círculos en su poblado monte de venus.
Con mi derecha, tomé su derecha para llevar su calzón a mi nariz. Estaba empapado por sus fluidos. El aroma de su sexo invadió mis vias.
– Este me lo llevo, quiero hacerme la idea del delicioso coño que me comeré esta noche.
Ella estaba entregada a mis caricias, completamente apoyada en mí.
Mi mano derecha bajó un poco y ella abrió sus piernas levemente permitiendo incursionar entre sus ardientes carnes.
No fue difícil encontrar su hinchado clítoris. Sobresalía como una pepa ardiente entre sus labios. Rápidamente saque mi mano y escupí en ella para volver al encuentro de sus genitales, pero con mejor lubricación. Comencé con suaves y lentos círculos sobre su pequeño terminal de placer. Sus gemidos fueron instantáneos.
Ella soltó su cuerpo sobre el mío, entregándose a mis caricias. A los 10 segundos su entrepierna vertía sus jugos sobre mi mano. Para luego seguir con movimiento casi espasmodicos de su sexo. Apretaba y soltaba los músculos de su gruta a un ritmo constante, conjuntamente con el movimiento de sus caderas buscando un mayor contacto con mis dedos que seguían haciendo suaves círculos sobre su clítoris.
No pasaron más de 30 segundos cuando empezó a moverse de forma más brusca, para seguir tensando su cuerpo, hasta que cerró sus piernas fuertemente, atrapando mi mano en sus partes.
– Ahhhh…. – gimió largamente.
Me quedé quieto mientras ella viajaba por el espacio tiempo movida por su intenso orgasmo. Sus piernas pasaron de estar muy tensas a soltarse, casi doblándose. Yo la sujetaba con mi brazo izquierdo cruzado en su abdomen, justo bajo sus tetas.
Poco a poco retomó la conciencia volviendo a pararse por sí sola. Ella se volteó hacia mí y nos besamos. Yo seguia haciendo circulos sobre su poblado sexo, aprovechando lo empapado que estaba.
Para cuando saque mi mano desde su íntimo lugar no dude en llevarlo a mi cara para olfatearlo. Ella me miraba con sus ojos entre cerrados, sumida en su sensación de placer. Lamí mis dedos frente a ella. Primero lamiendolos juntos y luego uno a uno. El sabor de sus jugos era delicioso.
– Espero que mas rato tengas mas jugos para mi, pero los beberé directo de la fuente.
Volvimos a besarnos. Luego salí de ahí, dejándola ordenando sus ropas.
El resto de la tarde anduve incontrolablemente caliente, con mi verga dura casi todo el tiempo y desbordando líquido preseminal. Trataba de no acercarme tanto a mamá para evitar descontrolarme y follarmela sin que me importara el mundo. Deseaba tomarla, arrancar su vestido, abrir sus piernas y penetrarla. Penetrarla con fuerza y frenéticamente para volver a vaciar mi esperma en su cálido interior.
Pero no podía hacerlo. Mi padre estaba en casa
y aunque sabía que ella también lo deseaba. Tenía muy claro que mantener el tabú vivo en secreto era esencial para disfrutar de su cuerpo.
En una de esas idas y venidas de la vida doméstica, me encontré con ella saliendo del baño, en el pasillo.
Nos miramos en silencio un instante, parados frente a frente. Ella expectante a mi actuar, y yo conteniendo mi hambre.
Poco a poco una carpa se empezó a notar en mi pantalón. Instantáneamente su vista bajó desde mis ojos o mi entrepierna.
Di un paso hacia ella, quedando a menos de un metro. Su respiración estaba agitada. Se marcaban sus duros pezones en la tela de su vestido. El mismo que llevaba hace un rato cuando se corrió en mi mano.
Era obvio que no llevaba sujetador. Se notaba porque sus tetas colgaban libres bajo su ropa.
Di otro paso más, quedando a menos de 20 cm de ella, podía sentir su aliento agitado escaparse de su boca semi cerrada.
– Ahora no, que tu papá está ahí cerca – murmuró, tenía razón, estaba a escasos metros leyendo un diario en el comedor.
Pese a estar tan cerca, una pared nos ocultaba.
Con el dorso de mi índice derecho comencé a recorrer suavemente bajando desde su clavícula izquierda, cargando levemente a medida que pasaba por su seno izquierdo, hasta llegar a su endurecido pezón.
Lo rodeé con suaves círculos notando como su respiración empezaba a acelerarse.
De sorpresa la tomé de la cintura y la puse contra el muro. sin palabras acerque mi rostro al suyo. Nuestros alientos se mezclaron en unas 5 respiraciones antes de fundirnos en ardiente beso.
Esto continúa.
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El relato fue publicado anteriormente en otra plataforma. Soy el mismo autor, y pretendo usar esta plataforma también con el objetivo de llegar a más llegar a público.