Lolita
Era el gozo máximo, el sueño prohibido.
Mi pene erecto la penetraba violentamente.
Mi bajo abdomen mojado por sus líquidos.
El rápido cloch cloch al momento de chocar nuestros sexos.
Su boca entreabierta mostraba el prístino esmalte de sus hermosa dentadura.
Sus labios hinchados, turgentes, rojos no se cansaban de devorar los míos.
Su cabello negro desordenado cayendo sobre su rostro, Dios mío que linda estaba, montada sobre mí, gimiendo muy bajito, los ojos idos, las manos tratando de quitar mechoncitos de cabello que se le pegaban en sus labios húmedos.
Me la estaba comiendo, haciéndola mi mujer.
Estaba haciendo el amor con mi prima de catorce años, Lolita ( no voy a decir su verdadero nombre) La dulce niña que vino a pasar las vacaciones de colegio en la ciudad era sexo puro, animal, insaciable.
Es importante que sepan que soy un hombre de 36 años, común y corriente, serio (siempre con una conducta intachable, al menos hasta ahora), profesional exitoso, con una novia con quien próximamente voy contraer matrimonio, tengo una amante (Una linda gordita de 36 años, separada y con 2 hijos) y de vez en cuando algún vacilón pasajero.
Fue en la noche de su llegada (de Lolita) hace poco más de 3 meses sólo 2 minutos después de haber terminado yo de entrar al comedor de la casa de mis padres y haber saludado a los presentes que empezaba lo que el destino me había preparado. La experiencia sexual más loca, bella, única de mi vida.
Esa noche la estaba volviendo a ver después de 2 años. En su última visita a la casa de mis padres en compañía de su madre no era más que una niña de 12 años tímida y delgaducha que acababa tempranamente de perder a su padre en un accidente de trafico en la carretera.
Ahora a sus 14 años había crecido en todos los sentidos, su rostro de niña aún albergaba un par de ojos grandes, negros azabache, pestañas largas que daban un aire de estar soñolienta o risueña todo el tiempo.
Sus cejas pobladas mostraban, cuando no estaba en actitud de fruncir el seño, la actitud de un gatito triste.
Aquella noche nuestras miradas se cruzaron en un décimo de segundo y quede perplejo, confundido. Lo podía jurar . Para un viejo lobo, un experimentado macho como yo esa mirada era la de una hembra que había escogido su macho.
Pero en ese momento repito no lo entendí por que aparte de ese único instante, había recibido de ella un tímido saludo y luego la cena había transcurrió predecible, ella estaba como ausente, seria.
Era la tercera montada de esa noche, las dos de la mañana creo.
Lolita se había escabullido en mi habitación a las 10 de la noche. A esa hora mis padres, adultos mayores ya estaban en un profundo sueño y mi habitación por esa noche era el ring de batalla, (la noche anterior fue en su habitación ).
De pronto su respiración se acorta, sus gemidos se hacen más fuertes, siento sus uñas entrar en la piel de mis brazos.
Mis dedos de mi mano derecha frotan en circulo su clítoris, pequeño y duro.
Ella montada sobre mí se estremece en espasmos, está en su delirio, diría que es una adicta al orgasmo, igual que yo.
Esta historia es real y continuará…