Capítulo 2

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¿Quiere un dulce el señor? – La perversión se extiende

Toda esta experiencia nueva para mí, me despertó una especie de perversión inimaginable para mis ortodoxas ideas, me parecía aberrante, pero era cualquier cosa que me superaba, yo con toda mi educación superior de Arquitecto, casado y divorciado, padre de dos hijas mayores de edad, ciudadano de conducta intachable, me encontré convertido en un predador, algunas veces a la semana recorría las calles de la ciudad buscando alguna nena de calle para llevarla a mi departamento, Vanessa se había convertido en mi cómplice, ella me buscaba otras chiquitas y además, participaba en los hechos.

Con Vanessa nos encontrábamos un par de veces al mes y los resultados eran orgiásticos, ella me follaba a mí y yo la cogía a ella, de hecho, me confeso que ahora yo era su único novio, estaba tan embelesado sexualmente con esta chicoca, que le creí, así fue que nos fuimos conociendo cada vez más, yo tengo dos propiedades más en el barrio Brasil, hice arreglar una de ellas y construimos una especie de nidito de amor para nuestros encuentros, fue ella que me presentó a Helena, una chica de diez años y que tenía problemas similares a ella, me pidió si la podía acoger por un par de días en nuestro nidito, con una carita igual a la del gato con botas de Shrek, jamás habría podido negarme.

Vanessa me había dicho que Helena estaba al tanto de nuestros encuentros, en un principio ella salía del departamento cuando teníamos nuestros encuentros, pero un día conversando entre nosotros, salió el tema

—Papito … ¿Qué te parece Helena?

—Porque, ¿Le vas a pedir que se vaya?

—¡No! … Quiero saber si te gustaría tirártela también a ella

—¿Y tú crees que ella lo haría conmigo?

—Justo por eso te estoy preguntando … no creas que no me he dado cuenta como la miras

—Bueno … entonces pregúntale y la próxima vez lo haremos los tres … ¿te parece?

—Papito rico déjamelo a mi … así tendrás otra almejita lampiña solo para ti Vanessa y yo convivíamos ya desde hace un año y se había establecido un cierto grado de complicidad en nuestra relación, yo un sexagenario con una chico de casi once años, me parecía algo inhabitual por decir lo mínimo, con dos me parecía de haber encontrado un ángel sin haber cruzado las puertas del paraíso, mi Vanessa me había comprendido a la perfección y trataba de complacer mi morbosidad para con las niñas, buscando más carne para mi parrilla.

Habíamos concordado que este fin de semana sería la ocasión de convocarla a nuestra cama, yo llegué de viernes y las muchachitas estaban viendo el cable con sus reguetoneros preferidos, Vanessa ya no era la chicoca que encontré hace un par de años, le había comprado un completo vestuario en el sector de Patronato, en todas esas tiendas para niñas, ajustados jeans y remeras de todo tipo, la nena se había acostumbrada a un modo de vivir diferente y me lo agradecía cada día que nos encontrábamos en nuestro nidito, ahora me estaba preparando su amiguita Helena y yo no veía la hora de tenerlas a las dos en esa cama amplia que me había costado una fortuna, pero que había valido la pena, nada mejor que follar en una cama amplia, cómoda y sin una sonajera de muelles desvencijados.

Vanessa giraba en el departamento vistiendo una tanga y una remera amarrada a la altura de su ombligo, Helena estaba vestida, pero me di cuenta de que vestía ropa de Vanessa pues la talla era muy similar, parecían fresquitas, como si se hubiesen duchado de reciente, yo había traído unas pizzas y Vanessa tenía cervezas frescas en el refrigerador, me dijo que prepararía la mesa y yo le dije que me iba a duchar.

Me desvestí en el dormitorio y me puse mi albornoz, escuchaba a la chicas cuchichear y reírse en la cocina y en la sala comedor, me fui al baño y el agua caliente comenzó a darme ese gustito de relajo y bienestar, haciendo que mi cuerpo se recargara de energías nuevas, estaba pensando en cómo consumir estas nuevas energías cuando sentí que corrieron la cortina de la ducha, ambas pequeñas estaban piluchitas pidiendo espacio en la vasca de baño, este no era el yacusi que tengo en casa, solo una bañera común y corriente, solo un poco más espaciosa, procedí a agacharme a poner el tapón y la diabólica Vanessa aprovechó a meter su manita entre mis nalgas, mi pene estaba duro como una roca de granito, ¡ops! dije yo y me levante de prisa, la chicoca se mataba de la risa, al menos el tapón estaba puesto … —El que se agacha pierde —dijo Vanessa, ambas nenas comenzaron a manosear mi cuerpo haciéndome cosquillas, afortunadamente no soy muy sensibles a esos estímulos, así que me desquite toqueteando sus partes íntimas.

Cuando metí un dedito en la panocha de Helena, ella se quedó quietecita y Vanessa aferró mi pene comenzando una paja con sus manitos milagrosas, luego agarró la cola de caballo de Helena y empujo su cabeza sobre mi pene, Helena en un principio no abrió su boca, pero luego sin via de escape, se rindió y comenzó a hacer delicias con su pequeña lengua, Vanessa empujaba su cabeza rítmicamente, de vez en cuando Helena hacía una que otra arcada y Vanessa se reía a carcajadas

—Comete la pija de mi papito … prueba lo rica que está … ¡chúpala! … ¡chúpala! …

Vanessa diabólicamente caliente, se metió detrás de Helena y comenzó a comerle el culito, la perversa pequeña de vez en cuando asomaba sus ojitos y me hacía un guiño, luego entendí el porqué, ella misma hizo girar a Helena y le dijo que se sentara en mi pija dura como el acero, la chica un poco dubitativa me miró y yo me encogí de hombros, la que comandaba era Vanessa, así que se giró y comenzó a flexionar sus piernas para bajar su trasero, yo agarré un poco de jabón y me impregné el pene, Helena quiso arrepentirse, pero prestamente Vanessa se cargó en sus hombros y la chicoca resbaló y se empaló completamente en mi pene, lanzo un grito e intento pararse …

—¿En que habíamos quedado? …

—Es que me duele … me está doliendo …

—Sí, pero eso es pasajero … ya verás … resiste … es rico, te acostumbraras también tú …

—Quizás si se lo saco un poquito ….

—No, papito … tu no hagas nada … a ella le gusta, se está haciendo la cartucha … ya veras

—¡Ay! Vane … sí que me duele …

—No me digas … ¿cómo cuando te metí la zanahoria no te dolió? …

—¿Le metiste una zanahoria? … ¿y cuando fue eso? …

—Hace dos días, estábamos practicando para estar contigo y a ella no le dolió …

—¡Uy! Vane que mentirosa que eres … sí que me dolió … pero como tu insististe tanto … yo no quise reclamarte mucho … pero si me dolió …

—¿Y ahora Helena te duele? …

—No, ahora se me está pasando …

—¡Viste! … yo te dije que se sentía rico … sigue … culéatela papito … culéatela más fuerte a esta putita …

—¡Uy! Que rico que tiene el potito esta nena … lo tiene apretadito …

—¿Viste papito? … culéatela … yo le voy a comer el coño para que acabe con tu pija dentro de su culo … abre las piernas maldita putilla … ábrelas que te voy a hacer gozar como nunca lo has hecho …

Así diciendo, vi que la cabeza de Vanessa desaparecía entre los muslos de Helena, yo la agarré por debajo de sus muslos y le hice abrir bien las piernas, ella se puso a gemir más intensamente, era tan livianita, que podía mantener su peso con mis brazos y hacerla subir y bajar en mi verga que al parecer se había puesto aún más dura, de tanto en tanto la lengua de Vanessa acariciaba mis bolas rugosas y lampiñas, ya que la misma chicoca acostumbraba a afeitar toda mis zonas erógenas.

Muy luego Helena empezó a menear su culo y sentí las contracciones de su esfínter alrededor de mi verga, la pequeña Vanessa chapoteaba con sus manos, tratando de penetrar mi propio culo con sus deditos, cuando mi culo fue invadido por sus falanges, mis bolas explotaron y descargue una abundante rociada de esperma en el culo de Helena, ella se contorsionó toda y la sentí que se apegaba a mí

—¡Oh! papi me estas llenando todo mi culito … ooohhh … que rico papi … que rico … ssiii … dámela toda … dame toda tu lechita papi …

Sentía unos movimientos en las paredes del recto de Helena que me estimulaban mucho, luego entendí que Vanessa le había hecho un Fisting a su amiguita y lo que yo sentía era su mano dentro del chocho de Helena … mi polla muy disminuida, después de semejante acabada, se deslizó fuera del culo de Helena …

—Ahora me toca a mi papito … ahora me toca a mi …

Vanessa me urgía tratando de hacer de lado a Helena, para tomar ella posesión de mi pene, la mitad de la pastilla de Viagra que me había tomado, había hecho efecto y mí pene conservaba una respetable erección, Helena se movió y Vanessa se sentó en mi pene que le entró fácilmente, solo que ella lo hizo quedando con su rostro hacia mí, sus piernas estaban por el costado de mis caderas y ella trataba de besarme mientras daba saltitos sobre mi pene, causándome un inmenso placer, me di cuenta que sus senos comenzaban a florecer, mi niña se estaba convirtiendo en mujer, hasta sus gemidos eran más de hembra adulta, pronto festejaríamos su doceavo cumpleaños, el año pasado había comenzado a menstruar, lo único que no cambiaba era su insaciable apetito sexual, ella gozaba y me hacía gozar a mí, además, me había tomado cariño y trataba de hacerme feliz en todo …

—Como se siente rica tu pija en mi culito, papito rico … culéame más papito … tú sabes que me gusta cuando me das duro en mi anito … dámelo todo papito … dámelo, tú puedes y te gusta … dámelo papito … así … ssiii … muérdeme mis tetitas … papito cómeme toda …

La chicoca caliente al máximo, seguía moviendo sus caderas y pelvis, alternando saltitos acompañados de gemidos y gritos de niña, es lo que más me gustaba de Vanessa, esa fuerza natural de entregarse al sexo sin ningún tapujo, ella quería gozar y hacer gozar, lo estaba consiguiendo con creces, mi pene había vuelto a su erección total y palpitaba dentro de su recto a punto de explotar

—¡Ay! nenita que me vas a hacer que me corra en tu culito hermoso … aaahhh … ooohhh … ssiii

—¡Ssiii! Papito lléname … dame tu lechita ardiente, papito rico … culéame más fuerte … ssiii que rico papito … más papito mio … más … dámela toda … más papito … yo también me corro … que rico papito … ssiii … ssiii …
Agarré sus caderitas con fuerza y se la metí hasta el fondo una y otra vez hasta que los borbotones de esperma salieron a inundar su culito que se contraía apretando mi verga, ordeñando hasta la última gotita de mi leche caliente, la retuve apretada a mi pecho sintiéndola respirar afanosamente, Vanessa tenía mi rostro en sus manos y me besaba por todas partes

—Te amo papito … te amo …

—Y yo a ti nenita … también yo te amo mucho …

—Si me amas … entonces … ¿Por qué me tratas con una niñita? … soy grande … soy una mujer … y tú eres mi hombre … eres mi amante … no eres mi padre …

—Tienes razón nen… umh … quiero decir amorcito … te llamaré amorcito … ¿está bien? …

—Estamos mejorando, papito … tienes que darme más méritos de mujer … soy tú mujer o no …

—Eres mi tesoro … no puedes dudar de que te quiero mucho … ¿verdad? …

—Sí, papito … sé que me quieres … pero tienes que amarme también …

La chicoca se aferraba a mí, yo la besaba estrechándola, casi desaparecía en mi pecho, era menudita, pero no había lugar a dudas que también era una amante formidable y realmente me había afeccionado a ella y a su fogosidad, Helena en tanto nos miraba con una cierta desazón, Vanessa se dio cuenta de que la estábamos dejando relegada …

—Ven Helena … tú también estás con nosotros … no somos dos … somos tres y papito puede con nosotras dos … él es nuestro hombre … también a ti te quiere … ¿no es verdad papito? …

—Tal como dice la Vane … eres parte de nosotros … te has quedado aquí y nosotros somos tú familia ahora …

—Lo sé … debo acostumbrarme … hay veces que yo los veo muy felices a ustedes dos … siento alegría y una sana envidia también … la Vane se merece a ti … tú la cuidas … bueno cuidas de nosotras dos y en el modo en que a nosotras nos gusta … eres nuestro papito …

—Ya papito, que tal si vamos a comer algo a la cocina, tu trajiste una pizzas … vamos Helena, ayúdame a poner la mesa para los tres …

Así las chicas salieron de la bañera, se secaron, se pusieron alguna prenda de vestir, yo vi a Vanessa que se puso la remera y nada más, sin braguitas ni nada, en cambio Helena se puso sus bragas y un top cortito que se le veía el ombligo, eran un sueño tener estos dos chochitos solo para mí, yo me quede un rato en la bañera acariciando mi sensible pene que se quedó en una semi erección, quizás en mi subconsciente ya me veía otra vez con aquellas dos.

Cuando entré a la cocina, las dos chicas tenían todo realmente ordenado y limpio, así que como había traído algunas provisiones, además de las pizzas, cociné unos bistec de lomito con huevos fritos y metí al horno con una pizca de aceite papitas fritas precocidas, yo me preparé también un vinito del tinto y había bebidas gaseosas, la chicas hicieron arcadas al probar el vino, no les gustó, bueno ya habrá tiempo para que aprendan a apreciar un buen mosto, por ahora me basta el apetito sexual voraz de mis ninfas.

—Papito estuvo todo muy rico … no solo, eres un buen amante, también eres un cocinero experto, todo te queda rico … también tu pija es rica, papito …

—Si papi, la Vane tiene razón, se come muy rico y tú nos comes muy rico también … je je je

—Bueno si ustedes dicen que estuvo rico, creo merecer una recompensa … ¿no? …

—¿Y qué quieres que te hagamos, papito? … ya hemos hecho de todo contigo …

—A mí me falta tragarme tú lechita, la Vane dice que es muy rica … yo quiero hacerte eso papi … ¿quieres que te haga eso? …

—Ya eso me gustó … dejemos los platos en el lavaplatos … mañana los lavaremos … vámonos al dormitorio …

Así riéndonos de todo nos fuimos al dormitorio, la Vanessa por el camino se despojó de su remera quedando desnuda, su culito menudo y redondito era todo un programa, Helena para no ser menos se quitó su top, su pechito plano aún denotaba su corta edad, ambas niñas gozaban de su fogosidad innata y yo me deleitaba de que así fuera.

Pronto nos acomodamos en el amplio lecho y Vanessa puso sus manos en mi pene …

—Yo te lo preparo Hele … me gusta hacer que se ponga durito …

—¡Pero Vane! … no seas glotona, déjame a mí … yo también se hacerlo y también me gusta cuando se pone más grueso …

—¡Ya sin discusión! … primero estaba Helena … tú Vane, ven para acá que te quiero comer el chocho …

—¡Uy! Papito rico … como tú digas … como quieres que me ponga … de frente … ¿o quieres comerte mi culito también? … dime si me tengo que girar …

—Gírate … te voy a meter de todo … ya verás …

—¡Uy! Papito … mira cómo se me pone la piel … que rico papito …

—¡Ya poh! Hele … es todo tuyo … comienza …

—¡Ay! papi, pero la Vane no para de moverse y no me deja hacerlo …

—¡Pero Hele! … estás puro pintando monos … si no quieres hacerlo dímelo y lo hago yo …

—¡Ay! por dios, parecen maracas baratas … no se peleen y hagan lo que acordamos … ¿Ok?

—Sí papito, no te enojes … mira … me abrí mis cachetitos … méteme tu lengua, papito …

—Sí papi … ahora puedo chupártela … ahora sí …

Finalmente, Helena cerro sus labios sobre mi pene y la Vanessa con sus dos manos se abrió sus glúteos para permitirme que le besara su culito, pero mi intención era jugar con su orificio, le metí mi dedo pulgar y ella gimió intensamente

—¡Ay! papito, pero méteme un poco de cremita … me duele si lo haces así solo … ahí en el comodino hay un tubito con cremita, papito … ponme un poquito papito rico …

—Espera papi … yo te lo busco … toma … aquí está …

Así estábamos concentrados en lo que estábamos haciendo, Helena me lo chupaba con ardor y dedicación, Vanessa continuaba con sus manitos forzando la apertura de su culito y yo me embadurné dos de mis dedos con cremita y se los metí en su estrecho canal rectal, ella gimió …

—Sí papito … ssiii … ahora sí … ¿quieres que me gire para que te comas mi almejita, papito? …

—umh … umh … girate un poco … Helena, por favor sin los dientes … más suavecito, tesoro …

—¡Uy! Esta boba todavía no aprende … ¿quieres que te lo haga yo, papito? …

—¡Ay! Vane … no te pases de lista y déjame tranquila … que yo también sé hacerlo …

—¡Ya chicas! … ¡basta! … estamos aquí para pasarlo bien y no para discutir … terminen con la tontería …

—¡Ay! papito ssiii … comete mi almejita, papito …

—(Slurp, slurp, slurp) … nunca me cansaré de comerme tu chorito, cariño … Hele, me vas a hacer acabar si me pajeas así tan rápido … ooohhh ¡que ricooo! … aaahhh …

—Acaba papi … acaba … estoy lista para que me des tu lechita, papi … acaba …

—¡Uuuggghhh! Ssiii … ssiii …. Aaahhh … aaahhh … ssiii … comete mis mocos … ssiii cómetelos … ssiii …
Termine dentro de la boca de la pergenia y con mis piernas tiesas y moviendo mi pelvis, exploté una y otra vez, rociando mi esperma dentro de su cavidad bucal, Vanessa se dejo caer al lado de su amiga …

—Dame … dame un poquito a mi, Hele …

Vanessa no se movía un centímetro de mi verga, continuaba a succionar con frenesí, con potencia, sus mejillas estaban hundidas por el esfuerzo de chupar, Vanessa la levantó casi con fuerza y puso sus labios en los labios de su amiga, escarbando con su lengua en busca de un poco de semen, Helena la abrazó y cayeron las dos en la cama besándose efusivamente, intercambiaban sus salivas con sabor a lechita, se besaron por cerca de cinco minutos y Vanessa metió sus deditos en la vagina de Helena, la hizo gemir, en un dos por tres, la chicas se trenzaron en un sesenta y nueve muy caliente, pues se veía que ambas disfrutaban el sabor de sus conchitas empapadas, no se si fue la pastillita azul o el erotismo de la escena, pero mi miembro volvió a ponerse duro en tiempo récord, me quedé observándolas con la prolijidad que se chupaban y lamían sus chochitos, entonces me di cuenta que solo una mujer sabe como comerse la concha de otra mujer, sus movimientos eran similares, y la apertura de sus muslos, y los quejidos y gemidos, eran comparables, casi idénticos, Vanessa fue la primera que grito su orgasmo, pero junto a sus espasmos, no cejó en lamer y besuquear el chocho de Helena, la cual entró en un paroxismo convulsivo, cuando acabó en la boca de su amiga, había una mueva de agonía en su rostro y con su ceño fruncido y con sus ojitos cerrados, se abandonó a las caricias de Vanessa … a un cierto punto la Vane me miró, yo acariciaba mi erección …

—Papito, ven … culéatela … esta lista para ti …

Me coloque entre las piernecitas de Helena y sin mucho preámbulo, coloque mi glande en sus enrojecidos labios vaginales y le hundí mi asta profundamente, la pequeña arqueó su espalda y luego empujó su pelvis hacia arriba tragándose toda la longitud de mi verga, gimoteando y profiriendo inentendibles vocablos, sus brazos se aferraron a mis brazos, luego me los tiro al cuello mientras movía su pelvis …

—Así papito … culéatela fuerte, papito … dale … dáselo todo, papito rico …

La Vanessa estaba detrás de mí empujando mis nalgas para aumentar la penetración al chocho de su amiga, luego sentí que comenzó a masajear el surco entre mis nalgas, luego sus dedos húmedos con cremita comenzaron a hurguetear mi orificio anal, hasta que me penetró con sus deditos, mi pene pareció adquirir mayores dimensiones dentro del chocho de Helena, la comencé a embestir con mayor energía, la chicoca gemía y no soltaba mi cuello …

—¡Umpf! Papi … ssiii papi … culéame … dámelo todo … me vas a hacer acabar, papi … umpf que rico, papi … umpf … aaahhh … ooohhh …

El chocho de la pequeña se contraía en modo demencial, me apretaba con sus músculos vaginales, hasta casi causarme dolor en mi delicado glande, sin poder contenerme, exploté una vez más, mis pelotas se descargaban dentro Helena, la que se apretaba a mi sollozando y gimoteando, de su garganta salían una especie de bramidos de calentura indescriptibles … Vanessa me empujo hacia un lado y se lanzó de cabeza a lamerme mi pene chorreante de semen y fluidos de Helena, acuciosamente deslizaba su lengua por toda la longitud de mi asta y a ratitos me succionaba para hacer salir hasta la última gota de esperma, causándome un placentera tortura que me tenía boqueando y respirando por la boca, aparte de mover mi pelvis automáticamente.

Tomé la cabeza de la pequeña y la atraje a mi pecho, le di un beso voraz, sensual, caliente, nuestros labios mojados de fluidos y lujuria, mi manos acariciaban esas tetitas incipientes de ella y la chicoca restregaba su cuerpo caliente contra el mío, la pequeña Helena aún con sus piernas abiertas, su sexo enrojecido vertiendo semen sobre las sábanas, nos miraba con un dedo en la boca y suspirando apagada de su orgasmo, me quedé al centro de las dos abrazándolas a ambas, Helena se giró y se adormeció, pero esa no era la intención de Vanessa que continuaba serpenteando su cuerpo contra el mío y susurrándome al oído palabras apasionadas …

—Papito mío … quiero que me hagas a mí lo mismo que a ella … mira como la dejaste … esa no despierta hasta en varias horas más … te la comiste tan rico que me están dando celos, papito … quiero quedar igual que ella …
Vanessa me mordía mi lóbulo derecho y tomando mi mano se la llevo a la rajita de su concha …

—Mira papito … estoy toda mojadita … mi lagunita quiere tu pececillo, papito … lléname también a mí, te quiero dentro de mi panochita …

Me estaba mordiendo mis labios y su mano se movía en ascenso y descenso aferrada firmemente a mi verga, su imploración era como una oración, una petición que hizo palpitar mi pene y las azulinas venas de mi polla se rellenaron de sangre haciendo endurecerse a mi pija, me coloque entre sus piernas y ella las abrió de par en par, sin soltar mi herramienta, la enfilo entre sus labios ardientes, cuando sintió mi glande deslizarse en la hendedura de su vagina, Vanessa se volvió como loca, sus piernas me envolvieron y sus brazos se cerraron en torno a mi cuello y jadeaba como poseída …

—¡Uy! Papito … ¡que rico! … umpf … umpf … umpf … ssiii … te siento papito … dámelo más fuerte … soy tuya papito … dámelo todo …

La pequeña, bramaba bajo mis embestidas, casi me dolía mi hueso pélvico, se lo estaba metiendo con todas mis fuerzas, entonces le tome sus piernecitas y las levanté hasta casi hacerlas tocar sus hombros, su culito también se levanto y su cuerpo formo cómo un resorte que resistía los golpes de mis caderas y volvía a poner su chochito pronto para la siguiente embestida, Vanessa me enterró sus uñas en mis brazos, pero nada podía distraerme del placer y la desenfrenada lujuria que su estrecha panocha me hacía sentir, sentí los estremecimientos de ella y también cuando me mordió mi hombro, luego solo emitía unos cortos sonidos y se abandonó a mis enérgicos embates, finalmente se quedó inerte, respirando afanosamente, las contracciones de su vagina surtieron el efecto de hacerme explotar dentro de ella, su párvula almejita venía inundada una vez más con mi lechita caliente …

—¡Ugh! … ¡ugh! … ¡ugh! … me pediste que te la diera toda … aquí la tienes toda para ti, amorcito … siente como te lleno toda … ¡ugh! …

Con fuerza descargué mis últimos chorritos dentro de ella, quedé exhausto y acaricié sus enmarañados cabellos, despejando su angelical rostro que se mantenía con sus ojitos cerrados y su ceño aún algo fruncido, deposité un apasionado beso en sus labios invitantes, me correspondió alzando su pecho y haciéndome sentir sus pequeños senos en mis pectorales …

—¡Ay! papito … ¿cómo lo haces? … mis piernas me tiemblan con escalofríos y mi chochito no deja de palpitar … quisiera que nunca se acabaran estas sensaciones … me acostumbras mal … no hago más que pensar en ti y a como me haces sentir, papito rico … me haces feliz …
Vanessa me estaba acariciando mis mejillas y sus ojos brillantes iluminaban mi rostro y borraban de mi cuerpo el cansancio, esta chica era realmente milagrosa …

—Vane … eres tú que me transformas y haces que mi cuerpo sea rejuvenecido cada vez que estoy contigo, tú me haces feliz a mí …

—Papito te amo … te amo … te amo …

—También yo a ti Vane …

Se acurrucó a mi lado, pasó una pierna sobre mi vientre y me abrazó, luego sentí su respirar acompasado mientras se abandonaba a un sueño reparador, también yo me entregué al dulce arrullo de Morfeo y sin darme cuenta me sumí en un sueño restaurador, necesario para estar a la par de estas diablillas que les gusta coger tanto como a mí.

Pasaron las semanas y este trio que habíamos formado funcionaba a la perfección, las chicas se sentían hermanadas en mi verga y para una era “Papito” y para la otra simplemente “Papi”, pero las dos se afanaban en gozar de esa sana y desenfrenada sexualidad que le otorgaban sus juveniles cuerpos, yo me ayudaban un poco con la pastillita azul y otro con las sensuales incitaciones de ambas, yo era el proveedor y ellas odaliscas de mi pequeño harem.

¿Cómo dice el dicho? … “Si el diable te quiere tentar … a la casa te viene a dejar”, no estoy del todo seguro que así sea, pero sucedió que una de mis hijas se divorció del marido y se quedó con dos pequeñas, mis sobrino-nietas, Marcela de 10 y Ximena de 12, llegó desesperada a casa mía una tarde, se echo a llorar por su situación y me dijo que su mayor problema era donde dejar las niñas, ya habían terminado el colegio y no podían quedar solas en casa, yo le dije que no tenía las comodidades para tener dos niñas y que tampoco el tiempo necesario, fueron tantas sus suplicas que accedí, pero le dije que contrataría a alguien que las cuidara mientras yo estaba al trabajo, me dijo que era solo una cosa momentánea y que cuando solucionara el problema se las llevaría consigo, no lo sé, pero a mi me pareció que se estaba deshaciendo de un cacho, como que le molestaran las niñas, bueno eso daría tema como para un libro, las madres de hoy en día son mucho más centradas en sus propios asuntos que en los de sus hijos, pero quien soy yo para criticar, al día siguiente me encontré con dos chiquitas en casa y dos en el nido de Vanessa, ¿a quién podía pedir ayuda? … a ella, a Vanessa.

Vanessa me escucho atentamente cuando le expliqué la situación, pero su sonrisa maliciosa me dejo intranquilo y no pude evitar de hacerle la pregunta …

—¿De qué te ríes amorcito? … es una cosa triste …

—je je je … dos almejitas lampiñas al cuidado tuyo … perdóname, pero imagino cosas …

—¡Uy! ¡Vanessa, como puedes pensar tales cosas! … son mis nietecitas …

—Sí, lo sé … lampiñas … estrechitas y muy probable vírgenes, papito rico …

La lujuria brillaba en sus ojos y mi pene se endureció al instante ……


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