El mejor amanecer

Sinceramente no se por donde empezar, no hay nada de lo que te voy a contar que no sepas ya, pero tengo la necesidad de volver a contártelo.

La primera vez que tuve fantasías contigo fue al poquito de conocerte, después del baile al que asistimos en diciembre, ¿te acuerdas? Te vi tan sumamente bonita, que solo pude envidiar a tu novio por semejante conquista.

Mi relación con tu novio era buena pero ni mucho menos alcanzaba los niveles de amistad que ahora mismo tiene por lo que me permití el lujo de poder tenerte.

No recuerdo exactamente el lugar exacto donde tiene lugar todo lo que te voy a contar, solo recuerdo que en la habitación donde estábamos había una cama descomunal.

Tampoco recuerdo exactamente la ropa que yo llevaba, imagino que una camisa y un pantalón de vestir (sabes que es lo que suelo llevar puesto cuando salgo los fines de semana) pero lo que nunca olvidare es lo que tu llevabas puesto, el mismo vestido verde del baile.

¡¡¡ESTABAS TAN BONITA CON EL PUESTO!!! El primer recuerdo que tengo de todo somos nosotros dos, abrazados, juntos, besándonos…

Los besos eran interminables, apasionados, húmedos, maravillosos… Nuestras lenguas jugaban la una con la otra, se retorcían, se buscaban… Nuestros besos no solo se centraron en los labios, se repartieron por toda la cara, bajamos el cuello, nos recorrimos los brazos… en fin, fuimos explorando todo nuestro aun vestido cuerpo con los labios.

En un momento determinado yo empecé a perder mi ropa, me quitaste la camisa, me desabrochaste el pantalón, exploraste mi torso desnudo con tus manos mientras ibas bajando hasta hacer descender mi pantalón.

Yo me estaba dejando hacer, pero decidí empezar a hacer contigo lo mismo, no protestaste, simplemente empezaste a dejarte hacer, empezaste a dejarte llevar, me dejaste que empezara a quitarte la poca ropa que llevabas puesta.

Empecé por bajar los tirantes de tu vestido, como no llevabas mucho mas puesto (no llevabas sujetador), tu vestido empezó a deslizarse por todo tu cuerpo, acariciándote, hasta que me dejo ver tus pechos desnudos, unos preciosos pechos sin duda, y con un pequeño tanga en color negro (sabes que me encanta la lencería en color negro) que a duras penas te tapaba. Justo en el momento en que tu vestido tocaba el suelo, me acerque a ti y empecé a besarte el cuello, los hombros, bajando por todo tu cuerpo hasta las piernas, las pantorrillas, las rodillas…

Te bese los brazos, las manos, los pechos, la tripa, me detuve un poquito mas en tu ombligo, seguí con tu cintura, te bese todo. Te acaricie allí donde te besaba, con mucha tranquilidad, pausadamente, sin prisa…

Después volví a subir, llegue de nuevo a tus labios, los volví a besar, mientras tu estabas allí de pie, inmóvil, quieta, dejándote hacer, con los ojos cerrados y disfrutando del momento.

Nos fuimos a la cama, seguimos besándonos y acariciándonos, con los juegos y las caricias nos terminamos de quitar la poca ropa que a ambos nos quedaba.

Yo aproveche una de las veces que tu cuerpo para quitarte ese pequeño parche que aun llevabas puesto dejando a la vista un maravilloso tesoro, un tesoro que en ese momento era solo mío, del que solo disfrutaba yo, era tu pubis, perfectamente rasurado, con una pequeña cantidad de vello que coronaba ese maravilloso manantial de placer.

Después fuiste tu la que tomo la iniciativa, me quitaste los bóxer ajustados que aun llevaba puestos dejando por fin libre mi ya duro pene. Una vez ya desnudos del todo los dos, seguimos acariciándonos cada vez de forma mas intensa hasta que llegamos a lo que estábamos buscando desde hacia un buen rato, hicimos el amor, no una sino varias veces, lo repetimos…

Disfrutamos del momento, cuando terminamos, nos abrazamos, nos dimos un largo beso en los labios y nos callamos. Permanecimos así, sin decir nada, solo sintiéndonos, un buen rato, no se cuanto solo se que vimos amanecer, el mejor amanecer que hombre pueda desear, contigo…