El Padre Peter

Esto ocurrió cuando iba a quinto año del secundario, yo tenía 17 años, ya había tenido relaciones una o dos veces con mi novio, Fredy pero no las había disfrutado para nada ya que prácticamente él me obligaba a hacerlo, incluso la primera vez ni siquiera me dio un preaviso todo ocurrió de una manera premeditada por él.

En ese entonces la catequista de quinto año era una monja que se llamaba Gabriela, ella siempre tuvo un interés especial por mí el cual no manifestaba por las demás alumnas, eso era debido a que ella decía que yo tenía vocación de religiosa.

Un día de octubre estaba la madre Gabriela sentada leyendo un libro y yo al frente de ella.

Como quería llamarle la atención le hacía morisquetas para que dejara ese libro y hablara conmigo, ella aparentaba interesarse en el libro pero yo me daba de cuenta que de vez en cuando me observaba y se tentaba de la risa.

Me dijo que dentro de unos días se realizaría el último retiro espiritual del año, en un convento que estaba en un pueblo de la ciudad, que si estaba dispuesta a ir, que era un llamado de Dios y que no podía negarme a eso.

Le contesté que antes de decidirme tenía que pedir permiso a mis padres, ya que ellos me controlaban y a mi madre no le agradaba mi relación con la madre Gabriela ya que tenía miedo que me convenciera para que sea monja.

Mis padres aceptaron, recuerdo que ese día nos encontramos todos en la terminal, cuando llegué la madre Gabriela estaba muy contenta y ansiosa, me pidió el equipaje ya que el retiro duraría varios días, y nos reunió a todas las chicas que íbamos, nos dijo que nos iba a presentar a una persona, enseguida apareció el Padre Peter, él era muy joven creo que tendría unos 24 años, muy apuesto, cabellos rubios, ojos celestes, alto, delgado, nos saludó y su forma de hablar no era muy entendible, luego nos dijo que apenas se convirtió en cura lo mandaron a Argentina, él era estadounidense, y recién estaba aprendiendo a hablar el castellano.

Todas quedamos enamoradas del Padre Peter, en el colectivo todas querían hablar con él, preguntarle cosas, que si le gustaba Argentina, que de donde era, etc.

Llegamos al convento y cada una eligió una habitación en el segundo piso, recuerdo que la mía era muy bonita ya que la ventana estaba al lado de la cama, entonces tenía la posibilidad de observar todo el campo, las habitaciones estaban dispuestas a lo largo de un gran pasillo, y al final estaban los baños.

Apenas llegamos nos dijeron que empezaba el retiro y que no podíamos hablar, todo era un completo silencio, solo podíamos rezar, ir a la capilla, todos los días nos despertaban a las 7 de la mañana, teníamos que escuchar misa, comulgar y recién allí desayunar.

En la noche teníamos que estar cada una en nuestra habitación alrededor de las 8 y después de media hora apagaban las luces, pero eso era lo que el Padre Peter y la madre Gabriela creían, después de apagar las luces ellos pasaban y abrían las puertas de las habitaciones asegurándose que cada una estaba en su habitación durmiendo, después de eso ya no regresaban, ellos dormían en la planta de abajo.

Después del control nocturno todas nos encontrábamos en la habitación de una compañera Cristina, habíamos llevado linternas, entonces nos reuníamos allí a contar cuentos, chistes etc. Bromeábamos con que entre la madre Gabriela y el padre Peter pasaba algo, ya que dormían solos, por supuesto que cada uno en su habitación pero a nosotras nos agradaba hablar e imaginar que ellos de noche se portaban mal.

Una noche después de bañarme y acostarme, estaba en la cama leyendo antes de que apagaran las luces, se abre mi puerta y la madre Gabriela se asoma, me saluda y me dice que pronto apagarían las luces que me durmiera, le dije si no podía pasar un momento y ella entro, se sentó al borde de mi cama, me preguntó que me sucedía y le dije que no sabía que tal vez extrañaba, ella me dijo que se quedaría un ratito hasta que me durmiera, comenzó a acariciarme el cabello, eso me relajó bastante, después me dio el evangelio y me dijo que me iba a enseñar un juego que ella practicaba, esto consistía en cerrar los ojos y abrir el evangelio y en la parte que se abría ella consideraba que era como algo que Dios le quería decir, me lo ofreció para que lo hiciera entonces cerré mis ojos y lo abrí ella lo leyó y luego me dio un beso en la mejilla y me dijo que tratara de dormir, apenas se apagaron las luces busque mi linterna y salí rumbo a la habitación de Cristina.

Ella estaba recostada y las demás chicas a su alrededor, Cristina se quejaba que tenía una punzada en su costado izquierdo y cada vez le dolía más, entre todas llegamos a la conclusión que había que avisar, pero si alguna iba nos delataríamos que de noche nos encontrábamos, y Cristina no podía ni moverse, las chicas dijeron que yo era la que tenía que ir ya que mi habitación estaba al lado de la de Cristina entonces yo diría que la escuché quejarse.

Comencé a caminar por el pasillo pero tenía miedo ya que estaba todo a oscuras, luego bajé las escaleras, el silencio era mortal, iba caminando muy despacio, cuando llegué a la planta de abajo todas las habitaciones estaban con las puertas abiertas, iba de una en una y me asomaba si podía ver a alguien, solamente una estaba con la puerta entrecerrada cuando llegué a ella, me quede azorada con lo que pude ver, la ventana estaba abierta y por allí entraba cierto resplandor que dejaba distinguir las sombras, el Padre Peter estaba de pie junto a la cama y la madre Gabriela estaba lamiéndole el pene, me quedé allí sin moverme por miedo a que me descubrieran, luego el la tomó y la hizo ponerse en 4 patas sobre la cama y allí parado como estaba tomo su pene y lo encaminó hacia la entrada de ella, yo podía observarlos de perfil y estaba paralizada con lo que veía, la madre jadeaba, el padre susurraba cosas inaudibles, solo veía como él la embestía cada vez más violentamente luego sacó su pene y eyaculó en las nalgas de ella. Salí sigilosamente y regresé donde estaban mis compañeras, les dije que no pude encontrar las habitaciones y que debíamos esperar hasta mañana, Cristina ya estaba dormida así que cada una nos fuimos a dormir.

Como no podía asimilar lo que había visto se lo conté a mi mejor amiga Lorena, ella al principio pensó que estaba bromeando pero entonces le propuse que en la noche fuéramos a espiar, y así fue, esperamos que todos se durmieran y salimos, llegamos a la puerta y allí estaban, la madre estaba de pie contra la ventana con sus manos se tomaba de las rejas, el padre le levantaba el hábito y la penetraba, nos quedamos allí pero Lorena comenzó a excitarse y estaba algo nerviosa, su respiración iba aumentando, le dije que tratara de no hacer tanto ruido, pero ella comenzó a masturbarse allí mismo, traté de tomarla de la mano para sacarla de allí, pero me agarró tan fuerte la mano y se la llevó a su clítoris, yo no quería tocarla pero ella se masturbaba con mis dedos, comenzamos a forcejear y nos olvidamos en donde estábamos, de pronto una figura estaba al lado nuestro el Padre Peter!!!!!!!, nos hizo señas que pasáramos, la madre Gabriela estaba tendida en la cama, nos dijo que hacíamos allí y nosotras agachamos la cabeza y no contestábamos.

El padre Peter, se mostró amable nos dijo que nos sentáramos en la cama, abrió un cajón y sacó una botella, nos dijo que la tomáramos que nos iba a hacer bien, era vino Mistela, el vino de misa, era muy rico, un vino como un néctar con cuerpo y muy dulce, mientras saboreábamos el vino esperábamos las explicaciones, ellos no hablaron sino que delante de nuestros ojos la madre Gabriela comenzó nuevamente a chuparle el pene, el fue sacándole el hábito, quedaron los dos desnudos delante nuestro, luego el la hizo parar al frente de nosotros y la tocaba, con sus dedos tocaba los pezones, y nos dijo que la tocáramos, Lorena tomo la iniciativa y comenzó a tocar a la madre Gabriela, mientras lo hacía ella gemía y el padre le fue quitando el camisón, luego me invitó con la mirada, me paré y él se acercó y me quito también el camisón, comenzó a besarme y en ese instante no sé si hizo efecto el vino o que pero me sentía como soñando, la madre Gabriela acostó a Lorena en la alfombra del piso y chupaba su vagina y Lorena gritaba de placer, el Padre me llevó hacia la cama, yo solo observaba ese pene enorme, hinchado, y de pronto el de un tirón me lo metió, sentí un gran ardor, lo sentía caliente, algo me quemaba, era ese gran pene que comenzaba a entrar y salir de mi vagina, el lo tomaba con sus dos manos, lo metía con fuerza para luego sacarlo todo y así de nuevo volver a empujarlo todo adentro, tenía la sensación que ese pene me llegaba hasta la garganta, en ese instante Lorena se agachó y le besaba los testículos al cura, la madre Gabriela me besaba los pezones, todo era una locura, todos conmigo y a mí se me daba vuelta la habitación de tanto placer, el lo sacó para metérselo a Lorena pero yo gritaba que quería más, el la tumbó a ella y la penetró, olvidándose de mis ruegos, la madre se hizo cargo de mí y mientras me penetraba con un dedo, con sus labios tomaba mi clítoris y lo succionaba hacia adentro, tuve un gran orgasmo pero mi vagina seguía hinchada y solo se calmaría con ese pene dentro, después que Lorena quedo tendida en el suelo de cansancio, le pedí al padre que me penetrara el vino hacia mí y me abrió las piernas, me fue arrastrando de las piernas por toda la habitación, había una mesita tiró todo lo que había allí y me colocó allí boca abajo y me metió su pene apenas hizo dos embestidas yo estaba gritando desesperada, quiero más, quiero más, padre quiero más, el cada vez empujaba más, tuve tres orgasmos seguidos y él volvió a retirar su pene y me lleno las nalgas de semen como lo había hecho con la madre Gabriela.

Quedamos todos tendidos en el suelo del cansancio, tal vez nos quedamos dormidos por unas horas, cuando desperté ellos estaban ordenando el cuarto, el padre nos dijo que fuéramos a nuestra habitación y que nos esperaba a las 10 de la mañana en la capilla para confesar nuestros pecados y cumplir con la penitencia correspondiente. Adivinan cual fue la penitencia?