Gran Deseo

Cuando lo vi por primera vez pensé que aquellos ojos verdes me eran familiares. No sabía cómo podía ser pero estaba convencida de haberlos visto con anterioridad.

Luis medía el uno noventa y era de complexión fuerte, como esos gladiadores romanos que tanto me gustaban de las películas históricas. Lo conocía desde hacía meses pero nunca habíamos intercambiado más de dos frases corteses. Tras la fiesta de cumpleaños de mi prima Mª decidí entablar conversación con Luis convenciéndole para que me acercara a casa empleando una de mis estratégicas excusas por falta de auto. Cuando consintió sonriente pensé que esa noche no se me iba a escapar sin sentir sus labios en mi cuerpo, algo que deseaba desde la primera vez que lo vi.

Durante el camino sentía un calor que me subía desde las entrañas hasta el cuello y decidí aflojarme un poco la camisa de seda brillante que estaba estrenando. Comencé a abanicarme con las manos y Luis abrió las ventanillas imaginando que llevaba demasiadas copas encima. Decidió parar en el arcén para ver si fuera me sentía mejor y yo dejé que creyera que todo el sofoco era fruto de las copas y no del calor que su proximidad me provocaba. Caminamos unos minutos cerca del coche y su mano ya acariciaba mi espalda como una mano protectora y paternal. Me preguntaba si mejoraba y yo le contestaba que iba a mejor pero seguía caminando para que aquella dulce sensación de bienestar no se esfumara tan rápido. Aquella mano continuó su dulce masaje subiendo y bajando como un delicioso vaivén hasta que llegó hasta el final de mi espalda tocando mi tanga y manteniéndose allí durante unos minutos. Mi cuerpo se estremecía por completo y mis labios estaban deseosos de degustar aquel cuerpo enorme y varonil que hacía vibrar hasta mi última célula. Con un suave movimiento deslizó su mano hasta mi hombro izquierdo y me volteó quedando inmóvil ante él que se me acercaba seductoramente para besarme en el cuello con pasión. Mis labios quedaron suplicando su boca y la respuesta no se hizo esperar. Un suave y apasionado beso que consiguió hacerme temblar, una mezcla de escalofrío y deseo desmesurado. Sus manos se movían ahora rápido sobre mi blusa, mis pechos erectos se dibujaban sobre ella y su boca fue a buscarlos con desesperación. La lengua de Luis recorría cada centímetro de mis pechos succionando como un bebé tomando leche materna y mi entrepierna descargaba todo su elixir como agua sobre mis piernas. Me fui desplomando hacia el suelo frío de un césped humedecido por el rocío y su boca comenzó a buscar entre mis piernas todo aquel flujo que desprendía mi cuerpo. Me separó las piernas y con sus dedos abrió paso a su lengua que se movía rápida dentro y fuera de mi vagina. Con una mano ágil movía en redondo mi clítoris haciendo que mi cuerpo se arqueara como una gata en celo y su boca seguía lamiendo mis entrañas al compás de mis movimientos. Yo le acariciaba el pelo y arañaba su espalda. En cuanto pude me abalancé sobre él le desabroché su pantalón y besé todo su pene, rígido y grueso pene que ya desbordaba leche entre sus piernas. Jugué con su pene como con un helado en pleno verano, con movimientos suaves mientras mi mano derecha le sujetaba en la parte baja haciendo una suave presión que le provocaba gemidos de placer. Metí sus huevos en mi boca y con mi lengua busqué su más oscuro agujero para conseguir sus gemidos se convirtieran en palabras sin sentido y entrecortadas. Mientras le comía su pene mi dedo se deslizaba hacia su culo ejecutando el mismo movimiento que mi boca realizaba por su cuenta. Y descargó su leche entre mis labios. Saboreando todo su jugo creí estar en la gloria mientras Luis sujetaba mi cabeza con fuerza hacia su pene. Una vez hubo recuperado fuerzas me colocó a cuatro patas sobre su chaqueta y lamió con desesperación todo mi culo y vagina, mordía y besaba con rapidez, mi excitación era tal que envistió con fuerza todo su pene hasta mi interior mientras apretaba mis pechos, empujando más y más hasta verme gritar de placer y descargar de nuevo todo su jugo dentro de mi. Desfallecidos quedamos tumbados sin que sacara su pene de mi interior hasta buen rato después.

Desde entonces seguimos follando cada noche y si se puede en lugares de césped como recordatorio de aquella fantástica primera vez.